El creador del comisario Montalbano habla de La edad de la duda, el nuevo libro traducido al español de la célebre serie policial, que llegará al país en noviembre; evoca sus comienzos como dramaturgo y novelista, opina sobre la actualidad política de Italia
Andrea Camilleri, Il capo y padre de Montalbano/Antonello Nusa./adncultura.com |
ROMA.- Huele a alcanfor en el departamento del quinto
piso del tradicional y elegante barrio romano de Prati, donde Andrea
Camilleri, uno de los máximos escritores italianos de thrillers, "padre"
del comisario Montalbano, nos recibe. El departamento -un edificio de
principios del siglo XX- queda justo enfrente de una de las oficinas de
la RAI, la radiotelevisión italiana, en la que trabajó por más de 25
años. Tapizado de libros, el departamento parece una pequeña biblioteca.
Es aquí donde Camilleri, que a los 87 años sigue siendo un fumador
empedernido, produce best-sellers. "Aquí escribo y trabajo, pero en
realidad vivo con mi mujer en otro departamento que está pegado a éste",
dice con voz ronca, al explicar que huele a alcanfor porque destesta
ese olor a "humo frío" que, si no, encontraría a la mañana en el
ambiente.
Nacido en septiembre de 1925 en Porto Empedocle,
Sicilia, Camilleri emigró de joven a Roma, donde tuvo una brillante
carrera en el mundo del teatro y de la televisión, como director,
guionista y productor. Pero en verdad su gran sueño siempre era ser un
escritor. De hecho, volvió a su primer amor, la escritura, recién a los
60 años. Y saltó a la fama mundial en la década del 90 con sus novelas
policiales ambientadas en Sicilia, protagonizadas por el comisario
Montalbano, personaje que fue llevado con muchísimo éxito a la
televisión y que, con sus 19 libros, le hizo vender sólo en Italia más
de 22 millones de ejemplares.
En una larga entrevista en la que recordó con gran
entusiasmo un viaje que hizo a la Argentina hace muchos años, Camilleri
reveló que, en verdad, tiene una relación de amor-odio con su criatura
más célebre. Nunca quiso que el comisario Montalbano -cuyo nombre
decidió poner en homenaje a su amigo, el escritor español Manuel Vázquez
Montalbán- se convirtiera en una serie, sino que su idea era detenerse
tras el segundo libro.
Agudo observador de la siempre desconcertante realidad
política italiana -afiliado de joven al Partido Comunista Italiano y
acérrimo crítico del ex primer ministro Silvio Berlusconi-, simpático e
irónico, Camilleri luce más delgado que hace unos años. Por orden médica
tuvo que ponerse a dieta, gran sacrificio para un amante de la buena
mesa como él, pasión que refleja en sus libros, tan repletos de detalles
culinarios que abren el apetito de cualquier lector.
Durante la entrevista confiesa, sin embargo, que sólo
sabe cocinar dos cosas: huevos fritos y un plato que inventó su abuela
Elvira para la Navidad durante la Segunda Guerra Mundial y que se llama
monnezza (basura), una mezcla extraordinaria de todas las verduras
posibles e imaginables. "Ahora es tradición que se coma en mi casa para
las fiestas -cuenta Camilleri, que tiene tres hijas y cuatro nietos a
los que adora-. Por suerte mis hijas viven bastante cerca y mis nietos
tienen la lindísima costumbre de pasar varias noches en mi casa."
Camilleri no se lleva mal con la tecnología. En efecto,
usa celular -"hasta aprendí a mandar sms de amor a mi nieta cuando
estaba enferma hace poco en Grecia", confiesa- y lee los diarios en un
iPad que le regalaron sus hijas. Le resulta más fácil leer los diarios
en pantalla que en papel, por algunos problemas de visión que padece. En
el iPad la pantalla es luminosa y puede agrandar la tipografía.
"También tengo computadora, que utilizo como máquina de escribir
hiperperfeccionada (me permite cortar y pegar), pero no tengo Internet,
ni quiero tener, como tampoco e-mail. En ese sentido sobrevivo gracias a
mi asistente Valentina, que trabaja conmigo desde hace once años. Si no
fuera por ella, yo sería capaz de tener tres citas el mismo día a la
misma hora", dice.
