18.1.12

Serna:"Es ridículo que los escritores seamos mimados en un país donde nadie lee"

Enrique Serna prepara para este año un libro de cuentos y un ensayo largo sobre el poder cultural autoritario en México

Serna asegura que fue hasta que cursaba la preparatoria cuando se dio cuenta de su interés por escribir. foto:Ariel Ojeda. fuente:eluniversl.com.mx

Enrique Serna no fue un escritor prematuro, pero de alguna manera su historia como narrador y ensayista se remonta a su infancia, cuando, mientras imitaba a su madre, "una lectora omnívora tanto de obras clásicas como de bests sellers", descubrió ese "entretenimiento enriquecedor" que ofrece la literatura.

El autor de La sangre erguida refiere esa anécdota antes de responder a la primera pregunta de la conversación que ocurre en su casa de Cuernavaca: ¿En qué momento de su vida decidió ser escritor?

"Ese momento no llegó cuando era un niño, sino cuando era ya un adolescente", cuenta Serna luego de que explica que inicia el relato de su historia como escritor hablando de su madre porque considera que "la historia de un escritor es siempre la historia de un lector".

"Fue en la preparatoria -recuerda-, en una clase muy aburrida que daba una maestra que se dedicaba a dictar fichas de autores cuando, para fugarme de ese tedio, me puse a escribir un cuentito fantástico. Lo mandé a un concurso en el periódico El Nacional y me lo publicaron. No entiendo por qué si era pésimo, nunca me he atrevido a volverlo a publicar (ríe), pero entonces yo sentí que había descubierto mi vocación. Sin embargo, mi proceso fue realmente largo, durante unos 10 años escribí cuentos que iban a dar al basurero".

Pese a su deseo de ser escritor, tras cursar la preparatoria e instado por su familia, Serna inició la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. En esa época, -comenta rodeado de anaqueles llenos de libros- había "un adoctrinamiento marxista" en esa escuela, el cual, aunque le "pegó fuerte", no le impidió abandonar la carrera a tres semestres de haberla iniciado. Entonces, el incipiente escritor empezaría a estudiar, con más ahínco, Lengua y Literaturas Hispánicas, también en la Máxima Casa de Estudios.

Después, a mediados de los años 80, llegarían sus primeras publicaciones en Sábado, el suplemento cultural de Unomásuno.

Pero ¿cómo un joven de veintitantos años comienza a publicar en un diario que era tan importante?

"Muchos de los que colaborábamos en Sábado -dice- éramos jóvenes de veintitantos años. En aquel tiempo, Huberto Batis se había quedado con el suplemento luego de que Fernando Benítez se fuera a La Jornada Semanal. Se habían ido todas las estrellas y él recurrió a los jóvenes. Nos dio mucha libertad. Le gustaba que hubiera francotiradores, escritores que se atrevieran a decir lo que quienes ya están cooptados por el medio literario no dicen. Fue una etapa que me ayudó a publicar (en 1989) dos novelas que para ese entonces ya tenía en el cajón: Señorita México y Uno soñaba que era rey".

Los intelectuales, una élite mimada

En El miedo a los animales (1995), Serna (ciudad de México, 1959) retrata conductas como el elitismo y la hipocresía en los intelectuales. Pese a que han transcurrido más de 15 de que se publicara esa novela policíaca, el escritor considera que esas formas de comportamiento aún están en el mundo intelectual mexicano.

"Me temo que aún continúan esas conductas. Yo escribí El miedo a los animales cuando gobernaba el PRI, un régimen especialmente interesado en la cooptación masiva de intelectuales, algo que fue muy palpable, por ejemplo, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, en el que se ofrecían becas a escritores de pantalón corto, a maduros, a consagrados. Era una manera de ganarse las simpatías de un sector de la sociedad que era potencialmente peligroso para él. Sin embargo, no creo que haya cambiado mucho la situación porque hay un hecho que yo recalqué en mi novela y que se mantiene: somos un país con 110 millones de habitantes, de los que sólo lee periódicos 1%. Es ridículo que (los escritores e intelectuales) seamos una élite mimada en un país donde nadie lee".

