El escritor construye
la casa
de su obra
con algunos escombros,
de la destrucción
de
la casa de su vida.
16.3.15
Kureishi: "Los escritores siempre estamos adelantados a los demás"
Nombre fundamental de la literatura británica, el provocativo narrador y guionista relata en La última palabra,
su novela más reciente, las peripecias que vive el biógrafo de un
célebre hombre de letras al tratar de cumplir con su trabajo. En esta
entrevista, desgrana sus opiniones sobre el deseo, la sexualidad y la
Europa actual, y recuerda sus comienzos como autor
Kureishi volvió a la literatura después de seis años con una obra que
destila humor negro y diálogos filosos, y que fue bien recibida por la
crítica./adncultura.com
"Nuestras vidas valen lo que nuestros orgasmos", dice con desparpajo Mamoon Azam, el septuagenario protagonista de La última palabra
(Anagrama), la novela más reciente de Hanif Kureishi. Acogido
positivamente por la crítica, el libro marca el regreso del escritor
británico, luego de seis años de ausencia, y destila el humor negro, los
diálogos filosos y las alusiones sexuales -y hasta procaces- tan
propias de su repertorio literario.
Todo comienza cuando Harry
Johnson, un joven y ambicioso redactor, recibe el encargo de escribir
una "biografía extrema" de Azam, un consagrado novelista inglés de
origen indio que está en baja y espera resucitar su carrera y su
reputación, además de salvar sus finanzas. Al cuidado de este personaje
-un hombre tiránico que es "ruin con la gente común y encantador con los
monstruos fascistas" a los que ha dedicado libros- y de su mansión,
está Liana, una italiana menor que él y que se define como "la esposa de
Tolstoi".
Mamoon y Harry pueden verse como las dos caras de la
misma moneda, ya que, a pesar de la brecha generacional, tanto uno como
el otro tienen problemas para relacionarse y son promiscuos en la cama.
Según los expertos, la novela representa un guiño al vínculo entre el
Nobel V. S. Naipaul y su biógrafo Patrick French, y pareciera ser una
excusa para hablar de varios temas. O, como diría Kureishi, es "un
combate entre dos personas que se toman en serio la literatura, pero que
acaban hablando sobre deporte, chismes y mujeres".
Nacido en
1954, en Bromley, una localidad ubicada a 16 kilómetros de Londres,
Kureishi es hijo de una madre inglesa y de un padre indio que creció en
Paquistán. Su abuelo, médico y coronel en la armada india, era una
versión paquistaní de El Padrino, patriarca de una familia
numerosa y acomodada, con criados y canchas de tenis y de críquet. El
propio Kureishi fantaseó con dedicarse profesionalmente a ese deporte,
antes de convertirse en escritor, quizá influenciado por su tío Omar, un
columnista periodístico, que era mánager del equipo de críquet de
Paquistán.
Su padre, Rafiushan, había llegado a Inglaterra para
estudiar leyes, aunque terminó en un trabajo administrativo en la
Embajada de Paquistán. Luego conoció Audrey, su mujer, y se mudó con
ella a Bromley, al sur de Londres, donde criaron dos niños: Hanif y
Yasmin. Rafiushan solía escribir novelas en la cocina, pero las
editoriales lo rechazaban una y otra vez. No ocurriría lo mismo con
Hanif, quien con sus primeras obras para el Royal Court de Londres, se
convertiría en una revelación de las letras británicas, en 1980.
Actualmente,
el diario The Times lo considera "uno de los 50 mejores escritores
británicos desde 1945", y el New York Times lo describe como "una suerte
de Philip Roth poscolonial". La referencia no es casual: Roth es uno de
los autores favoritos de Kureishi -junto con P. G. Wodehouse, humorista
británico que retrató magistralmente a la clase alta del siglo XX- y
sus obras reflejan la asimilación e identidad de los judíos en los
Estados Unidos. Algo similar ha hecho Kureishi respecto de la situación
de los indios y paquistaníes en Inglaterra.
