Los editores invitados al Hay Festival de Cartagena analizan el estado de situación de un género que, desde los 60, no ofrece una reacción estructural a los postulados de El nuevo periodismo. Crisis del artículo performático y las lecciones que pueda ofrecer el cine
La realidad es la cárcel del autor.foto:archivo.fuente: Revista Ñ
Hace tiempo, durante el esplendor del periodismo performático, el director de la revista SoHo (Colombia) encargó el artículo "Seis meses con salario mínimo" para narrar la vida en un suburbio de Medellín y el artículo de Andrés Felipe Solano fue finalista –entre 370 trabajos postulados– del Premio Nuevo Periodismo 2007. El alemán Gunter Wallraff, en el 99, había llegado más lejos gracias al desarrollo que habilita el formato libro: disfrazándose de Alí, el turco, símil chofer de un traficante de esclavos y miembro de un comando reclutado para reparar una central nuclear (en el libro Cabeza de turco, Anagrama, Berlín ). ¿Argumentos a favor del subgénero que, localmente, se plasmó en experimentos de las revistas Rolling Stone y Playboy? En el pasaje de testigo a protagonista, el narrador consigue el efecto "vívido". En contra: la información se desdibuja cuando triunfa el show.
Ese debate se agotó hace tiempo –se ve– porque esta temporada, en los pasillos y conferencias del Hay Festival, se percibe desdén de los editores junior hacia este tipo de experiencias de sustitución que –pese al entusiasmo de sus escribas– no resultó en renovación estructural, no fue reacción o aporte sustancial al canon ortodoxo con que Tom Wolfe configuró El nuevo periodismo , tal como se lo sigue practicando hoy en narraciones hechas de diálogos, monólogo interior y evolución argumental al estilo de la gran novela realista norteamericana desde los 60 a la actualidad.
En sede de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), Miguel Angel Bastenier –editorialista de El País– deja ver la desazón.
–Se está acabando...
Dice que el periodismo de papel se está acabando y que sólo un reflujo podría salvarlo.
–Agenda –rápido y conciso–. Agenda propia. Lo otro son celdillas y ganas de meter cositas dentro de esas celdillas. Periodismo narrativo. Negocios. Pero agenda propia quiere decir: lo que usted lee en su periódico no lo va a leer en ningún otro periódico. ¿Puede eso detener el curso de los acontecimientos? Hombre, como mínimo nos dará un poco más de tiempo.
(Baja la mirada al papel, extiende el índice, señala).
¡17 líneas! ¡Una frase! (Resopla) ¡Periodismo narrativo, ¿periodismo literario? ¿Qué coño es eso? ¿Dónde empieza y dónde termina el periodismo? El mejor periodismo en lengua castellana –dice después– es hijo de Tomás Eloy Martínez, "a quien por otra parte, cenando un día en París, le dije: 'Tomás Eloy, tú sabes, sin duda que eres español, ¿verdad? De la variedad argentina, por supuesto, pero español'. Y dijo sí".
Que era un hombre que… –No, ah, antes...
(Corta su propio recuerdo, se interrumpe...) –Quiero hacerte una especie de prólogo para que entiendas lo que quiero decir. Yo distingo entre periodista y escritor de periódicos. Ryszard Kapuscinski, Alma Guillermoprieto, Martín Caparrós… son escritores de periódicos. Eso es tan importante y tan bueno como ser periodista...
(Pausa) –No los estoy poniendo por debajo. Pero para mí, y para casi todos los periodistas europeos, periodista es el que, escribiendo maravillosamente bien, sabe lo que es una redacción, se mueve en una redacción, ordena y hace cosas, esto arriba, esto abajo, esto de ninguna manera aquí, que salga el nombre de fulanito de tal. Esto forma parte del ser periodístico con tanta o mayor –mayor quizá no–, pero con tanta importancia como hacer narrativa. En fin, lo que sea, esos son tiempos pasados....
Dice que Tomás Eloy Martínez fue las dos cosas a la vez y que por eso lo destaca: teniendo un conocimiento de cómo funcionar en una redacción fue un gran escritor periodístico.
