El bloqueo es quizá uno de los momentos más terribles al que tarde o temprano tiene que enfrentarse casi todo escritor
En su relato «El
cadillac de Dolan», recogido en el volumen
Pesadillas y alucinaciones, y más tarde en el ensayo Mientras escribo,
Stephen King se refiere a un curioso método para superar la temible
parálisis ante la hoja en blanco. Se
trata de un artilugio que él bautiza con el nombre de «rueda de
argumentos de Edgar Wallace». El tal Edgar Wallace fue periodista y
escritor de novela negra que sería recordado más que por su
labor como literato por ser el autor del guión original de la
película King-Kong.
Según cuenta King, la rueda de argumentos inventada por Wallace
era un invento sencillo que consistía en dos círculos de cartón
superpuestos. En el de abajo había escritas una serie
de líneas argumentales como por ejemplo «una aparición fortuita»,
«la heroína se declara», «un asesinato», «un accidente», «una
explosión», etc., mientras que en el círculo superior había una
pequeña ventana que permitía ver una sola de las frases. De tal
manera que cuando el escritor se quedara atascado, era suficiente con
darle vueltas al ingenio hasta que la ventana quedara sobre
una de las líneas argumentales y proseguir con el escrito.
Sin embargo, más allá del testimonio de King, que llega a decir
incluso que Wallace patentó su invento y lo vendió como rosquillas, no
queda constancia alguna de que la rueda de
argumentos de Wallace llegara a existir. Diez años antes de que King
lo mencionara por primera vez Michael Crichton habla de una rueda
similar en su ensayo Electronic Life, e incluso
anticipa un programa de ordenador capaz de realizar la misma función ‒algo así como el abuelo de aplicaciones del estilo de iDeas para escribir‒.
Crichton dice que el inventor del aparato es un «famoso escritor de
misterio», lo que encaja en la descripción de Wallace, pero no llega a
dar su nombre.
Aunque hay otro escritor que también podría corresponderse con la
descripción que hace Crichton: Erle Stanley Gardner, conocido sobre
todo por haber escrito más de cincuenta novelas
del abogado detectivesco Perry Mason. De Gardner sí nos ha llegado una rueda de argumentos,
pero es difícil saber
si el ingenio es original o si es que tomó algunos de los modelos
que se empezaron a hacer populares a partir de los años 20. Al fin y al
cabo, son fáciles de fabricar y sus posibilidades solo
están limitadas por la imaginación. Amén de ser un reto para el
desarrollo de la escritura creativa.
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