26.2.14

Forsyth: "¿Terrorismo? En la guerra hay que matar al enemigo: legítima defensa"

El fundamentalismo islámico centra  La lista, la nueva novela de Frederick Forsyth "Espías, terroristas, mercenarios... ese mundo sigue siendo el mismo"

Frederick Forsyth, en el madrileño hotel Villa Real. / Álvaro García./elpais.com
En la jerga de los servicios de inteligencia anglosajones un clean skin o lily-white —definiciones ambas que corresponden a un carácter aparentemente impoluto— es un individuo que nunca se ha unido a un grupo susceptible de ser vigilado, que vive y trabaja en las sociedades occidentales sin llamar la atención, que guarda solo en su mente las motivaciones y planes para perpetrar un atentado. “El asesino solitario es el más peligroso”, subraya durante una entrevista en Londres el escritor británico Frederick Forsyth, uno de los grandes del thriller contemporáneo, que en su última novela La lista aborda ese perfil del terrorista de signo islámico que “está fuera de radar y es el gran dolor de cabeza” para las fuerzas de seguridad.
El título del libro alude a una lista secreta que se revisa cada semana en el despacho oval de la Casa Blanca y que contiene los nombres de los terroristas más amenazadores para Estados Unidos, sus ciudadanos y sus intereses. La misión de una unidad que opera en la sombra es identificarlos, localizarlos y destruirlos. Forsyth (Ashford, Inglaterra, 1938) recurre a su habitual estilo periodístico, que destila una documentación meticulosa, para relatar con grandes dosis de adrenalina la operación de caza de uno de esos hombres. No tiene nombre, rostro o paradero conocido, pero los efectos de sus proclamas en la Red son letales. Apodado El Predicador por un exmarine encargado de neutralizarlo (El Rastreador), utiliza Internet como “control remoto” para radicalizar a jóvenes musulmanes e instigarles a matar.
“Primero está el odio y luego viene la justificación”, escribe el Forsyth narrador sobre esos ciudadanos convertidos al terrorismo que en su novela atentan contra personajes de la vida pública que tienen a su alcance. Y lo hacen a la luz del día, al igual que en la vida real dos hermanos sin filiación conocida hicieron explosionar dos artefactos caseros en plena maratón de Boston (abril de 2013) o un mes después dos británicos de origen nigeriano asesinaban a machetazos a un soldado en las calles de Londres. Ante sucesos como estos, y que ocurrieron después de que el novelista comenzara a trabajar en La lista, Forsyth no atiende a motivaciones de tipo social o político: “Todavía no sabemos por qué estos jóvenes se radicalizan, el secreto sigue encerrado en sus mentes”.
De conocido talante conservador, lo cual no le resta un ápice de independencia en sus opiniones, el escritor que antes ejerciera el periodismo en Reuters y la BBC no comparte los argumentos de la guerra contra el terrorismo que condujeron a las invasiones de Afganistán e Irak. “La guerra de Irak fue un desastre personal de George W. Bush, que quiso vengarse de Sadam Husein por intentar matar a su padre y además embarcó al estúpido de Tony Blair”. Ese es su veredicto. Forsyth se agita cuando habla del ex primer ministro británico, un político a quien nunca perdonará, dice, “por haber mentido al Parlamento” (asegurando que existían pruebas sobre el arsenal de armas de destrucción masiva de Sadam) y al que responsabiliza de la enorme desconfianza que hoy suscita la clase política en el Reino Unido. Igual de contundente se muestra a la hora de calificar a Edward Snowden, el ex analista de inteligencia que filtró miles de documentos sobre el espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense: “Es un traidor que reveló a Al Qaeda el secreto de los programas de defensa y con ello nos hizo más vulnerables”.
El autor que consiguió el éxito ya con la publicación de su primera novela, Chacal, en 1971, sigue volcado más de una docena de libros después (Odessa, El puño de Dios, Cobra…) en “la misma gama de personajes, de espías, mercenarios o terroristas… Ese mundo sigue siendo hoy el mismo aunque cambien los actores, antes el IRA o ETA y ahora el fundamentalismo islámico”. Desde los tiempos de aquel asesino a sueldo que intentaba matar al presidente francés Charles de Gaulle hasta la presente era cibernética, las herramientas que tiene a mano un escritor se han sofisticado mucho, pero Forsyth prefiere seguir ciñéndose a sus fuentes directas, a sus contactos en los servicios de inteligencia o militares y a los expertos en diversos campos, en lugar de recurrir a Internet para documentarse (“En muy contadas ocasiones cotejo fechas en Google”, sostiene).
La precisión en los datos sigue siendo su gran obsesión, ya sea cuando describe minuciosamente las operaciones de las agencias de inteligencia o la sofisticada labor de uno de los protagonistas de La lista, un joven genio de la informática que ayuda al Rastreador a interceptar en la red al ciberpredicador islámico. La lista que tiene como principal objetivo a ese instigador de terroristas es “necesaria” en el mundo de hoy, opina Forsyth, quien no apoya la pena de muerte en la jurisdicción civil aunque sí la ejecución de terroristas identificados: “¿Terrorismo? En la guerra, hay que matar al enemigo. Legítima defensa”.

Obra seleccionada

Chacal(The day of the jackal, 1971).
Odessa (The Odessa file, 1972).
Los perros de la guerra (The dogs of war, 1974).
La alternativa del diablo (The devil’s alternative, 1979).
El cuarto protocolo (The fourth protocol, 1984).
El manipulador (The deceiver, 1991).
El puño de Dios (The fist of God, 1994).
El manifiesto negro (Icon, 1996).
Vengador (Avenger, 2003).
El afgano (The afghan, 2006).
Cobra (The Cobra, 2010).

24.2.14

El juego que urdió Borges para sus lectores

El martes se presenta en Bogotá y el viernes en Medellín Los falsificadores de Borges, la novela del escritor argentino Jaime Correas

