28.6.11

Gracias, Federico Sánchez

La Fundación Amigos del Museo del Prado celebra hoy un homenaje al autor de La escritura o la vida, fallecido el pasado día 7. Con ese motivo, el escritor italiano Claudio Magris le rinde tributo en este texto

Jorge Semprún, también conocido en la clandestinidad como Federico Sánchez.foto:archivo.fuente:elpais.com

La escritura -la verdadera escritura, que de uno u otro modo mira siempre a la cara a la Medusa- es como el rostro de Jano, bifronte: mira a la vida y, con igual necesidad, a la muerte. Son muy pocos los escritores que, como Jorge Semprún, obligan a ajustar cuentas con esta descarnada verdad. La escritura sustrae del oscuro, obtuso y necesario impulso de vivir en cualquier caso, aunque se haya pasado a través del infierno del lager. La escritura, ha dicho Semprún en un diálogo con Elie Wiesel, "me encierra en la muerte asfixiándome"; lo envuelve de nuevo en aquel "extraño olor" a carne quemada que salía de la chimenea de Buchenwald. Ese olor es la muerte, que Jorge Semprún ha afrontado y atravesado con indomable coraje por amor a la libertad de todos. Para continuar viviendo, quien ha regresado tiene también en parte que olvidarlo; tiene que actuar, pensar, amar, luchar como si aquel hedor no se hubiese quedado para siempre en su sentido del olfato, como si su mirada no conservase para siempre las imágenes del horror del lager. Pero ese impávido combatiente por la humanidad que es Semprún solo puede continuar viviendo si continúa hablando también en nombre de quien, a diferencia de él, no ha regresado del infierno del lager y no puede hablar: "No puedo vivir si no me hago cargo de esa muerte a través de la escritura, pero la escritura me impide literalmente vivir".

Jorge Semprún, en la más difícil cuadratura del círculo, ha conseguido conciliar una radical, extrema fidelidad a la muerte que él ha atravesado, y en la que muchos de sus compañeros se quedaron, con una cálida, fraterna y sanguínea fidelidad a la vida. Su existencia de hombre que se ha "librado de la muerte" -como él escribe-, siempre en peligro de ser "un superviviente de servicio", encuentra un sentido en el testimonio de quienes no se han librado ni han sobrevivido; pero a la vez es puesta sin embargo continuamente en peligro al volver a sumergirse en aquel horror, negándose a que conste en acta.

Semprún da la respuesta más alta, más auténtica y convincente a la famosa frase de Adorno, según el cual después de Auschwitz es imposible escribir poesía, frase que plantea implícitamente el problema de la necesidad de escribir a pesar de ese irrefutable diagnóstico. Ha respondido con El largo viaje, un libro fundamental para la condición humana, que forma parte para siempre de nuestra vida y nos enseña a mirar cara a cara a la abominación y a la magnanimidad de las que es capaz el hombre. Ha respondido también con muchas otras obras -novelas, escritos autobiográficos, ensayos, guiones de cine-.

Su modo de escribir está impregnado de un compromiso ético-político capaz de renovarse, de regenerarse, de ponerse en solfa y crecer. El suyo es el ejercicio, extraordinariamente creativo, de una escritura permanentemente abierta e interminable al igual que el análisis del que hablaba Freud; siempre dispuesta a reconsiderarse y ponerse en entredicho, con empedernida fidelidad a sus propios valores y lúcidamente atenta a la transformación de los sentimientos con los que esos valores son vividos y puestos a prueba por los sucesos que tienen lugar entretanto. Ese trabajo de Penélope en la tela de la escritura caracteriza ya a El largo viaje y está presente, infatigable y creativo, en sus siguientes obras.

De esta forma, Semprún ha conseguido vencer al olvido -que tan a menudo reclama su propia necesidad para poder sobrevivir- y no dejar a un lado la presencia del Mal radical, de lo absolutamente inhumano, y a la par ha logrado impedir también que la vida quedase atrancada en la obsesiva repetición de esa experiencia del Mal, y que las indecentes mutilaciones infligidas a la humanidad por el lager ahogasen para siempre la dignidad, la valentía, la vitalidad y hasta incluso la capacidad de tender a la felicidad. Poesía después de Auschwitz que asume en sí misma integralmente el horror de Auschwitz.

Así es como Jorge Semprún, número 44904 de Buchenwald, fichado como "rojo español", pone el dedo en la llaga de la aniquilación del yo y de la "novela del horror" en la que tan a menudo se presenta la vida, pero es así también como atraviesa esos tremendos vórtices, marcado para siempre pero también para siempre capaz de gallarda fraternidad, un amigo que uno querría tener a su lado tanto cuando se está de fiesta como cuando arrecia el leviatán. Como él mismo escribe, es capaz de "desahuciarse" de su relato, superando todo resentimiento, pesadumbre o narcisismo subjetivos y restituyendo de ese modo al yo su concreta universalidad, que ningún horno crematorio puede reducir a cenizas.

Semprún sabe muy bien que la "cálida vida", como la llamaba Saba, hay que buscarla y encontrarla a través de los laberintos de la ambigüedad y de la nada. Su grandeza consiste en la capacidad de afrontar las irreparables laceraciones que el mal inflige a la existencia con una denodada fidelidad a lo humano, a la fraternidad, al coraje. En este sentido, Semprún es -como escritor y antes aun como hombre- un clásico. Pero un clásico sabedor de que se encuentra en el ojo del huracán de la Babel contemporánea y de su literatura, que exige tener que vérselas con el desdoblamiento, con la pérdida de identidad, con la ficción necesaria para hacer verosímiles cosas espantosamente verdaderas (como las que han acaecido en el lager, pero no solo esas) que de otra forma resultarían increíbles.

Jorge Semprún, alias Federico Sánchez -en cuyo nombre ha escrito incluso una autobiografía, escritor español pero también francés que, por tanto, conoce por experiencia el desplazamiento y el desarraigo lingüísticos que son tan esenciales en la literatura contemporánea-, narra también la vida desdoblándose, desplazando episodios y personajes, disimulando invenciones en memorias y memorias en invenciones, pero restableciendo al final la verdad de los hechos, una verdad que se ha encontrado a través de la odisea narrativa que se adentra en los meandros de la existencia y de la mente, en las marañas en las que el recuerdo se mezcla a la realidad del momento en el que vuelve a aflorar y en el que memoria y olvido combaten una reticente batalla, cada uno con las razones que le son propias. El movimiento de la escritura acompaña e ilumina al de la vida, ya sea despojando a este último de la costra de sus muchas escorias ya sea corriendo el riesgo de falsearlo; pocos escritores se muestran tan conscientes como él de esa doblez de la escritura, de su decir la vida tragándose la vida, como quien la ha puesto en evidencia en páginas inolvidables dedicadas a la grandeza de Kafka y a la falsedad de su relación, "literaria" y no vital, con Milena.

Semprún ha desempeñado un relevante papel político, desde su militancia clandestina antifranquista a su cargo de ministro de Cultura del Gobierno de Felipe González. Ha atravesado el comunismo, en un principio militando en él con pasión y desempeñando funciones eminentes y después separándose del mismo con una durísima crítica, pero -a diferencia de tantos otros arrogantes excomunistas convertidos, tan prestos al fácil escarnio- sin olvidar ni renegar, aun en el rechazo de la osteoporosis política y de las muchas falsificaciones ideológicas del partido, el "coraje y la fraternidad" y "la atención a la idea del hombre" que el comunismo le infundió a él igual que a muchos otros, dando de esa forma el impulso para combatir por la libertad, la justicia y la dignidad. En nombre de estas últimas, que fue el comunismo sobre todo quien le enseñó a amar, es como Semprún critica despiadadamente la perversión que el propio comunismo puso en práctica. Hay una virtud que Jorge Semprún nunca ha perdido, ni en la polémica ni en los momentos de desolación, una virtud que Kant considera la premisa fundamental de todas las demás: el respeto. Es también este, junto a su fuerza poética, el que hace de él humanamente un gran hombre. Gracias, Federico Sánchez.

Traducción de J. Á. González Sainz.

27.6.11

La huella íntima del escritor en su obra

Un novelista puede hacer comportarse a sus personajes lo mismo que haría él en determinadas circunstancias, por descontado siempre y cuando el argumento lo permita
foto.fuente:letralia.com

Se ha hablado más de una vez acerca de cuál es la parte del escritor/a que queda disimulada en su obra, o escondida, y si este hecho es inconsciente o no. Partiendo de la base de que cualquier novelista escribe de una manera determinada que es la suya propia, no es raro, en este supuesto, que existan filtraciones involuntarias de su carácter o de su propia vida; ahora bien, que el novelista se inspire en su existencia, o en la de familiares o amigos, para fabular en un acto deliberado, es algo muy diferente: García Márquez, por ejemplo (pero hay que ser un gran autor para ello; no es trabajo de principiantes). Esta es una forma de novelar que está exenta de misterios si nos da por la investigación, que, caso de no ser tan obvia, puede resultar mucho más interesante, una especie de ¿dónde está Wally?, pero en versión adulta.

