31.7.14

Sacheri: "Me gusta constatar que soy feliz aunque sea una situación pasajera"

Eduardo Sacheri dijo recientemente que prefiere tener sueños acotados, como por ejemplo, seguir disfrutando el trabajo

 
Eduardo Sacheri, en una calle de Miraflores, Lima. / J. F./elpais.com
Para el escritor argentino y profesor de historia Eduardo Sacheri su nueva novela Ser feliz era esto muestra el vínculo luminoso que logran una adolescente y su padre -a quien ella conoce a los 14 años-, mientras cada uno lidia con sus propias insatisfacciones. Pero es también un relato sobre la escuela, la lectura, la conversación, el Whatsapp, el Facebook y los auriculares.
El guionista de Metegol y El secreto de sus ojos fue uno de los invitados a la Feria Internacional del Libro de Lima que concluye el 3 de agosto. Al volver de Lima a Buenos Aires, Sacheri caminó unas ocho horas al Santuario de la Virgen de Luján para agradecer que Independiente, su club de fútbol, volvió a primera división en junio; su segunda peregrinación como hincha.
En una entrevista con EL PAÍS, Sacheri habla de la escuela, parte de la estructura de la novela, y comenta los cambios en las generaciones de adolescentes –testigo en 18 años de maestro- y en su experiencia docente. 
“Hay un difícil equilibrio al que aspira uno como docente entre la novedad y la tradición. Enseñar es transmitir tradiciones, pero también es conectar afectivamente con los otros: con sus propias vidas y sus propios tiempos. Negarse nostálgicamente a los cambios es una garantía de fracaso”, dice.
En la novela, la adolescente Sofía se alegra de que su padre, Lucas, no la critique por estar todo el tiempo en contacto por Whatsapp con los amigos del balneario donde siempre vivió. El escritor ha comentado que algunas de las situaciones planteadas en la obra, como el supuesto detrimento del contacto personal en favor del contacto virtual, surgieron a partir de conversaciones con su hija.
“No tiene sentido que yo les diga a mis hijos o alumnos que no usen Whatsapp o que no abran Facebook. A lo mejor, lo delicado es que hagan las dos cosas, o que se reconcilien con la complejidad de que la vida que les toca incluye esferas del contacto personales y virtuales, que mi generación tiende a no entender porque no existían. Ese es un riesgo grande de los adultos, despreciar lo que desconocemos. A veces el adulto actúa como si no hubiera sido joven”.
En Ser feliz era esto, Lucas es un escritor que ha tenido un único libro exitoso y, aunque le cuesta volver a terminar una obra, valora la lectura, lo que le sirve de vínculo con Sofía, a quien también le gusta leer.
¿Qué funciona en clase con los no atraídos por la lectura? “Hay ciertas cosas muy tradicionales exitosas para mí: explicar un tema que los chicos conocen sigue siendo una receta fenomenal. Sus tiempos de atención son breves, si esa explicación viene rociada con buenos ejemplos, bromas y apelaciones, mucho mejor. Y otra cosa esencial es la afectividad, si los chicos no sienten que uno los registra y los valora, no aprenden ¿por qué aprenderían? En relación al mundo de la lectura funciona mucho algo absolutamente antiguo y tradicional: compartir lectura en voz alta. Cuanto más marginal es la escuela en la que doy clase, peor leen, más odian leer. Y sus docentes tampoco leen”.
“Soy profesor de historia, pero me pasa con adolescentes que cuando escuchan leer un cuento, les gusta, porque hay alguien que lo sabe leer. Parece la receta del agua tibia: tengo un gran hallazgo, leerles en voz alta. Pero desafío a que lo prueben”, asegura sonriente en su sexta entrevista del día en un hotel de la zona sur de Lima.
Sacheri dijo recientemente que prefiere tener sueños acotados, como por ejemplo, seguir disfrutando el trabajo. “Pienso como los personajes en las últimas páginas: me gusta constatar que soy feliz, aunque sé que esa situación es pasajera, va a volver a pasar. Los sueños consisten en estar abierto a la posibilidad de constatar esos momentos estupendos que hay en la vida, y me parece que el peor pecado que podemos cometer es sortearlos, o detectarlos cuando ya pasaron. La nostalgia es lo peor que nos puede suceder”.
Durante y después del Mundial de Fútbol, el autor de Papeles en el viento estuvo ocupado respondiendo a invitaciones para publicar y comentar en espacios deportivos. Sobre la actuación de su selección en Brasil, lamenta que una de las lecciones que sacó Argentina –la posibilidad de cambiar– puede olvidarse pronto. “Hablo de una enseñanza exclusivamente futbolística: no cultural, ni política. Durante esas cuatro semanas Argentina aprendió a ser un equipo a partir de valores que no son frecuentes en nuestra cultura: la solidaridad, la disciplina, el orden, el compañerismo, que no se nos dan bien. Se nos da bien el brillo, el individualismo, la finta, el genio fugaz. La apuesta nacional fue que Messi nos salve, en esa cosa de caudillo que en América nos gusta, lamentablemente", explica.
“Los cambios de largo plazo no dependen del ejemplo de un grupo de muchachos en un Mundial. Un país con un sistema educativo que funciona muy mal, con las dificultades de convivencia, tolerancia y educación que tenemos, difícilmente puede aprovechar una lección así. En Argentina somos muy impacientes y torpemente grandilocuentes. Tendemos a pensar que todo depende de lo que nos toca vivir ahora y somos incapaces de confiar en que si queremos que algo suceda, apenas daremos los pasos para que algo cambie a futuro. Eso exige un nivel de humildad, de compromiso y de consenso que no tenemos”.

30.7.14

La "Universidad Desconocida en Brooklyn" y la literatura en español

La Universidad Desconocida en Brooklyn no tiene sede pero cuenta entre sus "rectores desconocidos" con Enrique Vila-Matas o Junot Díaz, y toma su nombre del libro de Roberto Bolaño para impartir cursos itinerantes de literatura en español porque se trata, precisamente, de crear en la lengua de Cervantes

 
Roberto Bolaño, autor chileno de Universidad desconocida./lainformacion.com
Un apartamento o la sede de la Unión Nacional de Escritores de Nueva York han albergado cursos de esta especial universidad, que cuenta entre sus profesores con escritores latinoamericanos -algunos ganadores de premios literarios- radicados en la Gran Manzana.
Aquí no existen las complicaciones de largas colas para el pago de matrícula ni el alto costo de una universidad en EE.UU., pese a estar en la llamada capital del mundo y, la "Universidad Desconocida", que nació el pasado septiembre en Brooklyn, puede presumir además del contenido de sus cursos.
"Hay muy buenos escritores que viven en Nueva York, tienen tiempo y ganas de dar las clases. Juntamos escritores que están en la ciudad con gente que quiere escribir y ponemos énfasis en el español", dijo  el uruguayo Javier Molea, fundador del proyecto junto a la española María Bordallo.
La inquietud de Bordallo por expresar sus sentimientos a través de la escritura le llevó a hablar con su amigo Javier, encargado de la sección en español de la librería McNally Jackson en Manhattan y fundador de DiazGrey Editorial, quien tenía el conocimiento y los contactos para echar a andar el proyecto.
"María me convenció de que era el momento, de que había demanda", agregó al recordar que había recibido propuestas antes para organizar talleres literarios, pero consideró que no era la gente ni el momento apropiado.
Bordallo agrega en conversación con Efe que hay mucha gente como ella, que trabajan, que no son escritores, pero con un deseo inmenso de escribir y que no pueden pagar el alto coste de las universidades.
"Le llamamos la Universidad Desconocida en Brooklyn" porque María y yo vivimos en Brooklyn. Nos gustó además llamarle así porque Brooklyn es un territorio inexplorado para el español. La mayoría de la cultura que se hace en Nueva York, por gente de Nueva York se hace en Brooklyn en inglés, como lecturas en casas, librerías en casas, lecturas en cafés", indicó Molea.
Pero sobre todo, los fundadores toman el nombre de La universidad desconocida, último libro de poesía del chileno Roberto Bolaño (1953-2003), publicado póstumamente en 2007.
"Le admiramos, es un homenaje a Bolaño", dicen. Su logo es una escalera "hacia lo desconocido", que también toma la idea de la portada del libro de Bolaño.
Los dos primeros cursos, de poesía y narrativa, comenzaron el pasado octubre con diez alumnos, que se enteraron "de boca a boca" de los talleres, que pueden extenderse entre cuatro y ocho semanas. El segundo nivel de los cursos en febrero aumentaron de dos a siete.
"La metodología del curso se la dejamos al profesor, lo único que le exigimos es que las personas escriban. Preferimos los cursos en español, aunque se hace alguna cosa en inglés", explicó Molea.
Al final, se publica un libro con lo que escribieron los estudiantes y se le entrega una copia en la fiesta de "graduación", explicaron Bordallo y Molea.
Los estudiantes son variopintos, en su mayoría latinoamericanos, algunos, estudiantes universitarios.
Los cursos incluyen talleres de poesía, crónica, ensayo, narrativa, teatro, guión cinematográfico, novela mexicana, tarot y poesía y 'patafísica', y seminarios de investigación literaria.
"Esto es un proyecto callejero", dice además Bodallo sobre la iniciativa, que cuenta con el apoyo de importantes escritores, como Vila-Matas, que en la biografía de su último libro se publicó que es "rector" de la Universidad Desconocida. Otros "rectores desconocidos" honoríficos son Eduardo Lago, Sylvia Molloy o Diamela Eltit.
"Los 'rectores' son escritores muy grandes, un grupo que nos promociona y ayuda", destaca Molea y agrega que "lo más importante" del proyecto "es que pasó de talleres a comunidad literaria".
"Se están creando círculos (literarios), la gente se está conociendo poco a poco, los profesores, los alumnos, nosotros. Es crear, es juntar. Había mucha demanda en Nueva York, mucha gente interesada pero desperdigada", dice por su parte Bordallo.
Aunque los cursos se ofrecen a un costo módico, también hay posibilidades de pago a plazos, descuentos y hasta becas.
"Se trata de flexibiliad porque ese es el concepto, todo lo contrario a universidades estructuradas. Queremos darle facilidad a la gente" que quiere escribir en español, destacaron.