-¿Qué puede decir de La edad de la duda, el libro que sale ahora en la Argentina?
-Es otra investigación del comisario Montalbano. El
título es un poco inusual con respecto a otros títulos, pero es el más
acertado. La acción tiene lugar justamente en el puerto de Vigàta, entre
yates, cruceros y, por supuesto, también entre muertos (el primero
aparece desfigurado adentro de un bote hallado mientras vagaba en mar
abierto). En esta novela, en medio de una investigación marina,
Montalbano se encuentra inmerso en una duda existencial propia que no
sabe resolver de ningún modo.
-¿Y entonces?
-La duda será resuelta con valentía por otra persona...
Creo que es una de las novelas en las que más intensamente penetré en
el interior de lo que podían ser los sentimientos de mi comisario.
-¿Está escribiendo algo en este momento?
-Ahora no estoy escribiendo nada, sino que estoy
corrigiendo una novela que acabo de terminar. Es una primera corrección,
después habrá una segunda y luego una tercera...
-¿De qué se trata?
-Es una novela histórica que, entre otras cosas,
también tiene que ver con España porque está ambientada en la Sicilia de
1676. Entonces hubo un caso muy curioso y poco conocido que me ha
apasionado. Usted sabe que en Sicilia había virreyes españoles, que eran
nombrados directamente por el rey de España. Al leer las listas de los
virreyes españoles, se ve que en 1676, cuando murió don Ángel de Guzmán,
lo sucedió en el cargo el cardenal de Puerto Carrasco. Bien, todo
normal, si no fuera que en otros libros de historia, al menos dos, se
lee en cambio que el virrey de Guzmán designó pro témpore, antes de la
llegada del virrey designado por el rey, a su propia esposa, Isabella di
Mora, marquesa de Castel Rodrigo, como virreina de Sicilia. Entonces,
por primera vez en la historia del mundo, una mujer, a fines del siglo
XVII, llegaba al más alto cargo administrativo que se podía concebir. En
veintisiete días, esa mujer logra dar vuelta, en positivo, Sicilia.
Después, por la guerra que le hace el obispo de Palermo, es vuelta a
llamar a su patria con una excusa: el virrey es, además y al mismo
tiempo, representante pontificio. "¿Puede un representante pontificio
ser una mujer?", pregunta el obispo. No, no puede y entonces el papa le
pide al rey Carlos que cambie las cosas...
-¿Todo es parte de la historia?
-Es todo auténtico y yo, sobre la base de los
documentos, traté de crear la figura de una mujer española
extraordinaria y verdadera. Por ejemplo, ella crea con su dinero un
grandísimo instituto para las "vírgenes pericolanti". El nombre hace
reír, pero en verdad son las chicas de la mediana burguesía,
empobrecidas, que no pueden sobrevivir sino vendiendo su propio cuerpo.
Ella logra sacarlas de eso. Otra medida extraordinaria es, por ejemplo,
para las viejas prostitutas, que no pueden ejercer más, para ellas crea
otro instituto. Además, es la primera que logra hacer bajar a la mitad
el precio del pan y otras cosas. Pero dura sólo 27 días y es como la
revolución de la luna, que es el título de mi novela, tiene la misma
duración. Si hubiera durado un poco más, quizá la historia de Sicilia
habría cambiado...
-¿Cuándo sale la novela en Italia?
-El año que viene.
-¿Para escribirla tuvo que hacer investigaciones históricas?
-Hice un poco de investigación histórica y trabajé con
la fantasía, porque al ser una novela histórica, no estoy atado
estrictamente a la historia. Pero alguna investigación hice y pedí ayuda
a una conocedora muy experta del español, porque la marquesa de Castel
Rodrigo habla parte en italiano y parte en español.
-De hecho hay otro libro suyo, Il re di Girgenti
, ambientado también en el siglo XVII, cuando los españoles estaban en
Sicilia, escrito en siciliano y español. ¿Usted habla español?
-No, algo entiendo, puedo leerlo, pero si escribo una novela tengo que estar seguro.
-¿Cómo es su rutina de escritor? ¿Cómo es su día?