Encontrar el alma desnuda del autor a través de su obra es apasionante y requiere de mucha habilidad detectivesca porque la mayoría de las veces ignoramos, puede ignorarlo hasta él/ella mismo, cómo es en realidad esa persona y lo que piensa en su vida privada, sus motivaciones, sus filias o sus fobias.

Un novelista puede hacer comportarse a sus personajes lo mismo que haría él en determinadas circunstancias, por descontado siempre y cuando el argumento lo permita, y ahí tenemos una primera filtración, pero nada más, o también recrear, deliberadamente, un pasaje de su vida si juzga que encaja con el argumento. Si no pasa de estos límites, la novela se verá enriquecida y todos satisfechos, autor/a y lectores.

Otro ejemplo lo tenemos en la novela catarsis a través de la cual el autor/a describe vidas y sucesos que le hubiese gustado vivir: el pusilánime se trasforma en héroe, el pobre en millonario, la mujer desafortunada en amores en la más deseada, y muchas personas de instintos poco recomendables pueden hallar también su desfogue, escribiendo novelas espeluznantes, y que nadie se me alborote ahora por lo que acabo de decir; no olvidemos que el escritor/a "vive" sus novelas con mayor intensidad que la propia existencia.

También tenemos, no hay que desestimarlo, el caso que nos ofrece el escritor/a a sueldo de las grandes editoriales, cuya personalidad se reduce a escribir lo que le sugieren (o mandan); éste es simplemente un buen artesano que cobra un sueldo por novelar y que por esta razón ha visto anulada su creatividad, cosa que en realidad le importa poco ya que lo primordial es poner el plato a la mesa.

Todos estos autores/as conforman el abanico de posibilidades que se encierran dentro de cada uno de nosotros los que escribimos, pero sugiero no hurgar en el misterio de las personalidades ocultas, porque, como dice Paul Auster, la relación entre autor y lector no debe pasar nunca de los límites de la lectura de una novela; buscarle tres pies al gato puede ser peligroso o bien decepcionante, porque los novelistas, y esto lo digo yo, somos personas como todas las demás, ni elegidos ni seres fuera de lo común, lo único que nos diferencia es que nos da por emborronar papeles.

21.6.11

Carta a un joven escritor (I)

Recordé tu solicitud de consejo sobre cómo abordar la escritura. Cómo plantearte una novela seria
Arturo Pérez-Reverte, escritor español, reflexiona cómo asumir la escritura.foto.fuente:perezreverte.com

Pues sí, joven colega. Chico o chica. Pensaba en ti mientras tecleaba el artículo de la semana pasada. Recordé tus cartas escritas con amistad y respeto, el manuscrito inédito -quizá demasiado torpe o ingenuo, prematuro en todo caso- que me enviaste alguna vez. Recordé tu solicitud de consejo sobre cómo abordar la escritura. Cómo plantearte una novela seria. Tu justificada ambición de conseguir, algún día, que ese mundo complejo que tienes en la cabeza, hecho de libros leídos, de mirada inteligente, de imaginación y ensueños, se convierta en letra impresa y se multiplique en las vidas de otros, los lectores. Tus lectores.

Vaya por delante que no hay palabras mágicas. No hay truco que abra los escaparates de las librerías. Nada garantiza ver el fruto de tu esfuerzo, esa pasión donde te dejas la piel y la sangre, publicado algún día. Este mundo es así, y tales son las reglas. No hay otra receta que leer, escribir, corregir, tirar folios a la papelera y dedicarle horas, días, meses y años de trabajo duro -Oriana Fallacci me dijo en una ocasión que escribir mata más que las bombas-, sin que tampoco eso garantice nada. Escribir, publicar y que tus novelas sean leídas no depende sólo de eso. Cuenta el talento de cada cual. Y no todos lo tienen: no es lo mismo talento que vocación. Y el adiestramiento. Y la suerte. Hay magníficos escritores con mala suerte, y otros mediocres a quienes sonríe la fortuna. Los que publican en el momento adecuado, y los que no. También ésas son las reglas. Si no las asumes, no te metas. Recuerda algo: las prisas destruyeron a muchos escritores brillantes. Una novela prematura, incluso un éxito prematuro, pueden aniquilarte para siempre. Lo que distingue a un novelista es una mirada propia hacia el mundo y algo que contar sobre ello, así que procura vivir antes. No sólo en los libros o en la barra de un bar, sino afuera, en la vida. Espera a que ésta te deje huellas y cicatrices. A conocer las pasiones que mueven a los seres humanos, los salvan o los pierden. Escribe cuando tengas algo que contar. Tu juventud, tus estudios, tus amores tempranos, los conflictos con tus padres, no importan a nadie. Todos pasamos por ello alguna vez. Sabemos de qué va. Practica con eso, pero déjalo ahí. Sólo harás algo notable si eres un genio precoz, mas no corras el riesgo. Seguramente no es tu caso.

No seas ingenuo, pretencioso o imbécil: jamás escribas para otros escritores, ni sobre la imposibilidad de escribir una novela. Tampoco para los críticos de los suplementos literarios, ni para los amigos. Ni siquiera para un hipotético público futuro. Hazlo sólo si crees poder escribir el libro que a ti te gustaría leer y que nadie escribió nunca. Confía en tu talento, si lo tienes. Si dudas, empieza por reescribir los libros que amas; pero no imitando ni plagiando, sino a la luz de tu propia vida. Enriqueciéndolos con tu mirada original y única, si la tienes. En cualquier caso, no te enfades con quienes no aprecien tu trabajo; tal vez tus textos sean mediocres o poco originales. Ésas también son las reglas. Decía Robert Louis Stevenson que hay una plaga de escritores prescindibles, empeñados en publicar cosas que no interesan a nadie, y encima pretenden que la gente los lea y pague por ello.

Otra cosa. No pidas consejos. Unos te dirán exactamente lo que creen que deseas escuchar; y a otros, los sinceros, los apartarás de tu lado. Esta carrera de fondo se hace en solitario. Si a ciertas alturas no eres capaz de juzgar tú mismo, mal camino llevas. A ese punto sólo llegarás de una forma: leyendo mucho, intensamente. No cualquier cosa, sino todo lo que necesitas. Con lápiz para tomar notas, estudiando trucos narrativos -los hay nobles e innobles-, personajes, ambientes, descripciones, estructura, lenguaje. Ve a ello, aunque seas el más arrogante, con rigurosa humildad profesional. Interroga las novelas de los grandes maestros, los clásicos que lo hicieron como nunca podrás hacerlo tú, y saquea en ellos cuanto necesites, sin complejos ni remordimientos. Desde Homero hasta hoy, todos lo hicieron unos con otros. Y los buenos libros están ahí para eso, a disposición del audaz: son legítimo botín de guerra.

Decía Harold Acton que el verdadero escritor se distingue del aficionado en que aquél está siempre dispuesto a aceptar cuanto mejore su obra, sacrificando el ego a su oficio, mientras que el aficionado se considera perfecto. Y la palabra oficio no es casual. Aunque pueda haber arte en ello, escribir es sobre todo una dura artesanía. Territorio hostil, agotador, donde la musa, la inspiración, el momento de gloria o como quieras llamarlo, no sirve de nada cuando llega, si es que lo hace, y no te encuentra trabajando.

Algunas pautas para escribir relatos

Escribe para complacer tan solo a una persona. Si abres la ventana para hacerle el amor al mundo, por decirlo de una forma, a tu historia le dará pulmonía
Comienza tan cerca del final como te sea posible.foto:archivo.fuente:internet

Leído por ahí, en relación con esto de construir relatos.

1. Usa el tiempo de los desconocidos de tal manera que no sientan haberlo desperdiciado.

2. Dale al lector al menos un personaje del que pueda quedar prendido.

3. Todos y cada uno de los personajes deben desear algo, así sea un vaso de agua.

4. Cada frase debe hacer una de dos cosas: revelar carácter o avanzar la acción.

5. Comienza tan cerca del final como te sea posible.

6. Se un Sádico. No importa que tan dulce o inocente sean los personajes principales, hazles suceder cosas horribles para que el lector vea de que están hechos.