29.7.14

Escritor, si te bloqueas usa una rueda de argumentos

El bloqueo es quizá uno de los momentos más terribles al que tarde o temprano tiene que enfrentarse casi todo escritor

 
Rueda de argumentos para romper bloqueos de escritor./lapiedradesisifo.com
En su relato «El cadillac de Dolan», recogido en el volumen Pesadillas y alucinaciones, y más tarde en el ensayo Mientras escribo, Stephen King se refiere a un curioso método para superar la temible parálisis ante la hoja en blanco. Se trata de un artilugio que él bautiza con el nombre de «rueda de argumentos de Edgar Wallace». El tal Edgar Wallace fue periodista y escritor de novela negra que sería recordado más que por su labor como literato por ser el autor del guión original de la película King-Kong.
 
   Según cuenta King, la rueda de argumentos inventada por Wallace era un invento sencillo que consistía en dos círculos de cartón superpuestos. En el de abajo había escritas una serie de líneas argumentales como por ejemplo «una aparición fortuita», «la heroína se declara», «un asesinato», «un accidente», «una explosión», etc., mientras que en el círculo superior había una pequeña ventana que permitía ver una sola de las frases. De tal manera que cuando el escritor se quedara atascado, era suficiente con darle vueltas al ingenio hasta que la ventana quedara sobre una de las líneas argumentales y proseguir con el escrito.
 
   Sin embargo, más allá del testimonio de King, que llega a decir incluso que Wallace patentó su invento y lo vendió como rosquillas, no queda constancia alguna de que la rueda de argumentos de Wallace llegara a existir. Diez años antes de que King lo mencionara por primera vez Michael Crichton habla de una rueda similar en su ensayo Electronic Life, e incluso anticipa un programa de ordenador capaz de realizar la misma función ‒algo así como el abuelo de aplicaciones del estilo de iDeas para escribir‒. Crichton dice que el inventor del aparato es un «famoso escritor de misterio», lo que encaja en la descripción de Wallace, pero no llega a dar su nombre.
 
   Aunque hay otro escritor que también podría corresponderse con la descripción que hace Crichton: Erle Stanley Gardner, conocido sobre todo por haber escrito más de cincuenta novelas del abogado detectivesco Perry Mason. De Gardner sí nos ha llegado una rueda de argumentos, pero es difícil saber si el ingenio es original o si es que tomó algunos de los modelos que se empezaron a hacer populares a partir de los años 20. Al fin y al cabo, son fáciles de fabricar y sus posibilidades solo están limitadas por la imaginación. Amén de ser un reto para el desarrollo de la escritura creativa.

25.7.14

Palahniuk: "No creo que nadie se escandalice por lo que escribo"

Hablamos con Chuck Palahniuk, que ultima este verano en Madrid la esperada secuela de El club de la lucha. Se trata de una novela gráfica y verá la luz en EE. UU. en primavera

Chuck Palahniuk./elcultural.es
Lo primero que llama la atención de Chuck Palahniuk (Washington, 1962) es su extraordinario estado de forma. Parece un atleta. Viene perfectamente afeitado (los laterales de la cabeza también) y luce en lo alto del cráneo una lengua de pelo negro que le cae, engominada, hasta la nuca. Podría pasar por un miembro más de aquel club liderado por Tyler Durden si no fuera por las gafas de pasta y por la completa serenidad que irradia esta soleada y muy calurosa mañana de julio. Eso y que, pese a su fama de hombre inestable, hoy está de extraordinario humor y parece un tipo amable, tranquilo, alguien sin demasiadas turbulencias interiores. “Adoro Madrid”, dice, casi al tiempo que se deja caer sobre el sofá de una céntrica librería de la capital. Cruza las piernas y se pone el bolso a un lado. Cuenta que está aquí de vacaciones con su novio y que mientras su novio aprende español, por las mañanas, él ultima la secuela de El club del lucha, que saldrá en EE. UU., en forma de novela gráfica, la próxima primavera. En esta segunda entrega, explica, Marla Singer y Tyler Durden están casados y tienen un hijo, Junior, de nueve años. “La relación entre Tyler y su hijo es complicada”, avanza. Firma los dibujos Cameron Stewart, artista americano afincado en Berlín, y a través de ellos, y de la historia urdida por Palahniuk, se vuelve al pasado de Tyler, a la relación con sus padres y, de este modo, el origen de su peculiar carácter.

Madrid no es que le ayude a escribir, pero tampoco ejerce el efecto contrario. “Trabajo bien aquí", dice. "Soy disciplinado”. Aunque echa de menos a su grupo de casa, en donde mantiene reuniones semanales que él utiliza, desde hace años, para calibrar las calidades de sus textos. “Leemos en alto y así mantenemos una rutina. A mí me viene muy bien, porque veo si lo que escribo funciona: mi método es tan simple como fijarme en sus caras y ver si se ríen o se mantienen serios, si muestran sorpresa o escepticismo. Eso impulsa mi escritura”. Podría decirse que el grupo (“mis amigos”) influye en lo que escribe Palahniuk; pero es difícil imaginarse a un escritor más libre. Da la impresión de que su imaginación es ingobernable. En su último libro publicado en España, Condenada (Literatura Mondadori), una niña de trece años desciende al infierno tras morir y allí trabaja de teleoperadora, mata monstruos y se pelea con dictadores sanguinarios. Hay, como siempre, escatología, violencia, sexo.

-Sus historias parecen haber ganado en crueldad con los años, si es que esto era posible. ¿Nunca piensa en la reacción de los lectores?
-No, nunca pienso en los lectores cuando escribo. No me preocupa incomodarlos. En serio, no lo busco. Simplemente escribo. Es algo intuitivo.

Palahniuk se toma su tiempo para continuar. Bebe agua y mira al periodista seriamente. Parece que se ha ido, pero enseguida vuelve:

-La verdad es que no creo que a nadie le escandalice lo que yo escribo. Ni siquiera que le moleste. La gente solo lee para confirmar sus opiniones. Todo el que lee un libro encuentra alguna forma de estar de acuerdo con lo que lee. Cuando mi padre leyó El club de la lucha, no se sintió ofendido. Él creyó que estaba criticando a su padre, a mi abuelo. Cuando mi jefe leyó El club de la lucha tampoco se sintió ofendido, porque él pensaba que estaba ridiculizando al jefe de su jefe. Todo el munda encuentra la forma de estar de acuerdo con un libro.


Detalle de la segunda parte de El club de la lucha. Foto: Dark Horse Comics.

Han pasado casi veinte años, pero aún sonríe cuando recuerda el día en que un editor le dijo que publicaría El club de la lucha. “¡No lo esperaba para nada!”, dice. “Recuerdo que estaba en mi trabajo de entonces. No había móviles, así que me llamaron al teléfono fijo. En cuanto colgué tuve que irme con el coche para calmarme. Yo ya escribía desde mucho antes. Siempre he escrito. La alegría no tenía nada que ver con el dinero: me pagaron muy poco, algo casi simbólico por aquella primera edición. Simplemente, tuve la sensación de que mi trabajo de todos aquellos años había sido recompensado”.