Jaime Correas: “escribir el libro fue uno de los momentos más excitantes de mi vida... estuve metido en una trama que se transformó en una novela, porque era increíble y a la vez real”. /Paloma Correas./elespectador.com
-¿Por qué lanza el libro ahora en Colombia si fue editado en 2011 y cómo le ha ido en Argentina?
Porque salvo las obras de los escritores consagrados, que tienen ventas aseguradas, en América Latina los libros circulan con lentitud entre nuestros países. Vivimos en lo que Carlos Fuentes llamó “el territorio de la Mancha”, que es nuestra lengua, pero con barreras muy altas en cuanto a la circulación de libros de un país a otro. Es un halago que la novela salga en Colombia, donde por otro lado sucede buena parte de la trama. En la Argentina el libro tuvo una buenísima recepción de la crítica en los medios nacionales más importantes y ventas razonables para ser la primera obra de ficción de un autor al que Borges hubiera caracterizado como “casi secreto”.
-Me pareció un intrigante juego de espejos a lo Borges, en tránsito entre novela negra y ensayo. ¿Cómo ordenó semejante expediente y fue alternando capítulos sin dejar de ser director del diario ‘UNO’ de Mendoza?
La tarea fue apasionante, porque dirigir un diario es algo complejo y muy absorbente. He trabajado durante casi tres años en cada momento libre, en las mañanas y en los fines de semana, con disciplina y dedicación. Me gusta la palabra “ordenar” para hablar de la tarea, porque es cierto que había una enorme cantidad de datos, de recuerdos, de pistas y hubo que tomar todo eso y relatarlo, que es un modo de darle un orden. Recuerdo los primeros diez o quince días desde recibir la llamada de Héctor Abad Faciolince el 12 de agosto de 2007 como uno de los momentos más excitantes de mi vida. De pronto estuve metido en una trama que se transformó en una novela, porque era increíble y a la vez era real.
-Más allá de un debate de intelectuales, “egoísta” como admite en el libro, ¿por qué debería interesarle este libro a un lector no poeta?
Porque es un libro que, es cierto, habla de poesía y de literatura, pero creo que sobre todo trata de la necesidad imperiosa de buscar cuando hay un motor que tiene que ver con los afectos y con la pasión. Y sobre todo habla de la violencia política como un mal que pone en marcha mecanismos que hacen mutar el dolor y la tristeza en un soplo de vida. Y eso me parece que tiene actualidad hoy en Colombia y en la Argentina.
-Usted es experto en la obra de Borges y alcanzó a conocer a Borges… ¿qué le hubiera preguntado del soneto “Aquí. Hoy” y qué cree que él hubiera respondido?
Tuve la suerte de hablar con Borges toda una mañana, está contado en el libro. Era un hombre de una cortesía extrema y me dio una lección de lector definitiva para toda la vida, que también está en el libro. Curiosamente la charla con él se desarrollaba con una dinámica que no era de preguntas y respuestas, sino que era un diálogo de una naturalidad como si uno lo conociera de años. Y él hacía preguntas, quería saber lo que el otro pensaba. Nunca le hubiera preguntado por un poema suyo, porque sé que no le gustaba hablar de su propia obra, lo eludía.
-La investigación rigurosa lo lleva por América y Europa, siguiendo un rastro que, en mi opinión, ratifica la vigencia global de la poesía. ¿Se había propuesto lograr esa significación?
Es muy halagador lo que me decís, porque yo también creo en eso y me alegra que el libro transmita una idea tan potente. No me lo propuse, pero eso que llamás vigencia global de la poesía es una revalorización de la palabra que me parece esencial en estos tiempos de confusión y malentendido.
-Es evidente una relectura suya de la obra completa de Borges para entender el enigma de los versos en discusión. ¿Qué significó ese proceso y, sobre todo, descifrar la metodología de trabajo borgiana, desde la inspiración hasta cuando dictaba sus poemas?
Para escribir releí sistemáticamente a lo largo de dos años toda la obra de Borges, no sólo la poética, sino también la prosa. Muchos textos llevo treinta años frecuentándolos y son inagotables. Leer a Borges fue un asombro irrepetible. Releerlo es una fiesta.
-¿Aprendió aquí otra forma de leer y entender la poesía?
En la novela está planteado este tema poniendo la atención en su cuento ‘Pierre Menard, autor del Quijote’. Creo que ahí está de un modo inquietante y exquisito el gran aporte de Borges a la literatura del siglo XX y de los siglos que vienen: lo importante es el lector. Él “hace” el texto. Lo escrito es invariable y si está logrado se debe a la genialidad de un individuo, pero ese artefacto sólo funciona con un lector que es quien pone en marcha, con el mecanismo mágico de la lectura, todo lo que las palabras pueden dar. Correr el centro de atención del texto al lector es una idea genial. En realidad el que hace funcionar o no un texto es el lector. Esta idea que hoy es de Perogrullo cuando Borges hizo su obra fue una iluminación y la literatura lo reconoce porque todos sabemos que él descubrió y formuló ese pensamiento central para la estética contemporánea.
-Queda uno con ganas de leer a Borges. ¿Cómo debe un lector promedio del siglo XXI enfrentarse al reto y el gozo de leer y valorar a Borges?
Qué bueno que me digas que leer mi novela te deja con ganas de leer a Borges, eso dice que en vos se produjo ese sortilegio que escuché dicho por él: “el único deber de un libro es entretener al lector”. La única manera de leer a Borges es empezar a hacerlo e insistir, hasta encontrar ese texto que ha sido escrito para ese lector determinado.
-Usted concluye que no hubo plagiarios, ni impostores, pero sí falsificadores. ¿Harold Alvarado Tenorio queda en esa categoría?
Yo uso lo de falsificadores irónicamente. Harold Alvarado Tenorio es un caso extraño. Él hizo una operación increíble, modificó a Borges, cambiando algunas cosas en poemas que a mí me constan que son de Borges y los volvió a publicar pero no para robarlos atribuyéndoselos como propios, sino que se los atribuyó a Borges con los errores incluidos. Errores que Borges no hubiera cometido y la prueba es que los auténticos no los tienen. Y cuando fue descubierto recurrió al engaño literario de decir que en realidad él los había escrito y luego dijo que los había escrito yo. Alvarado Tenorio es un excelente poeta, pero nunca hubiera llegado a dos endecasílabos perfectos como: “y la gota de tiempo que vacila/ y cae en la clepsidra silenciosa”, que son de un genio.
-Lo califica con eufemismos como “prestidigitador de palabras”, “catalizador imprescindible” del libro. ¿Por eso decidió cerrar el texto con una biografía de ese controvertido poeta?
Harold Alvarado Tenorio es el catalizador de toda esta historia porque si él no hubiera puesto en marcha su farsa literaria nada de lo sucedido hubiera pasado. Su irrupción fue crucial. Él fue quien le reveló a Héctor Abad mi existencia. Nunca pude conseguir que me confesara cómo había sabido que habíamos publicado en Mendoza los inéditos de Borges. Es curioso porque actúa como el doctor Jekyll y mister Hyde. Me reuní en Buenos Aires con Harold y fue amabilísimo, me habló sin rencor de Héctor Abad y compartimos un almuerzo encantador con mi hijo Francisco. Luego cambió, como mister Hyde cuando se tomaba la poción, y arremetió con una catarata de difamaciones tan absurda que es difícil y creo que innecesario seguirlo. Es un personaje muy atractivo, muy buen poeta y fino crítico, hasta que se desbarranca. No sé si es o se hace, o si, como Hyde, pasa de un estado a otro sin mayor conciencia. Me simpatizaba hasta que arremetió contra Héctor porque sé que lo hace con falsedades. Lo que caracterizás como biografía salió solo. De un tirón y es una de las partes que narrativamente más me interesa del libro. El malo siempre es atractivo y motoriza la trama. Imaginé que iba a difamarme, pero me enteré que le había gustado. En sus rarezas alguna vez me dijo que yo era un ingenuo al servicio del mal, otras veces fue más agresivo. Habría que aplicarle lo que Borges decía de los peronistas, “no es ni bueno, ni malo, es incorregible”.
-En ese juego ¿hasta qué punto cuando uno escribe, acomoda, parodia o recita un poema de Borges entra en esas categorías?
Borges era un enamorado de los juegos intelectuales. Siempre he imaginado que esta historia que nos atrapó la urdió él deliberadamente. ¿Por qué entregó cinco poemas inéditos a alguien casi desconocido teniendo en sus manos ya un diagnóstico de cáncer? Creo que todo esto que ocurrió le hubiera encantado y que hubiera sentido que su travesura había tenido éxito. Me gusta la idea de pensar que como un mago fue él quien imaginó este argumento increíble, pero real que nos puso en marcha a buscar la verdad de lo sucedido.
-¿Qué conclusión sacó sobre Héctor Abad, que empezó este caso acusado de farsante por Alvarado, y de su obra ‘El olvido que seremos’?
Esa acusación para mí no tiene ningún sentido, porque yo conozco a la perfección cómo es esta historia y están todos los documentos para probarlo, si hiciera falta, que de hecho son públicos. ‘El olvido que seremos’ es un libro extraordinario que a mí me conmocionó cuando lo leí y creo no estar diciendo nada que los colombianos no sepan. A Héctor Abad lo siento como un hermano. Es alguien de una bondad y una generosidad conmovedoras. Y sé de lo que hablo porque soy deudor de sus virtudes y de su afecto.
-Lo que usted describe como “la punta del ovillo infinito” se acabó o ¿ha habido nuevos hallazgos desde 2011?
La historia ha seguido y parece infinita. Yo publiqué un texto que se llama “Flores prensadas” que cuenta cómo el investigador Jesús Marchamalo encuentra en un libro de la biblioteca de Julio Cortázar en la Fundación Juan March de Madrid un libro de poemas de Baudelaire donde entre las página de ‘Les fleurs du mal’ hay unas flores secas y ese libro tiene un ex libris de Franca Beer, la mujer que recibió de Borges los poemas que luego publicaríamos en Mendoza. Uno de esos sonetos llegaría al bolsillo de Héctor Abad Gómez, de forma misteriosa, el día que lo asesinaron. El investigador se da cuenta que ese nombre de mujer está citado por Héctor Abad en “Un poema en el bolsillo” y le escribe. Héctor me participa, azorado, y le pedimos a Franca que nos cuente cómo es la historia. Ella recuerda que le regaló el libro a Cortázar, al que había conocido en Mendoza, y sesenta y siete años después vuelve a ver en Internet las flores que había prensado mientras lo leía. Además, te cuento que hasta el día que entregué el libro a la editorial seguían apareciendo esquirlas de la investigación. No perdemos esperanzas de que aparezca la persona a la que Borges le dictó los sonetos, no hay que olvidar que por su ceguera todos sus textos eran escritos por alguien, aunque él los llevaba en la memoria y los iba trabajando.
-¿Qué ha dicho del libro María Kodama, viuda de Borges?
No sé si lo conoce. Yo espero el momento de poder dárselo en mano. Tenemos amigos comunes. Ella en un primer momento creyó que era todo un invento, sobre todo porque le había llegado la historia a través de Alvarado Tenorio. Cambió el día que leyó en el diario Clarín de Buenos Aires un reportaje a Franca Beer y su esposo, el gran pintor argentino Guillermo Roux, donde ellos atestiguaban cuando estuvieron con Borges y Roux lo dibujó, en el que quizás es el último dibujo en vida que le hicieron. Franca contó cómo recibió los poemas en mano en el departamento de Borges. María Kodama sabe que son gente seria y creo que su testimonio la tranquilizó de que no había timo. Claro, esto lo que deja claro es que hay al menos cinco sonetos impecables que aún no han sido incorporados a la Obra Completa.
-El episodio del laberinto que hicieron en San Rafael, al sur de Mendoza, en homenaje a Borges ¿se convierte en metáfora de este juego con final abierto?
Ese laberinto es una maravilla y es un lugar de peregrinación para viajeros de todo el mundo. Hay una réplica en Venecia. Está junto a la casa que fue de Susana Bombal, gran amiga de Borges. Allí, él y su madre pasaron vacaciones de verano. Además de los vinos mendocinos, que son un imán para muchos extranjeros, se conserva en manos de Carolina Aldao la casa del siglo XIX tal como la conoció Borges. Un hermano de ella, Camilo, fue quien ideó el laberinto que había soñado Susana, que era tía de ellos. Camilito se mató muy joven, luego de ver que las plantas del laberinto estaban creciendo.
-¿Qué lección le dejó este trabajo en tres planos: escritor, periodista y ser humano?
Como escritor me permitió escribir mi primera novela, luego de algún intento fallido y sentir que el texto funcionaba, que ahí había algo. Como periodista, que no separaría del todo del escritor, sentí la excitación de la investigación y del hallazgo. Como ser humano me quedó para siempre la amistad entrañable con Héctor Abad y con toda su familia, a quienes considero mi familia colombiana. Amo este país y a pesar de que ya había estado antes de conocerlo a él, ahora lo considero, como decía Borges, “una de mis patrias”.
-Usted que ha investigado temas como la Guerra Civil española, ¿qué opina del tema de fondo que había aquí: el retrato de una época de violencia política en
Colombia, los años 80 en los que de la extrema derecha asesinó a toda una generación de pensadores de izquierda como Héctor Abad Gómez?
Has dado en el centro de mayor interés que para mí tiene el hecho de que la novela circule en Colombia y que yo viaje a presentarla. Debido al momento especial que vive el país en su proceso de pacificación, que yo sigo muy de cerca y con mucho cariño, inquietud y admiración por los colombianos y su don de gentes. Es apasionante lo que está ocurriendo, con todos sus problemas, idas y vueltas. No hay que olvidar que mi novela fue escrita y publicada en 2011 porque en 1987 los paramilitares asesinaron a Héctor Abad Gómez y esto parece un argumento de Borges. El asesinato de un hombre es un hecho tremendo, inaceptable, y en Colombia hubo más de doscientos veinte mil muertos por la violencia política. Son los momentos en que la literatura nos pone de cara a lo que vivimos a diario, nos enfrenta a la cara más cruel. Colombia y la Argentina son dos países marcados por la violencia política, no olvides que una protagonista de mi novela fue presa de la dictadura militar y allí está el tema atroz de los desaparecidos y las violaciones a los derechos humanos. Gracias a una colombiana, eso está en la novela, pude ver papeles desclasificados de la embajada de Estados Unidos sobre la dictadura argentina y sus atropellos. Creo que nuestros libros son intentos de exorcizar un pasado nefasto para que nunca más estas cosas sucedan. A la vez son un ejercicio de comprensión. Ojalá sirva para eso. Estoy muy ilusionado por saber cómo leen los colombianos mi novela en este sentido.
-¿Qué opina de que, como en este caso, la poesía siempre gravite en las guerras, como en España con Miguel Hernández y García Lorca?
Cuando todo se ha perdido, la palabra le queda al hombre. Y tiene una función sanadora. Como decía el enorme poeta argentino Roberto Juarroz, que también es personaje de mi novela, “la poesía, que nos salva, aunque no sepamos de qué”.
-Usted también publicó el libro ‘Cortázar profesor universitario’, en la Universidad de Cuyo donde nació su amor por Borges, ¿cómo enseñar a las generaciones de hoy que la poesía es la fuente del lenguaje y la base de la formación literaria?
Acabo de entregar en la editorial una reedición muy ampliada de ese libro, que saldrá en junio en el año del centenario del nacimiento de Cortázar y los treinta años de su muerte. Un día descubrí que él había sido profesor de algunos profesores míos en la misma facultad donde yo estudiaba. A su vez Borges recibió su primer doctorado Honoris Causa en Cuyo, son uniones íntimas, profundas. Justamente creo que el enriquecimiento de la nueva versión del libro es que a través de los apuntes de las clases que Cortázar dio en Mendoza en 1944-45 que están guardados en Princeton y a los que pude acceder logré reconstruir cómo fue su proceso de formación para llegar a ser un gran escritor. Y lo hizo a través de la poesía, de hecho en mi libro aparecerá una antología de treinta poemas suyos casi inéditos que están fechados en Mendoza en aquellos años. En sus apuntes él muestra su pasión por la poesía, género que desarrolló mucho, aunque publicó poco en vida. Hizo traducciones de los poetas que consideraba cruciales, como Lautréamont y Rimbaud y las daba a sus alumnos. Algunas las he transcripto en mi libro. Las generaciones que vienen, una vez que se digiera la confusión de las novedades, reencontrarán en la poesía y la literatura en general un legado que les servirá para vivir y en algunos casos, como en Colombia, para construir la paz. No hay otro camino para pacificar que hablando, dialogando. Lo dicho por alguien hace comprender que una vida es irrepetible. Cuando oí la grabación de la voz de Héctor Abad Gómez diciendo el poema de Borges “Aquí, hoy”, comprendí que su legado estaba vivo, que de algún modo la palabra viva de su decir nos llega y nos exige y por eso siento una inquietud inmensa al viajar a Colombia. Aquí lo mataron y aquí viven sus nietos, que aspiran a recordarlo en paz.