7. Escribe para complacer tan solo a una persona. Si abres la ventana para hacerle el amor al mundo, por decirlo de una forma, a tu historia le dará pulmonía.

8. Dale a tus lectores tanta información como sea posible tan pronto como sea posible. Al diablo con el suspenso. Los lectores deben tener una comprensión de lo que está sucediendo, de tal manera que puedan completar la historia por ellos mismos, que las cucarachas se coman las últimas páginas.

17.6.11

Arbitraria

¿Claves para escribir? Reacia a dar consejos, la autora hace una excepción y se arriesga a soltar esta caprichosa lista
Escriban sobre lo que les interesa, escriban sobre lo que ignoran, escriban sobre lo que jamás escribirían. No se quejen.foto:archivo.fuente:elmalpensante.com



No tienen por qué saberlo: soy periodista y, a veces, otros periodistas me llaman para conversar. Y, a veces, me preguntan si podría dar algún consejo para colegas que recién empiezan. Y yo, cada vez, me siento tentada de citar la primera frase de un relato de la escritora estadounidense Lorrie Moore, llamado "Cómo convertirse en escritora", incluido en su libro Autoayuda: "Primero, trata de ser algo, cualquier cosa pero otra cosa. Estrella de cine/astronauta. Estrella de cine/misionera. Estrella de cine/maestra jardinera. Presidente del mundo. Es mejor si fracasas cuando eres joven –digamos, a los catorce–". Pero no lo hago porque no es eso lo que verdaderamente pienso y porque, en el fondo, dar consejos es oficio de soberbios. Entonces, cuando me preguntan, digo no, ninguno, nada.

Pero hoy es abril y ha sido un buen día. Hice una entrevista con una mujer a quien voy a volver a ver en dos semanas y varios llamados telefónicos que dieron buenos resultados. Compré frutas, conseguí un estupendo curry en polvo. Hay nardos en los floreros de la cocina. Corrí al atardecer. Me siento leve, un poco feroz, arbitraria. De modo que si hoy me preguntaran, les diría: corran. Les diría: sientan los huesos mientras corren como sentirán después las catástrofes ajenas: sin acusar el golpe. Aguanten, les diría. Pasen por las historias sin hacerles daño (sin hacerse daño). Sean suaves como un ala, igual de peligrosos. Y respeten: recuerden que trabajan con vidas humanas. Respeten.

Escuchen a Pearl Jam, a Bach, a Calexico. Canten a gritos canciones que no cantarían en público: Shakira, Julieta Venegas, Raphael. Vayan a las iglesias en las que se casan otros, sumérjanse en avemarías que no les interesan: expóngase a chorros de emoción ajena.

Sean invisibles: escuchen lo que la gente tiene para decir. Y no interrumpan. Frente a una taza de té o un vaso de agua, sientan la incomodidad atragantada del silencio. Y respeten.

Sean curiosos: miren donde nadie mira, hurguen donde nadie ve. No permitan que la miseria del mundo les llene el corazón de ñoñería y de piedad.

Sepan cómo limpiar su propia mugre, hacer un hoyo en la tierra, trabajar con las manos, construir alguna cosa. Sean simples pero no se pretendan inocentes. Conserven un lugar al que puedan llamar "casa".

Tengan paciencia porque todo está ahí: solo necesitan la complicidad del tiempo. Aprendan a no estar cansados, a no perder la fe, a soportar el agobio de los largos días en los que no sucede nada.

Maten alguna cosa viva: sean responsables de la muerte. Viajen. Vean películas de Werner Herzog. Quieran ser Werner Herzog. Sepan que no lo serán nunca.

Pierdan algo que les importe. Ejercítense en el arte de perder. Sepan quién es Elizabeth Bishop.

Equivóquense. Sean tozudos. Créanse geniales. Después aprendan.

Tengan una enfermedad. Repónganse. Sobrevivan.

Quédense hasta el final en los velorios. Tomen una foto del muerto. Tengan memoria, conserven los objetos.

Resístanse al deseo de olvidar.

Cuando pregunten, cuando entrevisten, cuando escriban: prodíguense. Después, desaparezcan.

Acepten trabajos que estén seguros de no poder hacer, y háganlos bien. Escriban sobre lo que les interesa, escriban sobre lo que ignoran, escriban sobre lo que jamás escribirían. No se quejen.

Contemplen la música de las estrellas y de los carteles de neón.

Conozcan esta línea de Marosa di Giorgio, uruguaya: "Los jazmines eran grandes y brillantes como hechos con huevos y con lágrimas".

Vivan en una ciudad enorme.

No se lastimen.

Tengan algo para decir.

Tengan algo para decir.

Tengan algo para decir.

Matar o morir

¿Dónde están los escritores que se han atrevido a matar? La pregunta es extrema, dramática
El escritor Ernest Hemingway empuñando un rifle.foto.fuente:revistaarcadia.com

El escritor escocés Daniel Kalder, publicado por la archiprestigiosa editorial inglesa Faber & Faber, hacía hace poco una pregunta a primera vista bastante ridícula en su blog del periódico The Guardian: ¿Dónde están los escritores que se han atrevido a matar?

La pregunta es extrema, dramática, rimbombante. Pero el fondo de la cuestión tiene no poco sentido. Kalder dice que la mayoría de los escritores de hoy son un grupo social muy aburrido. Encerrados como están en su mundo literario, han perdido el contacto con la dura suciedad de la vida real. Tiene toda la razón.

Y las cosas van adquiriendo aún más sentido cuando nos recuerda que Cervantes asesinó, que Lope de Vega asesinó, que Tolstoi asesinó, que hasta Churchill mandó a mejor vida a más de uno, si bien todos lo hicieron como soldados profesionales en nombre de sus respectivos gobiernos. Cervantes era arcabucero, Lope estuvo en la Armada Invencible, Tolstoi en la Guerra de Crimea y Churchill en Sudán. Por supuesto, Kalder no está conminando a los escritores a salir a la calle, Beretta en mano, a matar a nadie. Pero su pregunta por la esfera de experiencia de muchos escritores de hoy sí resulta muy pertinente.

En un libro reciente, de esos que narra, a manera de ABC cronológico, la historia de la literatura, los títulos de los capítulos se suceden sin sorpresas. Estos son algunos: "Grecia y Roma", "Edad Media", "Romanticismo", "Naturalismo", "Modernismo"… Hasta que llegan los años cincuenta del siglo XX y el título del capítulo es "Experimentación y Mass Market". Que lo que tengan en común varias generaciones de escritores sea una nueva manera de vivir el mercado del libro parece escalofriante. Pero miren y verán. En su página de Facebook, la escritora cubana Karla Suárez escribe. "Terminó el festival de la palabra de Puerto Rico, ¡super lindo! con Ana María Matute, Ernesto Cardenal y montones de escritores de todas partes. ¡Genial! Ahora empieza el festival en Nueva York y aquí estamos...".

Después de estar encerrados escribiendo durante largos periodos de tiempo, los escritores de hoy se la pasan de evento en evento, de feria en feria, de congreso en congreso, de entrevista en entrevista, brincando de país en país, promocionando sus libros. Deben decir las mismas cosas cientos de veces; responder las mismas preguntas cientos de veces, y salir a almorzar, a comer, a beber, con los otros escritores invitados a los mismos eventos literarios. Viven entre ellos, discutiendo quién es el mejor traductor al alemán, el crítico más antipático, el editor más diligente, la jefe de prensa más bonita.

Y lo más grave, deben escuchar, en las sucesivas presentaciones que otros hacen de sus libros, una y otra vez, los obligados elogios, connaturales a la esencia misma de estos eventos: soberbio, magnífico, genial. Más los elogios de los comunicados de prensa: talento descomunal, heredero de Faulkner. Más los elogios de las solapas de sus libros: perfecta radiografía de…; brillante mirada sobre…; destreza narrativa sin parangón…; elogios que van doblando con cuidado y metiendo en los bolsillos de la memoria, como perfumados pañuelos de seda.

Sí, estos son los tiempos del mass market. Tiempos de premios por todas partes. Tiempos de la sociedad del espectáculo. Tiempos en los que un escritor no vende un ejemplar si no hace esas presentaciones, esas apariciones públicas, esas rondas de entrevistas y esos sosos conversatorios llenos de desesperados lugares comunes. Tiempos de falsa gloria temprana, que el escritor prefiere a la gloria incierta de una idea de inmortalidad que parece haber ya caducado. (Y es comprensible. Ciorán decía: si el yo más profundo pudiera hablar, diría: "quiero ser alabado").