El club de la lucha se convirtió en objeto de culto después de la película de David Fincher. Una obra nihilista y un desafío a la cultura materialista. Brad Pitt y Edward Norton dieron vida al, o a los protagonistas. “Fue fantástico”, recuerda Palahniuk. “David hizo un trabajo estupendo. Vendrá conmigo a presentar el cómic el próximo año”. Aclara el escritor, por si hubiera dudas, que Tyler Durden existe. “Está inspirado en un amigo que tuve y que admiraba mucho. Era un tipo capaz de decir lo que pensaba en cualquier situación. No creía en nada, estaba completamente desilusionado porque sabía que después de obtener todos los bienes materiales que la sociedad le había procurado no había nada. Absolutamente nada”.

-¿Es la desilusión el tema central de su obra?
-Sí, creo que sí... -vuelve a pararse a pensar, y completa-: Bueno, estoy convencido de ello.

Hablamos de su última novela publicada en España (Condenada), aunque a él le queda, a esta hora, muy lejos. Es el primer libro de una trilogía cuya segunda parte, Doomed, ya se ha publicado en América. Se trata de una suerte de viaje dantesco por el infierno imaginado de Palahniuk. Un infierno con mares de fetos abortados, con lagos de semen y océanos de caspa y uñas cortadas. Un infierno con todos los demonios imaginables por el que vagan sátrapas, actrices porno y pecadores de muy distinto signo.

-¿Por qué decidió abordar algo tan ambicioso como un trilogía?
-Lo hice para superar un duelo personal. Cuando comencé a escribir la primera parte de la trilogía, mi madre se estaba muriendo de cáncer y mi padre había muerto ya. Tenía que escribir sobre la muerte, pero no quería hacer algo dramático. Quería escribir algo cómico, deliberadamente cómico sobre el tema. Me interesaba... ¿conoces esa escena de El silencio de los corderos en que entra Jodie Foster a ese lugar lleno de locos y uno de ellos eyacula en su pelo? Una escena horrible, ¿verdad? Es una escena de gran patetismo, pero a nadie se le ocurre reír. No es gracioso. Sin embargo, en American Pie hay una escena muy parecida y todo el mundo se muere de risa. ¿Ves lo que te digo? A eso es a lo que me refiero. Por eso Madison es como es. Por eso Madison no le da demasiada importancia al hecho de estar en el infierno y por eso creo que la gente se ríe cuando lee su historia.

Palahniuk se pasa el día viajando, así que, a la fuerza, toma ideas de sus viajes. “Mi idea del infierno la saqué de esos hoteles de lujo donde me alojo cuando estoy de promoción. En la mayoría hay una suite llamada la suite de los escritores en donde suele haber una pared cubierta por las novelas de todos los escritores que se han alojado en esa suite. Cogiendo los libros puedes deducir quién ha dormido ahí desde años atrás. El infierno de esa novela, el infierno que yo imagino, nació así [dice, y se acomoda y descruza las piernas y hace como un director de cine que quisiera captar algo, una imagen concreta, un recuerdo, a través del plano ficticio que recogen sus manos]: empecé a examinar, como un forense, la habitación en busca algún tipo de evidencia de la presencia de los autores. Deshice la cama [revolotea con las manos], buscando manchas; busqué trozos de uñas [se toca, efectivamente, las uñas]; busqué pelos [y se agarra la cabeza, y se rasca]. Me fascinaba ese contraste entre lo más noble de ellos en la pared y lo más pedestre y sucio repartido por el resto de la habitación. Así que eso es el infierno para mí [concluye, ya recostado en el sofá, de nuevo]: un receptáculo de todos los deshechos de los seres humanos”. 

22.7.14

Diez consejos para jóvenes escritores


Etgar Keret


Etgar Keret, autor israelí de literatura infantil y juvenil./cuadrivio.net

1. Asegúrate de que disfrutas escribir.
A los escritores siempre les gusta decir lo difícil que es el proceso de escritura y cuánto sufrimiento les produce. Están mintiendo. A la gente no le gusta admitir que vive de algo que de verdad disfruta.
Escribir es una manera de vivir otra vida. Muchas otras vidas. Las vidas de incontables personas que nunca has sido, pero que son tú por completo. Cada vez que te sientes y te encuentres con la página en blanco y lo intentes –aun cuando no tengas éxito– agradece la oportunidad de expandir los alcances de tu vida. Es divertido. Es groovy. Es dandy. Y no dejes que nadie te diga lo contrario.
2. Ama a tus personajes.
Para que un personaje sea real, tiene que haber por lo menos una persona en este mundo capaz de amarlo y entenderlo, sin importar si le gusta lo que el personaje hace o deja de hacer. Tú eres la mamá y el papá de los personajes que creas. Si tú no puedes amarlos, nadie podrá.
3. Cuando escribes no le debes nada a nadie.
En la vida real si no te comportas puedes terminar en la cárcel o en un hospital psiquiátrico, pero en la escritura todo se vale. Si en tu cuento hay un personaje que te atrae, bésalo. Si en tus historias hay una alfombra que odias, préndele fuego justo en medio de la sala. Cuando se trata de escribir, puedes destruir planetas enteros y erradicar civilizaciones completas con sólo presionar una tecla, y una hora después, cuando la viejita del piso de abajo te encuentre en el pasillo, ella te va a decir hola de todos modos.
4. Empieza siempre por en medio.
El principio es como el borde quemado de un pastel que tocó el molde. Lo necesitas sólo para empezar, pero no es realmente comestible.
5. Intenta no saber cómo acaba.
La curiosidad es una fuerza poderosa. No la dejes ir. Cuando vas a escribir un cuento o un capítulo, toma el control de la situación y de los motivos de tus personajes, pero siempre déjate sorprender por los giros en la trama.
6. No uses nada sólo porque «así es siempre».
Los párrafos, las comillas, los personajes que se llaman igual a pesar de haber cambiado de página: todo eso son sólo convenciones que existen a tu servicio. Si no te sirven, olvídate de ellas. El hecho de que una regla en particular funcione en todos los libros que has leído no quiere decir que también funcione en el tuyo.
 7. Escribe como tú mismo.
Si intentas escribir como Nabokov, siempre habrá por lo menos una persona (cuyo nombre es Nabokov) que lo hará mejor que tú. Pero cuando se trata de escribir como tú escribes, tú siempre serás el campeón mundial de ser tú mismo.
8. Asegúrate de estar solo cuando escribes.
A pesar de que escribir en cafeterías suene romántico, tener gente a tu alrededor probablemente hará que te comportes, te des cuenta o no. Cuando no hay nadie cerca, puedes hablar solo o sacarte un moco, incluso sin darte cuenta. Escribir es una especie de ese hurgar en la nariz, y cuando hay gente cerca, la tarea puede volverse menos natural.
9. Deja que las personas a las que les gusta lo que escribes te den confianza.
Y trata de ignorar a todos los demás. Lo que sea que hayas escrito simplemente no es para ellos. No te preocupes. Hay muchos otros escritores en el mundo. Si buscan lo suficiente, seguro que encontrarán a uno que cumpla sus expectativas.
10. Oye lo que todos tienen que decir, pero no escuches a nadie (sólo a mí).
La escritura es el terreno más privado en el mundo. Así como nadie puede enseñarte realmente cómo te gusta el café, nadie puede enseñarte realmente cómo escribir. Si alguien te da un consejo que suena bien y que se siente bien, úsalo. Si alguien te da un consejo que suena bien, pero que se siente mal,  no pierdas ni un segundo en él. Puede funcionar para alguien más, pero no para ti.
(Bonus)
11. Amor difícil.
El «bloqueo del escritor» es un término inventado por escritores muy consentidos y quejumbrosos para referirse a los periodos en que no se sienten inspirados. La asunción que se esconde tras este término es que la creatividad es una fuente eterna y con máxima potencia, por lo que si en determinado momento queremos escribir pero nada excepcional sale del otro lado de nuestro teclado o de nuestra pluma, debe haber alguna falla obstruyendo el ciclo natural de la creatividad continua.
Me gustaría plantear una perspectiva alternativa. La creatividad, como el amor, es un regalo. Y no te dan regalos todo el tiempo. Si vas a una cita y no te gusta el chico o la chica con el que saliste, no es que estés experimentando «bloqueo del enamorado»–sino que simplemente no estás amando en ese preciso momento, y si eres lo suficientemente paciente experimentarás amor en el futuro (probablemente en el lugar y la hora en que menos lo esperes). Si no escribes bien, sigue escribiendo cosas malas (no te preocupes, la mala escritura es completamente ecológica –no daña la capa de ozono ni hace que te de cáncer). Si se vuelve muy frustrante, deja de hacerlo –mejor juega bádminton, colecciona aviones a escala, o haz todas esas cosas que hace la gente que no escribe. Pero principalmente, espera pacientemente. (Pacientemente, en oposición a impacientemente, o enojadamente, o amargadamente –porque esa clase de espera no lleva a la buena escritura en el futuro. La paciencia sí.)
Escribir no es un hábito. Es una forma de expresión única. Y nadie te debe esa experiencia especial todos los días o semanalmente. Pero si haces un esfuerzo, en su ausencia, por seguir viviendo tu vida y experimentar nuevas cosas, eventualmente regresará. Y cuando lo haga, disfrútala tanto como puedas, antes de que se vaya otra vez.
[*] Traducción de José Miguel Rentería, con permiso del autor. Estos consejos estaban hasta ahora inéditos en español.
Disfruta también en este número de la entrevista de José Miguel Rentería con Etgar Keret.