Una "necesidad expresiva" ha sido el motor que ha llevado a Serna a incursionar en diferentes géneros: ensayo, cuento y novela. Incluso ha escrito novelas de distinta índole y ha sido argumentista de telenovelas.

Luego de la policíaca El miedo a los animales, escribió El seductor de la patria, una novela histórica en la que se "metió en el alma" de Antonio López de Santa Anna.

-¿Por qué escribir sobre él?

-Porque creo que la vida de los canallas nos enseñan más sobre la condición humana que las vidas ejemplares. Novelas como Crimen y castigo, de Dostoievski, en la que entramos en la psicología de un criminal, u obras como Ricardo Tercero, de Shakespeare, o de Patricia Highsmith producen en el lector un efecto diametralmente opuesto al del melodrama, el género más popular en todo el mundo, que nos hace simpatizar con las víctimas, creer que pertenecemos al bando del bien. Eso a veces genera un autoengaño peligroso en el lector porque fomenta el narcisismo de la conciencia. En cambio, obras como las que estoy mencionando nos ponen en guardia contra nuestra propia voluntad de poder, nuestros afanes de dominación o nuestros instintos criminales. Eso fue lo que quise hacer con mi novela, que el lector descubriera al pequeño Santa Anna que todos llevamos dentro.

Pese a la gran investigación que precedió a la escritura de El seductor de la patria, ésta no ha sido la novela que más trabajo le ha costado escribir a Enrique Serna, sino la autobiográfica Fruta verde (2006). Con su ronca voz y su fluida manera de hablar, el escritor rememora la creación de esa novela en la que narra su iniciación como escritor y sus primeras relaciones amorosas: "Quería escribir algo sobre un episodio de mi vida, pero me resultó muy difícil. Reconstruirme en otra época y reconstruir a los muertos más queridos de mi panteón familiar fue verdaderamente un desafío que me representó una gran dificultad psicológica y estilística", revela.

De la escritura de una novela autobiográfica, Serna pasó a la escritura de una novela erótica, La sangre erguida, que, en 2010, año de su publicación, fue reconocida con el Premio de Narrativa Antonin Artaud.

El escritor no cree que esa novela resuma su trabajo como novelista, pero sí considera que compendia su manera de entender el amor y el erotismo. Una inquietud: ¿por qué Dios o la naturaleza dio al hombre la posibilidad de mover sus brazos o sus piernas con el poder de la voluntad y en cambio no le dio la posibilidad de controlar sus erecciones?, fue el punto de partida de la última novela que ha publicado este autor mexicano.

La corrupción está invicta

A través de varios de sus ensayos, cuentos y novelas, Serna ha criticado usos y costumbres de la élite intelectual mexicana, pero su crítica no se ha reducido al ámbito cultural pues, en algunos escritos, también se ha referido al ámbito político.

-A seis meses de las elecciones presidenciales ¿ves posible el regreso del PRI a la presidencia? ¿Qué crees que esto significaría para México?

-Su regreso es posible, pero también es evitable. Yo desearía que la gente despertara, que surgiera un movimiento para impedirlo, porque creo que si el PRI regresa a la Presidencia tendrá la tentación de volver a implantar una dictadura, y sería muy difícil que se fuera. Además, Enrique Peña Nieto representa los intereses más oscuros y podridos de la oligarquía mexicana. Seguramente nos llevará a la bancarrota y a una corrupción mucho más profunda de la que tenemos en la actualidad.

-De los gobiernos panistas, ¿cuál es tu opinión?

-Yo creo que han tenido algunos aspectos positivos, como la estabilidad macroeconómica, el hecho de que no haya catástrofes financieras a fin de sexenio, y la gran apertura en la libertad de expresión de los medios de comunicación. Sin embargo, el gobierno de Felipe Calderón ha sido un sexenio en el que la corrupción está invicta: prácticamente ningún personaje que ha tenido escándalos de corrupción ha llegado a la cárcel. La libertad de expresión que hay en los medios ha permitido que conozcamos mejor esos escándalos que, de manera paradójica, no tienen consecuencias penales. Esto está produciendo que la gente considere a esos personajes que quedan impunes unos chingones. Esto es muy negativo sobre todo en un país en donde la corrupción está muy infiltrada en la sociedad y en donde hay sectores de la sociedad que admiran, por ejemplo, a los narcotraficantes.