¿Dónde queda entonces, el espacio para la experiencia oscura, la vocación del abismo y sí, también la posibilidad de una cierta noción de violencia, en un mundo que sí es terriblemente violento? En cambio, cada vez es más frecuente leer que los grandes escritores de hoy (Jonathan Frazen, Zadie Smith) recomiendan a los más jóvenes desconectarse de internet para poder escribir. Y eso obviamente implica que ellos han vivido en carne propia la tonta dispersión mental a la que obliga la red, atados a un escritorio, encerrados en su casa, sin salir ni a la esquina. Hemingway no lo hubiera soportado.

Por supuesto, la literatura es un ejercicio de imaginación y de método, pero una cierta agonía del espíritu, la rebelión genuina ante las falsas libertades del capitalismo, una desesperación sublevada e iconoclasta, parece ser cada vez más rara en el mundo literario de hoy. Y eso lo siente de alguna manera el lector en las páginas escritas. Lo que sí hay, en vez, es un refinamiento cada vez más alto del estilo y de la estructura narrativa, en las que el fantasma del caos o de la angustia no asoma casi nunca. Parece que no hay hambre: Todo es magnífico, soberbio, genial.

Borges el memorioso

Hace 25 años murió en Suiza Jorge Luis Borges, que declaraba no ser un gran escritor aunque se comportara como tal. Argentino de nacimiento, era un ciudadano universal. Un libro de reciente aparición resume su pensamiento respecto a lo divino y lo humano
Jorge Luis Borges, otra faceta: una especie de máximas geniales.foto.fuente:revista credencial

Fue y sigue siendo un autor inclasificable. Con textos eficaces que en muchas ocasiones admiten múltiples niveles de lectura, su obra reviste un valor que lo convierte en uno de los mejores escritores que en el mundo han sido, capaz de llevar a sus lectores de la mano hasta hacerlos asomar al borde de un precipicio, o del cráter de un volcán, o de un espejo, o de la oscuridad de un laberinto, o de la insondable alma humana, que de todos los abismos contenidos en la obra de Borges probablemente sea el que más vértigo produce.

Parecía que no se tomaba en serio a sí mismo, pero abrazaba tal actitud con tanta convicción que terminaba haciéndolo. Aunque negaba con vehemencia tener vocación de maestro, es probable que muy pocos escritores del planeta hayan escapado a la influencia de su apabullante erudición, que resultaba, contra todo pronóstico, tremendamente entretenida y fascinante, para nada soporífera.

Hace 25 años que murió en Ginebra, Suiza, a punto de cumplir los 87, quizá feliz por haber hecho rabiar a más de uno con sus opiniones, brillantes y lúcidas un segundo, y al siguiente racistas, o sexistas, o fascistas o, para decirlo en una expresión que a él seguramente le habría obligado a lanzar un comentario ácido, políticamente incorrectas.

Borges era Borges y como él, ninguno. Por eso es mejor dejarlo hablar, como hizo el periodista argentino Esteban Peicovich, que recopiló sus opiniones, consignadas en diarios y revistas de todo el planeta, en El mundo según Borges, el palabrista (Icono, 2011).

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Yo no me siento maestro. No puedo dejar un mensaje para generaciones futuras, puesto que yo mismo no he sabido gobernar mi vida, y ni siquiera sé si he sabido gobernar mi obra literaria.
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...yo sabía que me jugaba el premio Nobel cuando fui a Chile y el presidente (...) Pinochet me entregó la condecoración. Yo quiero mucho a Chile y entendía que me condecoraba la nación chilena, mis lectores chilenos.
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La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama "viveza criolla".
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Mi fama basta para condenar a esta época.
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El vicio más incorregible de los argentinos es el nacionalismo, la manía de los primates.
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Me gustan los juegos solitarios: el ajedrez, la equitación, la natación. Detesto los deportes masivos como el fútbol y el cóctel.
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Cuando escribo, no pienso nunca en los lectores. Salvo en el sentido de no presentarles dificultades.
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Es absurdo suponer que todo el mundo puede opinar en política. De política entenderán algunas personas, entre las cuales hasta podríamos incluir a algún político.
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Nada sé de la literatura argentina actual. Hace tiempo que mis contemporáneos son los griegos.
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Hay dos cosas que quisiera reconstruir: el rostro de mi madre y la imagen de un caballo perdido en la pampa...
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Lo malo es que en la Argentina ganamos todas las guerras y perdemos todas las elecciones.
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No he observado jamás que los españoles hablaran mejor que nosotros. Hablan con voz más alta, eso sí, con el aplomo de quienes ignoran la duda.
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De mi libro Historia universal de la infamia vendí 37 ejemplares en un año. Podía imaginar a mis 37 lectores. Pero 5.000, 10.000 lectores son ya la abstracción, la nada.
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Es triste tener que elegir entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Se parecen bastante y no miro con simpatía ninguno de los dos.
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Para mí la clase media es una clase superior. La aristocracia es muy parecida al pueblo. Los aristócratas son muy nacionalistas y el pueblo también lo es. Les da por las mismas cosas. Les interesa el lujo, las carreras.
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Generalmente, cuando se dice de una persona que es inteligente, lo que se quiere decir es que es ocurrente, esto es, que tiene algo que decir sobre un tema inmediatamente. Pero esa persona puede no ser inteligente, ya que la inteligencia puede ser lenta. ¿Si yo soy inteligente? Si me dan algunos años, soy inteligente. Si me hacen la pregunta en forma inmediata, soy más bien estúpido.
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No podría definirme como ateo, porque declararme ateo corresponde a una certidumbre que no poseo. A fin de cuentas, el universo es tan extraño que todo es posible, hasta un Dios que es uno y es tres.
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Estoy sumamente alarmado pues la Biblia recomienda vivir hasta los 70 y, pasado de ahí, según las Sagradas Escrituras, todo es pesadumbre y tristeza. Mi corazón camina perfectamente, lo cual es malo, porque así no puedo esperar esa bendición que es un ataque cardíaco.
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Ese edificio pomposo es inútil. Sí, el Congreso.
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El mayor defecto del olvido es que a veces incluye la memoria.
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En mi juventud probé la mescalina y la cocaína pero enseguida me pasé a las pastillas de menta que me parecieron más estimulantes. Si las drogas producen el mismo efecto que el alcohol, no me interesan. Un borracho es evidentemente ridículo.
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Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de líderes, vivas y mueras prefijados, muros exornados de nombres, ceremonias unánimes, la nueva disciplina usurpando el lugar de la lucidez... Combatir esas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor.
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El libro es ese instrumento sin el cual no puedo imaginar mi vida y que no es menos íntimo para mí que las manos o que los ojos.
*
Soy un invento de los franceses porque ellos hicieron que yo sea visible. En mi país nadie se había fijado especialmente en mí. Vivía en función de otras personas, de mi madre, de mis abuelos, de mis bisabuelos. Entonces, cuando me dieron un premio en Francia empezaron: "Caramba, ¡un premio así a un argentino!". Porque nuestro país, desdichadamente, es muy nacionalista. Y entonces ya la gente sintió simpatía por mí, empezaron a fijarse en mí.
*
Yo propondría que los políticos no fueran personajes públicos.
*
La fama, como la ceguera, me fue llegando gradualmente. Fue como un lento atardecer de verano.
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Los ingleses también hicieron mucho mal al mundo. Por ejemplo, lo han llenado de estupideces, como el fútbol.
*
Creo que a la libertad se le ha dado demasiada importancia. La mayoría de las personas no saben cómo ejercerla. La ejercen de un modo bobo.
*
¿Qué clase de novela es esa que necesita documentarse? Eso es una forma de periodismo.
*
Una de las peores cosas que le puede pasar a un escritor es que sea periodista, porque entonces está obligado a buscar los temas. Creo que los temas deben buscarlo a uno, que es un error proponerse un tema.

15.6.11

25 años sin Borges

Veinticinco años después de la muerte de Borges, a nadie le importa ya que el escritor argentino no dejara ninguna novela. Sus cuentos, sus poesías y sus reflexiones filosóficas son el símbolo de la riqueza del español, del saber utilizarlo como pocos y de la belleza de las palabras reunidas con 'buen hacer'. Eso sí, bien podrían haberle valido un Nobel, premio al que fue candidato durante 30 años
Jorge Luis Borges, que estás en los cielos.foto.fuente:lainformacion.com

No sabemos qué habría escrito de la caída del muro de Berlín, ni del 11-S ni de la Guerra de Irak. Tampoco de la llegada del primer hombre negro a la Casa Blanca o de las últimas revueltas árabes. Jorge Luis Borges nos dejó hace justo 25 años. Sus textos se adelantaron en el tiempo y hoy echamos de menos su anticipación y su mirada hacia el futuro camuflada bajo el nombre de ficción.

