30.7.10

Abducir, cultureta, muslamen, 'jet lag' y obrón están ya en el Diccionario

Las veintidós Academias de la Lengua Española no quieren quedarse "desfasadas" y, además de incluir ese adjetivo entre las novedades que se incorporan hoy a la página web del Diccionario, han admitido voces como abducir, antiespañol y 'jet lag', y otras coloquiales como cultureta, muslamen y obrón

García de la Concha, director de su obra, La Nueva Gramática, de reciente edición.foto:archivo.fuente:adn.es

Estos ejemplos forman parte de las 2.996 enmiendas y adiciones al Diccionario que las instituciones encargadas de velar por la unidad del español han consensuado en los tres últimos años y que "demuestran la viveza del idioma", afirma en una entrevista con Efe el secretario de la Real Academia Española, Darío Villanueva.

La amplia lista de novedades -a la que ha tenido acceso Efe- actualiza en la red la XXII edición del Diccionario, cuya versión electrónica recibe cada día "un millón de consultas", y constituye un adelanto de la XXIII, que se publicará en 2013.

El elevado interés que suscita esa obra esencial de referencia entre los hispanohablantes obliga a las Academias a estar "en el tajo siempre, haciendo aportes continuos para seguir el ritmo de la sociedad y del idioma", señala Villanueva.

Entre las palabras que entran ahora en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) hay una que es una vieja reivindicación de los expertos en medio ambiente: "ambientalista", y que también se aplica a la persona "que se preocupa por la calidad y la protección del medio ambiente".

El verbo "abducir", que series de televisión como The X-Files pusieron de moda, se abre hueco en el Diccionario. Uno puede quedar abducido por "una supuesta criatura extraterrestre" o, si es un excelente escritor, puede "abducir a los lectores con sus novelas".

En tiempos como los actuales, de crisis económica generalizada, no podía faltar la palabra "anticrisis" en el DRAE, perfecta para las medidas que los gobernantes aprueban estos meses.

Y, como anunció la Academia hace unos días, también se incluye el "libro electrónico", en su doble acepción: "Dispositivo electrónico que permite almacenar, reproducir y leer libros" y "libro en formato adecuado para leerse en ese dispositivo o en la pantalla de un ordenador".

Los académicos han preferido la expresión "libro electrónico" en lugar de castellanizar el "e-book" (así figura en el Diccionario de María Moliner). Darío Villanueva se muestra "muy orgulloso" de la rapidez con que las Academias "han dado respuesta" a esta realidad digital.

27.7.10

El tema de la novela futura

¿Por qué elegir hoy ser civilizado pudiendo permanecer en la barbarie? He aquí un gran asunto novelesco

Nuestro lema: menos novela conflictiva de liberación y más novela problemática de socialización.foto;fuente:elpaís.com
Se impone la tarea de narrar el camino biográfico que lleva de las profundidades insondables del yo a la aceptación voluntaria de las cargas civilizatorias

JAVIER GOMÁ LANZÓN
Por qué decimos que la novela nace con Cervantes si siglos antes abundaron las novelas griegas, romanas y bizantinas? El mismo Cervantes escribe en el prólogo al Persiles que con su obra "se atreve a competir con Heliodoro", a quien toma como modelo inspirador. El resultado de esa emulación de grave estilo de un autor helenístico hoy olvidado fue una novela algo tediosa, mientras que cuando Cervantes dio suelta a su ingenio, desinhibido ante un asunto de intención relajadamente humorística, concibió El Quijote e inventó un género literario en verdad nuevo. ¿En qué sentido nuevo? Ya los tratadistas del Renacimiento se sentían perplejos ante la novela y no sabían a qué categoría adscribir un género que Aristóteles no había tenido en cuenta en su Poética. Pero si decimos que la novela moderna nace con Cervantes se debe a otras razones, que tienen que ver con su aptitud para dar forma y expresión a determinado estadio del espíritu europeo.

La premodernidad es aquella etapa de la historia de la cultura que interpreta la realidad como un cosmos, un todo ordenado y perfecto. El hombre es, en el mejor de los casos, el rey o el centro del cosmos, pero siempre una parte de él. El arte, durante esta larga etapa cultural, imita la perfección antecedente del cosmos, la celebra, le dedica himnos. El arte premoderno es, en última esencia, celebratorio y su modo natural de expresión se halla en el verso. Entonces sucedió, en ese hiato fundamental de la cultura que se sitúa entre el siglo XVIII y el XIX, que el hombre empezó a tomar conciencia de sí y se constituyó él mismo en un todo, ya no más parte, ni siquiera parte privilegiada del todo cósmico o social: en ese momento tuvo lugar el alumbramiento de la subjetividad moderna. Y ese nuevo todo que es el yo subjetivo no se deja asimilar como antes a la colectividad social, no admite su antigua función de tesela de un mosaico que le trasciende porque él mismo es una totalidad más profunda, más significativa, más plena. El conflicto es inevitable: porque la sociedad reclama del individuo con poderosas armas su integración, su participación en las cargas civilizatorias comunes, su contribución a las necesidades de rendimiento social (el oficio y la casa: la producción y la reproducción), pero el individuo autoconsciente se resiste, recela de dar un paso que percibe como una alienación de su universo privado, siente el extrañamiento de un mundo que no es el suyo y que amenaza con anularlo, y vierte toda su alma en el cultivo amoroso de su intimidad recién ocupada, aun a riesgo de recibir la sanción condenatoria de la sociedad, que le hostiliza, le anatemiza y a veces le aplasta hasta morir. No más himnos de celebración: la prosa de este conflicto -narrado en registro trágico, dramático, cómico o grotesco- demandaba un género literario de nueva planta, un guante a medida que calzarse la estrenada subjetividad: ésta es la esencia de la novela moderna, desde El Quijote de Cervantes a Doktor Faustus de Thomas Mann, así como su tema permanente, con mil variaciones.