LOS CINCO POEMAS MOTIVO DE LA INVESTIGACIÓN:

GRATITUDES
¡Cuántas hermosas cosas! Los confines
de la aurora del Ganges, la secreta
alondra de la noche de Julieta.
El pasado está hecho de jardines.
Los amantes, las naves, la curiosa
enciclopedia que nos brinda ayeres,
los ángeles del gnóstico, los seres
que soñó Blake, el ajedrez, la rosa,
El Cantar de Cantares del hebreo,
esa flor que florece en el desierto
de la atroz Escritura, el mar abierto
del álgebra y las formas de Proteo.
Quedan tantas estrellas todavía;
suspendo aquí mi vana astronomía.

MÉJICO 564
Los órdenes de libros guardan fieles
en la alta noche el sitio prefijado.
El último volumen ha ocupado
el hueco que dejó en los anaqueles.
Nadie en la vasta casa. Ni siquiera
el eco de una luz en los cristales
ni desde la penumbra los casuales
pasos de vaga gente por la acera.
Y sin embargo hay algo que atraviesa
lo sólido, el metal, las galerías,
las firmes cosas, las alegorías:
el invisible tiempo que no cesa,
que no cesa y que apenas deja huellas.
Ese alto río roe las estrellas.

EL MINOTAURO
Encorvados los hombros, abrumado
por su testa de toro, el vacilante
Minotauro se arrastra por su errante
laberinto. La espada lo ha alcanzado
y lo alcanza otra vez. Quien le dio muerte
no se atreve a mirar al que fue toro
y hombre mortal, en un ayer sonoro
de hexámetros y escudos y del fuerte
batallar de los héroes. Ilusoria
fue tu aventura, trágico Teseo;
de la biforme sombra la memoria
no han borrado las aguas del Leteo.
Sobre los siglos y las vanas millas
ésta da horror a nuestras pesadillas.

ALL OUR YESTERDAYS
Me pesan los ejércitos de Atila,
las lanzas del desierto y sus batallas;
de Nínive, ahora polvo, las murallas
y la gota del tiempo que vacila
y cae en la clepsidra silenciosa,
y el árbol secular en que clavada
fue por Odín la hoja de la espada
y cada primavera y cada rosa
de Nishapur. Me abruman las auroras
que fueron y que son, y los ponientes;
Tiresias y el amor de las serpientes
y las noches, los días y las horas.
Sobre la sombra que ya soy gravita
la carga del pasado. Es infinita.

AQUÍ. HOY
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y que no veremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y del término, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo.

21.2.14

Proust, el maestro sin herederos

Académico reconocido, el año pasado Antoine Compagnon se propuso leer como si fuera la primera vez Por el camino de Swann, que en 2013 cumplió cien años. Aquí, sus conclusiones