El 14 de junio de 1986 el talento patrio de América Latina sufrió un duro golpe. Jorge Luis Borges moría en Ginebra de cáncer hepático y dejaba Argentina huérfana de ficción. Lejos de los tangos, del sol porteño, de las tertulias y compases de su tierra, decidió huir a Suiza una vez más (ya lo había hecho por la enfermedad de su padre). Ésta vez, para despedirse tranquilo y no ser carroña de fanfarrias.

El escritor de ficción que con los años se convierte en realidad

Metido en el mismo saco que otros grandes de la literatura fantástica como Edgar Allan Poe, Julio Verne o Kafka, hoy sabemos que su forma de escribir no era más que un anticipo de la realidad, que nadie describe como su viuda, María Kodama.

Kodama fue su exalumna y su secretaria durante muchos años para finalmente convertirse en su esposa mediante un poder judicial en 1986, meses antes del fallecimiento del escritor y tras muchos años de relación.

Para ella, que estos días ha pasado por España con motivo del aniversario: "Borges entra en temas que son esenciales al alma humana y a la vida de los hombres, pero con un agregado, el agregado de esa fuerza que tiene que se da en algunas personas, a veces una en cada siglo, que es como una anticipación de cosas que van a suceder".

Así lo comprobó la Fundación con su nombre –que ella misma dirige- cuando organizó un encuentro internacional con científicos para analizar los cuentos del escritor. La conclusión a la que llegaron fue que muchas de las ideas que presentó como cuentos fantásticos en los años 40 se convirtieron en una realidad en los 70.

Del verso al relato fantástico

Leer a Borges es leer historias de espejos y laberintos donde la realidad y la identidad personal se mezclan con la fantasía y con el concepto de infinito. Argentina, su historia, sus costumbres y personajes populares siempre están presentes como una sombra, como una vuelta a su esencia.

Su obra puede dividirse claramente en dos etapas. La primera va de 1923 a 1930 y es la del Borges poeta, del verso libre y de la metáfora como elemento. A ella pertenecen Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente y Cuaderno San Martín.

A partir de entonces el escritor se decantará por la prosa y combinará el ensayo breve y la crítica literaria con su famosa "ficción", que se sitúa entre el cuento y la narración fantástica. A este período (que duraría tres décadas) pertenecen los ensayos Discusión (1932), Historia de la eternidad (1936), Ficciones (1944) y El Aleph (1949).

Ciego, culto hasta las cejas y amante de los libros

De orígenes españoles, portugueses e ingleses, creció en una familia bilingüe y a los 9 años tradujo El Príncipe feliz de Oscar Wilde. Curiosamente en el mismo hotel de París donde murió el escritor británico, el Hôtel des Beaux Arts, más tarde Borges manifestaría su deseo de morir.

A los 55 años se quedó ciego a causa de una enfermedad hereditaria y justo ese año fue nombrado director de la Biblioteca Nacional Argentina. Lo vivió como una verdadera paradoja del destino.

En ese momento el autor escribió: "Poco a poco fui comprendiendo la extraña ironía de los hechos. Yo siempre me había imaginado el Paraíso bajo la especie de una biblioteca. Ahí estaba yo. Era, de algún modo, el centro de novecientos mil volúmenes en diversos idiomas. Comprobé que apenas podía descifrar las carátulas y los lomos. Entonces escribí el Poema de los dones".

Conocer a Borges es ir más allá de su obra, ir más allá del escritor y saber que bajo esa manta se encuentra el Borges lector, ese que cada vez que leía un libro firmaba la portada del mismo con fecha y el lugar. Un ritual que repetía cada vez que volvía a leerlo o consultar alguna página.

Por dónde empezar en la obra de Borges

También le han caído críticas. Casi todas por sus "alardes de erudición", por su lenguaje complicado y sus construcciones "demasiado" inteligentes. Sin embargo, lo cierto es que combinaba la sencillez con la riqueza del lenguaje.

Muchos se preguntarán por dónde empezar, por dónde adentrarse en su obra 25 años después de la muerte del autor. Su viuda sugiere que los jóvenes comiencen su lectura por Los Conjurados y El libro de arena.

"En estos libros, Borges tiene un estilo más despojado y quizá tenga un acceso más fácil para su lectura. Son todos cuentos lindos; lo que pasa es que a Borges se le ha atribuido siempre la fama de escritor oscuro y complicado, pero no era nada de eso. Además hay cuentos que se pueden leer en distintos niveles, como El cautivo", añade.
Un descanso

'And ne forhtedon na' ('Y que no temiera', en anglosajón) es la frase que puede leerse en su lápida, que se encuentra en el cementerio de Plain Palais, en Ginebra, de donde nadie ha conseguido sacar los restos del escritor tras intentar su traslado a La Recoleta (y con el correspondiente enfado de su viuda). Argentina lleva mal esa pérdida, sin duda, aunque quizás con la nueva remodelación del centro dedicado a su figura el país quede mínimamente resarcido.

Por detrás de la lápida, uno de los únicos guiños de amor de Jorge Luis Borges: 'Hann tekr sverthit Gram okk / legger i methal theira bert', ('El tomó su espada, Gram, y colocó el metal desnudo entre los dos'), un fragmento de Saga Volsunga, que también incluyó en uno de los cuentos de El libro de arena, único relato de amor del autor.

Castillo: "Al escribir, creemos que inventamos pero recordamos mal"

En un ciclo sobre el cuento, el escritor explicó los secretos y claves de su escritura
PLAN. "Nunca empiezo a escribir sin tener el final", afirma Castillo.foto.fuente:Revista Ñ

Sorprende llegar a la cita una veintena de minutos antes y encontrar la sala llena. Sorprende que a poco de que aparezca Abelardo Castillo, el primero de los escritores convocados a este ciclo, el público se siente hasta en el piso y colme el espacio, ávido por escuchar la voz cavernosa del autor de El que tiene sed, entre muchos otros. Sorprende, también, que al inicio de la charla Castillo descerraje que no cree en los géneros literarios. "He escrito todos los géneros ­ dice ­ y hay una diferencia muy grande entre ser un escritor de género y ser un escritor. Los autores con los que me formé, Unamuno, Sartre, e incluso Borges que no creía en la novela, escribieron todos los géneros. Para mí la literatura es "el" género, un derivado de la poesía; todo, en el fondo, es la poesía y sus diferentes formas pueden ser el teatro, el cuento, la novela".

Luego de esta introducción contundente, Castillo leyó su cuento fantástico El tiempo de Milena que el auditorio siguió con atención, tomando nota de las preguntas que el autor contestaría luego.

"Instrucciones para leer un cuento 2011", en El Ateneo Grand Splendid, arrancó esta semana de manera más que auspiciosa, moderado por el periodista Maximiliano Tomas y, a lo largo de junio, sumará la presencia de Alan Pauls, Fabián Casas y Carlos Gamerro.

Avisada del evento, la gente pareció querer aprovechar al máximo la presencia de este escritor que tiene la costumbre de no aparecer demasiado en los circuitos habituales y eludir las entrevistas.

Las preguntas de los asistentes volvieron sobre la cuestión del género fantástico y otra vez el autor la cargó con munición pesada: "Siempre escribí cuento fantástico y no hago ninguna diferencia con los otros, para mí no hay un mundo real, hay muchos mundos reales, el de la locura es sólo otro de los mundos reales. Lo que pasa es que en los 60, para un escritor de izquierda, escribir cuento fantástico estaba casi prohibido. Ése género pertenecía a la derecha y tuvo que aparecer Julio Cortázar para justificarlo también desde la izquierda. Eso me autorizó a hacer lo que ya venía haciendo desde Las otras puertas , mi primer libro del que se cumplen 50 años".

Preguntado específicamente acerca de su faena, Castillo respondió: "Nunca me siento a escribir un cuento si no tengo resuelto el final y no solamente el final sino, a veces, la textura de la prosa y los tiempos verbales. Necesito tenerlo completamente estructurado, por eso tardo tanto en escribir. Y volviendo al tema de lo fantástico ¿cómo se justifica ese procedimiento en un cuento? Si yo me pongo a explicar demasiado lo más probable es que el lector empiece a sospechar, a imponer su incredulidad y a cuestionar mis razones. Por eso, si acá hay escritores de género fantástico yo les recomiendo que sean lo suficientemente ambiguos y vagos como para responder a las preguntas antes de que se las planteen; como dice el protagonista de mi cuento, `cuando lo imposible empieza a suceder, lo mejor es tomarlo con naturalidad'".

Dispuesto a contestar hasta que no hubiera más preguntas, Castillo brindó una charla plagada de perlas acerca de su escritura.