La novela se pone del lado del afligido individuo, no de la represora sociedad, pero hubo un intento histórico de buscar la conciliación entre las partes: me refiero a las Bildungsroman, las novelas de educación que, conscientes de lo invivible de la escisión abierta, narran, de forma ejemplarizante, la lenta maduración sentimental del héroe que conduce a la postre, tras muchas experiencias formativas y enjundiosas peripecias, a su gozosa conformidad con el desempeño de un oficio productivo y con la institución matrimonial, es decir, a su condición de ciudadano. Pero, aunque literariamente algunas de ellas apreciables, en su loable ambición de armonizar los dos mundos fracasan sin remedio: así, Wilhelm Meister, de Goethe; Verano tardío, de Sifter; Enrique el Verde, de Keller, entre otras que suelen citarse, cuyas propuestas de conciliación simplemente no son creíbles por muchas razones. La única excepción quizá sea, acaso sin pretenderlo, Jane Austen, quien escribe novelas en las que se produce la maravilla de una tensión felizmente resuelta y de unos personajes que, sin dejar de ser modernos, son también civilizados, miembros inteligentes de su refinada comunidad.

Y ahora ¿qué? Porque lo cierto es que el antiguo conflicto ha cesado. Hubo un tiempo en que el individuo vindicó sus libertades frente a las opresiones tradicionales y el arte noveló con puntualidad esa heroica riña. Pero ahora ya no: nuestra libertad ya no es conflictiva, sino pacífica, pues vivimos en una cultura no represora, en la que las coacciones colectivas han sido deslegitimadas, sus torvas genealogías desenmascaradas, sus pretensiones de validez convenientemente "deconstruidas". El conflicto por la liberación subjetiva ya no es nuestro tema, sino que lo es la indolencia que el hombre liberado arrastra lánguidamente por falta de motivaciones, entregado al consumo de mercancías y de afectos mientras nada en el mundo le induce a ser ciudadano, y entretanto vive en sociedad sin estar socializado. La novela moderna ha perdido el argumento originario, pero la orfandad temática no ha de durar porque otra tarea se impone: narrar el camino biográfico que lleva de las profundidades insondables del yo a la aceptación voluntaria de las cargas civilizatorias. ¿Por qué elegir hoy ser civilizado pudiendo permanecer en la barbarie? He aquí un gran asunto novelesco. La socialización pendiente ya no es conflictiva, pero sí sobremanera problemática, y reclama un género literario que le sea propio. Si en su día fracasó en aquella conciliación imposible la antigua Bildungsroman -en España ni siquiera existió como tal-, acaso ahora este género adquiera nueva actualidad aplicado al viaje formativo, salpicado de aventuras, que parte de la subjetividad inflacionaria hacia la terra incognita de la ciudadanía.

Sea, pues, nuestro lema: menos novela conflictiva de liberación y más novela problemática de socialización.

26.7.10

El taller que se volvió carrera

De la mano de Isaías Peña, en junio de 1981 nació como un encuentro informal de aprendices de narración o poesía. Ahora se convierte en programa profesional en creación literaria

El escritor Isaías Peña Gutiérrez, artífice del programa profesional de Creación Literaria.foto;fuente:elespectador.com

Hace 29 años se comenzó a gestar el sueño. En el aula máxima de la Universidad Central, con presentación del novelista Pedro Gómez Valderrama, nació el Taller de Escritores que creó Isaías Peña Gutiérrez. En esos días proliferaban las tertulias literarias y, a imagen y semejanza de México, el narrador Manuel Mejía Vallejo regentaba su taller en la biblioteca Piloto de Medellín. El nuevo aporte, apoyado por el rector Jorge Enrique Molina, llenó un vacío y fue pionero en Bogotá.

Con el curso de los años, este escenario de discusión sobre la escritura creativa se convirtió en un anhelado destino para las nuevas generaciones de cuentistas y poetas. Por él fueron pasando, entre otros, los escritores Jorge Franco, Gloria Inés Peláez, Nahum Montt, Óscar Bustos, Óscar Godoy, Juan Álvarez o Miguel Manrique. Una vez a la semana, Isaías y los suyos se reunían a compartir secretos de su brega contra la hoja en blanco. Y no demoraron los premios.

Y con el mismo ritmo, grupos de amigos y egresados imitaron la dinámica del taller y fueron naciendo encuentros paralelos de escritores que empezaron a delinear sus propios rumbos. El centro de estudios Alejo Carpentier, con concurso de cuento propio; el grupo Tinta Fresca, que a finales de los años 80 y principios de los 90 tuvo hasta su propio impreso; o el grupo Maracuyá Azul, de las últimas generaciones de talleristas, que le agregó la innovación de las nuevas tecnologías.

Detrás de esa multiplicación de narradores y poetas, siempre motivador encantado, estuvo Isaías Peña, un aplicado intelectual nacido en Salado Blanco (Huila), que un día viajó a Bogotá en busca de conocimiento y en 1968 se graduó de abogado en la Universidad Externado de Colombia. Pero lo suyo siempre fue la literatura y antes de recibir su título ya escribía en las páginas de El Siglo una columna titulada "A ver qué pasa", con entrevistas, reseñas, comentarios, la lucha de los escritores buscando ser leídos.