-Soy muy sistemático, como un empleado público, muy
aburrido [risas]... Me levanto por la mañana, temprano -en verano a las
seis, en invierno a las seis y media-. Me preparo a la perfección, como
si tuviera que salir e ir a la oficina, porque le tengo mucho respeto a
la escritura. No escribo ni en pijama ni en pantuflas, sino afeitado e
impecablemente vestido. Y escribo sin interrupciones durante unas tres
horas y media.
-¿Antes toma un desayuno?
-No, no desayuno. Para mí es suficiente una taza de
café. Y esas horas son las más felices porque nadie me molesta con
llamados ni nada. Estoy muy tranquilo. A eso de las once empiezan a
llegar llamados, etcétera. Por la tarde, tres veces por semana, vuelvo a
ver lo que escribo y tres veces viene Valentina y respondo las cartas
que recibo, porque respondo a todos, o a los llamados, citas.
-Escribe en la computadora y con el cigarrillo como compañero fundamental, ¿no?
-Sí, en computadora y con el cigarrillo, siempre. Pero tengo ventiladores, tomas de aire [risas].
-Hay un riquísimo olor a alcanfor.
-Lo pongo porque no me gusta por la mañana oler el humo frío, que es feo, como cuando se fuma en el auto y después uno entra.
-De noche entonces no escribe.
-Cuando era más joven escribía también de noche, ahora
ya no, me canso. Dejo a las siete y media de la noche cualquier
actividad.
-Usted empezó como hombre de teatro, guionista, y mucho más tarde saltó a la narrativa. ¿Cómo fue ese cambio?
-En verdad empecé a escribir antes de hacer teatro.
Entre los 20 y 25 años, publiqué sobre todo poesías y cuentos en
revistas italianas. Pensaba que tenía una carrera en la escritura, hasta
que hice un examen para ingresar como alumno en la Academia Nacional,
donde entré y donde tuve la suerte, o mala suerte, de encontrar a un
auténtico maestro de teatro, Orazio Costa, que desvió mi cerebro de la
literatura al teatro. Es decir que, por años, no hice otra cosa que
teatro y después, cine y televisión. Fue sólo hacia los 60 años cuando
decidí volver al antiguo amor por la escritura. Pero en lugar de
escribir poesía o cuentitos, sentí la necesidad de escribir una novela,
algo que antes, cuando era joven, ni pensaba.
-De joven, entonces, su sueño era ser escritor.
-¡Claro! Hice el concurso en la Academia sólo para
obtener una beca y trasladarme a Roma, para frecuentar los ambientes
literarios. Pero no fue así. En realidad fui capturado, fascinado, por
el teatro. Empecé a hacer teatro en serio, primero como asistente del
director y, más tarde, solo. Después, de una cosa nace la otra, me
pidieron que fuera a la RAI para hacer dirección de emisiones
radiofónicas; después pasé a hacer dirección de televisión, empecé a
producir comedias y ficciones y trabajé en la TV durante treinta años.
-Ahora cuando mira televisión, si es que la mira, ¿cómo la ve?
-Miro televisión por la noche, pero me ocupo más de los
noticieros y de la política. O la uso impropiamente, porque veo
películas y ésa es una fea forma de ver películas: las películas hay que
verlas en el cine... Pero sabe, ya no hacen prosa en televisión, ni el
gran varieté de mis tiempos. Es un côté un poco pasado. No miro nada de
eso, sigo los debates políticos y los noticieros y, de vez en cuando,
películas.
-No puedo dejar de preguntarle por el comisario Montalbano, su gran criatura.