TRADICION. “Proust pertenece a una época en la que los escritores aún leían a los otros escritores y a la tradición clásica”, dice Compagnon./revista Ñ
Al ingresar a la recepción del Collège de France con una mochila colgando de su espalda, Antoine Compagnon no da la impresión de ser el titular de la cátedra de literatura francesa contemporánea más prestigiosa de Francia. Alto y de gestos minuciosos, dueño de un francés preciso que articula con parsimonia, hace una seña desconcertante, porque deja ver que está apurado y que es un hombre que no pierde el tiempo. Pide que lo sigamos. La entrevista, con motivo del centenario de la publicación de Por el camino de Swann, tendrá lugar en su oficina al final de un pasillo cuyas paredes están decoradas con retratos de ilustres profesores de la institución. Al entrar, Compagnon deja la mochila en el piso y hace otra seña rápida para que nos sentemos mientras se dirige a un extremo de su despacho para consultar su computadora. De pronto, surge con una tableta electrónica entre sus manos que por un momento roba toda la atención de sus dedos. Sin levantar la vista deja escapar un “ Oui...” casi distraído que nos lleva unos segundos poder descifrar. Quiere decir que ya podemos empezar con las preguntas.
–Querríamos tomar como punto de partida su último seminario en el Collège de France, “Proust en 1913”, donde se propuso leer La Recherche en 2013 “como si fuera la primera vez”. Para usted, ¿cómo fue leída “Por el camino de Swann” en 1913?
–Lamentablemente no hay muchos testimonios de lectura. Sí hay muchos artículos periodísticos que permiten concluir que el libro fue bien recibido por la prensa. Entre estos artículos podríamos nombrar aquellos firmados por los amigos de Proust que trabajaban en diarios franceses y también otros aparecidos en la prensa extranjera. Por ejemplo hubo un artículo en el TLS de Londres y otro en un diario italiano del 2 de diciembre de 1913. En el mismo período, por otra parte, la novela tuvo buenas ventas y, en este sentido, la recepción fue buena. Sin embargo, todo esto nada dice del desconcierto que pudieron haber sentido los lectores al leer el texto por primera vez, ni de cómo, por momentos, pudieron haberse sentido perdidos al leerlo. Los artículos son más bien abstractos y no permiten deducir la manera en que fue leída la novela.
–Y si no es en la prensa, ¿dónde se pueden rastrear esas primeras lecturas de La Recherche?
–Hay algunos testimonios al margen de los artículos periodísticos. Por ejemplo, el de Gabriel Astruc, el primer director del teatro de Champs-Elysées, cuya revisión sirvió para corregir las erratas, porque el texto tenía y muchas. Existen también cartas de amigos que constituyen testimonios evidentemente más personales que los que podemos encontrar en la prensa. Está claro que cuando Proust reacciona ante la carta de Jacques Rivière (director de la Nouvelle Revue Française) en enero de 1914 diciendo “¡al fin un lector que me ha comprendido!”, uno no puede más que deducir que, a su modo de ver, todos los otros no lo habían hecho, que todos los demás lectores a excepción de Rivière no habían entendido que se trataba de un libro construido. También hay testimonios de los lectores de las editoriales, por ejemplo el de Jacques Madeleine, lector de Fasquelle, que la rechazó. Es un largo testimonio donde confiesa no haber entendido absolutamente nada de la novela. Dice que había leído muy atentamente todo Por el camino de Swann , que había hecho una reseña muy detallada, pero que no sabía hacia dónde iba ni a qué apuntaba. Luego está la reseña de Alfred Humblot, editor de Ollendorff, que es mucho más hostil, despreciativa e inclusive desdeñosa porque dice que no entendía cómo alguien podía demorarse treinta páginas en contar cómo un personaje da vueltas en la cama antes de dormirse. Además de testimonios como estos, que dan muestra de una cabal incomprensión del proyecto, hubo también malas lecturas como la de Jeanne Pouquet, amiga de la infancia de Proust. Pouquet felicita a Proust diciéndole que se había sensibilizado mucho con el relato de su primera comunión, a lo que él responde, de modo muy educado, que quizás estaba errado, pero no recordaba que hubiera ninguna primera comunión en “Por el camino de Swann”. Pouquet, sin duda, había confundido el episodio de la madeleine con una primera comunión porque en ambos casos aparece esa dimensión un poco sagrada, religiosa y, también, de decepción. En definitiva, hay testimonios de incomprensión, de malas lecturas, es decir, hay primeras lecturas rápidas, en diagonal, de gente que pasa las páginas..., pero también de lectores que fueron inmediatamente cautivados por la importancia de la novela.
–En Las cinco paradojas de la modernidad sostiene que 1913 fue un punto de inflexión de la modernidad, en el que se dio una segunda paradoja vinculada a una crisis de la estética de lo nuevo. ¿Cómo se inscribe Por el camino de Swann en esta crisis? ¿Cuál es la novedad de La Recherche?
–1913 es un año glorioso para las obras de vanguardia, lleno de grandes obras nuevas, modernas, es un año un poco mágico. También tenemos esta impresión porque inmediatamente después vino la guerra que produjo un cierre, una suerte de parálisis. Si ese año es muy impresionante es por el efecto que se produce al compararlo con lo que viene después. En ese contexto, la obra de Proust es ambigua, sin embargo hay otras que también lo son. Por ejemplo, El gran Meaulnes de Alain-Fournier es una novela complicada pero las obras importantes son con frecuencia así, en cierta manera ambiguas. En lo que concierne a Proust, su obra impresiona a los lectores no bien estos acceden a ella como algo diferente de todo lo que había sido leído hasta ese momento. Es otra cosa, algo totalmente distinto a la novela francesa naturalista, a la novela francesa psicológica, a la novela social francesa. Ahora bien, ¿qué es lo distinto? Ante todo, no sabemos adónde vamos cuando la abrimos, todo es bastante misterioso, estamos perdidos, extraviados como el narrador que está confundido entre las habitaciones y entre las noches. Esta sensación de extravío que sentimos desde el comienzo, corresponde más a la novela rusa o inclusive a la novela inglesa. La novedad es que Por el camino de Swann no se ajusta a la tradición de la literatura francesa.
–Esta inadecuación, en 1913, ¿cómo la interpreta en relación con la tradición de la vanguardia?
–Hay que decir que Proust no es un vanguardista y además ¿él se da cuenta del carácter radicalmente diferente de su obra? No es seguro. En 1913 él imagina que La Recherche podía aparecer como folletín en Le Figaro. Sí la percibe como una obra original, pero no es seguro que la viera como incompatible con los periódicos de la burguesía que son los que publicaban las novelas folletinescas. Por otra parte, la mayoría de la gente de su círculo de amigos no simpatiza con la ruptura. El medio en el que él se mueve no es el de Apollinaire, ni el de Cendrars, tampoco el de la Nouvelle Revue Française de la época. Proust es un burgués, es la “ rive droite ” como dijo Gide, no la “ rive gauche ”. Digamos que tiene una posición ambivalente respecto a la modernidad de 1913, porque al mismo tiempo va al ballet ruso y al teatro de Champs-Elysées.
–Al leer La Recherche notamos una percepción de lo real muy singular. ¿Existe algún tipo de relación entre esta percepción y las propuestas que el surrealismo llevaría adelante pocos años después?
–¿Entre Proust y el surrealismo? En realidad no hay mucha relación entre ellos excepto por el hecho de que fue Breton, cuando trabajaba para Gallimard después de la guerra, quien corrigió las pruebas de los libros de Proust. Esto sucedió después de la muerte del escritor. Pero no creo que haya mucha afinidad entre ellos, los surrealistas no se interesaron mucho por Proust como tampoco ningún escritor próximo al movimiento... Bueno, estoy exagerando. Me equivoco porque Philippe Soupault, quien escribió Les champs magnétiques con Breton, lo había conocido en Cabourg cuando era joven. Fue uno de sus primeros lectores. Existe al menos ese vínculo entre Proust y Soupault pero sólo mucho tiempo después éste hablará sobre él y lo alabará. Con todo, hay una gran ruptura que es la guerra de 1914. La primera experiencia de los surrealistas (me refiero a Breton, Aragon y Eluard) ocurre en la guerra. De hecho escribieron sus primeros poemas, que no necesariamente publicaron más tarde, en el frente. Su experiencia moderna es ésta, la de bombardeos y de ametralladoras. Después de la guerra entramos en otro mundo. Se trata de otra modernidad provocada por la guerra. Creo que hay una profunda ruptura de la que la obra de Proust sobrevive. Sin embargo, hay un pequeño momento de purgatorio para él, aquél de los años 20, del surrealismo y del compromiso del escritor.
–Esta ruptura que produce la guerra, ¿tiene alguna relación con lo que usted afirma en su libro Proust entre deux siècles, que Proust es un escritor estéticamente a mitad de camino entre el siglo XIX y el siglo XX? 
–Sí, está a caballo entre dos estéticas, entre dos proyectos. En efecto, podemos decir que hay una tensión en La Recherche entre el proyecto inicial, que volveremos a encontrar en “El tiempo recobrado”, y todo lo que sucede entre los dos. La “novela de Albertine”, el ciclo de la guerra, todo eso empuja la novela a confrontarse con otra realidad, con otra modernidad.
–Con esta misma idea del “entre dos” pensábamos en otro escritor cuya estética pertenece al siglo XX pero que también se inscribe en el siglo XIX. ¿Qué relación podría establecerse entre Borges y Proust?
–Sí, sí, es verdad. Bueno, ni uno ni otro son autores vanguardistas, en ninguno de los dos hay una voluntad de ruptura. Incluso en ambos hay una relación esencial con la tradición, con el modo de conducirla hacia un lugar. Además, existe en ellos el deseo de transformar la literatura. Y esto es así, me gustaría enunciarlo de este modo, a pesar de ellos mismos. Esta es un poco la tesis que sostuve en mi libro Los antimodernos , es decir, los verdaderos modernos son modernos a pesar de ellos, son modernos con cierto sentido de la nostalgia y del pesar. No es gente que cree en el progreso en el arte. Proust no cree en ello y Borges tampoco. En cierto sentido son escritores aún románticos.
-¿Dónde encontramos hoy las marcas proustianas en la literatura actual o contemporánea?
–No creo que esté muy presente, no hubo una gran herencia. Proust es un poco el fin de un gran ciclo novelesco, la suma del ciclo novelesco. No, no creo que haya una herencia enorme…, bueno, todo el mundo leyó a Proust, todo el mundo está marcado por él pero eso no quiere decir que podamos reconocer una descendencia proustiana en la literatura. Y, en el caso de los libros que fueron calificados de “proustianos” después de él, no son textos que hayan perdurado. Los libros de los años 50 y 60, llamados “proustianos”, los hemos olvidado, no han sobrevivido.
–¿Pero realmente todo el mundo leyó a Proust?
–¡Espero que todos los escritores lo hayan leído!
–Porque en la Argentina decimos que todos los escritores leyeron a Borges y no siempre se da el caso...
–Bueno, sí, tiene razón al señalar esto porque actualmente sostengo que uno de los dramas de la literatura es que los escritores no leen más. En realidad exagero al afirmar que todo el mundo leyó a Proust porque no estoy seguro de que todos lo hayan hecho. Deberían haberlo leído. Pero es verdad lo que usted dice, Proust pertenece a una época en la que los escritores aún leían: leían a los otros escritores y a la tradición clásica. Pero hoy en día no tienen más tiempo para leer o para ellos ya no es más esencial hacerlo así que no es seguro que todos los escritores contemporáneos lo hayan leído. Se lo cita mucho, como señalan con el caso de Borges. Incluso en aquella época en la que estaba en una suerte de purgatorio los escritores citaban a Proust: Céline lo ataca y Sartre también. Se lo atacaba, lo que prueba que tenía una cierta importancia. Y hoy en día sí, los escritores citarán a Proust, a Flaubert, a Balzac, pero en una suerte de canon y no porque lo hayan leído…

–¿Y qué podría enseñar hoy Proust a un escritor o a un lector?

–Creo que nos dice muchas cosas. Habla de todos los temas que conciernen la vida humana y la muerte. En el curso que estaba dando en Columbia, hablaba de Albertine disparue y del duelo. Para mí no hay un libro más grande acerca del duelo que éste. El duelo es algo que todo el mundo conoce, que todo el mundo ha atravesado, o que muchos atravesarán, y Proust nos dice algo sobre ello. Nos vuelve sensibles a todos los detalles ínfimos de la vida, al discurso de los otros, sensibles a todo lo que pasa en una conversación, en un intercambio. Hay muchísimas cosas allí para un lector contemporáneo. Ya en la primera página de La Recherche , en esta experiencia del despertar en el medio de la noche, experiencia que a todos nos ha sucedido y en la que nos preguntamos dónde estamos, en qué cama, en qué ciudad, en qué país, en qué mundo. El está atento a todo esto, es una suerte de conciencia atenta a todo lo que sucede alrededor de él.