Su paso por el derecho fue efímero. Apenas unas clases como profesor de historia del arte en su alma máter. La literatura copó sus días. Primero en el Magazín Dominical de El Espectador con su columna semanal 'El correo de los chasquis', que firmó con el seudónimo de "Gustavo Budiño", un personaje extraído de la novela Gracias por el fuego, de Mario Benedetti. Y luego en Lecturas Dominicales, de El Tiempo, donde rebautizó su columna como "Arca de papel", con el seudónimo de "Esteban de la Cruz".

Más de 20 años registrando el trabajo de los nuevos narradores. Su última columna la publicó en 2003, pero al momento de firmarla, ya con su nombre y apellido, había escrito ocho libros. Entre ellos, Manual de literatura latinoamericana, una guía fundamental en su momento, o La generación del bloqueo y el Estado de sitio, necesario para entender el desarrollo de la literatura colombiana. Y como buen huilense, la biografía del autor de La vorágine, José Eustasio Rivera, que considera su obra predilecta.

Reconocido por los periodistas culturales, promotor de incontables narradores, con su taller de escritores diseminado en tres convocatorias al año, Isaías Peña empezó a delinear la senda para transformarlo en un escenario de formación profesional. Primero como diplomado en creación narrativa con dos versiones en 2004 y una en 2006; y luego con la persistencia de que su peculiar didáctica para orientar el talento hacia el arte de la escritura cobrara forma en un pregrado distinto al tradicional de Literatura.

Y el sueño se ha cumplido. Con resolución a bordo, pénsum de materias y matrículas abiertas, la coordinación de Isaías Peña y el respaldo de la Universidad Central, se acaba de lanzar el programa profesional de Creación Literaria. Un plan de estudios de ocho semestres para que los aprendices de letras, sin la mirada arqueológica con que se suele enseñar la literatura, conozcan y asuman las destrezas y la vocación que requiere el escritor profesional. Con grado previo a la aprobación de una novela, o un libro de cuentos, poemas o ensayos.

El primer semestre quedó planteado con sugestivas cátedras. Mito, rito y creación, laboratorio de gramática, orígenes y desarrollo del español, literatura y creación. Una ruptura con la didáctica habitual de los literatos, para volcarse al discurso que Isaías Peña empezó a inculcar en su taller desde 1981: el marco de composición de la historia, la intención estética del escrito, la transpiración antes que la fábula de la inspiración o el proceso de investigación continua.

Lo acompañan, por ahora, amigos que fueron quedando de su taller de escritores y un grupo de catedráticos de planta. Jairo Restrepo, Manuel Rincón, Aleida Gutiérrez o Camilo Castillo, todos intelectuales de oficio y ganadores de premios, como el propio Isaías Peña, de nuevo galardonado en 2009 en el Concurso Metropolitano de Cuento en Barranquilla. Como el primer día en que la vida del escritor cambia cuando ve por primera vez sus letras publicadas, el Taller de Escritores de la Universidad Central es ahora un camino inédito.

Cómo se escribe hoy una historia de amor

Nueve escritores dicen qué vale y qué no vale más para contar un romance. Ellos entregan las claves para narrar en literatura la búsqueda del principe @zul

fotos;fuente:Revista Ñ
Se ha preguntado y dicho casi todo sobre el amor.: nebulosa indefinible, el valor más noble, misterio cuasi religioso, capricho burgués, absurdo inalcanzable o absoluto hipócrita. Para bien o para mal, se lo ha pintado, se le ha cantado, se lo ha narrado de mil maneras. Algunas, antiguas, todavía conmueven. Otras, quizás más cercanas, dan risa. ¿Cuál es la forma de contar una historia de amor hoy, que la comunicación transita entre teléfonos celulares y amigos de Facebook y los sentimientos quedan impresos a la velocidad de Twitter?

Desde sus trincheras, distintas voces de escritores que se han aventurado a narrar "las contingencias amorosas modernas" –y asumir lo que, palabras de Susana Guzner representa "un poderoso y soberbio desafío"– reflexionan sobre la novela de amor en la era del blog y el nihilismo.


"Un género ñoño"
Guillermo Saccomanno –autor de Bajo Bandera y El oficinista– admite su escepticismo y, de plano, descarta el amor, que sería "Un absoluto hipócrita dentro de la sociedad capitalista", dice. Saccomanno descalifica la novela romántica, a la que define como un género "ñoño" que sirve "de consuelo para secretarias, mucamas y amas de casa desesperadas". El novelista es tajante: "¡Pero de qué amor hablamos, si es tan improbable como la existencia de Dios! Es equívoco hablar de amor en una sociedad donde los chicos se mueren de hambre".

¿Nada bueno para decir? Parece que no. Saccomanno asegura que el género amoroso ha derivado "en su lado más patético" en la literatura gay, donde lo que funciona no es amor, es melodrama, como en películas de María Félix y Bette Davis.

Una para el lado del amor: Guillermo Saccomanno, habla de El Cielo Protector de Paul Bowles, como una de las grandes novelas de amor contemporáneas. "Es paradigmática y está escrita con gran frialdad y distancia, donde la dificultad está en la esencia de los personajes, los personajes se aman pero nunca hablan de amor."


"Sin desdicha, no hay novela"
Entre los autores habrá muchas diferencias pero un acuerdo: el elemento imprescindible es el obstáculo. Al que quiera celeste, que le cueste: para que exista una historia de amor tiene que haber imposibilidad, una dificultad que construya el relato. Ana María Shua, autora de Los Amores de Laurita, afirma que la representación cambia a través del tiempo, pero el amor es el mismo y que lo que cambia es la escenografía, el telón de fondo.

"Sin desdicha, separación, pérdida, sufrimiento, no hay novela," cuenta Ana María Shua. "Por eso no recordamos Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, como novela de amor (termina demasiado bien), y sí en cambio Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë."