-Ante todo estoy contento de haber ganado hace unos
años el Premio Internacional de Novela Negra español, sin Montalbano, él
no estaba [N. de la R.: en 2008, por La muerte de Amalia Sacerdote]. La
verdad es que no tenía muchas ganas de escribir novelas policiales. Yo
no sé cómo escriben otros escritores, yo sé cómo escribo yo. Si tengo
que escribir una novela, por lo general no sé inventar nada a partir de
la nada. Una novela mía nace o de algo histórico que leí, o de un hecho
de crónica, que después yo cambio en mi cabeza completamente. Es decir,
tengo que tener un input externo para poder escribir. El primer capítulo
que escribo nunca es el primer capítulo. Empiezo siempre por el punto
que más me ha excitado escribir. No sé después, con la novela terminada,
qué lugar ocupará en la novela. Si será el décimo capítulo o el octavo;
en suma, tengo un modo un poco desordenado de escribir. Un día me
pregunté si era capaz de escribir una novela desde la A hasta la Z,
siguiendo el orden temporal, cronológico, lógico... Bueno, para escribir
así tengo que ponerme en una jaula y no hay jaula mejor que una novela
policial, donde todo tiene que cerrarse lógicamente. Así, casi por un
ejercicio de escritura, escribí la primera novela policial: La forma del
agua. Estaba un poco indeciso con el nombre del comisario. Tenía dos:
"Collura" y "Montalbano". Pero justo cuando estaba terminando y no me
convencía cómo había resuelto el final, entre mis manos cayó un libro de
Manolo Vázquez Montalbán, El pianista, y me iluminó sobre cómo
organizar esa novela. Entonces, por gratitud, llamé el comisario
"Montalbano". Esa primera novela fue publicada, pero el personaje
todavía no estaba perfectamente definido, se me escapaban algunos
detalles. Fue así como escribí la segunda novela, El perro de terracota,
y con ésta pensaba que había concluido la serie de Montalbano.
-¿En serio?
-Sí. Pero algunos meses después, la señora Sellerio,
dueña de la editorial siciliana que publica mis libros, me dijo:
"¿Cuándo me das el tercer Montalbano?". "Nunca", le contesté. "Ahora te
cuento cómo andan las ventas de Montalbano y vemos si cambias de
opinión", me respondió [risas].
-Montalbano se había convertido en un fenómeno...
-Sí, una cosa increíble. Así fui empujado a escribir un
tercer Montalbano, un cuarto... Y entré en este giro infernal, porque
me asustaba la serialidad, no ser capaz de tener el aliento largo para
una serie... Pero, usted sabe, con cada salida de Montalbano, mis
novelas antiguas, las que más quiero, vuelven a ponerse en venta.
Montalbano mantiene en catálogo también las viejas novelas. Es decir, es
una relación de amor-odio.
-¿Cuántas publicó hasta ahora?
-Ahora publiqué la número 19.
-¿Y hay otra que está por salir?
-Sí, sale ahora una, el 18 de este mes.
-¿Qué opina de Zingaretti, el actor que interpretó en la pantalla chica a Montalbano e hizo crecer aún más el fenómeno?
-Zingaretti ha sido y es un óptimo intérprete de
Montalbano, me gusta mucho, aunque no corresponde físicamente a mi
personaje, para nada. De todos modos, eso no importa porque él es un
óptimo actor, funciona.
-Montalbano seguramente tiene algo de usted, ¿no?
-No, para nada. Montalbano no tiene nada de mí. Aunque
en realidad algo de mí tiene, en un sentido, y eso lo descubrió mi
mujer, que al llegar a la quinta novela me preguntó: "¿Te das cuenta de
que estás haciendo un largo retrato de tu padre?". Y era verdad.
-La comida en sus libros es fundamental. ¿Así era su padre o usted es también un amante de la buena mesa?
-Sí, yo era un amante de la buena comida, como mi
padre. Pero ahora ya no puedo comer porque, si no, el médico me fusila.
Ya no puedo comer nada -nada de frituras, nada de fiambres, nada de
embutidos-, así que lo hago comer a Montalbano. Pero empieza a
molestarme que él pueda comer y yo no.
-¿También tuvo que dejar el vino?
-Yo ya no tomo vino sino que tomo cerveza. Mire, en
verdad, antes yo bebía whisky, cuando estuve de viaje en la Argentina,
marchaba con whisky. Mi whisky era matutino, en ayunas, y nunca me
emborraché. Por la tarde y por la noche, no tomo por ninguna razón del
mundo. Por eso quien me conoce por la mañana cree que soy un alcohólico,
y quien me conoce por la tarde cree que soy abstemio. Ahora ya no tomo
whisky, sino que tomo cerveza por la mañana, en ayunas, y sigo sin tomar
nada ni a la tarde ni a la noche. Pero me gusta regalar vinos.
-Me imagino que usted se divierte escribiendo. ¿Hay un libro con el cual se haya divertido más?