20.2.14

Diez claves para empezar a escribir

Se acabó el miedo a la página en blanco. El periodista, escritor y profesor José Julio Perlado explica sus consejos imprescindibles para el aspirante a escritor

Consejos básicos: observación, persistencia, perseverancia, lectura a la lata.../metropoli.com
Observación. Para escribir hay que contemplar la realidad desde muchos ángulos, lanzarse a concebir las cosas desde un punto de vista diferente. Los personajes nacen así. Están en la calle, viajan en el metro y pasean con nosotros. Hay que observarlos y saber qué coger de cada uno. Por ejemplo, en Guerra y Paz, Tolstói tomó rasgos de su abuela y de su cuñada para el personaje de Natasha.
Lecturas. Un escritor debe acompañarse de buenas historias durante toda su vida. Primero se lee por curiosidad, luego por conocimiento y, ya más adelante, como escritor, analizando y descubriendo los entresijos del libro que se tiene entre manos. Hay autores inimitables como Valle Inclán a los que no se puede copiar pero a los que no se debe dejar de leer.
Selección de ideas. Virginia Woolf decía que las ideas están en el aire. Hay algunas que mueren pronto, pero son las menos. Las ideas fuertes salen por sí solas adelante. Le persiguen a uno y, al final, no hay más remedio que escribirlas, aunque luego no se publiquen.
Enfrentarse a la página en blanco. Aunque el mismo acto de escribir ayuda a redactar mejor, el escritor debe empezar su trabajo siempre fuera de la mesa, en la calle, paseando, en el autobús... Así no sentirá ese miedo a la página en blanco. Cuando se enfrente a ella, ya tendrá una idea aproximada de qué va a escribir, porque lo habrá meditado durante todo el día.
Autenticidad. Hay que ser espontáneo, original, escribir ajeno a las modas. Cada uno tiene su propia voz. Ante la Puerta del Sol, por ejemplo, cada autor ha expresado la suya propia: Baroja, Azorín, Valle Inclán... Esa visión es única. Además, tal y como decía Pla, no hay que escribir bonito, sino eficaz.
Un cuaderno de notas. Es muy importante un lugar donde apuntar nombres, apellidos u oficios y luego consultarlo a la hora de escribir. Igual que el pintor tiene ya preparados sus pinceles y no se dedica a hacer las mezclas cuando va a pintar, el escritor también debe tener su terreno preparado. Stravinski, a veces, componía, en los aviones pidiendo a las azafatas una servilleta donde anotar fragmentos de una sinfonía. Luego, las pegaba como si fueran piezas de un puzzle.
Soledad. Un escritor es un ser solitario y tiene que acostumbrarse al silencio, un silencio de concentración y de pensamiento. Debe aprender a llevar la soledad cómodamente y evitar escribir en medio del barullo. En esos momentos de alboroto se puede pensar pero no crear.
Toma de perspectiva. Volviendo al ejemplo de la pintura, si un pintor da pasos hacia atrás para contemplar su obra, el escritor también debe dar esos pasos, que pueden ser cinco horas o cinco días. Por eso no hay que corregir en caliente, porque se corrigen errores que, en realidad, no existen. Para retocar el texto hay que leerlo con frialdad. Lo ideal sería que, al final, el escritor al releerlo al cabo del tiempo pensase: ¿quién habrá escrito esto?
Guardar todo. Escribir implica un trabajo, y ese trabajo no se puede tirar a la basura porque ha costado esfuerzo, tiempo y, a veces, disgustos. Es mejor conservarlo y, meses después, el texto hablará por sí solo. Se puede corregir o rectificar, pero nunca tirarlo. Si Tomhas Mann se hubiera desprendido de las ideas que guardó en un cajón durante 18 años, jamás habría escrito una novela como Doctor Faustus.
Paciencia. El escritor no debe impacientarse por publicar. Su trabajo no tiene que llegar a ser un best seller. Los textos, al igual que las plantas, crecen solos pero necesitan tiempo. Lo mismo ocurre con los cuadros. Miró muchas veces bajaba a su estudio de Mallorca, daba unos cuantos trazos y se retiraba. No hay que escribir tenso. El tiempo es el gran aliado del escritor.

19.2.14

Carrère: "Me cuesta acabar los libros"

De niño, Emmanuel Carrère quiso ser arponero de ballenas, pero al final se dedicó a escribir. Hoy es uno de los narradores más relevantes de Francia.  Sus obras son como los relatos de un gran reportero. Novelas de no ficción que dan forma literaria a lo que ocurre a su alrededor, aventuras documentadas con el fin de ser claro para que el lector no especializado lo entienda