La llave para entrar en Henry James

 Revelaciones del mundo creativo del maestro en su libro  La locura del arte. Prefacios y ensayos


El escritor estadounidense Henry James./elpais.com
Antes de que el veneno de los celos y la envidia revivieran en Henry James su genio, el escritor creyó morir.
Él mismo dejó rastro de su agonía y su sueño proteico en los prefacios que escribió entre 1907 y 1909, sobre cada una de sus obras, para la edición de Nueva York. Su respuesta a aquel desdén se aprecia ahora en La locura del arte. Prefacios y ensayos (Lumen), con edición de Andreu Jaume. Un atisbo a la manera como el escritor monta sus novelas, como un relojero su reloj.
El siglo XIX tocaba a su fin. En Londres, mister James (Nueva York, 1843 - Londres, 1916) había ensombrecido tras la muerte de sus padres y hermana. Los días de triunfo parecían lejanos, aunque él insistía en la búsqueda del milagro de la vida en sus novelas. El aplauso y los tiempos eran de otros. De Oscar Wilde, por ejemplo. James no lo entendía. Fue en medio de ese agonizar por el desdén del público y de la crítica y del eco interminable de su bulliciosa humillación como dramaturgo, el 5 de enero de 1895, cuando su maestría resucitó. La primavera rescató de su memoria la historia de dos niños huérfanos cercados por presencias extrañas, que acabaría por titular Otra vuelta de tuerca (1898).
El demiurgo había vuelto. Y con cambios esenciales. El dolor de su mano a la hora de escribir lo obligó a dictar, definitivamente, a una secretaria sus historias insuflando, sin saber, más vida a sus creaciones.
Mister James veía el mundo real como un lugar opaco, aburrido, y trató de levantar uno “por el poder de su arte”, explica Colm Tóibín, encargado del prólogo a estos prefacios completos en la edición anglosajona en 2011. En sus escritos se revela como un feliz-sufriente Prometeo. Como el artista que siempre se sintió extranjero al vivir entre dos mundos (Estados Unidos y Europa) y con los cuales creó un tercero: sus narraciones.
Por la rendija dejada por él en sus textos, se sabe que consideraba que el aire de realidad es la mayor virtud de una novela: “Si no existe ese mérito, todos los demás no son nada, y si se dan deben su efecto al éxito con que el autor ha producido la ilusión de la vida. El cultivo de este éxito y el estudio de este exquisito proceso constituyen el principio y el fin del arte del novelista. Son su inspiración, su inquietud, su recompensa, su tormento, su deleite. En verdad, aquí es donde él compite con la vida”. Él lo hizo como hijo del Romanticismo. Y ahijado de Frenhofer, aquel pintor creado por Balzac en La obra maestra desconocida que quiso dar vida a su cuadro.



Es el primer novelista verdaderamente moderno en lengua inglesa, según David Lodge. Su mundo aflora en la memoria con historias que, un día, le exigen ser más reales de lo que fueron. Musa, lo llaman algunos como James, a la cual “el artista está condenado a estudiar ávidamente”. En su amada Italia, y sobre todo en Florencia y Venecia, nacieron muchos de sus libros. Donde se mezclan lo real y lo romántico con coordenadas definidas. Lo real representa las cosas que no se pueden dejar de conocer, “uno de los accidentes de nuestro limitado estado y uno de los incidentes de la cantidad y número de dichas cosas”. Lo romántico, en cambio, “representa las cosas que a pesar de todos los medios del mundo, de toda la riqueza y de todo el valor y de todo el ingenio y de toda la aventura, no podemos nunca conocer de forma directa; las cosas que solo nos llegará a través del hermoso circuito y el subterfugio de nuestros pensamientos y deseos”.
“El artista está condenado a estudiar ávidamente a su musa”
Mundos visibles e invisibles que formaban la experiencia, que él describe como “un globo anclado a la tierra” donde el autor se balancea, “gracias a una cuerda de extraordinaria longitud, en el coche más o menos espacioso de la imaginación”. Y gracias a esa cuerda el autor sabe dónde está y, desde el momento en que se corta el cable, este se encuentra libre y desvinculado. El arte del novelista consiste, asegura James, “por pura diversión, en cortar el cable, cortarlo sin que nos demos cuenta de que lo hace”.
Es el arte y la pasión de escribir, de comunicar. Más que maquinaciones, advierte, es cuestión de sentimientos, de la forma de ver y concebir las cosas. De algo esencial llamado punto de vista. En lo que fue maestro por su “persistente e inveterada costumbre de presentar la acción desde una perspectiva indirecta y oblicua”. Su preferencia es ver la historia “a través de la circunstancia y la sensibilidad de un testigo o de un cronista más o menos objetivo; alguien no implicado de manera estricta, pero interesado e inteligente, que por encima de todo aporte cierta dosis de crítica e interpretación”.
Meterse en la piel del personaje “es siempre una hermosa pasión”
Resucitado un recuerdo, alimentada la pasión y visto el punto de vista, llegan los personajes y su psicología. Meterse en la piel de la criatura “es siempre una hermosa pasión; el acto de posesión personal de un ser por otro en su totalidad. Si el personaje tiene fuerza, que es la condición para que pueda ser testigo de todo, la obra tendrá fuerza en todos los aspectos”.
Esa búsqueda del artista absoluto es la que lleva a James a pensar que la novela es la forma artística más excelsa: “Como cualquier otro organismo vivo, es un ser vivo, completo y continuo, y, en la medida en que viva, descubriremos que, en cada una de las artes, existe algo de las demás”. Solo que la novela cuenta con un ingrediente adicional en su hechizo: el gusto del lector a entrar en ella: “Parece ser que el hombre combina su eterno deseo de más experiencia con una destreza infinita para conseguir dicha experiencia con el mismo gasto posible. La robará siempre que pueda”. Musas, autores y lectores como Prometeos. A las personas les gusta vivir la vida de los demás al ver que puede tener algo de la propia. La fábula vivida, escribe James, “más que cualquier otra cosa, le proporciona cómodamente esa satisfacción y abundante conocimiento, aunque sea vicario. Le permite seleccionar, tomar y dejar”.


Henry James vivió todo con intensidad. En soledad. Sobre todo cuando creyó morir aquel 5 de enero de 1895 y tras el estreno de su obra de teatro Guy Domville recibió cinco… 10… 15 minutos de abucheos... En su caída al infierno atisbó el paraíso en la historia de los dos niños huérfanos en una casa despojada de amor por el amor mismo. El destino ofrecía una nueva promesa de gloria. Así vinieron obras como Las alas de la paloma y La copa dorada, con la que cerraba su ciclo iniciado con Retrato de una dama.
Para perpetuar esa promesa, James viajó a Nueva York a preparar la edición especial de todas sus obras donde, según Andreu Jaume, “pone en perspectiva su trayectoria, trata de juzgarse a sí mismo, denunciar sus debilidades, lamentar viejas decisiones o aislar aciertos”.
Un universo creado, sobre todo, desde su estudio londinense en Croisset, con el rumor del río que veía por la ventana, sin dejar de soplar cada frase como si fuera una llama que creara la vida.

Su mundo

La locura del arte.(Lumen).
Nueva York. Colm Tóibín (Sexto Piso.)
The master. Retrato del novelista adulto. Colm Tóibín (Edhasa).
El comienzo de la madurez. Henry James (Periférica).
Novelistas jóvenes. Henry James (Páginas de Espuma).
Londres. Henry James (Alhena Media).
El punto de vista. Henry James (Páginas de Espuma).
De París a los pirineos. Henry James. Edición de Miguel Martínez-Cabeza (Abada).