-El libro en el cual más me empeñé -y para mí el empeño
se corresponde con la diversión- es Il re dei Girgenti, del cual
hablábamos antes, en español la primera parte. Es una investigación de
escritura y por los hechos que cuento, es el libro que más quiero. De
los libros de Montalbano el que más quiero es El perro de terracota, el
segundo que he escrito. Y quizás, el último...
-En los libros de Montalbano aparecen los grandes
males de Italia, la mafia, la corrupción política y, como dijo antes,
usted se ha inspirado en hechos de crónica. ¿Lo que hemos visto en
Italia en los últimos meses, con el Laziogate [el escándalo por
malversación de fondos públicos en la región del Lazio] y su
protagonista, Franco Fiorito [ex tesorero arrestado por robo de dinero
del partido para su uso personal], superó todo eso?
-Como nevó en Roma en febrero y nevó mucho, y como es
claro que la nieve en Roma es un hecho extraordinario, me pareció genial
que Fiorito se hubiera comprado una 4x4 para la nieve, como salió a la
luz... Ahí, mi fantasía no llega a tanto, ¿entiende? Uno se queda
desarmado ante semejante realidad. Si lo hubiera escrito, me habrían
dicho: "No exageres Camilleri, vamos".
-Usted siempre fue una persona muy comprometida en
política: ¿qué le parece el hecho de que falten seis meses para las
elecciones generales y que todavía no se sepa quiénes son los
candidatos?
-¿Usted no estaría asustada? Bueno, yo estoy aterrado.
De hecho, la idea de un Monti-bis [N. de la R.: que el actual primer
ministro técnico, Mario Monti, pueda tener un segundo mandato, con el
respaldo del Parlamento] no me desagrada. También tendría críticas para
hacerle a Monti, pero con respecto a la nada que hay en la otra parte y
en una época en que la crisis es lo que es, usted me entiende...
-Entonces usted también estaría a favor de un Monti-bis.
-O mangi questa minestra o ti butti dalla finestra ("O
te comes esta sopa o te tiras por la ventana"). Y sí, me como esta sopa.
Sí, un Monti-bis, quizás apoyado seriamente por algún partido político,
para que no muera la política. Pero me parece terrible que en Italia no
puedan ponerse de acuerdo sobre una ley anticorrupción.
-Usted que vivió la Segunda Guerra Mundial, el
posterior miracolo económico, el escándalo de Tangentópoli, etcétera,
¿se hubiera imaginado una degeneración política como la que sale a flote
ahora?
-No hasta este punto. Yo he visto de todo y sólo sé que
después de las grandes destrucciones de la guerra existen dos cosas:
ganas de pacificación y ganas de reconstrucción, que ahora no veo. Es
decir, el posfranquismo o el posfascismo fueron vividos de algún modo
como una necesidad de renovación y de reencuentro, eran una señal
positiva. Aquí el posberlusconismo todavía no existe, porque Berlusconi
sigue estando... Todavía existe una ley que intenta salvarlo del proceso
Ruby [N. de la R.: por prostitución de menores y abuso de poder]. Su
inmanencia es continua aún en Italia y hasta que no desaparezca ese
tumor purulento, no habrá una política posible en Italia.
-¿Pero para usted Berlusconi es el único culpable de esta situación?
-Buena parte es culpa de los italianos, porque
Berlusconi no se ha impuesto por la fuerza. Berlusconi ha sido
libremente electo por parte de los italianos. Es decir, la culpa es de
los italianos que lo han votado. Si después él llevó agua a su molino
una vez llegado al poder, no hizo otra cosa que su oficio. Espero que
los italianos se den cuenta del error cometido.
-¿Cómo ve la literatura italiana en este momento?
-Bien. Contrariamente a todo el resto, afortunadamente
hay muchos buenos escritores dando vueltas. No quiero dar nombres, pero
hay óptimos escritores. Y después hay jóvenes que escriben, que tienen
muchas ganas de expresarse. Yo ya leo poco porque mis ojos están en
condiciones terminales, pero debo decir con sinceridad que por lo poco
que logro leer, hay un fermento narrativo muy fuerte y muy vivo en
Italia. Se ve a través de los premios literarios, el último Campiello o
el último Strega, con todas las polémicas que promovieron, son libros de
gran valor.