Emmanuel Carrère. Escritor francés. No ficción./Witi de Tera./elpais.com
Con su acercamiento a la realidad asaltada como en las ficciones, Emmanuel Carrère se ha convertido en uno de los escritores fundamentales de la Francia contemporánea. Entre la biografía, el reporterismo, la autoficción, ha desarrollado un estilo propio, que ha dejado un buen puñado de libros magistrales, hondos, emocionantes, paradójicos. Es el caso de su fascinante biografía de Philip K. Dick, Yo estoy vivo, vosotros estáis muertos (Minotauro); su gran éxito El adversario, la historia de un supuesto médico de la OMS que no era tal y que, al descubrirse el engaño, asesinó a toda su familia; De vidas ajenas, o el año pasado el gran Limonov (estos tres últimos, en Anagrama), una historia de la Rusia de los últimos 70 años a través del símbolo de un personaje excesivo, poeta maldito, combatiente con los malos en los Balcanes y líder de un partido antisistema, entre punk y nostálgico, por el que se ha convertido en todo un referente de la contracultura en su país. Su óptica desprejuiciada y curiosa, su estilo cristalino, mordaz, directo, le convierte en un grande de las letras europeas que hizo recientemente escala en el Hay Festival Cartagena (Colombia).
Viniendo hacia aquí, por las calles de Cartagena de Indias, me topé con la Alianza Francesa. Participa usted en un encuentro de inspiración británica y el territorio que pisamos tiene fuerte influencia española. ¿Ejercemos desde Europa la guerra colonial por otros medios? En lo que respecta a los franceses, estamos en situación de inferioridad. No nos encontramos en posición de ejercer mucha influencia frente a la preponderancia de la lengua inglesa. Y aquí, menos, por lo español. Somos minoría.
Pero creativamente con buena salud. ¿De verdad lo cree?
No solo lo creo, sino que se lo puedo demostrar. En los últimos años, a principios de siglo, no solo se muestran en racha, sino arriesgados. Usted, Michel Houellebecq, Jean Echenoz, nuevos valores como Laurent Binet, están encontrando nuevos caminos narrativos. Me alegro de oírlo porque generalmente a los franceses nos invade un sentimiento de complejo de inferioridad.
Ya, son ustedes llorones. ¿No lo piensa? Ahora que lo dice, veo que tiene razón.
Comparemos. ¿Cuánto tiempo hace que no le sorprende una novela anglosajona? Me impresionó mucho Canadá, de Richard Ford. No es que sea revolucionario, pero sí una gran novela. Ahora tampoco veo que nosotros los franceses innovemos tanto.
a los franceses nos invade un sentimiento de complejo de inferioridad"
¿En términos de riesgo? Bueno, quizá sí algo más. Sí, es cierto. Me alegro de estar de acuerdo con usted, pero es que pesa tanto esa sensación de que no somos nada. Tampoco es que me importe.
¿No le cabrea? Honestamente, no me lo planteo a menudo, pero ahora que me lo dice, voy a empezar a pensar en ello, de verdad.
Así que le hemos hecho feliz. Pues sí.
Usted, exactamente, ¿cómo define lo que hace? Libros, historias. Evito calificarlo como novela. Ese género lleva el peso de la ficción y lo que yo hago no es ficción puramente, aunque estén escritas como tales, con sus trucos, pero sin inventiva. No es que el material en mis libros sea la vida y en la ficción no, porque también se llenan de vida. Escribí ficción, pero lo dejé, y ahora no lo hago. Tampoco he llegado a este punto después de una reflexión teórica, no es que crea que la novela ha muerto. Las leo, me encantan, pero no me interesa abordar ese género. Ni quiero, ni puedo. Lo que me interesa en este momento se mueve fuera de la ficción. Tampoco me da mucho por la autoficción o lo autobiográfico.
Si Limonov, el protagonista de mi libro, gobernara a usted y a mí nos enviaría al Gulag"
Bueno, esparce su vida en sus libros, con nombre y apellido. Sí, lo distribuyo, pero es porque se va apareciendo naturalmente en el trabajo, cuando se combinan las cosas que me interesan en la vida con lo que estoy tratando. Pero, insisto, sin artificios.
Lo que usted tiene es instinto para saber qué historias pueden interesar a amplios públicos sin que ‘a priori’ puedan resultar atractivas. Por ejemplo, a quién se le podría ocurrir que Limonov fuera un tipo interesante. Sí, en eso estoy de acuerdo.
O simpático, después de mostrarse un ultranacionalista ruso, belicoso, combatiente en los Balcanes con Arkan, menudo angelito. Sabía que a quien se pusiera a leerlo le acabaría por atraer, pero no tenía idea de que le iba a seducir a tanta gente. Más leer un libro sobre un ruso que de entrada no te podía caer bien.
Pero ¿se trata de un libro sobre un ruso o sobre Rusia? Sobre Rusia, esa era mi intención. Un país al que he viajado a lo largo de los últimos 15 años, dedicándole largas temporadas, conociendo a mucha gente, haciendo documentales. Quería escribir algo sobre el país, pero no sabía exactamente qué ni cómo.
¿Y encontró un símbolo? No diría tanto, pero sí un personaje que me permitía contar multitud de cosas acerca de la historia reciente. Mezclé dos esferas. Nunca lo había hecho: la historia y la aventura.
¿Una posmoderna novela de aventuras? Bueno, más o menos. O clásica, con trama, con mucha acción. Estaba obsesionado con incluir ambas cosas, me estimulaba y pensé que si aquello me removía tanto a mí, también les pasaría a los lectores.
Pero existía un problema. ¿Algunas veces sintió ganas de estrangularlo? Bueno, mis sentimientos hacia él iban cambiando.
¿Y ahora? Lo mismo. Había escrito una historia larga en una revista sobre Limonov. Entre los círculos de demócratas que entrevisté, todos me hablaban con gran respeto sobre él. Me sorprendió porque yo tenía la idea de que era un fascista. Así que me intrigó. Después de pasar dos semanas con él casi todos los días, no tenía claro qué pensar. Me encontraba más confundido si cabe, pero decidí comenzar el libro precisamente porque no sabía si iba a ser más incómodo que emocionante. Y cuando terminé el libro seguía igual.
Le entiendo. Lo aprecio, lo respeto, pero es que viene a ser mi auténtico antagonista. Y me alegro de que afortunadamente no tenga posibilidad de alcanzar nunca el poder.
Escribir 'El adversario' fue una experiencia terrible que no repetiría"
Esperemos. Es que si así fuera, a usted y a mí nos enviaría al Gulag, pero, por otra parte, le respeto, porque tiene valor, ha pagado las consecuencias de sus actos. Quise llegar a una conclusión, a una síntesis, en el libro. Después de todo, quería saber si es un buen tipo o no.
Bueno, al final lo compara con Putin. Creo que eso es lo que más le disgusta del libro.
Él puede considerarlo un insulto, pero lleva usted razón. Hay una diferencia. Putin es un hombre de poder, y Limonov, un rebelde.
Pero ambos añoran la idea de la gran Rusia. Sí, ambos son nacionalistas, desprecian la democracia.
Sienten nostalgia del estalinismo… Buenas piezas. Sí, y aun así tengo la impresión de que lo lee gente de sensibilidades opuestas a eso, más como yo que como ellos. Demócratas, defensores de los derechos humanos, del Estado de bienestar, pero se interesan en un tío que cree que nuestros principios básicos son una mierda.
Que se basan en la hipocresía. Nos ve como hipócritas, lo equipara al colonialismo católico en la edad moderna, pero ¿sabe qué?, que no deja de llevar razón en algún aspecto, aunque no nos guste. El hecho de tratar de acercarnos desde nuestra perspectiva a sus posiciones es lo que hacía el reto muy interesante. Me mandó un correo hace unos meses en el que trataba de provocarme contándome que estaba preparando un ensayo sobre los que para él eran los grandes líderes de la época contemporánea: Pol Pot, Gadafi, Sadam Husein, Osama bin Laden… Hombre, trataba de quedarse conmigo, pero, por otro lado, lo decía en serio. Disfruta con esas cosas.
No creo que en Francia corra peligro el respeto a la privacidad de los políticos con el asunto de Hollande"
Así que siguen llevándose más o menos bien. Ah, sí, claro, él está encantado con el libro, le caigo bien y está bastante agradecido. Me comentó que jamás diría lo que piensa sobre ello, pero está contento. Dice que soy el típico burgués intelectual que desprecia, pero es lo suficientemente listo como para darse cuenta de que una historia sobre él firmada por un escritor acólito, a nadie le interesaría.
Desde luego. En Limonov acertó de lleno; en su perfil de Philip K. Dick, también, aunque en principio despiste. Bueno, con Limonov corría un riesgo, tuve en cierta manera que inventármelo, pero el otro personaje ya contaba con dos biografías, tenía su prestigio y seguidores. Pero en mis elecciones no solo cuenta que yo crea que le va a gustar al público, influye que me quiera apetecer pasar dos años de mi vida siguiendo sus rastros. Necesito que me sean ajenos, pero cercanos; tiene que existir un eco mío que resuene en ellos.
Sin embargo, ante Jean-Claude Romand, en cuya historia se basa su libro ‘El adversario’, lo que tuvo que sentir fue terror. Sí, desde luego, mucho, mucho miedo y psicológicamente fue muy duro. Me llevó siete años decidirme a escribirlo, fue una experiencia terrible que no repetiría. En esa historia del hombre que oculta su vida y cuando los suyos se enteran de la realidad los asesina, palpita la muerte por todas partes. En Limonov, pese a sus bajadas a los infiernos, se sobrepone una energía vital.
Lo adoras y lo detestas. Efectivamente, pero lo de Romand era muy desagradable.
¿Le pudo el morbo? Me lo pregunté muchas veces.
Una imagen de Carrère de 1993.
Tiene que haber sido así. Desde luego. En ese proceso en que dudaba si escribirlo o no, me sentía muy avergonzado. Avergonzado por el hecho de que me fascinara, y lo que me tranquilizó fue comprobar que interesaba a tanta gente y que aquello de lo que no me sentía muy orgulloso de experimentar era algo corriente que compartimos mucha gente. No solo trata de una persona que asesina a los suyos. Es la historia de alguien que pasa años mintiéndole a todo el mundo de una forma tan absurda que no puede enfrentarse al hecho de su propia verdad. Nos ocurre a muchos, a veces aunque no en esa dimensión, ni todo el tiempo. Cuando lo descubrí, me liberé.
¿Cómo fue su relación con Romand? Le escribí una carta meses después del asesinato y no me contestó. Me olvidé y me puse con una novela de ficción. Se titulaba Una semana en la nieve. Tuvo su éxito y fue publicada dos años después. Fue entonces cuando él me contestó. Me dijo que había leído esa novela, que le había gustado y que la historia le recordaba a su niñez. Que si seguía interesado, no había problema. Me sorprendió, no me lo esperaba. Le vi tres o cuatro veces, no mucho.
Cuando salió el libro, ¿qué le dijo? Se lo mandé para que lo leyera antes de imprimirlo con la condición de que no podía cambiar nada. Fui a la cárcel a verle unas semanas después. Esperaba alguna reacción suya, pero no ocurrió nada. Se mostró…
¿Frío? Educado… Elogió mucho lo escrito, aunque se mostró en desacuerdo en algunas cosas, pero le pareció honesto. Y después, nada. Eso duró 15 minutos, las dos horas siguientes –cuando vas a visitar a alguien a prisión te quedas todo el tiempo– las dedicamos a tratar cosas banales: programas de televisión, esos temas. Muy raro.
¿Qué aprendió de aquello? Lo que le comenté sobre el género humano, y quien lo niegue es estúpido.
O miente, lo prueba el éxito que tuvo. ¿Le sorprendió? Honestamente, no. Lo que me dio fue confianza y seguridad de que al escribir sobre algo tienes que sentir a priori eso, algo de reparo. Eso te identificará con tus lectores.
Lo que le une a esos personajes que busca es su espíritu contradictorio. En ‘Limonov’ cuenta usted cómo en su juventud era un buen chico de derechas y ahora se ha vuelto todo un socialdemócrata. El viaje suele hacerse al revés. Al menos en España. ¿De verdad lo cree?
Sí, hay un dicho que lo resume: “A los 20, incendiario; pero a partir de los 40, bombero”. Me dan mucho miedo esas definiciones de izquierda y derecha. Más después de mi inmersión en Rusia. Cuando eres un nostálgico del estalinismo, ¿qué te consideras? ¿De derechas o de izquierdas? Bueno, yo creía que el derechismo –no era un facha, ni mucho menos– me hacía más dandi. Lo contrario a lo que pensaba la mayoría de la gente de mi edad. Ahora no es que me considere de izquierdas. Un socialdemócrata no radical de esos a los que Limonov pegaría: soy un demócrata, creo en nuestro sistema con sus imperfecciones, pero encuentro muchas dificultades para decidir a quién votar.
Usted es todo un ‘bobo’, como dicen en Francia: un ‘bourgeois bohemian’, que es lo que en España llamaríamos ‘pijo progre’. Bueno, están por todas partes, una clase que se extendió por los barrios periféricos acomodados, que viven allí, votan a Hollande…
Aunque no tengan tanta vida exaltada en términos amorosos. ¿Y usted? Noooo. Pero, bueno, lo mejor que puedes hacer en la vida es ser consciente del cliché al que perteneces en vez de evitarlo. Mi vida es la de un típico bobo, sí, pero me siento a gusto con ella. Afortunado, vivo de lo que me gusta, un privilegio. Y ya. Con la diferencia de que me interesa mucho la existencia de aquellos que no tienen nada que ver conmigo.
Pero le costará meterse en otras pieles. Es que no creo que deba hacerlo. Debemos retratar a esa gente desde nuestro propio lugar, incluso reafirmándolo. Una vez observé a una niña a quien su madre corregía y le decía que no debía comportarse de determinada manera y aprender a ponerse en el lugar de otros. Y ella respondió: “Sí, pero si me meto en su sitio, ¿adónde van ellos?”. Me pareció muy sabio.
¿Nos ponemos en el lugar de Hollande? ¿Cómo?
Mucha gente lo critica por el hecho de que cuando se experimenta una pasión amorosa, uno no tiene la cabeza y el cuerpo como para presidir un país. Pues eso parece.
¿Cree que Francia, que siempre ha defendido la esfera íntima de sus cargos públicos, resentirá esa cualidad que les diferencia tan bien de otros? No, no lo temo. Lo que me interesa de este caso es la posición de Valérie Trierweiler, a nadie le cae bien, lo cual es terrible, porque debe de estar sufriendo muchísimo y a nadie le importa. Cuando ella irrumpió, a todo el mundo le pareció de lo más moderno que no estuvieran casados y demás. Pero ahora que ha aparecido una mujer más joven, la repudia de la manera más arcaica y de pronto la coloca en un espacio absolutamente humillante porque no goza de ninguna protección legal. Resulta tan curioso que se da la vuelta y te hace pensar que es mejor casarse. Me tiene impactado.
¿Le cae mejor ella ahora? No, igual. Nunca me llamó mucho la atención, pero es esa consecuencia paradójica del asunto la que me sorprende.
Ahí tiene una historia sin claro final. Me cuesta acabar los libros.
Es que no tienen fin. No hay final posible. Lo bueno es que los lectores sigan escribiéndolos por su cuenta. Sin duda. Pero no dejo de obsesionarme por ello.

También guionista

(París, 1957). El éxito internacional le llegó con El adversario, llevada a la gran pantalla como ya había ocurrido con Una semana en la nieve, que le valió el Premio Fémina y el Premio Especial del Jurado en Cannes en 1998 en su adaptación cinematográfica. Le siguieron Vidas ajenas y Limonov, un acercamiento a su obsesión rusa, inspirada desde muy joven por su madre, Hélène Carrère d’Encausse, reconocida sovietóloga. Ha oscilado como un péndulo entre la narrativa y el cine, como guionista y realizador. Mordaz y directo, Carrère ha tenido un brillante recorrido literario desde que debutó con L’amie du jaguar en 1983. Sus biografías sobre Werner Herzog o Philiph K. Dick revitalizaron el género.