¿Cómo se le ocurren las historias?, disparó hacia el final una de las más jóvenes entre los asistentes: "No lo sé ­ se sinceró con picardía el autor ­ yo siempre pensé que lo que se llama imaginación es una pésima mezcla entre mala memoria y mala fe: creemos que estamos inventando pero recordamos mal."

10.6.11

Peter May: “La novela negra es una exploración de la condición humana”

En las islas resulta fácil focalizarse en los personajes de una manera mucho más detallada.Actualmente estamos volviendo a 'la edad de oro de la literatura criminal', a lo Agatha Christie.Es muy importante que en mis libros el lector realice un viaje a lugares donde nunca ha estado
Peter May rescata el detective deductivo en el orden sicológico.foto.fuente:qliteratura.com

Peter May se presenta vestido de escocés a la entrevista. Sí, con el típico chaleco negro acompañado de una falda a cuadros que le permite lucir carne en un día, por suerte para él, de lo más soleado. De hecho, con su sola y contundente presencia se da uno cuenta de que se está acompañado de uno de los más relevantes escritores contemporáneos surgidos del inclemente tiempo escocés. Con permiso, claro está, de sir Arthur Conan Doyle. Afincado en el sur de Francia desde hace más de una década, su última novela no desmerece para nada el carácter gélido y lúgubre que caracteriza la accidentada geografía de su tierra natal. Tras hacerse famoso en por The China Thillers, Peter May vuelve con la primera parte de una trilogía con un carácter mucho más intimista e introspectivo, donde la trama criminal cede terreno ante los fantasmas de su protagonista, el detective Fin Macleod.

La isla de los cazadores de pájaros (The Blackhouse, Grijalbo 2011) comienza cuando Macleod es enviado a la isla de Lewis para investigar el asesinato de uno de sus compañeros de estudios. Volviendo al que fue su hogar dieciocho años después, detrás suyo dejará una vida llena de frustraciones para reencontrarse con personajes y recuerdos, abriendo sin remedio la caja de Pandora. Las pequeñas miserias de la vida insular, el carácter destructivo de la religión, el dolor de los primeros amores o la ambivalencia de la tradición son algunos de los temas que recorren la novela. Pero la voluntad de Peter May es ir aún más allá. El lector se sumerge, de este modo, en los interrogantes de la memoria personal, al mismo tiempo que intenta resolver un asesinato cuyas raíces se encuentran afincadas en lo más profundo del subconsciente del protagonista. Un tratamiento inusual del crimen en una novela que se torna cada vez más melodramática conforme avanza la trama.

Y es que el tema central de la La isla de los cazadores de pájaros es, precisamente, la pérdida. De la infancia, del amor, de los sueños y, sobre todo, de la inocencia.

Usted ha participado en la Semana Negra de Barcelona hablando sobre las llamadas 'Islas Negras' ¿Qué es lo que pasa en estas islas? ¿Por qué parecen tan inquietantes?
¿Por qué son tan terribles? (risas) No son terribles, son muy hermosas. Pero sí es verdad que son sitios muy duros a causa de la meteorología. El clima es muy duro y hace muy difícil a la gente el vivir allí. El mar está lleno de peces, pero es una tormenta salvaje y loca que hace que vivir de la pesca sea muy penoso. Por lo que cada vez hay menos y menos puestos de trabajo para la gente joven de la isla, que están buscando industria. Así que, si quieres conseguir algo en la vida, tienes que irte de allí. Para mucha gente que vive en la isla, la vida es difícil.

Hay una tendencia a situar la novela negra actual en pequeñas comunidades cerradas. Ese es el caso de Johan Theorin, Assa Larsson o Camilla Lackberg ¿Por qué cree que cada vez es más usual este recurso?
Creo que es porque una pequeña comunidad tipo, como la isla de Lewis, permite crear un ambiente en el que resulta fácil focalizarse en los personajes y en la historia de una manera mucho más detallada que en un entorno abierto. La naturaleza misma de las comunidades isleñas es cerrada, significa que se tienen pocas oportunidades para escapar de las vidas y de la historia que el lector está examinando a través de la lectura del libro. Con lo cual, de alguna manera son el entorno perfecto. Como ya he dicho otras veces, se trata de algo muy inocente, ese retorno a lo que a los americanos les gusta llamar 'la edad de oro de la literatura criminal', cuyo héroe está escrito a lo Agatha Christie. Los misterios se suelen emplazar en una casa de campo y las acciones tienen lugar dentro de la casa o el jardín, donde los personajes permanecen allí, bloqueados… De alguna manera, estamos casi retornando a esa edad dorada reduciendo el entorno para escribir sobre esas pequeñas y perdidas comunidades isleñas.

Comunidades donde la tradición y la religión tienen un papel muy importante. En la Isla de Lewis parece que no haya pasado el tiempo…
Las comunidades isleñas en Inglaterra suelen ser comunidades fuertemente religiosas. La iglesia tiene una influencia y una fuerza muy poderosa, no solamente en la vida de la gente sino también en la política. Creo que ese es el resultado del aislamiento que las islas han tenido en Inglaterra: las cosas no cambian, no siguen adelante, las Iglesias se vuelven más poderosas y devienen una parte importante de la existencia… La islas se parecen mucho a como eran hace cien años, no han cambiado demasiado. Todos los avances se han hecho en los últimos quince años. Las iglesias tienen menos influencia en este momento que quince o veinte años atrás.

¿De dónde surge la historia de La isla de los cazadores de pájaros?
Surge de mi mente (risas). Hay varios elementos que convergen juntos para crear la historia. Cuando estaba trabajando en la idea original, quería utilizar cosas inusuales que realmente existiesen en la isla, como lo de los doce hombres que van cada agosto a las rocas para matar gugas… Eso es algo que en realidad sucede y pensé que podría ser un escenario terrorífico para la historia. Decidí empezar trabajando en el personaje de Fin Macleod que, en muchos sentidos, es típico de esta generación isleña porque es alguien que, como adolescente, estaba impaciente por dejar la isla e ir al interior para construir su vida por él mismo. En la narración de la historia creé una motivación adicional para que se marchase, una cosa que le pasó allí y que está enterrada en lo más profundo de él mismo. Recuperar a Fin dieciocho años después, frente a esas cosas que había estado escondiendo en el fondo de su mente, en sus memorias; y reunirlo de nuevo con toda esa gente que fueron actores en su infancia, en sus años de adolescente… me parece una buena manera de explorar la condición humana. Y eso es, según mi punto de vista, de lo que realmente va la novela negra: una exploración de la condición humana. La manera en que la gente reacciona bajo presión, por qué comete crímenes.

Es interesante cómo en la novela se deja de lado la sangre y los asesinatos en favor de la intensidad psicológica de los personajes.
El acto criminal es la fuerza motivadora de la historia. Pero de hecho la historia trata sobre Fin y no sobre el asesinato. Recuerdo que cuando estaba pensando sobre la trama, intentando desarrollarla en mi mente, tuve la idea de que el asesinato podría ser la razón por la cual Fin debe volver a la isla. Estaba pensando en cómo iba a contar la historia, entonces me paré de repente y me di cuenta de que la historia del libro no era realmente la historia del crimen, eso era el fondo. Y la manera de contar la trama era ir atrás en el tiempo para poder volver al presente. La historia llegó como una luz, como una iluminación.

Hábleme del detective Fin Macleod. Es un personaje atormentado por la pérdida que debe lidiar con el pasado. No es el típico detective, es muy introspectivo.
Sí. No es el típico detective porque, de alguna manera, en su mente él ya ha acabado con la policía. No quiere pertenecer más al cuerpo de policía. Ha tenido una tragedia enorme en su vida personal, la muerte de su hijo; está estudiando en una universidad abierta para cambiar el rumbo de su vida y continuar por otro camino. Yo creo que no quiere seguir siendo un oficial de policía, pero sigue siéndolo y está ahí para eso. Tiene que hacer frente a esta situación cuando sus jefes le envían a la isla para investigar el asesinato. El asesinato no es lo que ocupa un lugar importante en su cabeza, está más preocupado por él mismo, su vida, su pasado y su futuro. De hecho, en el segundo libro de la trilogía de La isla de los cazadores de pájaros, Fin deja la policía y vuelve a la isla definitivamente, por lo que su vida cambia completamente de dirección.

Dice que habrá una segunda entrega de la trilogía ¿Cuándo volveremos a ver a Fin Macleod en España?

En España, no lo sé. En Francia la segunda parte llega en septiembre, también en Gran Bretaña. Creo que, si los editores españoles ya tienen el dinero (tienes que preguntarles a ellos) espero que, sin duda, no más tarde del año que viene en estas mismas fechas.