La autora de El Libro de los Recuerdos considera que no hay novela de amor más atroz y desgarradora que Lolita, porque el amor de un hombre mayor por una niña de 12 años "está destinado al rechazo y al horror, es una historia que hubiera sido imposible contar en el siglo XIX".


"El amor es el mismo"
Para Florencia Bonelli, autora de Bodas de Odio, el amor triunfa y renace inevitablemente. "El amor es atemporal y universal pero también es muy humano y pertenece a todas las épocas. El sentimiento entre las personas es más o menos el mismo, no han habido grandes cambios", dice. "Es tan misterioso y deseado por el ser humano, que se escribe y se escribe sobre él y la gente sigue leyendo. Cualquier cosa puede pasar hoy, pero el amor es el mismo. Todo lo demás es parafernalia".

Bonelli analiza obras clásicas del siglo XIX para encontrar siempre un conflicto de amor acompañado de una problemática social que rodeaba a las autoras. Jane Austen o George Elliot y obras como María de Jorge Isaacs, o Cumbres Borrascosas de Emily Brontë, ejemplifican este esquema.

"¿A quién escandaliza un adulterio?"
Susana Guzner, autora de La insensata geometría del amor, habla de otro clásico, Madame Bovary, contrastándolo con un contexto actual, diverso y cambiante: "¿A quién puede escandalizar un adulterio sin el contrafuerte de otros "ingredientes" ficcionales que intensifiquen la magnitud de su potencia dramática?", pregunta.

Pero también constata que los grandes conflictos humanos –venganza, celos, locura, pasión-continúan vigentes y que la situación más nimia e imprevisible –un post en Facebook, una mirada fortuita, recuerdos– puede motorizar la creación de una trama amorosa. Su novela La Insensata Geometría... nació de un sueño. "Las dos primeras frases del diálogo inicial me despertaron a las 4 de la madrugada y me obligaron a precipitarme en la computadora para ser escritas,"cuenta. Las palabras que dejaron sin sueño a la escritora fueron estas:

–Pidamos pronto –dijo sin alzar la vista del menú– porque me muero de hambre.
–Sí, pidamos pronto porque me muero de amor– me oí responder (...).


"Sexo y soledad"
Al peruano SantiagoRoncagliolo, autor de Abril Rojo, le resulta complicado escribir una auténtica historia de amor y acepta su miedo –una marca de época– a caer en las redes de sentimentalismo y la cursilería. El resultado es la novela que publicará en septiembre: Tan Cerca de la Vida. Allí, combina dos géneros literarios: romance y terror. "La gente le tiene miedo al amor y a ser cursi y eso no pasaba antes. En esta sociedad individualista e independiente es más fácil tener sexo que comunicarte con alguien, por eso la única forma de contar una historia de amor es contando una historia de terror", dice entre risas. Para el escritor, los elementos vitales de novela romántica son: "mucho sexo y soledad".


Amantes del mismo sexo
"La novela de amor cayó con la diferencia social como impedimento, el adulterio como sancionable y la tuberculosis como agente exterminador de uno de los amantes. Y fue reemplazada por la novela de deseo y el deseo por el deseo carnal", dice María Moreno, autora de El affair Skeffington.
"(Michel) Houellebecq no es más que un romántico que sangra su desilusión por la herida del pornocinismo, lo mismo que las bloguistas hot: todos dejan de sublimar mirando fijo un celular que no suena."

Moreno encuentra algo de la vieja historia de amor en aquellas donde los amantes tienen el mismo sexo: Tengo miedo torero de Pedro Lemebel, El beso de la mujer araña de Manuel Puig, En breve cárcel de Sylvia Molloy y Testo Yonqui de Beatriz Preciado.

Una pista similar sigue Mariana Enriquez, autora de Los peligros de fumar en la cama: "No está vigente que la historia de amor sea exclusivamente heterosexual. Las historias de amor tienen que incorporar la diversidad y, al hacerlo, se renueva desde muchos puntos de vista (de tradición literaria, sociológicos) la tradicional novela 'de amor'. Las historias que me interesan leer se inclinan hacia la pasión perturbadora, la obsesión".


El sentido y las rubias
Pablo de Santis, autor de El enigma de París, se remite a la obra de Remy de Gourmont, Amor y Occidente, para entender toda historia de amor como "una especie de código secreto cuyo sentido original se ha perdido, y al que nuevos sentidos reemplazan."

Se trata de narrar, parece decir Leonardo Oyola, autor de Chamamé. Y narra: "Raymond Chandler, en El largo adiós hace una clasificación de rubias. La distancia con las que las mide es la de aquel que fue y vino, pero que bien supo extraviarse entre esas piernas. Nosotros, los tipos, somos bichos diferentes. Lo genital está muy presente. En cualquier sociedad, en cualquier época, en cualquier geografía, desde cualquier género se puede contar una historia de amor; de sexo, de erotismo; si el relato y los personajes lo piden."

Sexo, dolor, secreto. En Facebook o en otro lado, el amor no perece, sino aparece, quizá, escondido en 140 caracteres.

21.7.10

7.000 euros por 100 palabras

Desenfunden, pistoleros. El mejor relato hiperrápido tendrá una recompensa nunca vista gracias a un concurso

El escritor, en la cárcel de la cretividad, preso por el lenguaje. foto:archivo.fuente:elmundo.es

La Fundación César Egido Serrano ha convocado la II edición del Concurso Internacional de Microrrelatos 'Museo de la Palabra'. El ganador de este año se llevará un premio de 7.000 euros por su microrelato que, en ningún caso, podrá superar las 100 palabras.