Taiye Selasi: "No soy africana ni americana: soy ‘afropolita"

La escritora es una de las estrellas emergentes de la literatura Su primera novela, Lejos de Ghana, se publica en España

La escritora Taiye Selasi vive en Roma. /Nancy Crampton./elpais.com
Taiye Selasi es el más claro ejemplo de esa realidad bautizada por ella como “afropolitismo”: nació en Londres hace 35 años, se crió en Massachusetts, es hija de un cirujano ghanés y una pediatra nigeriana y estudió en Yale y Oxford. Con el apoyo de Toni Morrison y el empuje del poderoso agente Andrew Wylie, conocido por su ferocidad como El Chacal, se ha convertido en una estrella emergente de la literatura. Su primera novela, Lejos de Ghana (Salamandra), cuenta la historia de los Sai, una familia afroamericana rota por el abandono del padre.
En el Trastevere, el barrio de Roma donde vive desde hace tres años, la conocen como la scrittrice y en un elegante local de copas de Piazza Spagna han bautizado con su nombre un cóctel: “Lleva vodka, jengibre, ingredientes secretos y mucho amor”. En la terraza de su ático está el estudio acristalado donde escribe. Rodeado de luz, con vistas espectaculares sobre la ciudad y entre los chillidos de las gaviotas, bien podría ser un faro. Desde hace unos meses, Selasi alterna la soledad de su trabajo con el reality televisivo donde participa como jurado, Masterpiece, en el que aspirantes a escritor compiten para publicar un libro y conseguir fama y dinero.
 En el reciente Festival del Libro de Jaipur, en India, calificó de absurdo el concepto de novela africana y reivindicó otro término: afropolitismo. ¿Qué significa exactamente?
 En 2005, escribí un ensayo donde describía el origen de una noción más flexible de identidad. El afropolitismo define a jóvenes de origen africano con una identidad híbrida, como mi hermana y yo. Mi padre nació en Costa del Oro, que en 1957 se convirtió en Ghana, estudió en Escocia y terminó trabajando como cirujano en Arabia Saudí. Los abuelos de mi madre eran un misionero escocés y una mujer yoruba, ella se crio entre Londres y Lagos y conoció a mi padre cuando ambos estudiaban Medicina en Zambia. Mi hermana melliza y yo nacimos en Londres y crecimos con el sentimiento de ser de todas partes, no sólo nigerianas o británicas o americanas.
Nacida en Londres, pero residente en Roma, triunfa con ‘Lejos de Ghana’
 ¿Y esa nueva identidad no modifica la definición de ser británico o ser americano?
Sin duda. Los grandes cambios que trajo el colonialismo son especialmente visibles, no en los jóvenes países que surgieron a continuación, sino en París, Londres, Bruselas… Cuando sales al mundo y lo colonizas, a continuación el mundo entra en tu casa. Si no quieres incluir a escritores indios, nigerianos o jamaicanos en tu definición de literatura británica, no deberías haber colonizado India, Nigeria y Jamaica. Hablamos de lo británico como si solo significara té, la reina o ser blanco, y eso es absurdo. Lo británico se ha vuelto “marrón”.
 ¿Marrón?
Me niego a utilizar el término “negro”. Referirse a alguien por el color de su piel no es algo neutral e inofensivo. Al contrario: perpetúa el engaño de la existencia de una raza negra. Creo en el poder de la lengua para cambiar el pensamiento. James Baldwin decía que uno escribe para cambiar el mundo, aunque el cambio sea mínimo. Hablar de gente marrón produce cuanto menos extrañeza: ¿por qué no dice negro?
No hablo ninguna lengua como un nativo. Mi país es mi hermana melliza”
Usted, una afropolita, estudió en Estados Unidos. ¿Sintió una proximidad especial con la cultura afroamericana?
Desgraciadamente el mito de la raza es una parte dominante de la vida y de la cultura popular en Estados Unidos. Cuando llegué a Yale, entré a formar parte de la categoría de estudiantes negros de la universidad. Sin embargo, en un estudio reciente se mostraba que alrededor del 70% de esos estudiantes son inmigrantes de África o de las Indias Occidentales. Asumir que alguien que creció en Nairobi ha de congeniar con alguien que creció en Brooklyn por el color de su piel no tiene sentido. Dicho esto, sé que todo lo que han conseguido los inmigrantes africanos en EE UU ha sido posible gracias a los afroamericanos. Mi madre estudió en Harvard porque era una mujer brillante y porque trabajó muy duro, pero también porque, muchos años antes, otra persona de piel marrón consiguió entrar en esa institución en circunstancias muy duras.
Ser de todas partes y al mismo tiempo ninguna, ¿no la condena al desarraigo?
 Identificar desarraigo con inmigración resulta engañoso. El arraigo es un sentimiento que nace de lo local y no de un país en su conjunto. Yo me siento en casa cuando voy a Accra, la capital de Ghana: el olor, la comida, las calles, mis amigos, mi madre, que vive allí desde hace 13 años, mi padre, que es ghanés… Pero eso no me sucede en otra ciudad, como Kumasi. Eso es algo universal. Mi abuela vive en Málaga desde hace muchos años, es una gran bailaora de flamenco y hace unas paellas buenísimas. Para ella eso es su España.
Pero para un escritor, ¿la patria no es su lengua?
Yo no hablo ninguna lengua como un nativo del país. En Ghana, en Italia y hasta en EEUU, la gente me pregunta de dónde soy. Mi madre tiene un acento británico muy marcado y fue ella quien me enseñó a hablar. En realidad, mi auténtico país es mi hermana. Lo más hermoso de tener una melliza es que por extraño que fuese el mundo en el que nací, no llegué sola.
Entre los estereotipos que existen en torno a África está la potente sexualidad del hombre africano. Sus personajes masculinos son amantes asombrosos…
Soy Escorpio, el signo más sexual del zodiaco. El sexo es una metáfora maravillosa de la experiencia humana: el deseo de unión, la búsqueda de un hogar, la separación… Explica el resto del drama humano; me interesa mucho, pero como cuestión humana, no relacionado con un continente de forma sociológica o antropológica. Eso no quiere decir que no sea consciente de que existe una inmensa mitología retorcida acerca de la sexualidad del africano.
 Su agente literario, Andrew Wylie, es famoso por su ferocidad y su eficacia. ¿Cómo lleva trabajar con él?
 Andrew es un hombre muy dulce. Le envié las cien primeras páginas de mi novela. Estaba tan nerviosa que escribí mal su apellido en el sobre, pero lo corregí a tiempo. Él se iba a Londres y leyó el manuscrito en el avión. Eso fue un jueves y el lunes siguiente me reuní con él. Me dijo que podía vender la novela sin que yo la terminara antes y así hizo. Pero las expectativas eran tan altas que no pude seguir escribiendo. Dejé Nueva York y vine a Roma para acabar la novela. Debo mi supervivencia como creadora a esta ciudad.

17.2.14

Saviano: "Me he arruinado la vida"

 El escritor italiano, autor del aclamado libro sobre la mafia  Gomorra , regresa con  CeroCeroCero , un viaje por el negocio de la cocaína a uno y otro lado del Atlántico

Roberto Saviano, autor italiano de CeroCeroCer./elpais.com
El sueño de cualquier joven periodista de raza debe de parecerse bastante al perfil de Roberto Saviano: una mirada limpia y buen olfato para descubrir las historias, habilidad y simpatía para tratar con las fuentes, valentía para meterse en la boca del lobo y una pluma capaz de convertir cualquier reportaje en buena literatura. Si, además, con 26 años se logra escribir un libro como Gomorra, del que ya se han vendido más de 10 millones de ejemplares en todo el mundo, el sueño parece redondo. Hasta que se lee la dedicatoria de su nueva obra, CeroCeroCero, un viaje de casi 500 páginas por el negocio de la cocaína a uno y otro lado del Atlántico que en España publicará la próxima semana la editorial Anagrama: “Dedico este libro a todos los carabineros de mi escolta. A las 38.000 horas pasadas juntos. Y a las que todavía hemos de pasar. Dondequiera que sea”. Esta conversación con Roberto Saviano (Nápoles, 1979) tuvo lugar en el sótano de un hotel de Roma. Por supuesto, bajo la atenta mirada de sus guardaespaldas.
 Después de que la mafia napolitana lo condenara a muerte, obligándole a enterrarse en vida, ¿por qué ha seguido escribiendo sobre los mismos asuntos?
 Me gustaría responder a la pregunta con una frase heroica del tipo: continuo escribiendo porque creo en la verdad, porque no han conseguido amedrentarme, pero me sentiría un poco ridículo porque dentro de mí no es la verdad. O mejor, porque la verdadera respuesta es: estoy obsesionado. Estoy obsesionado porque una vez que me encontré de frente con la historia de las mafias ya no pude, físicamente incluso, resistirme a seguirla. Sabía que si continuaba escribiendo me iría peor en la vida. No solo por la cuestión de las amenazas, sino porque la mayoría de las personas citadas en el libro intentarían denunciarme por difamación. Pero es más fuerte que yo. Es una especie de adicción. Una manía. No es el pensamiento puro de: es justo luchar por la verdad. Porque estoy totalmente convencido de...
 ¿De que fue un error?
 Digámoslo todo: yo no creo que sea noble haber destruido mi propia vida y la vida de las personas a mi alrededor por buscar la verdad. Desde lejos puede parecer noble: ah, qué cosa más bella. Pero yo, que lo he hecho, no siento que sea noble. Es más, me digo: tal vez podría haber hecho lo mismo, con el mismo compromiso, con el mismo coraje, pero con prudencia, sin destruirlo todo. Pero he sido impetuoso, ambicioso, y me he arruinado la vida.
 ¿Hasta ese punto?
Hay que tener en cuenta que no puedo disponer de mi vida sin pedir autorización. Ni salir cuando quiero, ni entrar cuando quiero, ni frecuentar a las personas que quiero sin tener que esconderlas para que no sufran represalias. Yo a veces me pregunto si no terminaré en un hospital psiquiátrico. En serio, ¿eh? Yo ahora tengo necesidad de psicofármacos para seguir adelante y jamás antes los había necesitado. No abuso de ellos, pero de vez en cuando tengo necesidad. Y este asunto no me gusta nada. Por eso espero que esto termine algún día.
 ¿Ha valido entonces la pena pagar un precio tan alto?
No. Y sé que cuando lo digo alguien puede pensar: qué cobarde. Vale la pena buscar la verdad y vale la pena llenar hasta el fondo, pero protegiéndote. Mi drama interno es: podría haber hecho todo esto pero sin poner en riesgo todo. Porque, ¿cual es el problema aquí? Si tu antepones un objetivo, la verdad, la denuncia, a cualquier otra cosa de tu vida, te conviertes en un monstruo. Un monstruo. Porque todas tus relaciones humanas y profesionales están enfocadas a obtener la verdad. Tal vez el fin sea noble, una cosa generosa, pero tu vida no se convierte en generosa. Las relaciones se convierten en terribles.
 ¿Por qué?
Porque has decidido sacrificar todo sobre el altar de la verdad. Cuando he empezado a hacer esto no me he dado cuenta. Y en libro lo digo: no vale en ningún caso la pena renunciar a la propia felicidad por un objetivo que consideras superior. Vale la pena hacer lo que se debe pero buscando defenderse.
 ¿Se ha planteado volver atrás? ¿Escribir de otros asuntos?
Es difícil. Tal vez lo intentaré. Pero el problema verdadero es que cuando has llegado a este punto de notoriedad, si vuelves atrás te arriesgas a tirar por la borda todo lo que has hecho. Y aquí surge la voz de la ambición: ¿cómo voy a tirar al mar todo este trabajo, todo lo que he conseguido? Y luego surge otro debate: todo esto me aprisiona, pero a la vez da sentido a mi vida. Aunque también tengo ante mí el reto de que no solo soy un escritor de crimen. Quiero hacer literatura.
En CeroCeroCero lo ha conseguido.
Sí, creo que sí, mi objetivo es escribir de cosas reales con estilo literario. Ha sido difícil, porque cuando se habla de Latinoamérica desde aquí se tiende a ver solo la parte sangrienta, de la masacre, como si todo fuera un gran caos. Yo en cambio he intentado demostrar el orden mexicano, no el desorden mexicano. Lo científico del asunto. No ha sido fácil.
¿Qué similitudes hay entre el crimen organizado en México y en Italia?
Muchísimas. Más que entre Colombia e Italia. Porque la estructura, la gestión del territorio, es muy parecida. Por eso he empezado el libro con una lección que da el capo italiano a los latinos de Nueva York. Sustancialmente, les advierte: si vosotros queréis el poder tenéis que saber que algún día lo pagaréis. Si alguna vez habéis pensado que podéis ostentar el poder y luego salir libres, estáis equivocados. Esta es la filosofía de la infelicidad que está en la base de todas las organizaciones.
 Con motivo del libro ha regresado a Nápoles después de muchos años. ¿Qué sensación ha tenido?
Al principio tenía miedo. He intentado inventarme cualquier caso para irme. Me preocupaba molestar a la ciudad, a la gente, que dijeran basta. Y en cambio me encontré con miles de jóvenes felices de saludarme,personas que querían tocarme y acariciarme, que me cogían las manos y me decían: “Tranquilo, estás aquí”. Fue emocionante. Antes solo había vuelto para ir a los tribunales.
 ¿Cómo se ha encontrado su ciudad?
Peor. La crisis la ha golpeado todavía más. El sueño del napolitano sigue siendo sobrevivir y emigrar.
Todas las palabras de Saviano, aun las más dramáticas sobre su vida, fueron pronunciadas con una sonrisa en los labios.