Peter May nos firma un ejemplar para los lectores de Qdiario / Foto: Qdiario.com

¿De qué manera están ligadas sus historias al lugar donde transcurren? Isla de Lewis, Pekín, Shangay… son entornos muy poderosos.
Para mí es muy importante el marco de la historia. A menudo me he preguntado por la importancia del conjunto de personajes en el relato y pienso que éstos son fundamentalmente importantes. Si no tienes unos personajes buenos y potentes, no puedes contar tu historia, porque el interés de los lectores solo se activa cuando éstos tienen empatía con los personajes. Los personajes son muy importantes, pero yo creo que en mis libros el escenario de la historia es igual de importante que ellos. Es la isla de Lewis en La isla de los cazadores de pájaros, pero también es Beijing y Shangay en The China Thrillers… Estos lugares son como otro personaje porque tienen estados de ánimo, generan atmósferas y afectan a la acción. Y el lector es transportado muy a menudo a lugares en los que nunca ha estado antes. El entorno es de una importancia fundamental, es como un personaje secundario.

En este sentido, su escritura evidencia la importancia de los detalles cuando describe estos lugares ¿Es esa su manera de envolver al lector en la ficción?
He hecho muchas investigaciones para todos mis libros. En The China Thrillers, por ejemplo, hice doce o quince viajes a China para buscar historias. No solo un lugar, sino también operaciones escondidas de la policía china. Tuve acceso a documentos que nadie había visto antes a través de llamar a la puerta de los oficiales de policía. Haciendo este tipo de investigación tuve la oportunidad de llevar a mis lectores a través de lugares en los que no habían estado jamás. Creo que es muy importante que en todos mis libros el lector venga conmigo como en un viaje. En La isla de los cazadores de pájaros el viaje les lleva a la Isla de Lewis, que es un sitio donde es probable que muchos de quienes lean el libro nunca hayan estado. Pero espero que en el escritura del libro haya recreado el sentido del lugar para que los lectores se sientan realmente allí y realicen este viaje conmigo.

¿Cómo se suele documentar antes de empezar a escribir? Me refiero a la rutina policial, práctica forense, etc.
Trabajé ocho años como periodista durante la década de los 70 y aprendí el acto de la investigación. Paso mucho tiempo investigando y hago mucha investigación vía Internet. También he desarrollado contactos concretos con un especialista particular, para cada vez que siento que necesito información, por ejemplo sobre patologías o genética. Siembre busco a alguien que pueda asesorarme en los detalles correctos. Por supuesto, siempre viajo al sitio sobre el que deseo escribir, nunca escribo sobre un lugar si no he estado allí. La primera vez que fui a China, por ejemplo, hice fotografías de cada localización sobre la que iba escribir, y cuando volví a casa las pude en cuadros grandes. Ahora uso el vídeo digital y grabo en todas partes, lo edito en mi ordenador y, de este modo, cuando estoy escribiendo, solo tengo que volver a ver el vídeo un poco y la pantalla me recuerda cómo era el lugar. Me encanta utilizar la tecnología en mis investigaciones.

No te pierdas la primera parte de esta trilogía / Foto: Qdiario.com

"Me llamo Peter May y puedo predecir el futuro" ¿Por qué afirma esto al hablar de sus libros?
Es un fenómeno, es algo que me ha pasado durante toda mi carrera como escritor. Desde que era guionista de televisión hasta que empecé a escribir libros. Cosas sobre las que he escrito, más tarde se han convertido, extrañamente, en realidad. No se si es falso o si hay una mano misteriosa y escondida detrás, no lo sé. Todo lo que puedo decir es que es algo ocurre. Por ejemplo, cuando estaba trabajando en televisión como guionista en una serie dramática de sobremesa, se me ocurrió una historia en la que uno de los personajes se rompía el brazo. La semana siguiente, el actor que interpretaba a este personaje se rompió el brazo. Este tipo de cosas me han ido pasando realmente muy a menudo, hasta el punto de que los actores tocaban a mi puerta y decían: ¿puedes escribir que a mi personaje le toca la lotería? (risas) Pero nunca funcionó de esa manera. También ha pasado en los libros que he escrito. El primero de mis libros sobre China trataba sobre el arroz modificado genéticamente. No mucho después de escribir la historia, la industria farmacéutica y algunas compañías acababan de desarrollar el arroz modificado genéticamente. En otro de mis otros escribí sobre unos inmigrantes chinos que fueron encontrados muertos después de quedar atrapados en un choque sucedido en la frontera. No mucho después de esto, ocurrió un choque similar en Inglaterra y en Texas, donde también se encontraron inmigrantes chinos muertos. Estas cosas han pasado. Yo no se por qué, no se cómo… pero es un poco extraño, un poco horripilante.

¿Y no le da miedo que esto ocurra?
Nunca pienso en ello, si lo hiciese seguramente me asustaría (risas).

El secreto de las islas

Aquellos que sientan la necesidad de escapar de la urbe y dar rienda suelta a los placeres que ofrece la pequeña comunidad insular, que se den una vuelta por la ficción. A buen seguro que después querrán cruzar a nado la distancia que les separa del continente. Sí, las islas dan miedo: el clima, los agrestes paisajes, sus cerrados habitantes y, sobre todo, la imposibilidad de huir, provocan una claustrofóbica sensación que hace las delicias de los escritores de novela negra. En una isla, recuerda, estás acorralado.

Desde la isla del Moro de Diez Negritos, donde Agatha Christie iba liquidando uno a uno a sus personajes, hasta la relectura contemporánea por parte de autores nórdicos como Johan Theorin. Aquí, el entorno de la infancia se articula como un espacio infranqueable en el que, una vez dentro, es imposible salir. Así es la pequeña isla sueca de El Cuarteto de Öland, pero también pequeñas localidades como Fjällbacka (Camilla Lackberg) o Kiruna (Assa Larsson): espacios cargados de mitos y leyendas que se expanden hasta el crimen. Sin embargo, no solo la novela negra se ha encargado de poner la nota de terror a las islas. Sin ir más lejos, contamos con ejemplos tan desesperanzadores como el de Jurassic Park (Michael Crichton), La isla del Doctor Moreau (H.G. Wells) o El señor de las moscas (William Golding).

Va a ser que la isla es, como dice Peter May, el escenario perfecto para hundirte en la ficción sin tener la opción a escapar. Como los mismos personajes.

9.6.11

Jaramillo:"Casi todas mis novelas son como cartas"

El escritor colombiano novela sobre el adulterio, emulando a Montaigne, en Historia de Simona. Y trata sobre el tiempo y el destino en el poemario Sólo el azar
Darío Jaramillo, escritor colombiano, cree que va a encontrar "más lectoras cómplices que lectores cómplices" de su novela Historia de Simona.foto:Bernardo Pérez.fuente:elpais.com

Historia de Simona, y Sólo el azar (Pre-Textos) son los dos nuevos libros -novela y poesía- del escritor colombiano Darío Jaramillo (Santa Rosa de Osos, Antioquia, 1947). La novela la terminó con una beca Guggenheim, y ganó, en Santander, el Premio de Novela Corta José María de Pereda. "Sumando, es la novela que más plata me ha dado".
¿Por qué la novela empieza: "Esta historia no tiene argumento. No es una historia"?

Porque quiero dar la impresión de que son hechos... Una novela fabrica un universo paralelo a la realidad que parezca real. Tal vez es por eso. La novela se basa en un intento de legitimar el adulterio por parte de uno de los protagonistas. Después encontré que Montaigne, en el siglo XVI, escribió ensayos que justificaban el adulterio. Sentir el placer de estar plagiando a Montaigne a posteriori es muy grato.

Pero es un adulterio pactado con el marido...

De todas maneras, sí está teniendo una relación extramatrimonial. El pacto se da, de un lado, por razones de aceptación social y, del otro, porque ella, ¡esa sí que es una aventurera!

¿Y se basa en un hecho real?

La Historia de Simona es curiosa. Hace unos cuatro años publiqué La voz interior, una novela muy larga. Tardé seis años en escribirla. Después de un esfuerzo así, uno queda como vacío. Una noche me dije: "¿Por qué carajos me tengo yo que salir de La voz interior?". Entonces cogí un personaje totalmente secundario, la hermana del narrador, Simona, y decidí contar su vida de una manera en que no hay ninguna dependencia argumental... Hay simplemente el robo de un personaje a la manera como lo podía hacer -Dios me perdone a mí mismo la vanidad de la comparación- Balzac o Faulkner.

En el libro se plantea la teoría adúltera del equilibrio universal. ¿Cree en esa teoría?