-¿Sus autores preferidos no italianos?
-Yo adoraba a Manolo Vázquez Montalbán, lo amaba como
hombre y como escritor. Extraño su ironía y sus irónicos llamados
telefónicos.
-¿Conoció a Borges?
-No, nunca estuve con él, pero para mí Borges es un
señor que, una vez que uno lo encuentra, se lo lleva consigo toda su
vida. Borges a veces es tu padre, a veces es tu amigo, a veces es tu
pariente, otras veces es un sutilísimo adversario tuyo. Pero una vez que
uno lo ha leído, se vuelve una presencia constante, no en tu literatura
sino en tu vida. Y naturalmente como tal nunca ha tenido el premio
Nobel.
-¿Cuánto tiempo estuvo en la Argentina?
-Estuve quince días en la Argentina, en Buenos Aires.
Tuve el placer de pasar una noche inolvidable con el entonces presidente
Raúl Alfonsín, con quien enseguida simpatizamos: parecíamos dos
hermanos separados que se reencuentran. Fui a la Argentina hace muchos
años, cuando llevé al Teatro Cervantes un espectáculo que se llamaba Il
trucco e l'anima ("El maquillaje y el alma"), sobre tres poemas de
Maiakovski. Alfonsín nos concedió el honor de recibirnos, a mí y a tres
actores.
-¿En la Casa Rosada?
-Sí. Un encuentro que tenía que durar diez minutos al
final duró tres horas porque el presidente y yo fraternizamos en forma
increíble. De hecho, nos preguntaban si nos conocíamos, pero no... Era
como si nos hubiéramos conocido desde siempre y nos estuviéramos
reencontrando quizá de una vida anterior. Fue inolvidable. Todavía
recuerdo los tanques sin cañones, a los lados de la Casa Rosada, donde
jugaban los niños. Ese período en la Argentina fue maravilloso, me
enamoré de la ciudad, que es espléndida.
-Se habrá encontrado en casa, como les pasa a todos los italianos que van a la Argentina.
-Me pasó algo peor. En el hotel donde me hospedaba
había un congreso de representantes de la minería y una vez, cuando bajé
al lobby con un actor, había tres señores que hablaban en español y
tenían en su solapa la tarjeta del congreso. Por casualidad, un actor me
preguntó de dónde era yo exactamente y le contesté: "Soy de Porto
Empedocle, en la provincia de Agrigento". Entonces, uno de los tres
argentinos se dio vuelta repentinamente y me dijo: "¡Mi madre era de
Porto Empedocle!".
-¿Qué más recuerda de la Argentina?
-Tengo un recuerdo extraordinario también del público
argentino, de cómo funcionaba el teatro, de las maravillas que hacían
los técnicos... De hecho, se lo dije hasta al presidente, que era muy
entusiasta. Sí, ese período en la Argentina fue realmente maravilloso.
La edad de la duda
Andrea Camilleri
Salamandra
El hallazgo de un cadáver en un bote y la llegada de un lujoso velero al puerto de Vigàta enfrentan a Salvo Montalbano con un nuevo enigma. Pero esta vez, una pasión crepuscular será el principal motivo de los desvelos del comisario. La novela se publica en la Argentina en noviembre.
Salamandra
El hallazgo de un cadáver en un bote y la llegada de un lujoso velero al puerto de Vigàta enfrentan a Salvo Montalbano con un nuevo enigma. Pero esta vez, una pasión crepuscular será el principal motivo de los desvelos del comisario. La novela se publica en la Argentina en noviembre.
Aventuras otoñales del comisario Montalbano
La forma del agua
Andrea Camilleri
Salamandra
Volumen que da inicio a la serie. El autor sopesaba dos nombres posibles para su héroe, y no estaba satisfecho con la ficción que iba tramando. Sobre el final, cayó en sus manos un libro iluminador de Vázquez Montalbán. En agradecimiento, bautizó a su personaje Montalbano.
Salamandra
Volumen que da inicio a la serie. El autor sopesaba dos nombres posibles para su héroe, y no estaba satisfecho con la ficción que iba tramando. Sobre el final, cayó en sus manos un libro iluminador de Vázquez Montalbán. En agradecimiento, bautizó a su personaje Montalbano.