19.7.14

Decálogo para no escribir una novela

No sé si por pereza o por falta de talento, o quizá por una insólita combinación de ambas, pero lo cierto es que a día de hoy nunca he escrito una novela

 
Escritora frustrada./lapiedradesisifo.com
Por lo menos esa es la versión oficial. Así que quién mejor que yo, que tengo una amplia experiencia en ese sentido, para elaborar un decálogo sobre cómo no escribir una novela. No pretendo estar a la altura de los formidables consejos de Biel Perelló, pero cualquiera me reconocerá que para dar consejos como los suyos hay que ser, como mínimo, Biel Perelló.

   1. No leas nada

   Si lees demasiadas novelas tal vez corras el riesgo de averiguar qué es lo bueno y qué lo malo, qué funciona y qué no. Especialmente no leas nada del género sobre el que no vas a escribir ninguna novela. Cada género tiene sus reglas y convenciones y solo cuando se conocen se pueden utilizar con propiedad, subvertir o evitar clichés. Y quizá ‒solo quizá‒ seas capaz de usar ese conocimiento en provecho propio.

   2. No escribas nada

   Limítate a repetir sin parar a todo el mundo que quieres escribir o que vas a escribir una novela próximamente pero ni se te ocurra empezarla. Ponte todo tipo de excusas peregrinas como que no tienes tiempo o que la empezarás cuando estés inspirado o cuando llegue el Bloomsday por aquello de homenajear a Joyce.

   3. Infórmate de cuáles son las últimas modas

   Si finalmente decides escribir, escribe lo que le gusta a la mayoría. Ten en cuenta que salvo las ultimísimas novedades todo lo que era popular ha dejado de serlo. Es más, cualquier libro que esté más allá de un par de meses en la sección de novedades de tu librería más cercana está pasado de moda. Si terminas hoy mismo una novela, entre que la envías a decenas de editoriales, una la elige y sale publicada seguramente estarás sacando al mercado un libro del año pasado. Como mínimo.

   4. No uses ideas propias si puedes usar las de otras personas

 
  ¿Para qué inventar tramas o personajes nuevos cuando se puede expoliar Crepúsculo, Harry Potter, El señor de los anillos o Canción de hielo y fuego? Si a otros les ha funcionado tan bien, ¿por qué no iba a funcionarte a ti? Limítate a hacer un fan fiction con alguno de tus libros favoritos, o en su defecto con un libro que esté de moda. Eso te garantizará de entrada unos cuantos lectores. No tengas problemas con los derechos de autor. De todos modos nadie te va a publicar una historia como esa.
 

   5. Utiliza como mínimo una Mary Sue, y a poder ser dos

  Al fin y al cabo las novelas sirven para evadirse de la dura y cotidiana realidad y huir a mundos de fantasía y sexo desenfrenado. La receta para conseguir a tu propia Mary Sue es sencilla: solo tienes que ponerte a ti mismo como protagonista de tu historia ‒no importa si eres hombre o mujer‒. Ahora ponte más atractivo, más inteligente, más fuerte, más valiente, más rico y, a poder ser, con superpoderes o con capacidades mágicas o sobrenaturales. Por supuesto, todos los personajes serán blancos occidentales de clase media. No olvides que si vas a juntar a dos personajes femeninos es imprescindible como mínimo una conversación sobre hombres.

   6. Tu novela acaba cuando escribes «The end», como en las películas americanas

   Seguro que estás deseando escribir la palabra «Fin» en la última página de tu manuscrito para descorchar la botella de champagne que guardas en la nevera. Por supuesto que una vez que hayas escrito la palabrita tu novela habrá acabado y tú ya serás un escritor en toda regla. No hay que releerlo para asegurarse de que todo tenga sentido, de que esté escrito correctamente y tenga consistencia. No hay que tomar notas sobre nada ni hay que cambiar ni una sola palabra. ¿Qué importa que el manuscrito esté lleno de faltas de ortografía, errores gramaticales o fallos de coherencia?

   7. No le enseñes tu novela a nadie

 
  Si lo haces corres el riesgo de que quizá alguien quiera publicarla. Mejor guardarla en un cajón como si fuera un hijo secreto. Si van Gogh no vendió cuadros en vida quizá a ti te publiquen tu novela cuando te mueras. Eso sí, si al final decides mandarla a editoriales mándala sin dejar que nadie competente y de confianza la lea primero. Tal vez descubran que no era la obra maestra que tú pensabas y desmonten tu teoría sobre la negligencia o la injusticia del mundo editorial.
 

   8. Si envías tu novela envíala a discreción

 
  ¿Qué importa que tu novela no encaje en la línea de esa editorial? Ellos solo publican poesía pero no podrán rechazar tu novela de ciencia ficción. Quizá descubran lo maravillosa que es tu novela romántica para mujeres de mediana edad y se sentirán obligados a publicarla aunque se solo dediquen a libros infantiles ilustrados.
 

   9. No tengas paciencia y ríndete ante la primera negativa de una editoriales

 
  No pienses que tu manuscrito lo va a leer el becario de turno. Seguramente cuando vean que es tuyo se lo pasarán directamente al director de la editorial. Eso no debería llevar más que un par de semanas. Si no te contestan o te envían una respetuosa negativa cágate en todo lo cagable y después ve preparando una hoguera. Ignora que grandes escritores enviaron sus manuscritos a decenas de editoriales antes de triunfar. Ignora, por ejemplo, que J.K. Rowling envió Harry Potter a doce editoriales antes de que Bloomsbury lo publicara.
 

   10. No te saltes ni una sola regla. Nunca

 
  Como todo el mundo sabe, todo decálogo respetable debe incluir al final una regla que te invite a saltártelas todas invalidando descaradamente todo el discurso ¿De qué sirven todos los consejos si al final te pido que los pases por alto y hagas lo que te dé la gana? Pero este es un decálogo serio. Cumple escrupulosamente estas reglas o de lo contrario acabarás escribiendo una novela que merezca mínimamente la pena. Y no es eso lo que queremos.

12.7.14

Alessandro Baricco, un mensajero entre culturas

Entrevista. El autor italiano, que viene de rechazar el ministerio de Cultura, habla en favor de los intelectuales que abren su interés a todos los temas

Alessandro Baricco no puede ir mucho a los supermercados porque lo abruman las ideas./revista Ñ