-¿Y la guerra contra el narcotráfico?

-Creo que antes de haber entrado en esta guerra, Felipe Calderón debió depurar a los cuerpos policíacos porque me temo que lo que está sucediendo es que hay un grado de infiltración tan grande que no está clara la línea divisoria entre las fuerzas del hampa y las fuerzas del orden. En términos generales se puede considerar que esta guerra ha sido un fracaso.

Actualmente, Enrique Serna, quien escribe cada 14 días en Domingo, el semanario que publica EL UNIVERSAL, afina una colección de cuentos que espera publicar este año.

También trabaja en un ensayo largo sobre el poder cultural autoritario. Aunque no fue un escritor precoz y tardó 10 años en forjar este oficio, ese niño que se inició en la lectura imitando a su madre es ya autor de una obra prolífica dentro de las letras mexicanas contemporáneas.

Fallarás: "Terminaremos devorándonos como perros"

"Tras escribir novela negra pretendía escribir una historia de amor y me salió esto. Quiero creer que lo es, pero pese a haber sexo y una cierta identidad ante el amante no es una historia de amor, sino más bien una terrible novela de desamparo"
Cristina Fallarás, autora de Las niñas perdidas. foto: Mireya de Sagarra. fuente:revistadeletras.net

Es miércoles por la tarde. Por la mañana terminé la lectura de Últimos días en el Puesto del Este (DVD Ediciones) de Cristina Fallarás, obra con la que ganó el premio de novela corta Ciudad de Barbastro en 2011. El libro nos transporta a una agonía personal y colectiva que va introduciéndose en el cuerpo del lector a medida que pasan las páginas y el campamento va vaciándose de lo elemental para la supervivencia. La crítica, siempre más rápida que quien escribe, habló de cambio radical y otras cosas que quise comprobar en la charla que mantuvimos en una terraza del centro de Barcelona. Sólo nos interrumpió la ausencia de mecheros y la necesidad de levantarnos para saciar nuestro vicio compartido. Les dejo con lo conservado en la grabadora, un toma y daca de media hora con más reflexiones que preguntas.

Antes de leer el libro pensé que la crítica me estaba vendiendo una historia de amor, pero al terminarlo pensé que poco había de eso. ¿Qué piensas de ello?

Me sorprende mucho que la gente interprete siempre que es una historia de amor. Quizá porque hice la broma que tras escribir novela negra pretendía escribir una historia de amor y me salió esto. Quiero creer que lo es, pero pese a haber sexo y una cierta identidad ante el amante no es una historia de amor, sino más bien una terrible novela de desamparo.

También se decía que Últimos días en el puesto del Este significa un cambio radical en relación a tu trayectoria anterior. ¿Opinas que el cambio es tan fuerte?

En absoluto. Considero que el lenguaje está un poquito más poetizado, pero porque así lo exigía el formato. Creo que el tipo de narración se asemeja a mi novela Así murió el poeta Guadalupe. Si en Guadalupe una mujer narraba desde un manicomio aquí la protagonista también lo hace desde un encierro, está sitiada. En ambos casos hablan del desengaño, de la soledad radical y de la manera de definirse contra lo normal, contra lo mezquino y lo sucio. En ese sentido son parecidas, lo que pasa es que en medio están Las niñas perdidas, que era más urbana y gamberra en el lenguaje.

Aquí lo del lenguaje cuidado se nota mucho. Además mientras leía encontraba varias interpretaciones, pero sobre todo notaba una atmósfera años treinta, con una decadencia que flota en el ambiente e impregna el texto.

Jugué con eso, con una idea de futuro muy cercano a la decadencia del principio del siglo XX. Por eso se menciona el Dorchester, las arañas y otras. Si te fijas, en un momento dado de la novela ella dice que era una hacker de lujo, pero sin esa referencia no tendríamos claro el contexto.

Podría ser una novela perfectamente intemporal.

Por supuesto. Es la intemperie de cuando ganan los malos, y no importa el momento histórico.

¿Cuándo escribiste la novela?

