19.6.15

Textos inéditos de Saramago: su creatividad íntima

El Nobel portugués anotaba sus dudas y el proceso de escritura de sus novelas. A los cinco años de su muerte, se publica el making of  de Ensayo sobre la lucidez

El escritor José Saramago, en la playa Quemada de Lanzarote, en la que se proyectó un plan urbanístico al final paralizado, en una imagen de 2007. / Pedro Walter ./elpais.com

Anotaba cuándo se le ocurría una idea para empezar una novela. Podía ser de madrugada o viajando en tren. Expresaba sus dudas sobre la calidad de lo que llevaba escribiendo o manifestaba su desconfianza sobre el interés de una trama cuando él mismo se había hastiado urdiéndola. José Saramago solía apuntar todo, incluso cuando de repente decidía cambiar el título de una novela hasta que el juicio de su mujer, Pilar del Río, le hacía desistir y volvía a su plan original.
Así pasó con Ensayo sobre la lucidez, del que hoy, justo cuando se cumplen cinco años del fallecimiento del premio Nobel de Literatura de 1998, EL PAÍS publica en exclusiva una serie de textos inéditos en castellano (en portugués lo hace la revista Blimunda de la Fundación Saramago). Son notas del autor en 2003 durante la redacción del libro publicado un año después que muestran el proceso creativo del autor, la construcción del relato, el cómo se hizo la novela (lo que en el cine se denomina making of).
Saramago (Santarém, Portugal, 1922-Lanzarote, 2010) narra en Ensayo sobre la lucidez (publicado por Alfaguara) la historia de una ciudad cuyos habitantes deciden votar mayoritariamente en blanco, lo que provoca la reacción virulenta del Gobierno. Estos son algunos fragmentos de las notas del autor traducidas al castellano por Roser Vilagrassa [Los textos íntegros están publicados en un documento adjunto en esta información]:

4 de febrero de 2003

“La noche del 30 al 31 de enero me desperté a las tres de la madrugada con la idea repentina de que, por fin, ya tenía el tema para una nueva novela, que ya andaba buscando de manera más o menos consciente. Se trata de esa “revolución blanca" de la que hablé en Madrid y Barcelona durante la presentación de El hombre duplicado, del voto en blanco como única forma eficaz de protesta contra el loado sistema “democrático” que nos gobierna. Por si fuera poco, también tuve la súbita, la instantánea certeza de que dicho libro, en caso de que llegue a existir, tendría que llevar el título de Ensayo sobre la lucidez, como si el hecho de votar en blanco en la presente situación del mundo fuera un acto exactamente contrario a aquellos, o a la mayoría de aquellos, que se cometían en Ensayo sobre la ceguera. Durante esos días, la convicción de haber acertado de lleno era cada más fuerte (...)”.

17 de marzo

“(...) He llegado a la conclusión de que el título de la novela determina que los personajes sean los mismos que habitaron el otro Ensayo, el de la ceguera. Probablemente no todos. He pensado que la mujer del primer ciego se habría divorciado del marido y que la madre del niño estrábico aparecería y se ocuparía de él. Los demás, la mujer del médico y el marido, la chica con las gafas de sol y el viejo del parche negro se mantienen. También el perro de las lágrimas, que cerrará el libro con la mujer del médico muerta a su lado, asesinada por aquellos que decidieron que todo debía volver a ser como en los buenos viejos tiempos (...)”.

29 de marzo

“El primer capítulo empezará con la descripción (sumaria, claro está) de la tormenta y el viento que cae sobre el país. La televisión y la radio apelan a la conciencia cívica de los electores para que no se queden en casa pese al mal tiempo. Usar la palabrería insustancial propia de las ocasiones patrióticas. Entrar en casa de los personajes principales: la mujer del médico y el marido (también el perro, que vive con ellos), la mujer divorciada del primer ladrón, la chica de las gafas de sol y el viejo del parche negro, y el niño estrábico (la madre nunca llegó a aparecer, ¿o sí?), el escritor y la familia (¿toda?, recuerdo que estaba casado y creo que tenía hijas). A las cuatro de la tarde salen todos para ir a votar (también saldrán los habitantes que aún no habían votado). Descripción de la caminata bajo la lluvia. Barrios inundados, bomberos, barcos. La radio y la televisión se apresuran a transmitir la noticia del inopinado acontecimiento: los electores de la ciudad X están dando un extraordinario ejemplo de civismo, arrostrando la tormenta para cumplir con su sagrado deber (...)”.

19 de abril.

Sobrevolando el Mediterráneo.

“La idea de que los personajes de la Ceguera reaparezcan en Lucidez me parece cada vez mejor. Así como el título del nuevo libro ya sugiere una continuidad, la presencia de los personajes lo confirma definitivamente. En la mente de las autoridades perplejas surgirá la sospecha de que la mujer que no perdió la vista en la Ceguera podría tener algo que ver con el nuevo ‘fenómeno’. Como consecuencia lógica, esta sospecha se extenderá a aquellos a quienes ella había guiado. Así como la novela anterior obedecía escrupulosamente a ‘cierta lógica’, esta no podrá quedar atrás (...)”.

3 de junio.

Día en que Sophia de Mello Breyner gana el Premio Reina Sofía de poesía iberoamericana

“El final no será como se ha descrito más arriba. La mujer del médico será asesinada, pero no en el balcón de la parte de atrás de su casa. La matarán en un jardín donde había llevado a pasear al perro de las lágrimas. El perro empezará a aullar y también lo matarán. Los ciegos se preguntarán: ¿Has oído algo? Dos tiros, Pero también un perro que aullaba, Ya se ha callado, habrá sido el segundo tiro, Menos mal, porque el aullido de los perros me afecta a los nervios”.

