15.7.15

El credencialismo literario

La calidad de la literatura que producen estos escritores es controversial, así como lo que representará esta proliferación del credencialismo literario en los demás países, ¿será que es el inicio de la producción masiva de escritores a nivel mundial?

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En Estados Unidos proliferan las Maestrías en Escritura Creativa. La primera fue instituida en la Universidad de Iowa en 1936, y actualmente existen más de 229 en todo el país. Las conocidas MFAs (Maestría en Bellas Artes por sus siglas en inglés), se han vuelto el centro de la literatura gringa en los últimos años. Autores como Susan Choi, egresada de la Universidad de Cornell, Junot Díaz, también egresado de Cornell, y David Foster Wallace, egresado de la Universidad de Arizona, representan una nueva generación de escritores educados en el arte del lenguaje dentro de un salón de clases. La calidad de la literatura que producen estos escritores es controversial, así como lo que representará esta proliferación del credencialismo literario en los demás países, ¿será que es el inicio de la producción masiva de escritores a nivel mundial?
Karen Russel, que obtuvo su maestría en la Universidad de Columbia, y cuyo primer libro fue finalista del premio Pulitzer en 2012, aseguró al New York Times que no sabe qué estaría escribiendo si no hubiera cursado el programa. Algo similar opina Gary Shteyngart, escritor de origen ruso, que aconseja a todos los jóvenes escritores obtener una Maestría en Escritura Creativa, pues asegura que sin ella “nadie tomará tu trabajo en serio”. Pero no todos concuerdan, incluso entre los egresados exitosos. Francesca Abbate, poeta y profesora del departamento de inglés de Beloit College, asegura que los programas de escritura creativa pueden ser muy buenos en enseñar cómo usar el lenguaje, pero que muy difícilmente convertirán en escritor a alguien sin un genuino interés por las letras. Ahora que imparte clases de escritura creativa a jóvenes universitarios, intenta enseñarles que todos tenemos algo que decir, pero que eso no los convierte necesariamente en escritores.
Si, como dice Gabriel Zaid en Dinero para la cultura, la universidad no es académica, y las grandes influencias del siglo XX no salieron de la universidad, sino que entraron a ella una vez que ya se habían gestado, habría que reconsiderar la literatura que busca lectores mostrando el título antes que el texto. Zaid dice que “algo tienen las burocracias […] que desamina la creatividad. Las estructuras jerárquicas se llevan mal con la libertad creadora. Tienden al centralismo y la hegemonía. Desconfían de las iniciativas que no se rigen by the book”. Las universidades podrán enseñar muy bien el uso del lenguaje, pero enseñar ideas, historias y experiencias es casi imposible, justo de lo que están hechas las grandes obras. No importa qué tan bien alguien sepa manejar el lenguaje, el escritor tiene que salir a vivir, a experimentar, a nutrirse de su entorno para poder escribir. La prosa puede ser clara, precisa, sin errores, pero si carece de sustancia el texto no llegará lejos. Lo mismo con la poesía: si no hay contenido en la forma o en la idea, el autor no vivirá mucho. Además, es difícil creer que en las universidades no se enseña el canon en el mejor de los casos, o a escribir bestsellers en el peor. La renuencia a la innovación es frecuente en los departamentos de inglés, que enseñan fórmulas para escribir ensayos correctamente. Libros importantes como La revolución electrónica de Burroughs o Howl de Ginsberg, son producto de la innovación, de llevar el lenguaje al límite, y resulta complicado creer que propuestas de ese talante tendrán cabida en programas universitarios. Por otro lado, la universidad es un negocio, y como tal prioriza las exigencias de sus clientes: ganar lo suficiente para vivir decorosamente después de graduarse. Las historias de zombies no están mal, pero sí muy lejos de hacer historia.
Abbate, que recibió su MFA en la Universidad de Montana, ríe cuando le pregunto sobre la especialización que ya ofrecen programas como el del Instituto Pratt de Nueva York en escritura ambiental o el de la Universidad del Sur de Maine en Justicia Social. Como si uno pudiera aprender cómo convertirse en el próximo Allen Ginsberg.
Puede que el énfasis en las ciencias tenga que ver con la proliferación de estos programas. Los departamentos de literatura sufren la preferencia de los alumnos por programas con mejores índices de empleo, y traer de vuelta la atención requiere demostrar que también son capaces de formar profesionales listos para tener éxito en el mercado, algo similar a un MBA (Maestría en Administración de Negocios por sus siglas en inglés). Pero Abbate no está de acuerdo, dice que los programas de escritura creativa deben ser vistos como un tiempo para disfrutar de lo que haces, para leer mucho y conocer gente afín, “porque después nada está garantizado”. De acuerdo con el New York Times, cada año entre 3,000 y 4,000 escritores acreditados salen al mercado, y este año alrededor de 20,000 personas aplicaron para entrar a uno de los programas. La competencia aumenta: la revista Poetry recibe más de 100,000 propuestas al año y solo publica 300 poemas. Y con todo y la importancia que parecen cobrar las credenciales universitarias para ser publicado, muchos de los escritores más reconocidos siguen estando al margen de las instituciones de educación superior: Edward Albee y Ray Bradbury siguen siendo estudiados en las universidades sin tener una licenciatura, y J. K. Rowling y Emily St. John Mandel lideran las listas de los libros más vendidos sin necesidad de un MFA.
En el mundo hispano aún no hay un fenómeno comparable. En México solo existe un programa de licenciatura enfocado a la creación literaria, y en Sudamérica unas pocas instituciones ofrecen el Máster. España lidera la adopción de dichos programas, que ya ofrecen universidades prestigiosas como la Complutense de Madrid y la Pompeu Fabra en Barcelona. En Estados Unidos ya le han apostado al éxito que puede tener entre los jóvenes escritores hispanohablantes, y han puesto en marcha desde hace algunos años el programa de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York, que busca proyectar a nuevas figuras del castellano y promover el programa en nuestra lengua.
Termino con lo que dice Zaid: “La cultura libre prospera en la animación y dispersión del diálogo y la lectura libre […]. Es el centro sin centro de la cultura moderna, más importante para la innovación que las grandes universidades. […] la institución del saber jerárquico, autorizado y certificado no es el medio ideal para la creatividad, menos aún si es gigantesca, burocratizada y sindicalizada”.
Links a algunas de las fuentes citadas:
http://www.nytimes.com/2015/04/12/education/edlife/12edl-12mfa.html?_r=0
http://flavorwire.com/476264/27-writers-on-whether-or-not-to-get-your-mfa4
http://www.thereviewreview.net/publishing-tips/mfa-or-not-mfa-question

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