En septiembre de 2010 terminé Las niñas perdidas. En octubre tenía una situación económica muy precaria. Presenté la novela a un premio, pero en caso de no ganarlo las iba a pasar canutas, por lo que busqué otro premio, vi el de Barbastro y pensé en escribir una novela corta. Me senté a escribirla desengrasando lo urbano de Las niñas perdidas y sobre todo de manera que me permitiera volar un poco en otro ambiente.

Supongo que también sirvió para hacer terapia más allá de la necesidad económica.

Terapia absoluta. La novela empieza con un mensaje que colgué en Facebook. El arranque, arrecia el frío y aquí en el Puesto del Este empiezan a escasear las vituallas, todo ese primer párrafo entero surgió un día en que me levanté en casa y me di cuenta que a duras penas tenía para darles de comer a mis hijos. No podía sobrevivir de ninguna manera, que estaba sitiada por mi situación económica y por todo el resto. No podía decir eso en público, pero tenía necesidad de expresarlo de alguna forma y lanzarlo fuera. Y entonces lo colgué. Y noté que funcionaba, que estaba bien. Y desde ese instante me encerré trece días febriles y escribí la novela.

A veces me daba la sensación que la situación descrita en la novela es fiel reflejo de los grandes problemas de hoy en día. Los sitiados somos nosotros y por eso el enemigo es invisible.

No sabemos quién es el enemigo. Lo llamo los bárbaros para contraponerlo a la belleza. Pero por eso no los describo. ¿Quién sabe lo que tenemos fuera? ¿Quién sabe que caníbales nos devorarán? Buscaba ese encasillamiento.

Por el contexto me hizo pensar mucho en El desierto de los tártaros de Dino Buzzati, con la espera del enemigo que nunca llega…

Nunca llega, pero se sabe de su existencia. Es la sensación de oír las uñas de los perros fuera. ¿Qué hay fuera? No lo sé, pero sí sé que no me gusta. Y sé que me siento amenazada.

Además el mismo formato de novela corta propicia poder jugar más con los símbolos, hacerlos más certeros.

Es un juego precioso, porque no había escrito novelas cortas de manera voluntaria, y me obligó a construir los párrafos, ya no las escenas. La estructura ya no era sólo la novela, sino que debía aprovechar cada párrafo al máximo.

La estructura es muy marcada, y no me refiero sólo a la división en jornadas.

Está estructurada como una canción. Salta del presente, vuelve al pasado…es como un mantra. Estribillo, estrofa, estribillo. Quería darle un ritmo musical.

Se lee muy rápido. La misma estructura crea velocidad.

Quizá porque al finalizar cada jornada se intuye el paso hacia el abismo y eso provoca deseo de seguir para ver cómo termina.

Se intuye una tragedia, ella misma habla mucho de desamparo, pero también cuesta, sobre todo al principio, situar bien a los personajes, sobre todo con el amante.

Al principio lo contemplé más como una idea que luego fue tomando carne. Si te fijas a mitad de la novela empieza a surgir una vida sexual que no existía al principio, algo complicado porque además nos cuesta escribir sexual.

Nos cuesta a muchos.

Y decidí vivirlo. Me puse en éxtasis casi orgásmico y describir lo que sentía. De ahí la narración poética y a golpes de lo sexual. Pero claro, es entonces cuando el amante empieza a tomar carne, hasta ese momento es una idea a la que una mujer se aferra porque está en una situación brutal. El amor, la belleza y la memoria como asidero frente a los bárbaros.


Porque además, por la situación anterior de ella intuyes que tenía un bienestar que muchos desearíamos. Pero es un bienestar totalmente falso.

Todo es falso. Si te fijas, y ella lo deja claro desde el principio, ella construye el engaño del amante para agarrarse a él. El gran engaño de aquello que construimos que necesitamos. La belleza, la distancia, el enemigo y el amor. Y cómo una mujer sola en circunstancias extremas construye el amor, el calor, la distancia y la identidad frente a los otros que están con ella. Y la belleza del pequeño mundo al que se acaba agarrando, que al principio son cosas y luego trozos de las mismas, y en esos trozos de cosas hace su monumento votivo.

Y lo construye en el campamento.

¿A qué tenemos nos agarramos en la intemperie? No tiene ni cubiertos y cada vez tiene menos. Ella alimenta su identidad. Se toca, se siente, se masturba y alimenta siempre más la idea del amor y el calor y la belleza, con sus cuatro cosas y sus dos hijos. Y con esos elementos sobrevive hasta llegar al punto del final de la novela.