Las obras y las ideas del Nobel siguen vivas

JAVIER MARTÍN, Lisboa
A los cinco años de su desaparición, José Saramago está muy presente. En todo el mundo han aumentado los libros sobre él, las representaciones teatrales, las traducciones, las cátedras y las muestra y hasta se publicó, póstumamente, Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas. “Nos llama la atención”, explicó ayer Pilar del Río, viuda del escritor y directora de la Fundación Saramago en Lisboa, “que, sin iniciativa nuestra, muchas televisiones recuerdan esta fecha”. En Italia se prepara una ópera a partir de Las intermitencias de la muerte, y en São Paulo, la mayor muestra sobre el autor en el Museo de la Lengua Portuguesa. Hoy, la Fundación estrena el documental Un humanista por casualidad escritor, del brasileño Leandro Lopes. Y se ultima un guion sobre El fin de la paciencia, una obra jamás representada.
Sus ideas tampoco han muerto. En 1998, el primer premio Nobel portugués propuso en su brindis en la cena de la Academia sueca crear la Declaración Universal de los Deberes Humanos. “No parece que los Gobiernos hayan hecho por los derechos humanos todo aquello a lo que, moralmente, cuando no por fuerza de ley, estaban obligados. Las injusticias se multiplican en el mundo, las desigualdades se agravan, la ignorancia crece, la miseria se extiende”.
Aquel brindis al sol lo ha recogido, 17 años después, la Universidad Autónoma de México, que el próximo miércoles organiza un congreso sobre su idea de los Deberes Humanos. La web Prospectivas del Mundo de la UNAM ha recogido ideas, e intelectuales de todo el mundo debatirán sobre el futuro que nos aguarda o, en su defecto, que nos guardan. “A José no le gustaba que lo clasificaran como intelectual”, recordó Pilar del Río, “él era un humanista, pero un humanista compasivo”.
Bonus: A partir de julio y agosto en el Café Literario Bibliófilos de la Biblioteca Pública Virgilio Barco, se leerá la obra La balsa de piedra. Los invitamos. Acompañados de un café gratuito.

18.6.15

Los bebés milagro de Mauthausen

Eva Clarke nació en una carreta llena de mujeres muertas en el campo austriaco

Eva Clarke, una de las protagonistas del libro  Nacidos en Mathausen, nacida en ese campo de exterminio. / Carlos Rosillo./elpais.com
Josef Mengele retorció los pechos de Anka Nathanová para comprobar si estaba embarazada. Los 30 kilos que pesaba cuando entró en Auschwitz impidieron que descubriese el feto que llevaba en sus entrañas. Su hija, Eva Clarke, llegó al mundo en una carreta llena de mujeres muertas o enfermas de tifus a las puertas de Mauthausen, adonde fue trasladada su madre desde el campo en Polonia tras viajar durante 16 días en uno de los trenes de la muerte, comiendo apenas unas migas de pan y bebiendo unas gotas de agua. Envolvió al bebé en papeles de periódico y así estaba cuando los soldados americanos liberaron el campo de concentración. Con esta dramática historia, cualquiera podría pensar que la sonrisa no aflorase nunca en su rostro. Sin embargo, Clarke sonríe y sus intensos ojos azules se iluminan cuando habla de Anka. Aprendió a no odiar de su madre, una mujer, según la describe su hija, “fuerte, luchadora. No quiso nunca que el odio se apoderase de ella porque un sentimiento así se lleva lo bueno que hay en el ser humano y se apodera de ti. Ella decía que no había tiempo para lamentaciones cuando tienes que criar a un bebé”. Anka Nathanová se licenció en Derecho por la Universidad Carolina de Praga antes de ser deportada al campo de concentración de Theresienstadt, en la República Checa, y de allí a Auschwitz. Murió a los 96 años.
Esta historia, junto a las de Hana Berger y Mark Osly, otros dos bebés que nacieron y sobrevivieron en un campo de concentración, son las que cuenta la escritora Wendy Holden en la novela Nacidos en Mauthausen (RBA). La obra es un homenaje a la vida de Priska Löwenbeinová, Rachel Friedman y Anka Nathanová, tres mujeres que parieron a sus bebés escondiéndolos de los alemanes y los mantuvieron vivos hasta la liberación de los campos. Clarke siempre quiso que el mundo conociese la historia de su madre: “Fueron mujeres que sobrevivieron a las circunstancias más adversas. Ella solía decir que la vida no te dé todo lo que puedes soportar. El ser humano lucha frente a todo, y más si tiene un hijo al que proteger”. El destino de las mujeres embarazadas en los campos estaba claro: la cámara de gas o los experimentos de Mengele.
Derribo del símbolo nazi en el campo de Mauthausen, tras su liberación.
Nathanová educó a su hija en el respeto a los demás, le enseñó a no juzgar a todos por igual. Ella aprendió bien esta lección de vida. “Cuando era joven llegué a tener tres novios alemanes, pero no todos al mismo tiempo. A mis padres no les hacía ninguna gracia, me lo dijeron después, sabían que si se oponían iba a ser mucho peor. Además a mis abuelos tampoco les gustó la relación de mi madre con Bernhard Nathan, un judío alemán empleado de los Estudios Cinematográficos Barrandov, mi padre”. Clarke cuenta que en el entorno familiar jamás se habló de venganza hacia los autores de sus desgracias. “Mi madre lo único que reclamó siempre fue justicia. Quería que todos aquellos que habían sido responsables del Holocausto judío fuesen juzgados y cumpliesen condena”. Wendy Holden puntualiza que de los tres bebés nacidos en campos de concentración, Mark Osly, trasladado a Israel después de la guerra, fue el único que creció con odio.
Clarke se considera una mujer afortunada. “Cuando alguien es capaz de sobrevivir en las circunstancias más adversas es que la suerte está de tu lado. No todos pudieron recorrer el mismo camino que yo, muchos se quedaron en los trenes, en las cámaras de gas o en los barracones. Todavía hoy hay muchos seres humanos que mueren en guerras y son presas de la esclavitud moderna. Las mafias que trafican con seres humanos apresan aquellos que son más débiles y siguen sometiendo al individuo bajo su capricho. Desde mi experiencia de haber perdido a muchos familiares sigo diciendo que no hay que tener miedo al otro por ser diferente. El miedo es lo que nos lleva a cometer atrocidades”.
FE DE ERRORES
En una primera versión de este artículo se señaló que el campo de concentración de Theresienstadt está en Austria, cuando se encuentra en la República Checa.