La principal novedad de esta edición es que, además de en lengua española, los escritores participantes podrán enviar sus relatos en Inglés, Árabe y Hebreo. Para la fundación, "Esta novedad supone una profundización en el valor de la palabra como herramienta para la convivencia de las culturas, civilizaciones y religiones". Por este motivo, el espíritu de la fundación queda claramente reflejado en su lema: 'La palabra es el vínculo de la Humanidad'.

La primera edición de concurso que se celebró el pasado año contó con la participación de 3.682 escritores procedentes de 44 países. En esta segunda edición, la fundación espera superar ampliamente ese número hasta conseguir la creacíón de "un pequeño ejército" de escritores procedentes de todos los pueblos del mundo.

14.7.10

Donde tu vocación te lleve

Escritor y psicoanalista Carlos Chernov, autor de El amante imperfecto, sostiene que hablar de vocaciones y profesiones remite al lenguaje religioso y señala el peso que la sociedad otorga a la elección de un oficio. "Compromisos varios inclinan una decisión que debería definir el deseo", dice.

foto.fuente Revista Ñ

Carlos Chernov
En Pieza inconclusa para piano mecánico , esa conmovedora película rusa sobre amores e ideales traicionados, hay una escena que resume la desesperación de varios de los personajes. Uno de ellos comienza a gritar: "Tengo treinta y cinco años y soy un cero, una nulidad. Lermontov a los veintisiete estaba en la tumba, Napoleón ya era general y yo no hice nada en esta maldita vida." Cuando la vi, yo también tenía treinta y cinco años y estaba atravesando una crisis vocacional que la película puso en escena y que, de algún modo, me ayudó a resolver.

De joven, estudiaba medicina y escribía poesía; después me recibí y me dediqué por completo a la psiquiatría y al psicoanálisis y abandoné la poesía. Al ver la película, terminé de entender un malestar que arrastraba desde hacía varios años. No estaba conforme con mi vida. Mi profesión me apasionaba, pero me faltaba la literatura y esta ausencia me hacía profundamente infeliz.

A lo largo de la historia, la mayoría de las personas no ha podido elegir sus trabajos. Los condicionamientos sociales han predominado absolutamente sobre las elecciones individuales. Los hijos de los campesinos se convertían en campesinos, los señores feudales les legaban sus posesiones a sus descendientes, los hijos de los artesanos se iniciaban como aprendices y se integraban a los gremios. Este orden sólo era alterado por catástrofes masivas: guerras, pestes, hambrunas o revoluciones. El hombre empieza a elegir, a no heredar su ubicación laboral en la sociedad, con el surgimiento de la burguesía como clase, con sus ideales liberales y su valoración de las profesiones universitarias.

No elegir, quedar determinado por el origen, también era lo habitual a la hora de casarse. Los casamientos se arreglaban. El amor, como causa suficiente para superar los mandatos familiares, es un invento posterior a la Revolución Francesa.

Siempre recuerdo una frase que no sé dónde leí: "Mi abuelo fue campesino, para que mi padre fuera comerciante y yo pudiera ser poeta". Una buena ilustración de la movilidad social. Si uno apenas puede sobrevivir, las elecciones vocacionales son un lujo disparatado; sin embargo, incluso para los "poetas", que por no sufrir necesidades acuciantes tienen más libertad, la elección del proyecto de vida estará jaqueada por compromisos familiares y sociales.

Los compromisos arrancan con nuestro nacimiento. Se nace en deuda: la deuda de que nos hayan dado la vida. Una deuda curiosa porque nunca pedimos el crédito, pero sin duda entendemos que es un crédito porque actuamos como si nuestra vida no fuera del todo nuestra, y no me refiero a lo efímero de la existencia, sino a la cantidad de deberes que hemos contraído antes de empezarla.

Debemos saldar la deuda teniendo hijos y cumpliendo con los ideales más diversos. Cuando nos damos cuenta, ya hemos pasado los cuarenta o cincuenta años y todavía no hemos terminado de pagar. Esta deuda originaria es uno de los motivos de la dificultad para apropiarnos de nuestra vida: pocos consiguen hacer lo que realmente quieren; vivir de acuerdo a su manera de sentir y pensar.

Naturalmente, los principales acreedores son nuestros padres. En la actualidad, la autoridad de la familia está cuestionada y se ha debilitado, pero todavía sigue siendo determinante. Los deseos de los padres intervienen regularmente en las elecciones de los jóvenes; en ocasiones ejercen una influencia consciente y deliberada, en otras, se trata de presiones inconscientes.

Muchos padres esperan que sus hijos cumplan con los ideales que ellos no pudieron alcanzar; otros quieren que los hijos los sucedan en sus empresas o profesiones. Además del obvio propósito de no tirar por la borda lo que costó años de esfuerzo construir, que alguien los suceda, que el mismo apellido esté en el frente del negocio o en la chapa del estudio, les permite albergar la fantasía de que mientras exista esa prolongación laboral de su ser, de algún modo trascenderán, serán recordados.

Los condicionantes sociales son algo más flexibles. No podemos elegir ni nuestro nombre ni algunas designaciones que vienen dadas por nuestro origen: se es mujer, alto o argentino; pero podemos tomar ciertas decisiones. Se dice: es peronista, médico, gordo, tenista o soltero, y estas nominaciones se adosan a nosotros como nuevos apellidos.

"Vocación" y "profesión" provienen del lenguaje religioso. Se trata de la elección de un género de vida más que de un mero trabajo. La confianza de la sociedad en los profesionales se basa en que se cree que profesan su saber como una fe. Vocación significa "acudir al llamado de una voz". En otros tiempos, remitía en particular a la vocación religiosa o artística; las bellas artes o la vida monástica o sacerdotal. Ocupaciones en las que, en principio, el móvil no es el dinero.