A diferencia de otros
escritores de su generación, como Martin Amis y Salman Rushdie, que
emigraron a Nueva York, Kureishi ha permanecido en Londres. En 2008,
obtuvo la distinción "Comendador del Imperio Británico", seguida, en
2010, del premio PEN/Pinter, creado en honor al dramaturgo Harold
Pinter. Pero no todo ha sido premios y aplausos para este escritor,
dramaturgo, ensayista y guionista, alguna vez llamado "el chico malo" de
la literatura inglesa. Los años 50 y 60 en los suburbios eran
complicados. El racismo hacia la gente de "color" (es decir,
afroamericanos e inmigrantes de las ex colonias) era público y notorio. A
los 14 años, Hanif era un chico interesado en el sexo, que se drogaba y
al que le gustaba el rock and roll, dividido entre dos culturas y con
problemas de identidad. En las calles, los skinheads hacían de las suyas. De hecho, a su padre lo asediaron varias veces mientras regresaba del trabajo a casa.
A
Londres, Kureishi llegó a comienzos de la década del 70. "Fue
liberador, había gente con los pelos verdes, así que era todo mucho más
relajado. Me liberó, porque me permitió alejarme de mis padres, de los
suburbios, del racismo", rememora Kureishi en diálogo telefónico con adncultura,
desde su casa, ubicada en la zona oeste de la ciudad. "Ya había
comenzado a escribir. La escritura fue mi salida. Me permitió escapar
del destino de mi generación, que era trabajar en una oficina con traje y
corbata", agrega.
Un entusiasta pesimista
A
través de la escritura, Hanif Kureishi fue descubriendo quién era.
También se lanzó a narrar la emergente Inglaterra multicultural, en la
que se mezclaban, además del racismo, la política, la cultura pop, las
drogas y el sexo. En la película Ropa limpia, negocios sucios (1985), de Stephen Frears (director de films como Alta fidelidad y La reina), escandalizó al público con el beso entre un paquistaní homosexual (Gordon Warnecke) y un skinhead
blanco, encarnado por un joven Daniel Day-Lewis, y consiguió una
nominación al Oscar en el rubro Mejor Guión. De nuevo, la Inglaterra
cruda y promiscua apareció en su novela autobiográfica El buda de los suburbios (1990), libro que sería adaptado como serie de TV en 1993, y que reflejó acertadamente los conflictos de la era Thatcher.
A excepción de Intimidad
(1998), una novela dolorida, introspectiva, y a la vez brutal, sobre un
hombre que ha decidido abandonar a su mujer y sus dos hijos, y las
horas previas en que repasa su relación con ella, la comicidad atraviesa
el trabajo de Kureishi. Tanto en Intimidad -que Patrice Chéreau llevó al cine, en 2001- como en resto de su obra, las relaciones han sido centrales. La última palabra no es una excepción.
-¿Qué tan inspirado está el personaje de Mamoon Azam en su abuelo, el coronel?
-Crecí
en una familia numerosa. Mi padre era uno entre once hermanos. Todos
estos hombres eran periodistas o intelectuales, vividores, mujeriegos y
alcohólicos. El personaje de Mamoon es una mezcla de todos ellos. Pero
el libro, sobre todo, trata sobre la escritura y los escritores.
-El
narrador de La última palabra dice: "Él había sido un escritor, un
forjador de palabras, un contador de importantes verdades.. Ése era un
modo de cambiar las cosas, de vivir dignamente y de crear libertad". ¿Es
una descripción que se aplica a usted?
-Es una descripción de
lo que un escritor puede significar y hacer. Habla en nombre de todos
nosotros, porque los escritores siempre estamos adelantados a los demás.
Cuando yo leo algo que me gusta, siento que el autor dice exactamente
lo que pienso.. En este mundo hay corrupción, adulterio, maldad; lo que
un escritor hace es articular estas ideas de un modo más completo, para
transmitírselas al lector.
-A propósito, ¿es pesimista u optimista con respecto al mundo?
-Optimista
y pesimista. Existe la violencia, la corrupción, la estupidez fascista,
pero, en contraposición, también están el amor y la creatividad de
gente que está engendrando belleza, arte y otros mundos. Diría que soy
un entusiasta pesimista.
-¿Cómo vivió Gran Bretaña el tiroteo en Charlie Hebdo y el otro atentado ocurrido en Francia?