17.6.15

Gabriel Matzneff, maldito francés

El caso del autor es dramático: de un lado, escritor de culto y ganador de premios De otro, un apestado por su condición de pedófilo confeso
El polémico escritor francés Gabriel Matzneff, fotografiado en 2009 en un café de París. /Marc Charuel./elpais.com

El 4 de noviembre de 2013, retumbó un trueno en el cielo de Francia. Ese día se concedía el premio Renaudot de ensayo a Gabriel Matzneff, que hoy tiene 78 años, por Séraphin c’est la fin (“Serafín es el fin”). Un trueno amortiguado, porque la información se difundió poco, y los pocos que hablaron de ello lo hicieron fundamentalmente para denunciar la concesión a un pedófilo de uno de los premios literarios más importantes. Sí, porque en Francia no es un secreto para nadie que a Gabriel Matzneff le vuelven loco las jovencitas y los jovencitos; y que sus diarios íntimos están salpicados del relato de sus innumerables conquistas, de entre 10 y 17 años.
Matzneff apareció en el panorama literario francés en 1965, y en 1974 publicó un ensayo titulado Les moins de 16 ans (“Los menores de 16 años”), en el que ya hablaba de su atracción por los muy jóvenes. Se convirtió entonces, según sus palabras, en “un perverso, un demonio” a los ojos de la sociedad francesa, porque aunque se acepten sus amores consentidos con colegialas parisinas —él siempre ha negado cualquier coacción—, el relato de sus vacaciones en Filipinas, donde describe en detalle sus aventuras sexuales, resulta difícil de leer, y por así decirlo, imperdonable.
A mediados de los ochenta, se vio envuelto en un escándalo de pedofilia que al final resultó un montaje. Aunque salió completamente limpio, el mal ya estaba hecho, porque como él mismo escribió, “aunque sea falso, se ha dicho”. En lo concerniente a la libertad sexual, la época ya no era la de los años setenta. Le despidieron del periódico Le Monde, donde escribía una crónica regularmente, y sus apariciones en la televisión se hicieron cada vez menos frecuentes, hasta que prácticamente desapareció de los medios de comunicación. A pesar de todo, siguió escribiendo nuevos libros en un relativo anonimato.
Sin embargo, no habría que limitarse a las bajezas de Matzneff, que es ante todo un espléndido escritor, uno de los “últimos gigantes de la literatura francesa”, según diversos críticos y periodistas. Él mismo lo reconoce: “Esas ideas fijas, esas pasiones, esas obsesiones, esas experiencias, alimentan mi vida, que a su vez alimenta mis libros, porque yo no tengo ninguna imaginación, y solo puedo expresar en la página en blanco lo que he vivido, lo que he sentido”. En vista del escándalo provocado por sus libros, habría podido verse tentado de suavizar su pluma, pero nunca se ha escondido, presentándose como un hombre imperfecto, pero un hombre libre. Hacer otra cosa sería ir en contra de su rígida concepción del trabajo de escritor.
La que es considerada por muchos su obra maestra, Ivre de vin perdu (Ebrio del vino perdido), de 1981, fue publicada en España en 1990 por Ultramar. Aunque hoy se describe a sí mismo como “un viejo pobre y un escritor deshonrado”, Matzneff parece haber recobrado cierta legitimidad con la reciente concesión de un premio literario (el premio Cazes) que viene a coronar 50 años de carrera. Y, sobre todo, una oleada de populares escritores reconocen en él a un maestro de la literatura francesa. Frédéric Beigbeder, Yann Moix, Nicolas Rey o Marc Lévy, por ejemplo, no dudan en saludar su erudición y la belleza de su lenguaje. Pero es de temer que para él este reconocimiento haya llegado demasiado tarde. En efecto, en el último volumen de su diario íntimo, aparecido en Francia a principios de este año, Gabriel Matzneff repite en varias ocasiones que está enfermo y que ya no tiene ganas de vivir; y que quizá haya llegado para él la hora del suicidio, porque para qué vivir si lo que se vive ya no merece ser contado.
Phlippe Bouthière es periodista francés. Traducción de News Clips.

16.6.15

El arte paciente de un cazador de palabras

Galeano por dos. Mujeres, su antología de escritos sobre ese tema, y una rigurosa biografía celebran en librerías al escritor uruguayo del compromiso

 Suma. Galeano es un maestro de los textos breves, que funcionan por acumulación./revista Ñ.