Algunos no tienen problemas para elegir, escuchan el llamado de la voz que les dice hacia qué actividad se sienten inclinados. A otros la voz no se les presenta –nada les interesa especialmente–, también están los que escuchan demasiadas voces –hay tantas cosas interesantes. Lo importante entre estos últimos es saber cuánto les atrae cada actividad; la magnitud de los deseos se mide por el esfuerzo que estamos dispuestos a hacer para cumplirlos.

Por las quejas que se escuchan, se podría decir que las vocaciones traicionadas son más comunes que las realizadas. En la juventud –una edad en la que sabemos muy poco del mundo y de nosotros mismos– tenemos que tomar grandes decisiones –el trabajo y la pareja– que, se supone, nos van a acompañar el resto de la vida. No podemos prever cómo será trabajar en lo que elegimos aunque nos lo cuenten: la experiencia es muy difícil de transmitir.

Tampoco sabemos cómo seremos nosotros mismos en el futuro. En la adolescencia se tiene todo el tiempo por delante, los errores no parecen tan caros; pero al promediar la vida, uno mira hacia atrás y hace la cuenta de los años que pasaron y de los que le quedan y entra en crisis. Si encuentra una salida creativa, las que se suponían elecciones definitivas pueden ser cuestionadas y reemplazadas por otras.

1.7.10

El ABECÉ del escritor

El éxito se mide por el éxito, en palabras de Doris Les­sing. Esta autora, en plena cumbre de su carrera y cuando ya era considerada unánimemente como una de las más importantes de su generación, escribió bajo seudónimo dos novelas que, tras ser rechazadas por sus editores y más tarde publicadas en una editorial menor, consiguie­ron unas críticas tibias y unas escasas ventas.

foto:archivo.

Por Lucia Etxebarría

CRÍTICA
Un joven autor debe recordar que las razones que lle­van a un crítico a reseñar una obra suelen ser muy varia­das, siendo una de tantas, pero no la principal, el valor li­terario de la misma. Hemingway, Flaubert y Galdós, por citar solo unos ejemplos, merecieron en su día el general menosprecio de la crítica. Echegaray y Benavente, consi­derados hoy unánimemente como autores de segunda fila, obtuvieron sendos premios Nobel. Esto no quiere de­cir que la crítica se equivoque por sistema, simplemente que a veces lo hace.

DEBATE
Un supuesto intercambio de opiniones e ideas entre escritores que, o bien no están informados del tema a tratar y además no cuentan con un solo dato empírico que pueda refutar la tesis que defienden, o bien sí lo están pero se encuentran que el moderador o el medio en el que publican censura continuamente sus opiniones; o bien están informados y hablan libremente, pero deben enfrentarse al hecho de que unas imposiciones de tiem­po o de espacio impiden que el debate arribe a ninguna conclusión.

ÉXITO
El éxito se mide por el éxito, en palabras de Doris Les­sing. Esta autora, en plena cumbre de su carrera y cuando ya era considerada unánimemente como una de las más importantes de su generación, escribió bajo seudónimo dos novelas que, tras ser rechazadas por sus editores y más tarde publicadas en una editorial menor, consiguie­ron unas críticas tibias y unas escasas ventas. Experimen­tos similares llevados a cabo por numerosos escritores han dado lugar, invariablemente, a resultados similares. Dos novelas de parecida calidad, la primera escrita por un autor consagrado y la segunda por uno novel, obtendrán respuestas de crítica y público muy distintas. La primera, en general, conseguirá un éxito notablemente mayor que la segunda.

Un autor debe estar preparado para el éxito. El éxito origina, irremediablemente, un aluvión de críticas malin­tencionadas por parte de los que no lo tienen. En el mun­dillo literario se da por hecho que el escritor de éxito ha obtenido su reconocimiento merced a cualquier cualidad que no sea su capacidad de contacto con la sensibilidad del lector. Se adjudicará su éxito a su físico, a sus excelen­tes relaciones con tal y cual editor o director de periódico o académico, a su claudicación ante los imperativos co­merciales... Esta ecuación éxito = trampa, sin dejar de ser cierta en algunos casos, no es de ningún modo aplicable a todos. En cualquier caso, el escritor de éxito debe estar preparado ante lo que se avecina, y aferrarse más que nunca a aquello en lo que cree (su trabajo, sus ideas, sus seres queridos) intentando desoír el clamor de comenta­rios malintencionados que le rodeará.

FACTORES DETERMINANTES EN LA COMPRA
Son, por este orden: título y autor, precio, sinopsis, crí­ticas o reseñas, colocación en el punto de venta, las buenas ventas del libro (el éxito se mide por l éxito…), y la estética del libro. (*)

FRACASO
La vocación de un autor se prueba en el fracaso. “La única respuesta posible, lo único que permite soportar la sole­dad, las dudas sobre tu propio trabajo, el desinterés ajeno, el es­fuerzo incesante, es la vocación”, en palabras de Laura Frei­xas. Y esta, lo garantizo, es resistente a críticas negativas y a rechazos. Un autor que ansía publicar no es escritor. Lo es un escritor que ansía escribir; es más, que no puede evi­tar hacerlo.