Por lo que dices es casi como quien dice un viaje mental de la protagonista.

Podría ser.

Son sus meditaciones las que crean las cosas.

Todo te lo cuenta ella. Esto es igual que en el poeta Guadalupe. Ella es una voz única. Nada sabemos que no nos cuente.

Y eso genera impostura.

Puede haber de todo. Hay construcción desde la mente de la protagonista, y sólo hay una. Hasta cuando surgen otros personajes es ella quien narra los hechos.

La niña es la pequeña, no tiene nombre.

No tiene nombre porque ya nada importa.

El chico sí.

Porque pertenece al momento en que las cosas se nombraban, y la niña, que es muy pequeña, pertenece al momento en que todo se ha derrumbado y las cosas empiezan a no tener nombre. De hecho su marido pasa de ser José a El Capitán.

Volvemos a trasladar la acción, si queremos, a nuestro tiempo, donde todo es muy indefinido porque está mutando y aún debemos definir el nuevo léxico.

La pequeña es la idea de la pequeña y El Capitán es la idea de protección que ha perdido. Llámala Capitán, marido o Manolo. Era aquel otro, el compañero que llegado en el momento de los bárbaros se convierte en nada. La novela empieza con que El Capitán se fue. Y de los niños, comparte vínculos y recuerdos. Se llama León, pero como con la pequeña no comparte nada no tiene nombre.

Al partir El Capitán surge una contradicción de su figura. Cuando se llama José es el adalid resistente, revolucionario, pero luego abandona de repente la nave de los que son normales. Sorprende. Y la normalidad queda huérfana de liderazgo.

No sabes en ningún momento el porqué del abandono. Forma parte del último paso de desamparo. Al final de todo recupero El Capitán y cada uno puede aventurar una explicación de aquello.

Tiene algo de zombie…

Sí lo tiene sí. De muerto.

Lo imaginas en un pueblo de mala muerte, con la gente medio cristianizada.

Abandonados a una religión. Entre el credo y lo militar, que viene a ser lo mismo.

Después del caos viene el orden, o eso dicen. Aquí casi ya hablamos de lo que viene después de la novela.

Lo que viene detrás o lo que hay fuera.

Sí, porque es un universo concentradísimo.

No sabemos lo que hay fuera. Sabemos que hay religión, porque ella habla de las oraciones del enemigo. Ahora, que se supone que entramos en la parte más espiral del caos, cuando los gobiernos no son políticos, la economía no la rige nadie, ya no existen ideologías y ni siquiera ideas sin que importe lo social… El siguiente paso es que nos convenzan de que necesitamos el orden absoluto, así como en Italia les han convencido que no necesitan un gobierno político. ¿Quién lo ha elegido?

Los mercados…

¿Qué son los mercados? La nada, es El Capitán o la pequeña. De repente todo empieza a perder la consistencia que tenía hasta ahora. No me vale que digas los mercados. ¿Qué son los mercados? ¿Quién ha puesto a Monti en Italia? El editorial de hoy de El País habla de soluciones.

Y que lo diga El País… Es curioso porque al final de la Antigüedad las ciudades empezaron a replegarse. Surgieron murallas y la gente empezó a recogerse mentalmente y ese estado propició el cristianismo. Finalmente los emperadores por decreto impusieron un nuevo orden.

Un orden que siempre consiste en una simplificación de las cosas. Esa sensación es la que intento narrar en la novela. Fuera hay algo que ya no sabemos qué es y tiene sitiada a la protagonista. De ahí su obsesión por no mezclarse con quienes la acompañan. Quiere seguir siendo la que era. ¿Qué era? Nada, una construcción posterior.

Como el amante.

La construcción de lo que cree que hubo.

Nada positivo.

Más bien negativo. Empieza a darse cuenta de cómo aquello a lo que se agarra no es más que una construcción de aquello que necesita tener para sobrevivir al ataque.

Ella muestra, porque la novela lo necesitaba por su estructura, una resignación salvaje.

Sabe que está vencida. Ella estaba al lado de los que luchan. Ganan las evidencias. Cualquier teoría que aventures sobre lo que pasa no es nada ante la evidencia de no tener carne en la nevera. Da igual la revolución.