Este libro, que recopila muchas historias breves de Galeano sobre las mujeres en la historia de la humanidad, aparece poco después de su muerte y en un momento en que el femicidio se ha convertido, por suerte, en tema de conversación y discusión permanente: es un libro necesario.
Como siempre en Galeano, las pequeñas piezas literarias que él trabaja hasta la perfección funcionan por acumulación. Así, aunque cada una puede leerse por separado, giran todas alrededor de una misma temática: en este caso, la falta de libertad, de alegría, de espacio que han tenido siempre las mujeres y la manera en que muchas de ellas (las protagonistas de las historias) respondieron a esa presión con desesperación, sueños, lucha, coraje, sacrificio, arte.
La variedad literaria y estructural de las historias es inmensa: hay desde recuerdos personales en primera persona (intensamente poéticos en muchos casos), hasta personajes históricos que se toman y retoman más de una vez, descripciones de costumbres de mujeres anónimas en civilizaciones lejanas o antiguas y mucho más. Tal vez el centro de este remolino pueda encontrarse en un fragmento que se llama “Yo robo y me roban”, en el que se habla esencialmente del gran tema de Galeano: el poder. En este caso, el poder que los hombres tienen sobre las mujeres y que ciertos pueblos tienen sobre otros y las consecuencias de ese poder en las vidas de todos.
La de Galeano es “literatura de resistencia”, como la llama Edward Said: lo que quiere es contar, gritar incluso, las historias borradas y olvidadas hasta volverlas imprescindibles. En Mujeres , esta misión aparece en “Trótula”: la voz narradora afirma que las primeras escrituras sobre ginecología que redactó esta mujer en tiempos de las Cruzadas es invisible para nosotros porque la Historia “estaba muy ocupada registrando las hazañas de los guerreros” que partían al rescate del Santo Sepulcro.
A veces, con nombres conocidos, Galeano exige un conocimiento previo de la mujer a la que describe porque lo que dice es tan escueto que faltan datos esenciales, como sucede con los fragmentos dedicados a Eva Perón y Violeta Parra. En esos casos, las pequeñas narraciones son no tanto una presentación del personaje como una invitación a acercarse a él, a explorarlo, a descubrirlo.
Algunos ejemplos llenos de belleza: la imagen de las mujeres negras que mandaron en los quilombos (asentamientos de esclavos fugitivos en Brasil) y que se ponían semillas en el pelo para llevarse la futura comida cuando los atacaban las tropas de los esclavistas; la interpretación que hace el autor del Cantar de los Cantares de la Biblia al que considera un homenaje a la diversidad humana por el amor entre un rey y una negra y en el que, según ciertas versiones, la amante de Salomón no dijo “Soy negra pero bella” sino al contrario, “Soy negra y bella”; la fabulosa historia sobre un preso político uruguayo, que recibe un dibujo en una prisión donde están prohibidos los dibujos de mariposas, flores y pájaros: su hija de cinco años le envía un árbol poblado de círculos y le explica que son los ojos de los pájaros escondidos para poder llegar hasta sus manos.
Muchas mujeres del libro tienen que vestirse de hombres para hacer lo que quieren, y mueren o terminan en la cárcel por hacerlo, pero siguen soñando y haciendo incluso contra compañeros revolucionarios que defienden los derechos de todos menos de las mujeres (ahí están la Revolución Francesa y la Rusa para probarlo). Y muchas reciben alabanzas como “escribe como un hombre”, “pelea como un hombre”, “piensa como un hombre” y tienen que descubrir qué es ser mujer a pesar de ellas. El libro se abre con una narradora que usa historias para salvar su vida, la hermosa Scherezade…, y se cierra con una monja de clausura que escribe en una pared del convento, en un lugar escondido: “Dile a Juan que no me olvide”. El recorrido traza una perfecta parábola en la que el lenguaje, el contar es la mejor arma contra el olvido y la condena al silencio.
El periodista Fabián Kovacic ha trabajado mucho y bien en su Galeano. Apuntes para una biografía y no es un libro hecho de apuro habida cuenta del fallecimiento del autor de Mujeres en abril, sino que ha demandado años de investigación y de lectura de toda su obra literaria, periodística, oral o televisada privilegiando el mercado español.
Kovacic rastrea su genealogía que llega a los tiempos de formación de los estados nacionales de Uruguay y Argentina. Richard Bannister Hughes, oriundo de Liverpool, muy joven llega a Montevideo en la Navidad de 1829. Con intereses conseguidos en las dos márgenes del Río de la Plata y Paraguay, es el fundador de una familia donde los Hughes y los Galeano se mezclan con Leandro Gómez y Fructuoso Rivera, los Rodríguez Larreta, Martínez de Hoz, Zumarán, Villegas, Acevedo Díaz, Bullrich y otros.
De Eduardo Germán María Hughes Galeano sólo quedará la H y el apellido materno como señal de su ruptura con ese linaje. Pero Galeano, hijo de Eduardo Hughes Roosen y Leticia Esther Galeano Muñoz era pobre como su padre “un juerguista” y por ello sólo llego al segundo año del Liceo y debió trabajar no bien dejó la niñez. Es “católico y místico” hasta que ingresa al Partido Socialista que orientaba un pope de la agrupación, Emilio Frugoni, más que marxista, un adherente a las ideas del teórico del laborismo inglés Harold Laski, quien protegió al joven. En el semanario El Sol , vocero socialista, ingresa como dibujante pero su talento le abre paso al célebre semanario Marcha y congeniar con su director Carlos Quijano una de las personas que más influyó en su vida.
Kovacic cuenta las diversas influencias literarias y políticas que fueron formando al Galeano periodista, como Onetti, la literatura estadounidense, el propio Quijano que lo pone a dirigir el diario Epoca. Antes, en 1960, incursiona por la revista argentina socialista-comunista Che donde dibuja bajo la fonética de su apellido, Gius, y firma como Eduardo H. Galeano La maldición de la piel oscura .
Impactado para toda su vida con la Revolución Cubana en los tiempos de Epoca surgen los Tupamaros con quienes Galeano simpatiza, diferenciándose de Frugoni y Quijano contrario a los métodos violentos. El autor ofrece una breve historia del Uruguay para que sobre todo los lectores no familiarizados con Latinoamérica puedan entender mejor las raíces del antiimperialismo de sus biografiados, que lo lleva a sus primeros libros, la novela Los días siguientes y su salto al relato periodístico mixturado con literatura cuyo primer emblema es Las venas abiertas de América Latina, de escasa tirada al principio pero que con el tiempo, acaso por la publicación cubana de Casa de las Américas, alcanzará lectores de 20 lenguas e interminables reediciones. Aun en vida, Galeano era un habitué de los libros más leídos en Cúspide o en el Ateneo, con muchos de sus trabajos: no es de actualidad sólo por su reciente muerte.
Cuenta el autor que Galeano intentó suicidarse con barbitúricos a los 19 años y lograron salvarlo. Años más tarde cubriendo la vida de los mineros venezolanos, contrajo el paludismo. Hasta su muerte por cáncer pasará por otros malos tragos. Hay un relato muy estructurado del pasaje de Galeano por la dirección de la revista cultural argentina Crisis, una de las más influyentes de América Latina que emergió en años difíciles: los tiempos de las guerrillas y la represión de la Triple A (él fue amenazado) y cuando el golpe de Estado de 1976 se exilia en España, cerca de Barcelona, una etapa de enorme creatividad en la que sobresale Memoria del Fuego (tres tomos).
Aquí “nació el Galeano netamente escritor… desarrolló plenamente su veta narrativa que zigzaguea ente la ficción y los hechos documentados. Es un Galeano decidido a doblar la apuesta en su trayectoria como cazador de palabras”, opina Kovacic. Es la etapa donde deja de lado los textos largos por los cortos “trabajados con paciencia de orfebre y puntillosidad de investigador”.