Que la Bombonera es un lugar tan absurdo como exacto. Que presenciar la quietud de ese campo de juego desolado le provoca una calma febril. Que esa sensación podría compararse con lo que le genera mirar a las personas que ama mientras duermen. Pensamientos como estos se dieron cita en la cabeza de Alessandro Baricco un martes de sol, mientras estaba sentado en una de las tribunas desiertas de la cancha de Boca. Y se decidió a escribirlos.
Los cinco mejores lugares del mundo en los que pensar y tener ideas inteligentes sobre uno mismo y sobre los demás compila cinco postales “bariccas” –de Mumbai, Tánger, Las Vegas, Buenos Aires y Hanoi– que fueron publicadas por la edición italiana de Vanity Fair durante 2013, y que hoy se consiguen online por 7,49 euros.
“Estoy entre los que ven un pedacito del mundo y allí dentro entienden una gran parte del universo –dice él, antes de abandonar su oficina de director de la Holden, la escuela de narración que montó en una ex fábrica de bombas en Turín, para salir a comprar cigarrillos–. Es una suerte de hipertrofia mental con una tal intensidad de percepción que, si voy al supermercado, salgo con tantas cosas en la cabeza que tengo que ir a encerrarme en mi casa.”
–¿Baricco va al supermercado?
–Los escritores hacemos vida normal. Tenemos un oficio maravilloso, alcanzamos cierta notoriedad pero no es que tenemos la fama de los rock star o de los futbolistas, y no podemos salir de casa. Salvo algunas excepciones, ninguno de nosotros es rico al punto de mandar a alguien a hacer las compras. Por lo tanto uno va a hacer los mandados, a hablar con la maestra de la escuela de los hijos, a comprarse zapatos. Tal vez al día siguiente nos tomemos un avión y estemos en México hablando delante de cinco mil personas. Pero el mundo te llega, te llega siempre.
–¿Llega para ser transformado?
–No hay reglas. En mis libros no hay nada que sea sólo verdadero ni nada que responda sólo a la fantasía. Me paso la vida mirando y luego eso que vi aparece en mi escritura en una forma extraña. Casi todos los escritores “robamos” de la realidad. Llevo años dedicándome a mirar a la gente, pero luego me doy cuenta de que tal vez tu modo de sonreír aparece en un personaje que no tiene nada que ver con vos. Esas cosas se montan solas. A veces me hacen preguntas puntuales acerca de personajes o de situaciones de mis libros y no sé ni siquiera yo de dónde vienen. Algunas cosas sí las sé, como por ejemplo que Océano mar viene de un cuadro o que Novecento está dedicado a un jazzista de verdad; pero cuando me preguntan cómo me vino a la mente Novecento , no me acuerdo.
¿Se acordará de dónde viene su último libro de ficción, Tres veces al amanecer ? Sería subestimarlo recordarle que es el título de una obra mencionada en Mr. Gwyn , la novela precedente. No hace falta. Solito, Baricco destripa el mecanismo que lo inspiró a narrar esos tres encuentros antes del alba entre un hombre y una mujer –siempre ellos mismos– en distintas etapas de sus vidas. “ Tres veces al amanecer toma algo del libro que lo precedía pero es autónomo. Su estructura es genial. Un sueño que tenemos es el de ver a la gente que nos rodea en una edad que no es la que le conocemos.
Tres veces al amanecer realiza este sueño. Lo quería hacer desde hacía años porque es una cosa que siempre me ha fascinado de la vida. Ahora te encuentro a vos y tengo una cierta percepción tuya. Pero no puedo evitar pensar: “¿Quién sabe cómo era de chica?” O tal vez se me ocurre decir: “¿Cómo será cuando tenga 75 años?” Pienso en mi mamá y en que no la conocí a los 16 y que entonces no puedo entender nada de ella, que hoy tiene 85. En la novela los personajes intercambian las edades. Porque no sólo me hubiera gustado conocerte cuando tenías 15 años sino también cuando yo tenía 15 y vos, 40. O yo 85 y vos 18. Pienso en si conociera a mi mamá, yo con 70 años y ella con 16. Sería fantástico. O intercambiar edad con la gente que hemos amado.
Tres veces al amanecer realiza esto. Me gustó mucho escribirlo. Lo hice en tres meses durante los cuales no hice otra cosa. Luego no volví a tocar la computadora por mucho tiempo.
Baricco escribe pero también fue director de cine, actor de teatro, musicólogo, fundó una escuela de escritura. Sale mucho en televisión, organiza conferencias en teatros. “No soporto verme en una pantalla. No me va ese exceso de exhibicionismo a pesar de que cuando estoy ahí, sobre el escenario o en el set de televisión, no me doy cuenta y me resulta natural. Pero luego me pregunto: ‘¿Qué hacía yo ahí? ¿Cómo pude hacer eso?’. Cuando escribo eso no sucede. No pienso nunca ‘¿Qué hago acá?’.”
–¿La literatura no alcanza?
–No. La tarea de escribir es solitaria, cansadora, muy larga. Por lo tanto si hacés sólo eso, te volvés loco. Yo siempre he alternado con otros oficios. He tenido la fortuna, el privilegio de poder hacerlo. Si no, hubiera sido muy infeliz. Porque escribir es un oficio que hace mal. Hace bien pero también hace daño.
–¿En qué sentido hace daño?
–A la larga, pasar veinte años escribiendo libros es pasar mucho tiempo solo, demasiada soledad, mucho cansancio físico. Yo tuve siempre el instinto de hacer alguna otra cosa más. Escribir es la cosa más placentera que he hecho en mi vida pero después de diez días en los que sólo escribo, necesito venir acá, a la escuela. O tres años después de que escribí un libro, realizar una película o un espectáculo teatral es una gran alegría. Me hace volver a tener ganas de escribir. Al final, si vas a Google y me ves por todos lados pensás que soy un loco neurótico. El riesgo está. Eso me ha sucedido.
–Es cierto que si uno pone su nombre en Google la lista de citas y temas sobre los que Baricco ha opinado no esquiva argumento alguno.
–Hablo de tantas cosas que cada tanto digo pavadas. Pero lo que sucede es que, cuando yo era joven, había una cultura muy especializada. Estaba aquel que hablaba sólo de moral, el que hablaba sólo de política en sentido estricto, y así. No había muchos intelectuales que pudieran hablar de un espectro amplio de cosas. El primer modelo fue Umberto Eco, que escribía ensayos de semiología hablando de Woody Allen o de Walt Disney. Para nosotros era un modelo de posibilidad, pero estaba él solo. Yo tuve un profesor que es un filósofo bastante conocido para ustedes los argentinos, que se llama (Gianni) Vattimo, que para explicar a Heidegger o a Nietzsche podía citar a la publicidad. El resto de la cultura era muy especializada. Hoy se demostró que el verdadero aporte a la cultura lo hacen aquellos pensadores que pueden considerar un amplio espectro. A mí me venía en mente enseguida comparar cómo jugaba al tenis McEnroe con el modo en el que Rossini hacía música o con cómo escribía Celine. Me parecía la cosa más interesante del mundo. Lo hice toda la vida.
Como cuando él citó en el Teatro Palladium de Roma, para disertar sobre el gusto, la justicia, el tiempo y la escritura, a cuatro personajes históricos y contemporáneos: Kate Moss, Tucídides, Luis XVI y Marcel Proust. “Escuchar en voz alta la lectura de Proust es como ver a Messi jugar al fútbol. Me limito a leerlo para que la gente comprenda cuán bueno era escribiendo. Como un artesano, desarmo el texto para mostrar su técnica de escritura”, dice Baricco.
–Usted es como un juglar. Hace referencia a los aspectos importantes de la vida a través del relato de una historia. Y sabe que es un buen narrador oral.
–A mí me va bien todo. Para los italianos el juglar es una figura muy particular, que hacía reír mucho. Yo tal vez puedo hacer sonreír, pero no soy un cómico. El juglar era el que mediaba entre la cultura alta y la cultura popular. Era el único que lograba conectarlas. En este sentido, sí, me cae bien el título de juglar. Yo salí en televisión, voy a hablar ante grandes audiencias de cosas que uno no pensaría jamás que se puede hablar. Pero en la base está esta idea de que al final todo es narración. Veinte años atrás esto no estaba muy claro. Cuando abrí esta escuela, que era de narración, los padres de los estudiantes me preguntaban: “¿Pero narración en qué sentido?”. Hoy, narración es todo. La política necesita narración, los museos son narrativos. En los últimos veinte años se comprendió que todo aquello que se mete en forma narrativa es más eficaz. Yo sabía hacerlo, me gustaba hacerlo. En general, si uno me escucha hablar del saber, de la cultura, escucha una historia. Pero siempre se trata del relato de alguien que intenta comprender. Esto facilita que la gente me escuche, inclusive la gente no cultísima. Pero también la gente muy culta, por lo general, me puede escuchar y lo acepta. Desde joven tuve esta intuición: que no existía que uno fuera escritor y, separadamente, estaba el que hacía teatro, el que hacía cine. Que existía un oficio que era el de narrador. Y yo lo quería hacer.
Para reflexionar sobre el oficio de escribir, por ejemplo, Baricco cuenta cómo se topó en una librería con un ejemplar con 60 reglas para el tiro con arco seguido de un apéndice de doce poesías. Lo que más lo conmovió fue el modo sutil en el que se explica cómo ubicar los pies sobre la tierra y mirar al adversario: “‘Gira la cabeza hasta que sientas tirar tres cabellos en la nuca’. Qué forma bellísima de narrar –dice Baricco–. Cuando uno empieza a escribir, siempre lo hace para flechar a alguien. Leemos libros porque nos cambian la vida, porque nos conducen a la verdad. Leemos libros porque aprendemos muchas cosas. Pero escribimos libros con otra idea. Cuando escribimos, lo que hacemos es elegir entre lo más raro que hay en nuestro universo y entre lo más querido que hay en nuestro ánimo. Y lo trabajamos con las manos, con las palabras, con el sonido de las palabras, con la respiración de la historia sólo para expresar el gusto de un maestro.”
–¿Le da fastidio que todavía se hable de usted como el autor de “Seda”, un libro que escribió en 1996?
–Está bien. No me da fastidio.
–¿Por qué esa historia tuvo y tiene tanto éxito?
–Es una historia muy bella. Es una historia de amor que es un género más sencillo que otros. Es un libro breve, escrito con mucho cuidado. Es pequeño pero me llevó mucho tiempo escribirlo. Tiene un lindo final. Y además es lineal. Cuando escribís una historia lineal eso te permite llegar a un público que no es necesariamente lector.
Seda es un libro que han leído personas que leen sólo un libro al año, por ejemplo. Cuando uno escribe con una estructura compleja, a ese público no llegás nunca. Y bueno, todas estas cosas juntas hacen que Seda sea lo que es. También es un misterio o fruto de los medios que siguen hablando de ese libro. Ya sea Océano mar o Novecento han vendido más. Seguí pegado a Seda pero el libro mío que más ejemplares ha vendido de todos es Océano mar .
–Sin embargo ha reconocido que “City” es su favorito.
–Porque es el más complejo. En él hay cinco libros. La construcción es genial. Algunas partes son geniales. No he escrito nada mejor. Pero siempre dije que es el libro que yo encuentro más bello desde el punto de vista de cómo lo he escrito. Otra cosa son las historias; la historia más bella que he contado creo que es Novecento .
–Ha dicho que no le gusta hablar de sus libros.
–No amo hablar de mis libros. Después de mi primera novela, Tierras de cristal ( Castelli di rabbia , en italiano), comprendí que cada palabra de más, respecto a las que ya fueron escritas, era inútil.
–¿Existe el método Baricco?
–El único método es no tener reglas.
–Sin embargo, fundó una escuela de narración para enseñar algunas reglas. ¿Qué sentido tiene revelar el secreto de su éxito?
–Para mí es natural. Si sé algo, me sale enseñárselo a alguien. Esta escuela la fundé a los 35, los alumnos tenían 30, casi no había diferencia entre ellos y yo. Me gusta aprender. Es algo que encuentro bello y hasta erótico. Como sabían bien los griegos, la relación maestro-alumno es una relación sustancialmente erótica. Eso no quiere decir que en esta escuela vamos todos a la cama. No es una regla de la escuela. Pero entiendo a los escritores que no quieren enseñar.
En una bella columna publicada en 2011 en el diario La Repubblica, Baricco le enseña a su hijo mayor la idea de libertad. “Encontré tarde a la mujer que me convenció de tener hijos pero por suerte los tuve. Soy padre de dos varones muy divertidos –dirá Baricco algo incómodo por el tinte privado que va adquiriendo la conversación–. Creo que es necesario tener hijos. No sé cómo escribí libros antes de comprender lo que es un padre, un hijo, un nacimiento, una madre. En mis libros no hay madres, no hay padres. Es un poco como el mundo de Walt Disney.”
–Cuando en febrero de este año Matteo Renzi asumió como primer ministro de Italia le ofreció el ministerio de Cultura y usted dijo que no. ¿Por qué?
–Dije que no porque tengo una vida que me gusta y quiero seguir adelante con ella. Lo lamento porque era una gran ocasión de trabajar con un hombre que tiene buenas ideas y era una linda oportunidad de intentar cambiar la parte de Italia que tiene que ver con la educación y la cultura. Pero hubiera tenido que dejar la escuela de narración, hubiera tenido que dejar de escribir libros. Tengo, además, dos hijos con los que me gusta estar, tengo un padre de 85 y no sé por cuánto tiempo podremos andar juntos por ahí. Es una lástima. Pero prefiero seguir con mi vida tal cual está.