Se impone la resignación.

Se mete para adentro y se ofrece. Y se acabó.

No deja que la saqueen, la saquean.

La saquean y observa cómo lo hacen. Además la saquean los suyos. Ella pensaba que al principio eran los bárbaros quienes iban a matarlos, pero no, ellos permiten esa muerte. Terminaremos devorándonos como perros. Somos muy pobres, y no de dinero, de todo.

Crisis más que económicas.

La nada deviene mundo. Empezó siendo crisis económico y ha terminado siendo la destrucción de un modelo de Estado basado en lo social. Se destruye la estructura de vida. La ciudad es otra cosa.

La privatización del espacio público, las plazas privadas.

¡La pista de hielo de Plaza Cataluña! Ir a una plaza en día festivo y no poder entrar porque no ha llegado el guardia. Impedir el acceso a sitios públicos a la ciudadanía, es increíble.

Y esto encaja con el tema de que la protagonista esté clausurada al aire libre.

Están sitiados. Nadie les atacará porque no hace falta. Consiste en que te den los medios para que tu solo te destruyas. Van cercándonos de manera que acabaremos nosotros mismos destruyendo aquello en lo que se basaba nuestra convivencia.

¿Es más útil hablar de todo esto mediante una novela o un ensayo?

No hablo de estas cosas en la novela, simplemente están. Me cansa buscar datos, me aburre. Tengo formación católica, por lo que creo en las parábolas. Mi educación simbólica hace que prefiera construir un artefacto paralelo donde exponer de otra manera lo que sienta y lo que veo. Por lo demás estoy muy cansada de escribir artículos de opinión y me parece que no tienen gracia, mucho menos desde la aparición de las redes sociales. Los medios de comunicación tradicionales no permiten tanta osadía. Es muy difícil el encaje con el sistema informativo, al igual que el mismo sistema informativo tiene difícil encaje por las redes sociales. Está más vigilado.

Y quizá este tiempo propicie que la literatura recupere una de sus funciones primordiales.

Una de ellas. Me encanta la literatura de entretenimiento, pero hay otro juego literario, el de ser espejo deformado de la realidad que uno vive. No hago eso voluntariamente, pero no puedo pararlo.

Al pensar tu tiempo es inevitable que se meta en tu prosa.

Imprescindible. No puedo pararlo. Escribo novela negra y me sale el reflejo de una Barcelona vergonzosa. Escribo una novela sobre los setenta y me sale la Operación Cóndor. No es una reivindicación de esa literatura. Me sale y punto.

En comparación con lo que teníamos antes sí percibo que una serie de escritores, no unidos grupalmente, se están planteando todas estas cuestiones de manera indirecta en sus obras.

No hemos vivido un tiempo de alarma como el de ahora. No es comparable a ninguna situación histórica previa. Hay sensación de urgencia, y muchos creadores, no sólo desde la escritura, se están haciendo intervenciones sociales, y quizá por eso no me siento con ganas de escribir una historia de amor.

16.1.12

Iowa enseña a escribir en español

La escuela de literatura más prestigiosa de EE UU sigue la estela de otras universidades del país y lanza un máster de escritura creativa en castellano
Iowa enseña a escribir en español- Marcos Balfagón. foto.fuente:elpais.com

¿Un escritor nace o se hace? En 1936 la Universidad de Iowa encendió esta polémica con el primer curso de posgrado para escritores. Siete décadas después los MFA de Escritura Creativa -la respuesta artística a los MBA de las Escuelas de Negocios- han calado hondo en la literatura estadounidense, han llenado las arcas de las universidades y han permitido a sucesivas generaciones de autores, tanto recibir como impartir clases sobre el escurridizo arte de escribir. Por las aulas del Writer's Workshop de esta universidad pública, han pasado como alumnos o profesores, entre otros, John Irving, John Cheever, Kurt Vonnegut, Jane Smiley o Philip Roth. En 2009 se calculó que había más de 810 programas académicos de escritura en EE UU.

A esta lista, Iowa ha sumado oficialmente este mes un MFA para escritores en español. "Esto es un reconocimiento a otra realidad lingüística y a la necesidad de potenciar la creación en español", afirma en conversación telefónica la poetisa Ana Merino, directora del nuevo curso, que invirtió dos años en el diseño del programa.

