Javier Sagarna sostiene que el taller literario ayuda a una vocación innata para desarrollar a un escritor.foto:Gabriel Aponte.fuente:elespectador.com |
Javier Sagarna Comenge, presidente de la Asociación Europea de
Escuelas de Escritores y director de la Escuela de Escritores de Madrid,
estuvo en Bogotá tras el rastro de nuevos literatos colombianos. Dictó
un seminario en la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad
Nacional y participó en una charla en la Feria del Libro.
¿A qué vino y qué encontró?
Hacer
un intercambio de experiencias con la Maestría de la Universidad
Nacional es una oportunidad impresionante para nuestra escuela.
Aproveché para impartir un seminario y establecer contactos. Los dos
programas tienen una enorme identidad y están a la vanguardia a la hora
de formar escritores en el mundo hispanohablante. Fue sensacional
encontrar colegas y alumnos con tanto interés y tanto nivel de
formación.
La escuela de Madrid goza de prestigio a pesar de que ofrece un máster no formal.
En
España no hay un reconocimiento formal de la escritura creativa. Según
el sistema educativo español, los escritores no deben hacer una carrera.
Entonces ese testigo lo tomamos algunas escuelas privadas. La escuela
funciona desde 2003, primero como una escuela vía internet, luego llegó a
toda España y ahora al mundo hispanohablante.
¿Cuántos alumnos tienen y cuántos son latinoamericanos?
Ahora
un 30 % vienen de Latinoamérica. Unos 400 alumnos en los cursos
virtuales y 300 en cursos presenciales en Madrid, de ellos 120
latinoamericanos. En la maestría hay 25. En la tercera promoción la
mayoría fueron latinoamericanos que acudieron allí por dos años debido
al prestigio que ha ido adquiriendo la escuela. Trabajamos con mucha
seriedad, muchos de nuestros alumnos han ido publicando, obteniendo
premios. No son conocidos en Colombia, pero puedo garantizarle que lo
serán. De alumnos colombianos recuerdo ahora a Álvaro Acevedo (acaba de
publicar la novela Honor y ley y con el poemario Vigilia de la memoria
ganó del Premio Nacional de Poesía Universitaria).
¿Cómo enseñan ustedes a escribir literatura y cómo se enseña aquí?
En
esencia partimos de las mismas técnicas básicas, talleres sobre los
textos, análisis de lo que está bien y lo que está mal. En España hemos
desarrollado una serie de materiales teóricos, textos de apoyo, aparte
de la lectura obligatoria. Durante el primer año de la maestría, llamado
del arte y el oficio, nos centramos en tres grandes facultades del
alumno: técnica, creatividad y sensibilidad. Hacemos análisis literario
de grandes clásicos, pero también incluimos artes, filosofía, sociología
y grandes corrientes de pensamiento. Trabajamos técnicas narrativas y
de aula creativa para encontrar y estimular el potencial de los alumnos.
En el segundo año toda la práctica se orienta a la escritura de un
proyecto final, una novela o un libro de cuentos.
¿Qué autores colombianos toman como referencia y qué intercambios concretó?
García
Márquez es una absoluta referencia, pero necesitamos contacto con la
nueva generación de escritores colombianos. Por eso vine a establecer un
diálogo para que autores y profesores vayan a Madrid. Probablemente
firmemos un acuerdo con el Festival de Poesía de Medellín, que aunque no
es una escuela tiene un gran potencial de intercambio.
Lógicamente, usted está de acuerdo con que un escritor estudie y no sólo se atenga a su talento y disciplina.
Tengo
la certeza de que un escritor debe formarse. Claro que ha habido
grandes escritores que no lo necesitaron, pero la mayoría acudieron a
centros de formación que no tenían ese nombre; se llamaban tertulias
literarias, bibliotecas, contaban con compañeros de viaje con los que se
comentaban los textos. Ahora los escritores no tienen por qué depender
del calvario de la autoformación, por eso muchos de se quedan en el
camino. Escribir es en un 90 por ciento aprender el oficio, como lo hace
un pintor o un bailarín. A partir de ahí depende del talento, la
mirada, la inspiración, y ahí es claro que no todos recibimos el mismo.
El oficio nos configura como artesanos y un artesano que realiza su
oficio con maestría se convierte en artista. Eso es lo que pretendemos,
porque a nadie podemos inventarle el talento. Pero sí podemos
estimulárselo, enseñarle a mirar, formarlo para que pueda sacarle mayor
provecho en el futuro. Como mínimo, deberá aprender a escribir
literatura y así no escriba libros que se conviertan en clásicos, al
menos que conciba libros que atraigan a lectores que disfruten tanto
como el autor de la obra.
Faulkner hablaba de 99 % de transpiración y 1 % de inspiración, y por esa línea de disciplina iba Flaubert.
Sí.
Recuerdo que el Nobel Camilo José Cela decía: “que la inspiración me
pille trabajando”. Este proceso es aceptar que el escritor es quien
escribe todos los días y que no debe desaprovechar un montón de recursos
técnicos, de herramientas que están a disposición para enriquecer los
textos, para saber lo que ya está dicho en literatura y no hace falta
repetir.
Usted es presidente de la Asociación Europea de
Escuelas de Escritura Creativa. ¿Por qué la crearon, quiénes la integran
y cómo funciona?
En cada país de Europa la realidad es
un mundo. En Francia, España, Portugal, Italia, República Checa, Austria
y Finlandia la escritura creativa está fuera del sistema educativo
formal y en manos de escuelas y talleres como el nuestro. En el mundo
anglosajón su enseñanza está totalmente incorporada a la universidad. A
nosotros, inspirados en talleres norteamericanos y latinoamericanos,
especialmente los argentinos, nos pareció muy importante crear el
embrión de una red de escuelas bajo una asociación para fortalecer
vínculos e intercambios con el respaldo de la Unión Europea. Acogemos a
13 escuelas de siete países europeos e incluimos a Argentina porque
estamos abiertos a incorporar países latinoamericanos. En mayo tendremos
un simposio en Viena y probablemente allí se incorporará a Israel y
Holanda.
¿Tienen contacto en Italia con la escuela de Alessandro Baricco?
La
Escuela Holden pertenece a nuestra asociación y Baricco estuvo en
Madrid para la charla inaugural de la primera promoción de la maestría.
Usted es un ejemplo de que el estudio funciona. Gracias a eso escribió la novela ‘Mudanzas’ y un libro de cuentos.
Yo
soy licenciado en farmacia, trabajé en esa industria 13 años, pero un
día asistí a un taller literario, luego a una tertulia semanal, y me
cambié de profesión. Detrás de todos mis textos siempre está el miedo.
Mudanzas cuenta la historia de una huida; a un adolescente su novia lo
abandona y entra en una espiral de no aceptación de crecimiento que toma
una dirección contraria a madurar. Se mete en todo tipo de aventuras,
incluida de manera casi inconsciente una red de tráfico de cocaína, y
por ahí se enfrenta con toda la gente que lo quiere. Quería que la
novela fuera como una canción punk: breve e intensa. Mi libro de relatos
Ahora tan lejos es una reflexión sobre las relaciones de pareja, sobre
los momentos en que algo se quiebra por una mentira, por ejemplo.
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