JOVEN
A los veintiséis años uno deja de ser considerado ofi­cialmente joven. Ya no puede obtener descuentos en trans­portes, ni viajar en Interraíl, ni conseguir acceso gratuito a según qué sitios. A partir de los veinticinco años se supo­ne que empieza a disminuir la capacidad sexual masculi­na. Las mujeres utilizan cremas antiarrugas y reforzantes desde los veintipocos. Pero para el escritor novel el tiem­po se detendrá milagrosamente y podrá presumir de lo­zana juventud casi hasta los cuarenta. Aunque ya peine alguna que otra cana y se le vean las patas de gallo al son­reír, se le seguirá catalogando como escritor joven, y no habrá alusión a su persona publicada en un medio de co­municación que no vaya inevitablemente sucedida por una referencia a su juventud. Poetas como Rimbaud o Christina Rossetti publicaron a los dieciséis años; novelis­tas como Radiguet, Jane Austen o Ana María Matute es­cribieron su primera novela antes de los veinte. Y en ge­neral la mayoría de los autores y dramaturgos clásicos ya habían escrito gran parte de su obra antes de los treinta (y más les valía, si tenemos en cuenta que una vida que se extendiera más allá de los cuarenta y cinco dejó de consi­derarse un hecho excepcional en el siglo XX, y esto exclu­sivamente para el Primer Mundo). Sin embargo críticos y editores se empeñan en cuestionar que una persona a los treinta años haya adquirido la experiencia suficiente como para plasmada en una obra literaria. E incluso algunos dudan que un autor de veintiséis años posea el necesario conocimiento de la vida como para atreverse a hablar del amor, como se publicó a propósito de un premio Planeta. Resumiendo: que el crítico que olvida la historia de la li­teratura está condenado a... escribir tonterías.

LIBRERO
El señor que decide la vida comercial de un libro. Los editores, sabedores de cómo influye en la venta de un li­bro su colocación bien visible en un estante destacado del establecimiento de venta, negocian con los libreros esta ventaja a cambio de un descenso en los márgenes de distribución de su producto. Este tipo de acuerdos bene­ficia claramente a las grandes superficies y a las grandes editoriales. Un libro publicado en una pequeña editorial posee escasas ―por no decir inexistentes― posibilidades de acceder al gran público, en primer lugar debido a la escasa distribución en librerías que una pequeña edito­rial puede garantizar; y en segundo, a la colocación secun­daria que inevitablemente se le destinará a su libro en las pocas librerías a las que consiga llegar. El comprador de li­bros suele actuar por impulso. Compra el libro que ve; y en el hipotético caso de que acuda a la librería con la in­tención de adquirir un libro determinado, cejará en el intento si no lo encuentra allí; y regresará a su hogar, en un 95% por ciento de los casos, después de haber adquirido otro título que sí encontró en el establecimiento.

LISTAS DE VENTAS
Las listas de ventas de libros publicadas en los suplementos culturales de los diarios de difusión nacional se confeccionan a partir de datos proporcionados por cuatro grandes superficies de la capital. Esto implica que las lis­tas de ventas no tienen ningún valor real, sino indicativo, puesto que, obviamente, los libros que se venden en Ma­drid no son los mismos que se venden en Barcelona, en Bilbao o en Santiago, y así se ningunean de plano grandes cifras de venta conseguidas por autores cuyo ámbito de influencia sea local. Por otra parte, resulta muy curioso comprobar que en numerosas ocasiones las listas publica­das por los tres suplementos culturales de este país ―Babe­lia, El Cultural y La Esfera― diferían en su contenido, a pe­sar de que citaban a idénticas fuentes de información; lo que lógicamente nos llevaba a dudar de la fiabilidad de dichas listas. Desaparecida La Esfera y la lista de Babelia, solo queda la lista de El Cultural como poca fiable referencia.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Un autor joven se ve sometido inevitablemente al si­guiente dilema: ¿debe someterse a entrevistas en los me­dios de comunicación, que siempre ofrecerán una imagen distorsionada de su persona (pues dicha imagen se con­feccionará a partir de un cuidadoso extracto de selección y montaje de sus palabras para adaptarse a la idea del escritor joven que el medio de comunicación en cuestión desea ofrecer a su público), o debe negarse a aparecer en medios de comunicación y suicidarse comercialmente (porque sin promoción no hay ventas, y sin éstas se anula la publicación de una segunda obra, y por tanto la conti­nuidad de un proyecto literario)?

PORCENTAJE DE LECTORES EN LA POBLACIÓN
Un 50% de los españoles leen. Entre este 50% un 54% son hombres y un 46% son mujeres. Espa­ña es el único país europeo en el que los hombres leen más que las mujeres. Esto se explica por la elevada tasa de analfabetismo funcional entre mujeres mayores. Pero entre los menores de 30 años, las mujeres leen más que los hombres. En todos los países europeos compran más li­bros las mujeres que los hombres, excepto en España. El índice más alto de lectura corresponde a los menores de 30 años. El 74% de los españoles menores de 30 años lee al menos un libro al año. Solo el 35% de los de 45 a 59 años y el 23% de los mayores de 60 pueden pre­sumir de lo mismo.

Aunque nuestro porcentaje de lectura sea pequeño en comparación al de otros países europeos, los lectores es­pañoles son los segundos más activos de Europa, después de los holandeses, y dedican nada menos que 79 minutos diarios de su tiempo a la lectura, casi media hora más que los alemanes. (*) La parte del tiempo libre que las mujeres dedican a leer libros, según Enrique Gil Calvo, supera en un 20% a la de los hombres.

PORTADA
Como bien saben los editores, la estética de un ejem­plar tiene especial interés para españoles, franceses e ita­lianos. La afirmación “me gustan los libros bellos” figura­ba en ambos países entre las cinco primeras respuestas a la pregunta “¿qué le impulsa a comprar un libro?”. (*) Esta es la razón por la que el editor vetará en numerosas oca­siones la portada propuesta por el autor, por no conside­rarla suficientemente comercial.

