12.9.11

El lenguaje como frontera

"La gran dificultad del trabajo poético es construir un mundo", dice este escritor mexicano que con dos novelas ha logrado una voz singular donde conjuga narcos, inmigración y belleza

Yuri Herrera, escritor mexicano, autor de Los trabajos del reino. foto.fuente: Revista Ñ

Siempre hay un mito de origen. Y el de Yuri Herrera es un cuento que escribió sobre el lunar que tenía un maestro de la escuela primaria. Un lunar que por las noches escapaba de esa cara y cometía crímenes por la ciudad. "En esos momentos sospechaba que inventar historias servía para varias cosas: entretenerse, burlarse, tratar de hablar de un mundo mucho más amplio del que uno alcanza a transitar diariamente", dice ahora este escritor mexicano que, con solo dos novelas, ha conseguido transitar los bordes de ese abismo en el que se convierte el lenguaje. Porque la manera que tiene Herrera de nombrar el mundo convoca a un extrañamiento.

Su primera novela, publicada originalmente en 2004, fue Trabajos del reino, cuyo protagonista es un cantor de narcocorridos que encuentra en el Rey (es decir en el Jefe Narco) su única posibilidad de una existencia digna y de transmutarse en el Artista. La segunda, Señales que precederán al fin del mundo, de 2009, es más radical: narra el viaje iniciático de Makina, una chica de un pueblo fronterizo que sale en busca de un hermano que nunca regresó a casa. ¿Pero ella está viva? ¿Está muerta? ¿Existe? Los mundos que construye Yuri Herrera consiguen los rasgos de la fábula. Son territorios del misterio, de la pesadilla. Y, encima, extremadamente reales.

Siendo originario de Valle del Mezquital, una zona semidesértica del Estado de Hidalgo, en algún momento dijo que siempre intentó escribir sobre la belleza de lo árido. ¿Podría definir esa belleza?
Si es cierta esa frase de Lezama Lima de que el paisaje crea cultura, algunas de aquellas historias surgieron directamente de cómo percibía el Mezquital. Un lugar duro, sin exuberancia, de una belleza trabajosa que exige atención y tiempo para advertir el resplandor de la tierra árida.

La situación política y social de su país es una obsesión en su obra, ¿intenta a veces esquivar esas obsesiones que parecen imponerse?
No esquivar, pero sí procesarlas, intento no caer en la mera reacción o rabia, y tratar siempre de entender esa "situación" en la escala humana. Otras obsesiones, supongo que imposible desligarlas de aquellas: las relaciones amorosas, el acto creativo, y el poder de los pequeños odios, como pueden crecer e incubar tragedias.

En el FILBA participará en una mesa sobre "Primeras novelas-Grandes disturbios". ¿Cuál fue el disturbio que le ocasionó "Trabajos del reino"?
Es un libro que me ha cambiado muchas cosas, pero no sé si haya sido un disturbio súbito. Ha ido ganando lectores lentamente. Su publicación me dio cierta sensación de seguridad, me ayudó a creer que había podido dar el salto de la escritura como una actividad casi íntima a dialogar con los lectores, pero lo publiqué después de los 30 años, llevaba mucho tiempo escribiendo, así es que no fue algo escandaloso. Su recepción pública tiene que ver en parte con las limitaciones y virtudes de la novela, pero también con el hecho de que ciertos temas que están ahí se han convertido en los temas centrales de nuestra vida política y social. Más que causar un disturbio, puede que se haya convertido en otra pequeña lente para mirar nuestros disturbios nacionales.

En "Señales que precederán al fin del mundo", el trabajo sobre el territorio de la frontera y sus problemáticas es central y a la vez subterráneo.
Creo que en Trabajos del reino estaba más claramente la frontera. Espacial y temporalmente. Es más explícito. Pero esta última novela es más fronteriza en un sentido epistemológico. En realidad hay un sólo capítulo que sucede en la frontera. Al principio es un movimiento hasta la frontera y después cuando la cruza y lo que ocurre del otro lado. Sin embargo podría decir que este texto es más fronterizo. Una frontera que no tiene que ver sólo con los límites geográficos o políticos. El de Makina es un personaje fronterizo. Ella es una traductora de lenguas, de realidades. Está en la frontera de distintos tipos de sujetos. Y al moverse transforma su identidad. Conforme está viajando, su identidad, que ya es inestable, se modifica. La frontera es un espacio lábil, es un espacio de intercambio donde se está gestando otro universo.

¿Y en relación al lenguaje?
En lo fronterizo, además, hay una reflexión sobre el lenguaje. Por un lado es producto de una realidad cambiante. Y el lenguaje, al nombrarla, está haciendo que esa realidad cambie. La novela plantea el lenguaje como frontera.

Hay una sensación de irrealidad permanente en la novela.
Me gusta que eso esté, pero si te respondo esta pregunta debería revelar alguna de mis estrategias. Hay algo de eso que decís sobre lo onírico, el extrañamiento. La novela permite dos lecturas: una más llana, que es el viaje de una mujer en busca de una persona querida que descubre un mundo. Y otra, que es el viaje de un muerto que no sabe que está muerto. La estructura narrativa es la del descenso al Ixtlan en la cultura Mexicali. Es la mitología de una cultura que algunos se confunden y dicen que es la azteca, pero no. Cierto es que no hay sólo una versión de esa mitología. Yo tomé una versión de esta narrativa y tomé los nueve pasos en este descenso al inframundo. Pero para entenderla el lector no necesita estar enterado de todo esto. De todas maneras, y tal como lo comentás, en este nivel de lectura el personaje también pone en duda la estabilidad de la realidad.

¿Podría pensarse que es una novela sobre la problemática de la inmigración?
Siempre traté de evadir algunas palabras que se han convertido en clichés. En mi anterior novela hablaba de droga, narcocorridos, Ciudad Juárez, pero en ningún momento se mencionaban estas palabras. Esta fue mi preocupación. Fue mi condición de migrante privilegiado lo que me impulsó a pensar sobre estos temas. Creo que una de las funciones de la literatura es darle más volumen a los fenómenos, no someterlos al "achaque" de la realidad. A partir del discurso del poder estamos siendo bombardeados por un lenguaje que simplifica todo el asunto. Pero de ese modo estamos limitando las posibilidades de la historia. La migración es la gran experiencia de nuestro tiempo. Cambian los países, las lenguas: viajar se ha convertido en un recurso ineludible para rehacerse. La migración define nuestra época.

Incluso plantea la analogía entre poeta y el migrante.
Un personaje que está migrando, somete su identidad a un cambio. Eso tiene que ver con el trabajo poético: encontrar maneras originales de hablar sobre el mundo. Para señalar una característica, la mirada del migrante es compartida con la del poeta. Ambos súbitamente están a la intemperie. La gran dificultad del trabajo poético es construir un mundo. Es dar un paso al vacío. Porque no se está preparado para ese mundo.

Y en relación a esto, el personaje de Makina también parece, al principio, que da un paso al vacío que la lleva a la muerte.
Es un paso al vacío que no se puede prever. Al escribir no puedo tener todo claro hasta que efectivamente empiezo.

¿Y al final del trabajo, uno tiene claro lo que escribió?
Cuando uno le pone el punto final siente que sabe lo que hizo cuando tiene la certeza del trabajo bien hecho. Esa es una gran experiencia. Pero siempre digo que los libros son objetos maleables. Cambian de significado y de intensidad dependiendo el lector. Yo no los vuelvo a leer. Tengo una superstición: si leo mi obra una vez escrita siento que quedaré rehén de lo que ya he hecho.

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