15.2.14

Ramírez: "la literatura latinoamericana actual se nutre de lo normal"

La literatura trata sobre los individuos, y cuando se ven afectados por grandes fenómenos sociales que irrumpen en su vidas, adquieren categoría literaria, según señaló

  Sergio Ramírez, autor nicaragüense, se nutre de la realidad social para escribir./lainformacion.com

La literatura latinoamericana actual se nutre de la normalidad y refleja situaciones como el narcotráfico o la inmigración hacia Estados Unidos, mientras antes se inspiraba en dictaduras personales como las de Trujillo o Somoza, afirmó hoy el escritor Sergio Ramírez.
La creación literaria "siempre ha estado vinculada a la realidad latinoamericana, se ha convertido en una cámara de resonancia de esa realidad, es un mundo aparte, una realidad paralela", pero toma todos los elementos del exterior, considera el escritor, de visita en la isla española de La Palmas de Gran Canaria, invitado por la Cátedra Vargas Llosa.
La literatura trata sobre los individuos, y cuando se ven afectados por grandes fenómenos sociales que "irrumpen en su vidas, adquieren categoría literaria", según señaló el también exvicepresidente de Nicaragua durante una rueda de prensa.
Ramírez se considera a sí mismo un escritor realista, "al estilo de Flaubert". Porque, agregó: "no puedo desvincular la literatura de lo que está sucediendo a mi alrededor o de lo que ocurrió alguna vez en la Historia, de donde salta un personaje o salta algún acontecimiento novelable, se trata de vestir y desvestir a los seres humanos".
"Las pasiones humanas son siempre las mismas, el amor, la locura, los celos, la ambición de poder", y para un escritor no se trata más que de tomar sus modelos contemporáneos y traspasarlos a otras épocas.
En su obra "Margarita está linda la mar" (1998) quiso reflejar la soledad y el poder a través de dos acontecimientos históricos, el regreso de Rubén Darío a Nicaragua y la conspiración contra el dictador Anastasio Somoza.
Son hechos que en la obra literaria se alteran y algunos de ellos "están mejor en la novela que en la realidad", a juicio de Ramírez.
En cuanto al protagonismo social de los escritores, considera que "los modelos políticos han fracasado, o no son como los veíamos antes", lo que ha llevado a una crisis de compromiso por parte de los intelectuales, aunque siempre se debe defender la democracia.
Ramírez se refirió a la situación política actual de Nicaragua y la perpetuación en el poder con un régimen presidencialista que mina la democracia.
Preguntado sobre los recortes económicos que se aplican a la cultura, Ramírez cree que "es lo más débil que hay, nadie la defiende" y en Latinoamérica sufre las políticas que impone el Fondo Monetario Internacional.
A su juicio, la premisa económica según la cual "sin disciplina fiscal no puede haber desarrollo, es una gran falacia", porque en Nicaragua, por ejemplo, se mantienen los ajustes pero no hay una redistribución de la riqueza y en los últimos años han crecido las grandes fortunas mientras que la pobreza ha aumentado
"No hay cambios estructurales, eso de que los planes de ajuste automáticamente van a producir bienestar es una gran falacia", aseguró el escritor.

13.2.14

Álvarez Gardeazábal: "Escribí esta novela para poder morir tranquilo"

No sólo tuve que leer de muchos temas desconocidos para mí, sino que llegó un punto en que contraté un par de teólogos para que me hicieran unas investigaciones fundamentales y poder abordar el tema. Mientras la escribía mataron al par de curas de Bogotá y Ratzinger renunció, así tuve que cambiar la estructura una y otra vez

Gustavo Álvarez Gardeazábal, autor colombiano de La misa ha terminado./elespectador.com




Portada La misa ha terminado.

¿Por qué ahora contra la Iglesia católica y sus curas?
Porque para poder morirme tranquilo me hacía falta cerrar mi ciclo novelístico de radiografiar las distintas manifestaciones del poder tocando el tema de la Iglesia... la intocable.
¿Cómo surgió la idea de escribir  La misa ha terminado?
Siempre dije que me faltaba la novela de la Iglesia, y tuve necesidad de dejar pasar el tiempo y que surgieran elementos y me nutriera de muchas cosas que no sabía. No sólo tuve que leer de muchos temas desconocidos para mí, sino que llegó un punto en que contraté un par de teólogos para que me hicieran unas investigaciones fundamentales y poder abordar el tema. Mientras la escribía mataron al par de curas de Bogotá y Ratzinger renunció, así tuve que cambiar la estructura una y otra vez.
¿Cuánto tiempo te tomó el proceso de redacción y corrección de la misma?
Si fuera como las señoras de ‘La Luciérnaga’, para decir verdad diría que toda la vida...
¿Para poder vender una novela como esta hay que recurrir al escándalo?
El problema para mí no ha sido vender novelas, el problema para los escritores colombianos es que alguien se atreva a editar más de 300 ejemplares con sólo leer los originales y un editor serio como la Universidad Autónoma Latinoamericana no escoge los textos por escandalosos sino por vibrantes, por contemporáneos y por interesantes. El tema gay de la iglesia no lo escogí yo para hacer escándalo. El escándalo lo está haciendo la iglesia por estos días destapando sus entrañas gay.
¿Fernando Vallejo —dicen por ahí— hace uso de sus peroratas para vender más sus libros?
Yo edité una perorata cuando quise ser gobernador del Valle. Ahora no tengo que ir a hablar a ninguna parte, físicamente no puedo pararme en una esquina como arte ni ponerme detrás de un micrófono para dictar más de 15 minutos seguidos de conferencia... me ahogo y se me va la vida.
¿Por qué ha habido sacerdotes que han apoyado su novela?
Porque hay un grupo cada vez más creciente de curas católicos que creen que el cáncer de la corrompisiña que carcome la Iglesia con el lobby gay sólo se extirpa radiografiándolo, como hago yo en La misa ha terminado.
¿Cuáles han sido las primeras reacciones de otros clérigos al respecto?
De todo tipo. Hay uno que me está escribiendo todos los días enviándome fragmentos del Evangelio para aplicar a mi redención.
¿La novela quiere desnudar un poco la Iglesia que la gente no conoce?
Nooo... desnuda la Iglesia que todo el mundo sabe que existe pero nadie se había atrevido a mostrar.
¿Puede ser considerada una novela de denuncia contra la Iglesia y sus sacerdotes?
No hay la menor duda.
¿Todos los personajes, aunque son ficciosos, vienen de una realidad cercana a usted?
En todas mis novelas he confundido la ficción con la realidad y me pego unas trasteadas de padre y señor mío.
¿Es verdad que ya ‘piratearon’ la novela en Medellín?
A los cuatro días de salida ya la estaban vendiendo en Junín con La Playa.
Nota bene. Aquí en Bogotá, ya se consigue. Como dice una gran amiga, en el ágachese.