PRECIO
España es uno de los países de Europa en el que más caros son los libros, por ser uno de los de menor índice de lectura. Causa y consecuencia: Cuantos menos libros se vendan, más cara resultará su publicación. Por otra parte, mientras más caro sea el libro, menos se venderá. Y así hasta el infinito.

PREMIO
Se acepta comúnmente que casi todos los premios lite­rarios ―por no decir todos― que conllevan una importante dotación económica están pactados, hasta el punto de que se ha convertido en una de las mayores obsesiones de al­gunos columnistas la de intentar averiguar la identidad del ganador semanas antes que el premio se falle. Una parte del mundo de las letras, la más fundamentalista, de­nosta esta práctica por creer que atenta contra la pureza del quehacer literario; mientras que otra considera que los premios millonarios contribuyen a acercar la literatura al gran público. Un joven autor con dos dedos de frente no debería perder su tiempo presentándose a según qué cer­támenes literarios, a no ser que su agente se lo recomien­de encarecidamente, que sus razones tendrá.

PROMOCIÓN
Estadísticamente, los húngaros y los españoles somos los que concedemos mayor importancia a la publicidad en radio y televisión a la hora de comprar un libro. En todos los países crítica, reseñas y apariciones en prensa se citan por los compradores como factores determinantes en la compra. (*) Un joven autor debe tener en cuenta que no aparecer en los medios de comunicación equivale a no existir, comercialmente hablando.

QUIÉN ES QUIÉN EN LA LITERATURA ESPAÑOLA
Se considera autor superventas en España a aquel que haya superado la barrera del cuarto de millón de ejempla­res vendidos. Los autores más vendidos son Corín Tellado y Alberto Vázquez Figueroa. El autor más vendido de en­tre los que cuentan con cierto respeto crítico es Antonio Gala, si nos referimos a obra general. Si nos referimos a aquel que más ejemplares por título vende en los últimos cinco años, hablaríamos de Miguel Delibes o Arturo Pérez Reverte. Le siguen de cerca Antonio Muñoz Molina, Te­renci Moix y Almudena Grandes (que superó el millón de ejemplares con Las edades de Lulú). Entre los cincuenta y cien mil ejemplares se sitúan autores como Rosa Montero, Bernardo Atxaga, Carmen Martín Gaite, Eduardo Mendo­za, Torcuato Luca de Tena, et moi même. (**)

Una primera novela que supere los 20 000 ejemplares se considera un fenómeno sociológico (privilegio que le corresponde a servidora). José Ángel Mañas, con Historias del Kronen, y Pedro Maestre, con Matando dinosaurios con tirachinas, superaron los setenta mil gracias al premio Na­dal. El otro superventas entre los escritores menores de 30 años es Ray Loriga que vendió 20 000 ejemplares de su segunda novela, Héroes. (**)
Las cifras de venta son aproximadas. Las editoriales y las listas de ventas tienden a falsear las cifras reales.

SUPLEMENTOS LITERARIOS
Se da por sentado que la opinión de los críticos litera­rios del diario El País será benévola a la hora de reseñar obras de las editoriales Alfaguara, Anaya, Taurus, Santillana, etc..., y que la sección de cultura de El Mundo inclinará su balanza a favor de las obras literarias escritas por los colaboradores del diario en el que trabajan. En cuanto a El Cultural, se ha hecho acreedor de cierta aura de imparcialidad y rigor, pero también de fama de vetusto y de excesivamente conservador.

TEMAS
La novela policíaca y el libro de viajes son los géneros literarios preferidos en casi toda Europa. Las personas con estudios superiores se inclinan por la novela histórica, el ensayo, los clásicos y las biografías. Las novelas de amor y las biografías ocupan los primeros puestos de la lista de preferencias de todos los encuestados. (*)

TRADICIÓN
Lo que no es tradición es plagio, reza el aforismo. Un escritor que se limite a leer a sus contemporáneos limita su visión del mundo y sus perspectivas estilísticas. Dema­siados escritores españoles buscan su tradición en fuentes ajenas antes que en las propias. La historia de nuestra li­teratura española más reciente ha sufrido una falsificación que nos ha escamoteado la apreciación real de la genera­ción literaria de nuestros padres, lo que ha llevado a de­masiados escritores jóvenes españoles a rechazar una obra que a veces ni siquiera conocen. Una exclusividad de mo­delos extranjeros conlleva los inevitables neologismos estilísticos y una distorsión de la realidad. Si algunos hi­cieran un esfuerzo de investigación, probablemente des­cubrirían que Aldecoa es mejor cuentista que Carver.


VIDA DEL LIBRO
Un libro desaparece de las librerías en cuanto deja de vender y, a no ser que se trate de un clásico, se descatalo­gará rápidamente. La vida del libro suele tener una dura­ción directamente proporcional a la del volumen de ventas de la editorial en que se publicó y de las del propio libro.

X
La incógnita. Factor que determina la venta masiva de títulos que salieron a la calle sin particular esperanza de éxito ni esfuerzo promocional por parte del editor, o el fracaso de títulos que salieron al mercado en las condicio­nes exactamente contrarias.

Y
Yo, yo y nada más que yo. Una de las marcas más sig­nificativas a la hora de identificar en una reunión al escri­tor de éxito: su inevitable egocentrismo.

(*) Encuesta de índices comparativos de hábitos de lectura

Bertelsmann Buch Ag. 1994.

(**) FNAC España, departamento de libros.

Tomado del volumen La Eva futura: cómo seremos las mujeres en el XXI y en qué mundo nos tocará virir; La letra futura: el dedo en la llaga, cuestiones sobre arte, literatura, creación y crítica. Editorial Destino, Barcelona, 2000.

Fuente: http://trucosdeescritor.blogspot.com/2009/10/verdades-de-la-edicion.html