- La novela de Perón es un reportaje excepcional de 250 páginas.
COMO NARRAR LO REAL HOY
El mejor periodismo narrativo del continente (ejemplificable en las tapas que ilustran esta producción) fue perdiendo –opina Mario Jursich Durán, director de la colombiana El Malpensante– capacidad, riesgo, innovación, hacer cosas sin una red de seguridad. Falta capacidad de equivocarse, dice. Recuerda que el periodista Sergio Dahbar, siendo director del diario El Nacional (de Caracas, Venezuela), se plantó ante la redacción y preguntó: ¿Qué les parecería si publicamos una novela por entregas en el diario? Y que a todos les pareció una pésima idea, pero que Dahbar dijo "yo no creo que sea mala idea", la publicó y –dice Jursich Durán– duplicó la tirada de El Nacional.
–La moraleja no es que ahora todos tengamos que publicar novelas por entregas. Mira, a veces… tú te das cuenta de que hay algunas fallas en la reportería… digamos, no tan graves como para no publicar un texto; te das cuenta de que a veces… hay un poco de impericia narrativa en algunos pasajes de algunos autores pero, a esta altura, yo supedito eso a que se sienta una materia viva.
El Malpensante resume su riesgo formal en una portada que no tiene ninguna relación con el contenido interior. No prevé título de tapa que provea anclaje alguno con su tema principal. "Es parte de la apuesta –dice su director–. Nuevamente volvemos a la anécdota de Dahbar: en el ABC del periodismo le dicen a uno que tiene que anunciar qué es lo que vas a publicar en la tapa. Bueno, a mí me parece que eso depende del caso". Ya lleva quince años confirmando que los dogmas existen para ser transgredidos.
Retomamos el declive de la nota performática, y Jursich Durán asume que le molesta que se suela suplantar (en esos artículos) a gente que se considera prescindible como el obrero de una construcción, el guardia de un edificio, un mozo de hotel... Quiere ver crónicas sobre gerentes, "o alguna persona que tome decisiones importantes en Latinoamérica". Si no, da la sensación de que son periodistas jugando a disfrazarse de... y que nunca reflejan la realidad del mundo del trabajo.
–¿No sé si has leído el último libro de… Gunter Wallraff? Este tipo se mete a trabajar en un call-center. Trabaja un año en el call-center y después escribe un reportaje en el que tú puedes ver la miseria de ese trabajo, la explotación a la que son sometidos los jóvenes que allí se inician. Después leo la crónica que escribió un periodista colombiano sobre el trabajo en un call-center... Y es un reportaje rosa, de verdad, en el sentido de que da una visión totalmente idealizada de una situación que es muy, muy dramática. A mí me parece, pues, que el periodismo no está para esas cosas.
¿Deudas, cuentas pendientes de las narrativas de lo real latinoamericano? Etiqueta Negra, SoHo, El Malpensante, exaltando lo cotidiano de la praxis humana, intentan volver más significativa y densa la marca latinoamericana relacionada con la pobreza, la miseria y el narcotráfico, y que deja afuera –por lo general– del espectro publicable a narraciones sobre "las clases altas, la ciencia, el desarrollo tecnológico –detalla Jursich Durán–. El deporte también ha sido ampliamente cubierto por los periodistas latinoamericanos. Pero, ¿cuándo, dónde, encuentras una crónica sobre un científico? Es extraño encontrar ese tipo de cosas. Ahí hay un misterio".
Le digo que creo que el cine va más rápido que la crónica en papel de No ficción en términos de renovación formal, y le menciono (para ejemplificar) a la película Red social , de David Fincher, biografía no oficial de Mark Zuckerberg, que es a la vez una aproximación crítica a una vida y un retrato coral de los usuarios de Facebook en un relato digresivo, no lineal, explosivo que logra reflejar la lógica de un objeto cultural y el sistema de consumo de entretenimiento en la contemporaneidad. ¿Por qué no suele encontrarse en la mayoría de las revistas de crónicas un texto de ese nivel de violencia (en tanto ruptura con la palabra oficial).
–Sí –me dice Jursich–, es una gran película.