Anfitrión ante las cámaras

Se llama “Totem” el programa que Baricco volvió a estrenar en abril en televisión, por Rai5. Como Virgilio en “La Divina Comedia”, una vez más guió al público a través de los mitos de la literatura, el cine y la música en esta reedición de aquella emisión que se vio en 1998 y 1999. En realidad, “Totem” fue un espectáculo que Baricco y el dramaturgo y director teatral Gabriele Vacis representaron durante dos años en los teatros de toda Italia y que luego adoptó formato televisivo. “Llená el teatro de gente joven que tenga ganas de maravillarse y aconsejales esta música, aquel libro, esa obra de teatro, esta canción, pero sacudiéndoles de encima lo escolástico e intelectual. Cada tanto buscá explicarles cómo puede ser que algo sea tan bello, a pesar de que tal vez fue creado hace siglos –dice Baricco–. Totem es ir al teatro para encontrarse de frente con Carver, Shakespeare, Springsteen, Rossini, Cèline, Homero, la Londres de Dickens, la locura de Schumann, la obra maestra de Leopardi. Cosas así”.

Una escuela para narradores

“¿Qué podría querer más yo que traer estudiantes argentinos a la Holden o ir a Buenos Aires a abrir una Holden allí?”, es la pregunta retórica de Baricco.
La Holden –homenaje al joven Holden Caulfield de Salinger– es la escuela (Storytelling & Performing Arts) que él creó en Turín en 1994 y que desde el año pasado funciona en una ex fábrica abandonada de bombas –Caserma Cavalli– de un barrio popular reciclada al estilo de nuestros docks de Puerto Madero.
“La Holden es una escuela de narración. Es imposible enseñar la creatividad pero nuestro objetivo es dar los instrumentos, formar a los jóvenes para que sepan narrar sirviéndose de diversas técnicas de las cuales nosotros les proveemos los principios fundamentales. La escritura es una técnica artesanal”, dice Baricco.
Por año ingresan sólo 180 estudiantes que pagarán diez mil euros anuales y cursarán un binomio –las clases son en italiano y en inglés– en alguna de las seis orientaciones que la escuela ofrece. “Nuestros estudiantes no estudian sólo para convertirse en escritores sino también directores, actores, historietistas, periodistas, autores de televisión y de programas de radio”, aclara.
La aplicación es sólo online: www.scuolaholden.it.

 Alessandro Baricco básico  Turín, 1958. Escritor, director de cine y teatro.

Fue alumno de Gianni Vattimo y se graduó en Filosofía. Se inició como crítico musical y en 1991 publicó su primera novela, “Tierras de cristal”. Le siguieron “Océano mar” (1993), “Novecento” (1994), “Seda” (1996), “City” (1999), “Sin sangre” (2003), “Homero, Ilíada” (2004), “Emaús” (2009), “Mr. Gwyn” (2011), y “Tres veces al amanecer” (2012), entre otras obras. Las novelas de Baricco oscilan siempre entre lo real y lo onírico, y han sido traducidas a más de veinte idiomas. Es además director de cine, ha montado obras de teatro y conducido varios ciclos en televisión, como el que creó en 1994 dedicado a la literatura denominado Pickwick, en el cual se trataban tanto la lectura como la escritura, junto con la periodista Giovanna Zucconi. Es columnista de diarios y revistas. En 1994 fundó en Turín la escuela de narración bautizada Holden por el personaje de ficción de “El guardián entre el centeno” de J. D. Salinger. Su último libro, “Una certa idea di mondo” (“Una cierta idea de mundo”, 2013), aún no ha sido traducido al español.

9.7.14

¿Cómo documentarse para una novela?

Muchos escritores dicen que su momento favorito a la hora de escribir una novela es la fase de documentación

 
Acercar el material al punto de obra, como lo hacen los albañiles./lecturalia.com
 Mucho más que las horas tecleando el primer borrador y, desde luego, a años luz del momento temido: la revisión. La documentación es el primer paso tras el nacimiento de la idea, el momento en el que el autor comienza a tomar contacto con la realidad alrededor de su historia, a la búsqueda y captura de detalles, momentos y personajes.
Sin embargo, cómo afrontar esa fase documental es muy diferente para cada autor y, además, ha cambiado, yo diría que de manera radical, desde la aparición de Internet. Nunca antes se había tenido más información al alcance de la mano con un sólo gesto: hoy en día podemos perder horas investigando sobre la forma de las ventanas en los pueblos de Alsacia sin salir de casa.
Hasta hace poco la manera de documentarse, por otro lado, era bien distinta. En primer lugar, el escritor era, por necesidad, una rata de biblioteca. No había otro lugar donde acceder de manera más sencilla a la información. (Por ejemplo: a Julio Verne lo encontraron desmayado en varias ocasiones en la Biblioteca Nacional de Francia). En segundo, la investigación llevaba muchas veces a testimonios que tenían que recogerse de manera oral, bien viajando o bien encontrando a gente experta en el tema a documentar.
Hoy en día hay autores que todavía mantienen que la documentación in situ es esencial para el espíritu de una novela. Que si no has estado en París, se notará tu impostura al describirla, que si no has viajado por Inglaterra, tus detectives de la campiña no serán fieles al espíritu real de sus habitantes. Quizá todo se relacione, en último lugar, con aquello que se comentaba hace pocas semanas: que toda ficción es tramposa en tanto en cuanto no se relacione con la propia vivencia del autor.
Así pues, ¿puede uno documentarse perfectamente sólo a través de Internet? Yo diría que no. En la red podemos encontrar mucha información y bastantes detalles, pero, por mucho que le sorprenda a más de uno, la mayoría de los textos interesantes siguen estando en formato papel. La red te puede ayudar a encontrar esos libros, cierto, pero es difícil que los sustituya. En cuanto a la necesidad de viajar hasta los escenarios de la novela que se está escribiendo, creo que depende mucho de cada autor. Yo diría que más que fundamental es un bonus, algo que siempre aporta una mirada más clara y que puede diferenciar tu obra del resto.
Así pues, pese a las bondades de la Wikipedia, siempre hay que tener en cuenta una cosa fundamental en la documentación y la escritura: si no sabes cómo son las ventanas en los pueblos de Alsacia, es mejor que no las describas. Y recordad otra cosa: sin salir de casa es difícil escribir bien una novela.