Todos los alumnos, no más de 15, deben asistir a lo largo de dos años a talleres que abarcan géneros diversos como poesía, novela gráfica, teatro, novela policiaca, guion o literatura infantil y completar una tesis. "Decidí dejar fuera la división creativa entre géneros. Hemos querido que los alumnos se metamorfoseen en otra voz", dice Merino.

Otro de los puntos fuertes del programa es su proyección hacia la comunidad, con lecturas y talleres en escuelas. "El escritor no está en una torre de marfil sino en el mundo", afirma la poetisa.

Los escritores en español empiezan a ocupar un nuevo papel en el entorno académico de EE UU. La Universidad de El Paso fue la primera que incorporó el español a su MFA de Escritura Creativa con un programa bilingüe. En 2007, la New York University (NYU) también puso en marcha un posgrado en este idioma. "Nueva York es históricamente un punto de encuentro para escritores en español", explica Lila Zemborain, directora del programa. Los talleres en NYU van dirigidos específicamente al género en el que escribe el alumno y hay cursos más teóricos sobre el proceso creativo. "Se trata de reflexionar sobre la escritura desde la práctica", apunta Zemborain. Esta poetisa argentina también destaca el carácter panhispánico del MFA. "Se han creado nexos entre gente de distintos países que escribe en un mismo idioma; se producen lazos y cruces".

Periodista y abogada, Lorea Canales obtuvo el MFA en NYU en 2010. Este año sacará la novela Apenas Marta que sus compañeros y maestros conocen bien. "Me fueron ayudando a subir el nivel de la escritura", asegura. Uno de ellos, el novelista y poeta dominicano Rubén Sánchez Féliz, ganador de varios premios, habla de la dinámica en el aula: "Cada semana se producía una cierta tensión entre los contertulios".

Los talleres literarios universitarios, a medio camino entre la crítica descarnada y la terapia de grupo, han tenido un éxito abrumador, no exento de objeciones. Cuando Harvard pensó en contratar a Nabokov como instructor de un taller de novela, un profesor alzó la voz para preguntar si pensaban contratar a un elefante para que enseñara zoología. Este otoño la obra The seminar, estrenada en Broadway, parodiaba el ego del profesor y las inseguridades de sus pupilos en un taller. "Todas las ventajas pueden convertirse en obstáculos si los profesores intentan imponer una idea muy estrecha, muy excluyente, de lo que es la literatura", dice Antonio Muñoz Molina, que impartirá este semestre una clase en el MFA de NYU por tercer año.

Aprender la parte de oficio, ofrecer pistas sobre lecturas y entrar en contacto con personas que comparten los mismos intereses son las principales ventajas que el autor de Sefarad destaca de estos programas. "Si se crea un espacio en el que se hagan compatibles la disciplina y la libertad, el respeto a la singularidad de cada uno y el espíritu crítico, el intercambio de lecturas, raro será que algo bueno no suceda".

Los MFA de Escritura están plenamente instalados en la tradición estadounidense, y el paso por ellos resulta casi ineludible en la carrera de cualquier aspirante a escritor, un punto de inflexión que ayuda a obtener una edición crítica del trabajo y a contactar con editoriales o agentes que buscan nuevas firmas. Desde Carol Oates o J. D. Salinger hasta Toni Morrison, Michael Cunningham o Kiran Desai, la lista de autores que han pasado por estos cursos en sus inicios es notable. "El auge de los programas de Escritura Creativa es el acontecimiento más importante en la historia de la literatura americana desde el final de la II Guerra Mundial", sostiene Mark McGurl en su libro The program era.

Lo que sí queda claro es que los MFA no han cuajado en Europa. "En EE UU la cultura es eminentemente práctica y está orientada a obtener resultados de la forma más efectiva posible. Este espíritu se transmite a todos los campos, incluido los artísticos", explica la dramaturga y escritora Mar Gómez González, que obtuvo el MFA de NYU. "En Europa la tradición tiene más peso y en literatura se sigue siendo heredero del Romanticismo. Simplificando mucho diría que los americanos creen que el escritor se hace y los europeos que nace".