Reinhardt: "Nunca hay que dejar de esperar lo mejor de la vida"

El escritor francés publica El amor y los bosques, en la que muestra la terrorífica realidad del maltrato psicológico a una mujer

Éric Reinhardt, autor francés de El amor y los bosques./elcultural.es

Éric Reinhardt (Nancy, 1965) nos recibe en el salón de su casa de París, distrito X, una mañana soleada del mes de junio. La vista es de una belleza inimaginable desde allí, el inmenso ventanal enmarca la iglesia de la Trinidad. Reinhardt es uno de los grandes nombres de la literatura francesa actual. En todos sus libros, desde Le moral des ménages y Cendrillon hasta El sistema Victoria, realiza profundos retratos de las mujeres en la sociedad de hoy en día. Editor de libros de arte, recibió en 2012 el Globe de Cristal d'Honneur por el conjunto de su obra.

Las novelas de Reinhardt se desarrollan entre la realidad y la ficción, aunque ninguna tanto como la última, El amor y los bosques (Alfaguara), con la que ha conseguido en Francia un éxito unánime (Premio Renaudot des Lycéens, Candidato al Premio Goncourt y finalista del Premio Médicis). El escritor presenta la obra en el teatro del Instituto Francés esta tarde, donde él mismo leerá unos fragmentos.

En El amor y los bosques el autor aparece como personaje mostrando que esta obra ha sido producto de una realidad, de una terrorífica realidad: el maltrato psicológico de una mujer. Bénédicte Ombredanne, de clase media, inteligente, de pensamientos brillantes, escribe al autor después de haberse sentido identificada con él tras la lectura de uno de sus libros. A raíz de esta carta, que emociona al autor, se encuentran en dos ocasiones en las que la mujer le confiará la atroz realidad que vive junto a un marido maltratador.

- ¿Quién es Bénédicte Ombredanne y porqué ese deseo de mostrar que su novela es real?
- El libro se inspira en encuentros, sucesivos e importantes, con diferentes mujeres. A partir de sus testimonios he construido al personaje ficticio de Bénédicte Ombredanne, como un híbrido de todas ellas y de sus experiencias. Todo empezó después de recibir una carta que me pareció muy bella. Cuando la autora de la misma me contó su historia comprendí que un día haría un libro sobre el maltrato. Me sentí violentado por lo que me contaba. Me pareció terriblemente injusto que una mujer sensible, inteligente, con diplomas como ella pudiera ser tratada de esa manera.

- ¿Bénédicte Ombredanne es un personaje real?
- No. Su historia fue el detonante de mi novela pero no cuento su historia. A raíz de esta persona recibí más mensajes de mujeres maltratadas y un día, en un tren, conocí a una mujer que me había visto en la tele y que al oírme hablar pensó que si alguien debía escribir una novela sobre su vida, ese tendría que ser yo.

- Su novela se mete en la piel de estas mujeres que no consiguen salir de la situación en la que se encuentran. Muchas veces, como es el caso de Bénédicte Ombredanne, ni siquiera tienen el valor de hablar sobre ello...
- Me he puesto en su lugar. He escrito este libro pensando en un traumatismo que hubiera vivido yo mismo. Mi propósito fue el de ser ella, para poder mostrar al lector su sufrimiento de la forma mas íntima posible. Por eso, es mi libro mas personal. Lo que pasa en las casas de estas familias, nadie es capaz de decirlo. Esta mujer del tren vino a mí para que a través de la literatura, denunciara esta situación y ayudara a otras mujeres a salvarse. Por un lado mi libro nace del relato de esta mujer y, por otro, incluyo otros testimonios. Nada de lo que cuento es ficción. Nunca hubiera podido inventar esas cosas yo mismo.

- El personaje de su novela no deja a su marido a pesar de tener todas las cartas a su favor para conseguir una vida agradable. Su actitud derrochista, sulfura al lector. ¿Porqué piensa usted que Bénédicte Ombredanne prefiere seguir con la persona que le destroza la vida?
- Ante este personaje, yo estoy igual que usted. También me hago preguntas. El marido de Bénédicte Ombredanne no la deja partir. Si ella decidiera marcharse, sería una locura. Tampoco ella es una persona que esté a gusto en la realidad, que sepa afrontar los conflictos, la adversidad. Forma parte de esas personas que están mejor en su mundo interior. Es la inversa de mi heroína precedente, que sueña con la victoria. Bénédicte Ombredanne convierte su vida en belleza a través de los sueños, las fantasías, la esperanza. No a través de la realidad.

- El tema de la multiplicidad de los seres que nos constituyen me ha interesado muchísimo. Dentro de una persona existen por lo tanto diversos YOS que pueden ser hasta contradictorios. ¿Es por eso que Bénédicte Ombredanne elige el de la victima?
- No creo que elija. Todo fue una serie de malas decisiones que han proyectado al personaje en una vida que no es la que ella soñaba. Vive una traición cuando es joven, aparece este segundo marido que le propone un trato y acaba casándose con él, para tener una vida tranquila y los hijos que deseaban. “Por qué no”, se dice.

- Es usted un defensor de los ideales, ¿está de acuerdo con esta actitud?
- Siempre es un error seguir los “por qué no”. Es una capitulación. Nunca hay que cesar de ser idealista. Nunca hay que dejar de esperar lo mejor de la vida. Nunca hay que renunciar. Cuando uno empieza a renunciar, a decirse “vale, por qué no, es mejor que nada”, “a lo mejor este hombre es mejor de lo que imagino”, es ahí donde empieza el horror. Bénédicte Ombredanne renuncia a sus sueños. Todos conocemos a este tipo de personas que para salvar sus vidas se atan aún más. Como los que tienen un hijo para salvar su matrimonio. Creen liberarse, enriquecer sus vidas de algo diferente, cuando en realidad hacen todo lo contrario. Cuando Bénédicte Ombredanne se da cuenta de lo que ha hecho, ya es tarde. Intenta recuperarse con sus hijos, ser una buena madre.