-En
Europa estamos muy preocupados por lo ocurrido en París y por el
fundamentalismo radical islámico, si bien también nos preocupa el avance
del Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, del Partido de la
Independencia del Reino Unido (UKIP, por su nombre en inglés) y de otros
grupos fascistas. Los liberales estamos muy limitados. Los individuos
liberales la tienen muy difícil en Europa, hoy.
-¿Es cierto que cuando las cosas estaban difíciles, en su adolescencia, su padre le sugirió que se cambiara el nombre?
-Había
cierta discriminación en los años 60. La consigna parecía ser
integrarse o perder identidad. "Hanif" significa "creyente" y
"Kureishi", "La tribu del profeta". A mí me gustaba mi nombre.. Estaba
el tema de la raza, el racismo, pero al mismo tiempo Gran Bretaña estaba
cambiando, se estaba volviendo multicultural. Era una gran oportunidad
para encontrar un tema del que nadie había hablado antes. Entonces, en
lugar de cambiarme el nombre, comencé a escribir sobre el mundo que
conocía, y esa desventaja se convirtió en una ventaja.
-¿Y es creyente?
-Supongo que soy secular. El laicismo es lo que permite que exista cualquier religión..
-¿Pero cree en algo?
-Creo en el lenguaje, en la habilidad de usar el lenguaje para crear poesía y arte, y para hacer cualquier comunicación posible.
Familia, juventud y cine
A
Kureishi le interesa rebuscar en el "pozo" familiar, para sus obras. Su
hermana, Yasmin, lo ha acusado más de una vez de explotar
"despiadadamente" la vida de quienes los rodean, tanto en Ropa limpia, negocios sucios, como en El buda de los suburbios, El álbum negro (1995) e Intimidad. A él pareciera no importarle. "A un escritor lo aman los desconocidos y lo odia su familia", comenta el protagonista de La última palabra, un álter ego del propio escritor. Intimidad,
por ejemplo, surgió cuando Kureishi había abandonado a su primera
mujer, la productora Tracey Scoffield, y sus hijos gemelos. En 2004,
tras la muerte de su padre, Kureishi publicó Mi oído en su corazón,
un ensayo sobre su papá que surgió de una novela no editada por éste,
que había permanecido guardada durante once años. Fue un viaje al
pasado, que le permitió rastrear y reconstruir su historia familiar. Y
también la manera en que le dio a Rafiushan un lugar en la literatura,
como personaje.
Otro de sus libros, Algo que contarte
(2009), narra en clave cómica la crisis existencial de un exitoso
psicoanalista. La historia surgió luego de haber ido a terapia con el
famoso psicólogo Adams Phillips. "Más que inspirarme para un personaje,
me fue útil en el sentido de que me hizo pensar sobre muchas cosas. Él
es un hombre inteligente, con el que sostuvimos buenas conversaciones",
dice Kureishi al respecto.
El escritor aún mantiene el espíritu
transgresor con que pisó Londres en los años setenta, para estudiar
filosofía en el King's College, y terminar como dramaturgo. Ya premiado
en el Royal Court se dio cuenta de que no quería vivir del teatro sino
ser novelista. Justo entonces le encargaron el guión de una película.
Así apareció Ropa limpia, negocios sucios y se inició una amistad
entre el escritor y Frears. Kureishi también se transformó en un ícono
multicultural que luego inspiraría a escritores como Zadie Smith (Dientes blancos).
En 1991 dirigió su propia película, Londres me mata,
sobre un veinteañero que quiere salir del mundo de las drogas
trabajando como camarero en un restaurante "normal". Como guionista,
escribió la cinta Venus, de Roger Michell, que protagonizó Peter O'Toole. Y en 2013 hizo lo propio para otro film de Michell: Le Week-End, sobre un matrimonio británico que regresa a París, con la esperanza de revivir su luna de miel.
-Usted vivió los años sesenta y setenta, cuando hubo una explosión musical en Inglaterra. ¿Cómo fue eso?
-La
vida en los suburbios era bien aburrida, así que la música, de alguna
forma, nos salvó. Escuchar a los Beatles, The Kinks, The Who, Sex
Pistols, y a David Bowie fue algo que nos transformó. Un estallido de
alegría y color. Después de la guerra, Gran Bretaña era una tierra gris,
de hambre y otras penurias. Se suponía que la gente tenía que
encerrarse a trabajar en una oficina. La música realmente trajo júbilo a
la gente que se dedicaba a crear y a la vida, en general.