El éxito mortal de la novela negra

 La ficción criminal corre el riesgo de morir ser aplastada por su propia vorágine. En plena Semana Negra, escritores, expertos y editores nos dan claves para salvarla

Recreación de una escena en Getafe. / Samuel Sánchez./elpais.com

La ficción criminal en España tiene ante sí el caso más difícil de resolver, uno en el que se juega la vida: qué hacer para no morir de éxito. Ahora que el milagro de la Semana Negra celebra su 27ª edición y Gijón se encuentra en plan efervescencia con 144 escritores presentando libros, discutiendo y dándose un pequeño baño de masas es el momento perfecto para buscar las claves de un género que vive su edad de oro. Los tres grandes festivales  (Gijón, Barcelona y Getafe), y sus incontables satélites, la proliferación de colecciones y sellos policiales en cada editorial, la superación en ventas, siempre modestas, a otros géneros como el histórico y la llegada de escritores de renombre y de fenómenos de superventas empujan a la novela negra a una nueva dimensión en la que tiene que buscar su sentido. Este miércoles (21.30) un grupo de escritores debatirá en Gijón bajo la pregunta ¿Por qué escribir novela negra?, una cuestión que ataca de lleno los miedos y problemas del género. Hablamos con algunos de ellos y con otros expertos para intentar encontrar las claves.
Si la novela negra puede sobrevivir al lado del humo y la suciedad de la calle y de la miseria humana, merecerá la pena. Si no puede, morirá o se volverá novela blanca y rosa"
Ángel de la Calle
Para atajar un mal primero hay que idenfitificarlo. Habla el escritor Víctor del Árbol: “Hay demasiada gente que escribe novela negra sin comprender el verdadero sentido del género, su clave dramática de exploración humana, se limitan a la estructura superficial, al engranaje de trama efectista”. “El problema”, asegura Ángel de la Calle, coordinador de la Semana Negra, “son los años en que ninguna novela te hace creer en la suprema grandeza del género”. La escritora Rosa Ribas remata el diagnóstico: “No hemos llegado al punto de saturación pero sí se sigue inundando las librerías con obras de poca calidad, acompañadas de críticas exageradas que las presentan como obras cumbres del género” señala la autora de Don de Lenguas (Siruela). “A veces tengo la impresión de que se hace un abuso de la etiqueta ‘negro’”, añade.
Sin embargo, lo negrocriminal ha roto moldes y sobrepasado muchas fronteras, se ha despojado de ciertos atavismos al tiempo que añadía nuevos miedos. “El género ha mutado en los últimos diez años y lo negro ya no remite exclusivamente al policial clásico”, asegura el argentino Marcelo Luján, escritor y coordinador de la charla de esta noche. “Se pueden omitir casi todos los elementos del polar (terminología francesa) y, aun así, narrar historias negrísimas. Si noveláramos la tragedia de, por ejemplo, Edipo Rey, donde un tipo mata a su padre, se acuesta con su madre y luego ésta se arranca los ojos y se lanza a un precipicio, ¿en qué escaparate la ubicaría un librero? ¿y el editor?”, asegura el autor de Moravia, uno de los mayores defensores de ampliar los límites del género.
Inmersa en este mundo desde hace años, responsable de la Serie Negra de RBA y ahora a punto de lanzar Salamandra Black, la editora Anik Lapointe se muestra muy optimista: "¿Morirá de éxito? Con el tiempo veremos cómo va evolucionando, pero no veo razones para ser pesimista. El desembarco de la novela negra en España no ha hecho más que empezar, y los festivales que van surgiendo responden al interés genuino de los lectores, que van descubriendo la riqueza y las posibilidades del género".
La ficción criminal no ha podido evitar ese gesto tan español de mirar al vecino francés. Allí todo lo que aquí es experimento, incertidumbre y dudas es solidez y tradición. El Quais du Polar en Lyon va camino de ser el festival más importante de Europa y escritores como Carlos Salem o el propio Del Árbol triunfan. “Las cifras dan vértigo”, asegura Marc Fernández, fundador y redactor jefe del magazine especializado Alibi. “Uno de cada cuatro libros vendidos y uno de cada cinco publicados es una ficción criminal. Un 25% de las obras de la clasificación de los más vendidos está dentro del género”. En Francia hace años que el miedo a que se tratara una moda como otras tantas ya pasó. En España esa sombra se disipa poco a poco. “En este momento está de moda, pero el género negro no es una moda. Es una diferencia importante, porque cuando pase este subidón, seguirá siendo un género que cuenta ya con una tradición, con grandes autores, con una gran riqueza de formas y contenidos”, afirma Ribas. Lorenzo Silva, escritor y alma mater de Getafe Negro es el más rotundo en su rechazo de la idea: “Ese estadio ya lo pasó hace tiempo. Es un género canónico, y el detective, el paradigma de la cultura occidental. A partir de ahí, puede conocer altibajos, cómo no”. Luján remata: “Más que una moda es una corriente y un verdadero producto de la realidad que vivimos”.
Hay, eso sí, una diferencia, como subraya Lapointe: "La edición de novela negra empieza a parecerse a la de otros países europeos, aunque aún estamos muy lejos de la diversidad y la cantidad de novela negra que se publica por ejemplo, en Francia, los países escandinavos, Italia o el Reino Unido".
Consejos salvavidas y pullas para advenedizos
Entonces, ¿Qué hacer para no morir de éxito? Cada uno tiene su clave, aunque todos apuntan un denominador común: la calidad. Ataca Del Árbol: “Lo que tiene que hacer es no ceder, precisamente, a los modismos ni a las fórmulas prefabricadas. No confundir al lector con tramas repetitivas y, sobre todo, escapar de los clichés. La voz narrativa auténtica, la ferocidad descarnada y la lucidez a la hora de analizar la realidad son los elementos que le dan vigor, y no deben perderse”. “Contar con buenos escritores. Gente que tenga algo dentro para escribir, que decía Chandler. Es el mejor seguro, o el único”, asegura Silva. El punto de confusión lo pone Luján: “No tiene que hacer nada o lo tiene que hacer todo” afirma antes de que Ribas ponga el dedo en la llaga.
No hemos llegado al punto de saturación pero sí se sigue inundando las librerías con obras de poca calidad"
Rosa Ribas
¿Qué haría con los advendizos que se suben al carro del éxito del género con novelas malas, como denunciaba Jo Nesbo? “Yo no les diría nada, el género negro no es un coto cerrado. Solo espero que los lectores les den su justo castigo. Y, como a veces no es así y, a pesar de todo, estas obras se venden, creo que abogaría porque los que nos tomamos el género en serio adoptáramos cierto cinismo ante los oportunistas y los viéramos como lo que parece que quieren ser, fórmulas de hacer dinero que dan vidilla a editoriales y librerías”, asegura rotunda la escritora afincada en Alemania. Como si estuviera escuchando a Ribas, Del Árbol da su receta para advenedizos: “Les diría que para ser un verdadero escritor de novela negra hay que ser valiente. La novela negra no acepta medianías y el buen lector de género está bien formado y desecha la literatura fastfood”.
A pesar de que la conversación es fragmentada y teledirigida en la distancia, las respuestas se complementan. Una perogrullada y una alerta para terminar. Luján subraya la evidencia que se suele olvidar: “Las novelas no tienen color: son buenas o malas o prescindibles”. El aviso, en este caso, viene de Ángel de la Calle: “El problema no son los escritores que deciden hacer su novelita negra para ganar los lectores que no tienen, allá ellos” asegura antes de volver a la clave final repetida de una u otra manera por casi todos: “Si la novela negra puede sobrevivir al lado del humo y la suciedad de la calle y de la miseria humana, merecerá la pena. Si no puede, morirá o se volverá novela blanca y rosa”. Seguiremos buscando pistas en Gijón.

Recetas para no morir de éxito

1.- Alejarse de clichés y no ceder a fórmulas prefabricadas
2.- Olvidarse de colores y etiquetas
3.- Ser corrosiva y audaz
4.- Tener buenos escritores que aporten al género
5.- Apostar por la calidad en vez de la cantidad
6.- Mantenerse pegada a los dilemas de la sociedad