- Pero no tiene el menor entendimiento con ellos. Su hija adolescente Lola está del lado del padre. La imagen que da de la familia es muy dura entre un hombre que la maltrata y unos hijos que no la comprenden.
- Él es el que pone a sus hijos en contra de su madre. Bénédicte Ombredanne es muy rígida con su hija como lo es con su propia vida. Está agotada. Su marido no la deja dormir. Lo único que no quiere es que su hija tenga su misma vida y se vuelve de una rigidez extrema con Lola que además es adolescente. Su conflicto viene de este malentendido.

- Usted dice que de su libro no ha inventado nada, que todos los hechos le han sido transmitidos por otras personas. Entonces, ¿dónde está el escritor y porqué es una novela y no un libro de testimonios?
- Es novela por su forma. Empiezo con una mujer que lee, cuenta, el relato, luego toma el relevo su hermana. Es la forma que permite descubrir que se trata de una novela, una obra de arte. Cuando escribo busco hacer una obra de arte. Dentro de esta forma, la historia me fue contada por varias voces. Yo lo que hago es fabricar una escritura hilando esos fragmentos. Quería confrontar al lector con la fuerza y la violencia de esta historia pero sin hacer el menos análisis psicoanalítico.

- En todas sus novelas hace un retrato de la mujer en el siglo XXI, siempre con la misma profundidad, pero siempre diferente. El amor y los bosques nace de un sinfín de testimonios que usted recibe de muchas mujeres, ¿piensa que el maltrato, la falta de igualdad entre el hombre y la mujer, es uno de los grandes males del siglo XXI?
- Podemos considerar que en nuestras sociedades occidentales el combate está ganado, que la mujer es igual que el hombre, pero estamos muy lejos de ello. En eso me considero un hombre feminista. Como lo dije en mi anterior novela, El sistema Victoria. La novela trataba de la lucha de una mujer por alcanzar el poder. En este libro, rompo los esquemas tradicionales del hombre y la mujer. La mejor manera de luchar contra la segregación en el caso de las mujeres es luchando contra los clichés que nos inculca la sociedad, la educación, desde hace generaciones. Hay que levantarse contra la obligación de ser hombre conforme a las ideas que uno se hace del hombre. O, al revés, mujeres que se sienten obligadas a actuar como mujeres. Si la gente viera que se puede ser “hombre” con una gran sensibilidad o fragilidad, que se puede ser “mujer”, pero sentir amor hacia el poder, la guerra y la lucha, entonces conseguiremos dar un paso importante hacia la igualdad de los géneros. Todavía queda mucho trabajo por hacer.

Connolly: "La novela negra no debe sermonear"

El escritor irlandés publica  El invierno del lobo, un nuevo título protagonizado por el detective Charlie Bird Parker

John Connolly, autor irlandés de El invierno del lobo./Joan Cortadellas/elperiodico.com