-¿Qué hay de sus comienzos, cuando escribía pornografía con el seudónimo de Antonia French?
-Escribí
pornografía pero no lo disfruté mucho, la verdad. Todo el mundo
trabajaba en lo que fuera. Tenía amigos que se prostituían, otros
vendían drogas. Yo escribía historias cortas o artículos sobre el
marqués de Sade, cosas así. También trabajé en la boletería de un teatro
y en las salas teatrales, con el actor Steven Berkoff. Hice muchas
cosas para ganarme la vida.
-Sus trabajos son autobiográficos. ¿Cuál de ellos disfrutó más?
-Yo
no pienso en los libros ni en los films que he hecho sino en el futuro.
Escribo algo, lo termino y ya. Luego paso a otra cosa. Me gusta
comenzar un juego nuevo. No me preocupo por qué voy a hacer hoy sino por
lo que voy a hacer mañana.
-¿Y qué va a hacer mañana?
-Estoy cocinando nuevas ideas para el cine y para unos relatos, pero en una fase muy, muy inicial.
-De sus libros, Intimidad es quizá el único que tiene otro tono, menos festivo?
-Escribí
ese libro muy rápida y espontáneamente. Al igual que muchas canciones
pop y muchas películas, habla de la ruptura, algo violento, agresivo,
que puede cambiar la idea que uno tiene de sí mismo. También habla de
que es mejor marcharse que quedarse en una relación que no es buena para
uno mismo o para el otro.
-¿Es un libro significativo para usted, que pasó por algo similar?
-Un libro es significativo si significa algo para los lectores..
-¿Cuál es el mejor halago que ha recibido?
-Alguien me dijo que Ropa limpia, negocios sucios
le había hecho darse cuenta de que era homosexual, y eso había sido
algo muy liberador. Me parece que lograr eso es una buena cosa.
-¿Y lo peor que le han dicho?
-Mmm,
uno no puede gustarle a todo el mundo, y está bien. Hay gente a la que
no le gustan mis libros o mi trabajo para el cine y lo dice. Pero se
trata de dejarlo pasar y listo.
-Mamoon, de La última palabra, dice "El amor es la única maldita cosa que importa". ¿ "El amor es la respuesta", como cantaba Lennon?
-El
amor importa, que uno le importe a alguien, que a uno lo adoren.. De
otro modo, la vida sería vacía y deprimente. Yo nací en los años
cincuenta, una época más reprimida sexualmente, luego vino la liberación
de los sesenta y los setenta, décadas en las que todo era
experimentación y, después, pasamos a un punto en que el sexo, algo que
era visto como peligroso, se volvió vacío. El sexo y la pornografía
están en todas partes. Ahora es el amor, donde hay muchas más cosas en
juego, el que se ha vuelto amenazador, más amenazador que un acto de
copulación. El sexo puede ser transformador, pero el amor lo es en un
sentido mucho más profundo.
-El sexo está muy presente en sus trabajos..
-Sí, estoy interesado en el deseo y el placer. El placer de ser deseado y de desear a otra persona.
-Ha escrito guiones cinematográficos y dirigió, incluso, una película. ¿Va mucho al cine?
-Voy. Una de las últimas películas que vi fue Boyhood,
que está muy bien. También me gusta hablar de cine con directores como
Stephen Frears. Este año necesito dinero, así que seguramente voy a
escribir un proyecto para el cine, que es algo que disfruto mucho.
-¿Qué tipo de cine le gusta?
-Me encantan Bergman, Fellini y Lubitsch. Veo muchas películas clásicas.
-¿Lee a sus contemporáneos?
-Antes
leía a Coetzee y a otros autores, pero ahora no estoy leyendo tanta
literatura: me dedico más a leer psicología e historia, y reviso los
diarios. Estoy escribiendo mucho y, por las tardes, me gusta hacer algo
distinto.
-¿Recuerda cuál fue el último libro que lo hizo llorar?
-Lloré y lloro con P. G. Wodehouse. Sus libros son muy ingeniosos y divertidos. Él me hace llorar a carcajadas.
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