Charlie Bird Parker empezó su trayectoria hace 16 años y 12 libros como un policía de Nueva York abrumado por el asesinato de su mujer y su hija. Libro a libro se ha ido desvelando que está inmerso en un juego en el que intervienen ángeles caídos y vengadores, individuos misteriosos como el Patrocinador Principal y el Coleccionista y siniestros dioses telúricos, El Que Espera Detrás del Espejo, El Dios de las Avispas, El Dios Enterrado, el Hombre Verde... John Connolly (Dublín, 1968) sigue desarrollando esa fascinante combinación de novela negra y fantástica en su último título publicado en España, El invierno del lobo (Tusquets). En Prosperous, un idílico pueblo de Maine donde ha desaparecido una joven, un extraño culto pervive en una iglesia trasladada piedra a piedra desde Inglaterra.
-Tras su anterior libro, La ira de los ángeles, dijo que el siguiente añadiría poca información de esa mitología. Pero El invierno del lobo sigue desvelando bastantes detalles.
--De hecho, el libro que se publicará el año que viene en España, Una canción de sombras, cambia bastante todo. Pero El invierno del lobo era necesario para señalar este camino: los libros de la serie ya no pueden repetirse después de lo que sucede en este, que acaba con Parker en un lugar muy extraño. Parte del placer radica en leer los libros de manera secuencial. Pero como en la tradición de la novela negra cada novela es un compartimento estanco, se trata de un acto de equilibrio, de dar pistas para el lector pueda empezar a leer también por este libro.
-¿Introducir lo fantástico rompe también las reglas del género negro, o más bien recupera sus orígenes en la novela gótica, de misterio y horror?
-Lo segundo, absolutamente. Edgar Allan Poe ya lo hacía. Recientemente he leído las entrevistas póstumas a Ross MacDonald en Rolling Stone. Establecía una conexión muy clara entre las novelas góticas y las de misterio. La novela gótica se siente fascinada por el bien y por el mal, por las familias, por la historia. Y sí, algunas novelas góticas coquetean con lo sobrenatural. Siempre he considerado que la novela negra y la novela sobrenatural están mucho más cerca de lo que parece. Ambas tratan sobre la intrusión. En una novela negra esa intrusión es humana, es un criminal, un asesino. En una novela sobrenatural es una entidad no humana. Pero las consecuencias son las mismas. Cualquiera que sea víctima de un crimen nunca vuelve a sentirse seguro en el mundo. Tus presuposiciones sobre cuáles son las reglas que nos rigen quedan completamente minadas. No me parecía que hubiese nada malo en reunir estas dos tradiciones porque se complementan perfectamente. El rechazo a la mezcla de géneros tiene motivos comerciales. Cuando Dickens escribió el Cuento de Navidad, nadie le dijo 'Charles, ¿qué hace aquí un fantasma? ¡Lo tuyo es el realismo social y esto tendrá que ir a otra estantería!'
-El miedo y el espanto sería lo que tendrían en común novela negra, de misterio y de terror.
-Por supuesto, el miedo. Todas tratan sobre el miedo. La novela policial parte de las bases de la racionalidad, de que el mundo en el que vivimos es lógico. Pero eso es una capa finísima por encima de la realidad. El mundo es mucho más extraño de lo que pensamos.
-La novela negra norteamericana no tenía esos elementos fantásticos pero sí inició una tradición de realismo social y denuncia. En estos momentos quizá sea más necesaria.
-No estoy muy seguro de que la ficción tenga algún tipo de obligación hacia la realidad. Desconfío muchísimo de la novela negra como crítica social. Yo creo que su preocupación debería ir más allá, ser más profunda, buscar verdades esenciales. No creo que reflejar una crisis como la irlandesa tenga que ser su objetivo principal. No debe sermonear. Aunque a cierto nivel hay mucho de crítica social en El lobo de invierno...
-Y en la novela anterior, con los telepredicadores conservadores.
-Sí, pero está disfrazado. No quiero que los lectores sientan que les doy un mitin. Pero, por ejemplo, en El invierno del lobo los habitantes de Prosperous representan una mentalidad muy extendida en los EEUU de que no existe ninguna obligación hacia la sociedad, solo tienes que preocuparte de tu familia y de los vecinos que se parecen a ti, y a los pobres, que les den. La gente de Prosperous piensa que han sido bendecida por Dios.
-En su caso, por un Dios.-Sí. Y en América mucha gente que es rica está convencida de que lo son porque Dios les sonríe, que la riqueza es una recompensa. Y el corolario es que la pobreza es una especie de castigo merecido. Si hubiese escrito algún tipo de credo anticapitalista, nadie lo hubiese querido leer. Y aún así recibo cartas durísimas en EEUU porque consideran que soy excesivamente progresista. Esto nos lleva a un punto que es muy interesante. Esta gente no entiende nada. La novela policiaca trata sobre el Estado, sobre una institución que se debe al derecho, no a la justicia. La novela policiaca es esencialmente conservadora. La novela negra tal como se desarrolló en California a partir de la Cosecha roja de Hammett está protagonizada por detectives privados, individuos que tratan con individuos. Esa novela negra siempre ha estado del lado de los pobres.
-Volvamos a lo sobrenatural. Enfrentarse a un dios o a un demonio, y no a un simple criminal, añade estatura al protagonista de una novela.
-La mayor parte de los delitos son comprensibles: la gente actúa por furia, por rabia, por egoísmo, por miedo. Las novelas de Charlie Parker preguntan: ¿existe una fuente mucho más profunda que todo esto? ¿Llevamos dentro la semilla de un mal preexistente? Parker se enfrenta a criminales normales, comprensibles: asesinos, ladrones... Pero también a un juego del que nadie está seguro con qué reglas se juega.
-En sus libros siempre hay la parte de Angel y Louis, con armas, asaltos con visión nocturna y explosivos de película de acción. ¿No son un elemento extraño?
-Bueno, siempre buscas un contraste. Entre esa iglesia tan extraña que hay en un pueblo de Nueva Inglaterra, con dioses paganos, y estos elementos del mundo moderno.
-¿La secta de la Familia del Amor realmente existió?
-Esta secta existió realmente. Eran mucho más que una secta inconformista. No creían en ese dios de la trinidad, creían que existía un dios anterior que se manifestaba a través de la naturaleza. Eran panteístas, capaces de matar a personas para protegerse a sí mismos, una gente muy extraña. Aún es más extraño que la parte más blanda de ese culto acabase confluyendo con los cuáqueros. Pero su líder desapareció, y muchos de sus seguidores. Como escritor, cuando te encuentras con algo tan raro como eso es un regalo.

15.6.15

Grossman: "Me cautivó la idea de contar una historia a través del horror y el humor"

Llega a librerías Gran cabaret, la última novela del autor y candidato al Premio Nobel

David Grossman, autor israelí de Gran cabaret./latercera.com

Acido comediante de cincuentaitantos años, Dóvaleh G. lleva ya un rato contándole a su público, en un local nocturno del pueblo israelí de Natanya, la dura historia de cuando estaba en un campamento paramilitar para jóvenes y llegaron a buscarlo para llevarlo al entierro de su padre. El público está tenso y no muy entretenido por la performance. De pronto, alguien desde una mesa alza la voz y le exige contar un chiste de la vieja escuela. De los que hacen reír de verdad.  
Dóvaleh, entonces, hace una pausa y complace al parroquiano indignado y a casi todos los demás. Cuenta que un rato atrás se encontró a un señor de unos 80 años llorando en la calle. Y continúa: “Así que voy hasta él y le pregunto con mucho tino: Señor, ¿por qué llora? ¿Cómo no voy a llorar?, me contesta. Hace un mes conocí a una chica de 30 años, guapísima, muy sexy, nos enamoramos y nos fuimos a vivir juntos. ¡Estupendo!, le digo yo, ¿y qué hay de malo en eso? Óyeme, me dijo el viejo, desde entonces todas las mañanas empezamos el día con dos horas de sexo salvaje, después ella me prepara un jugo de granada, por el hierro, ya sabe, y me voy al ambulatorio. Vuelvo, otra sesión de sexo salvaje, y después me prepara una tortilla de espinacas, por los antioxidantes. Por la tarde me voy a jugar cartas con mis amigos, vuelvo, tenemos otra sesión de sexo salvaje hasta bien entrada la noche, y así, día tras día… Pues suena muy bien, le digo, ojalá yo pudiera. Pero, ¿por qué llora? El anciano se queda pensando un momento y dice: Es que  no recuerdo dónde vivo”.
Acto seguido, todo el mundo se desternilla de la risa. Y con eso, Dóvaleh tiene tiempo para seguir contando su tragicómica historia, mientras lo observan, entre otros asistentes, una mujer de bajísima estatura que lo conoció antes de que fuera desbordado por el cinismo. También un juez retirado, que llega al local a petición del comediante después de que no se han visto en décadas, y que oficia de narrador de Gran cabaret, la última novela de David Grossman.
El autor de Delirio y La vida entera vuelve a territorios y procedimientos que sus lectores conocen: el mix de tragedia y comicidad, la alternancia de los puntos de vista, los ecos del interminable conflicto palestino-israelí. Eso sí, concentra la vértebra de su relato en una noche y en un espacio físico. Y si bien hay payasos y payasines en el conjunto de su obra, lo que acá da continuidad a la historia es el retrato de un comediante de stand up, figura distintiva de la cultura contemporánea que Grossman concibe y dibuja a su manera. Y así lo ve el autor, al teléfono desde su casa en Jerusalén.
¿Es fan de la comedia stand up?
Soy fan de la comedia, pero no necesariamente del stand up. El stand up es un espectáculo muy vívido, pero durante la escritura del libro no quise ir a esos shows porque no quería que el comediante se comiera al personaje de Dóvaleh. Me desconcierta y me sorprende cuánta agresión innecesaria, cuánta vulgaridad innecesaria hay en las sesiones stand up acá en Israel. Por supuesto, unas dosis de agresión y vulgaridad son necesarias, pero en no pocos casos ésta es una vía para compensar la falta de talento del comediante. Creo que los mejores comediantes de stand up son aquéllos capaces de presentar un material más sofisticado. También de unir al público, de aglutinarlos, echando mano a todo tipo de pequeños detalles que son como contraseñas para cada audiencia. Y luego, cuando la audiencia ya está bien “cocinada”, repentinamente ataca. Esto tiene que ver con la calidad de la traición que se ejecuta y que todo buen comediante stand up conoce: primero, crea la ilusión de que él y el público reman en la misma dirección y, de repente, se aparta de sí mismo, se distancia del grupo, y entonces  “ataca”. Cuando eso está bien hecho, es brillante.
¿En qué comediantes está pensando?
Está Louis CK, por supuesto. También Sarah Silverman y Jerry Seinfeld. En Israel está Adi Ashkenazi, que figura en el libro porque realmente aprecio lo que hace. 
¿Le intrigaba algo acerca del sentido del espectáculo de los comediantes que menciona? 
Lo que aprendí fue que contar un chiste es un arte en sí mismo: no puedes decir una palabra de más. Tampoco una de menos. Tienes que ser exacto y estar atento a la música que desarrolla el chiste. Ser un comediante, además, no es igual a ser una persona que cuenta chistes. Los cuentachistes obsesivos no son realmente divertidos. Los que realmente lo son tienen una especie de libertad interior que les permite moverse expedita y amablemente entre distintos puntos de vista, dentro de lo cual es esencial saber reírse de uno mismo. Y creo que por ahí va la contribución judía al arte de la comedia: reírse de sí mismo. 
¿Cómo opera ese humor?
Hay una autoironía levemente amarga: te ríes de otra gente, pero lo haces situándote en una posición de inferioridad. No te sientes superior a ellos. Creo también que hay una especie de sensibilidad para el sufrimiento en el humor judío. Es tan cruel, tan brutal. Es como el pinchazo de una aguja. Hay, a propósito, una gran variedad de proverbios judíos en esta línea. Cosas del tipo “Que dios te quite toda la dentadura, pero que te deje una muela… para que tengas dolor de muelas”. 
El comediante de Gran cabaret hace reír a su público, por ejemplo, con chistes muy negros sobre los palestinos y su relación con Israel…
Cuando se vive una situación como la nuestra, cuando hay tan profunda desesperación, así como la sensación de llevar 50 años en una situación de arrinconamiento, sin futuro, por supuesto que habrá gente que siga ese camino de humor negro. En circunstancias así, hay gente que abraza la religión, y hay gente que abraza el humor y encuentra un gran solaz en los chistes negros. Ahora, el libro no se limita a la comedia. Es una historia, es literatura. Es la historia de alguien que trata de protegerse de la vida. Alguien que, para proteger su enorme fragilidad, se dota de un escudo de agresión, de crueldad y vulgaridad. Y ese escudo se rompe cuando alguien le dice, en medio de su performance, que alguna vez, hace mucho tiempo, fue un buen chico. 
En castellano, “humor” rima con “horror”. ¿Qué pasa en hebreo?
No riman, pero lo que traté de hacer acá fue hace una mezcla entre una lengua muy vulgar y dialectal, en la primera mitad, y otra distinta cuando las cosas se hacen más íntimas e introspectivas. Fue un gran desafío.  
¿Qué lo llevó a concentrar el relato en una noche y un lugar?
Nunca planeo estas cosas. Normalmente, me dejo sorprender por mis historias. En este caso, me cautivó este comediante y la idea de contar una historia a través del horror y el humor, que es una mezcla muy explosiva. A veces, cuando estás escribiendo, hay personajes que te llevan consigo y no te piden permiso. Y lo mejor que puede hacer un escritor es rendirse ante ellos y no interferir.   
Dice el comediante, en cierto momento, que la gente de izquierda no tiene sentido del humor. ¿Se estaba pegando un palo a usted mismo?
Espero tener algún sentido del humor y es lo que la gente dice de mí cuando me conoce. Pero hay una tendencia, aunque no sólo en gente de izquierda, de creer que se tiene la razón y el saber en sus bolsillos, y en ese punto se deja de ser divertido. Hay un peligro ahí. En mi caso, cuando expreso opiniones trato de dejar un margen para la duda: quizá no tenga toda la razón; quizá el futuro demuestre que me equivoqué. 
¿Es muy descaminado encontrar una semejanza con Opiniones de un payaso, la novela de Heinrich Böll?
No lo sé. La leí hace más de 30 años y no recuerdo nada de ella en particular, pero es el tipo de obras en que uno aún puede sentir el olor de las páginas. Hay influencias de las cuales uno no es muy consciente, pero que da por sentadas, y Heinrich Böll es una gran influencia y un maestro. Billar a las nueve y media (1960) significó mucho para mí cuando era un joven escritor.
¿En todas las entrevistas le preguntan por su candidatura al Premio Nobel?
Siempre me preguntan. Y siempre respondo “pregúnteme cuando tenga 87 años”. Creo que entonces podré dar una buena respuesta.