No, no creo... Pero me quedó bien inventada. En el adulterio hay algo muy duro que está patente en la novela: definitivamente, el amante o la amante son segundo plato. Y es algo que se asume casi de manera natural. Y me interesaba dejar eso ahí, flotando en un mundo donde el intercambio sexual ya no depende tanto de la formalidad de la relación, de que estemos casados o de que llevemos muchos años juntos. Termina dependiendo de algo mucho más animal: la sexualidad.

En el último capítulo, después de narrar en tercera persona, utiliza la primera persona. Sorprende al lector...

En términos de técnica, trucos de mago que tiene el narrador, ese me salió. Y además era necesario. Al final el personaje afrontará el dolor, y para poder contarlo tocaba desde adentro. Los primeros capítulos él era un objeto amado más que un amante; entonces no podía ser primera persona.

Y hace una reflexión sobre el manejo de la primera y la tercera persona. En sus novelas siempre hay este tipo de reflexiones sobre el escribir.

Lo aprendí con Fernando Vallejo, que dice que no hay tercera persona... ¡Mentiroso! Yo me siento mejor en primera persona. Por eso casi todas las novelas que he escrito son como cartas. La carta tiene el tono de conversación al oído. Y eso trato de cuidarlo en la novela. Es alguien que se sienta y te cuenta a esta distancia... "Óigame, la historia mía...". Y el desafío es que la oigan, que la gente se sostenga oyéndola y que le intrigue en qué va a terminar... para dónde va...

¿Busca lectores cómplices que entiendan ese amor, sin compromiso, de una mujer de más de 40 años con un hombre de 20, la edad de su hijo?

Yo creo que sí, que inclusive voy a encontrar más lectoras cómplices que lectores cómplices... Ella es una mujer muy atractiva -las mujeres son más inteligentes que los hombres- y en la novela es muy notorio: él es un aprendiz; la sabia es ella, la que manda en la relación. Él va descubriendo cosas, una clave: no puedo hablarle de amor; entonces no le habla de amor. Él va siempre a la zaga del universo que ella va inventando...

El azar es otro tema recurrente en sus obras y es el eje de su nuevo libro de poemas...

El libro tiene una historia curiosa: eran tres partes y yo luchaba con Sólo el azar y no podía. Reescribía y volvía a escribir. Publiqué Gatos y seguí luchando con Sólo el azar. Y de pronto, Cuadernos de música también estaba terminada. Y me quedaron estos pequeños poemas que son un intento de tratar sobre el tiempo, sobre el destino, sobre qué es uno finalmente en el tiempo y en el espacio. Luché y luché, y logré cerrarlo hace como un año y medio

Sus poemas de amor pintan el amor sublime, de entrega. Me llama la atención que al menos en tres de sus novelas habla de amores frustrados, amores sin futuro ¿Por qué?

¿No será que el amor siempre hay que vivirlo en presente, que es algo que se hace, que se fabrica entre la pareja a cada instante, que no hay proyección a futuro? Cualquier apuesta al futuro, si no lo daña, al menos lo puede hipotecar. Mientras estuve enamorado escribí muchos poemas de amor. Pero esos que quedaron después los pude controlar en términos de poesía. El problema ya no era cómo expresar el amor, sino cómo manejar este universo de palabras. Las palabras tienen que decir algo... Si no sería un galimatías, algo que a mí no me interesa. Y entonces ese contenido se confunde con la forma. Entonces es una lucha de años que a mí me obsesiona. Me la paso aquí hablando solo, en eso...

El amor es una trampa

8.6.11

Firpo: "Las editoriales deberían volver a aportar algo, garantizar la calidad de los contenidos"

Federico Firpo, es argentino y acaba de editar su primera novela, Matalobos, después de publicar previamente su contenido en Internet
Firpo, presenta su novela debut, autoeditada por él mismo después de publicarla previamente en su blog personal.foto:Ruben Izquierdo.fuente:lavanguardia.com

Apasionado de la literatura latinoamericana y convencido de que en Internet hay un amplio margen de maniobra para los autores noveles que pretenden abrirse mercado, Firpo fue protagonista de nuestra sección Tengo un blog hace unos meses. Hemos vuelto a hablar con él para que nos explique el devenir de Matalobos y sus expectativas sobre sus próximos pasos como autor.

Recientemente has publicado Matalobos, novela que ha seguido un peculiar sistema de creación. ¿Puedes contarnos el proceso?

En realidad, Matalobos siguió dos procesos independientes. El primero, más íntimo, está relacionado con una novela que yo estaba escribiendo desde 2009. Titulada Álgebra Maldita, contaba con cuatro hilos narrativos independientes que acababan confluyendo, de los cuales Matalobos era uno más. Por su estructura inicial, pensada para formar parte de una obra mayor, no era adecuada para una novela, así que tuve que reestructurarla y reescribir una buena parte de la misma.

¿Y el segundo?

En paralelo, mi blog Reflexiones de un Aprendiz de Brujo comenzaba a tener un movimiento interesante, así que, conociendo algunas iniciativas parecidas, decidí abrir un nuevo blog (http://www.matalobos.net) y publicar allí Matalobos, con un sistema de entregas semanales. A partir de ahí el proyecto tiró hacia adelante y fue creciendo hasta llegar a la novela actual.

¿Cómo fue el seguimiento de cada post?

La experiencia en su conjunto fue genial. La publicación duro veintidós semanas. Comenzamos con aproximadamente ochenta lectores, pero luego Internet y el boca a boca operaron su magia, y al finalizar la publicación, Matalobos tenía un seguimiento medio de casi quinientas personas. Por alguna razón que a día de hoy desconozco, la mayoría de ellos preferían hacerme comentarios por email privado en lugar de en los mismos posts del blog, así que fueron días de intensa correspondencia con los lectores.

Tuviste, pues, un 'feedback' muy intenso

Como escritor, jamás había imaginado un 'feedback' tan inmediato y potente, porque en intimidad las personas se sueltan más, y dejan de decirte solamente lo maravilloso que es todo, para hacerte también – y con mucho respeto siempre – críticas verdaderas.

¿Fuiste modificando la novela en función de su recepción?

Al publicar así, asumes un riesgo importante. Comencé la publicación cuando solamente tenía corregida y adaptada la mitad del texto, y por lo tanto ese incentivo de correr delante de la publicación, sumado a la correspondencia electrónica con los lectores, me permitió hacer pequeños cambios sobre la marcha. No hubieron cambios de fondo, pero sí que la trama cambió ligeramente.

Hablabas de la correspondencia con los usuarios del blog. ¿Qué relación has acabado teniendo con ellos?

Los lectores del blog hacen posible que el día a día del escritor sea mucho menos solitario. En ese sentido, la presencia de los lectores es muy saludable, porque es bastante sincera. Te felicitan, te critican, acuerdan y disienten permanentemente, con inmediatez, respeto y cariño. Fueron los mismos lectores los que pidieron la novela en papel. Antes jamás me había planteado hacer una publicación de autor – sin editor -, pero que muchas personas lo pidieran hizo que tomase la decisión, y no me arrepiento en lo más mínimo.

Aunque es tu primera novela, anteriormente publicaste una compilación de varios artículos tuyos…

Cuando Reflexiones de un Aprendiz de Brujo cumplía su primer año online, ni yo mismo podía creer el seguimiento que tenía. Lectores de más de treinta países me leían habitualmente. Las personas acostumbradas a leer literatura, aunque participen en internet, siempre añoran el formato papel. Te lo dicen, te lo piden. Así que, como celebración de ese primer año tan satisfactorio, decidí escoger los que para mí eran los veinticinco mejores artículos y publicar un volumen conmemorativo

De nuevo Internet muy vinculado a tu producción literaria...

Internet es un medio incomparable. Y aunque el tipo de literatura que yo escribo, probablemente no sea de consumo masivo, hay mucha gente a la que le gusta. Internet hace posible que esas personas estén conectadas, y compartan entre ellas contenidos que consideran de calidad. Si tienes la suerte, como la tuve yo, de que tu trabajo sea bien recibido, entonces, tarde o temprano, todo llega. Desde luego, sin el soporte de la red todo lo bueno que me está sucediendo como escritor no hubiese sido posible.

¿En qué genero te has sentido más cómodo?

Sin ningún tipo de duda, mi elemento es la novela. Soy un narrador, ante todo, y no hay manera humana de negar en mi producción literaria mis raíces latinoamericanas, ni mi inclinación ideológica, ni mis múltiples influencias literarias. Pero también es cierto que a partir de Reflexiones de un Aprendiz de Brujo descubrí una veta muy interesante con los artículos. Es un formato que te permite abordar un tema aparentemente menor, o pequeño, y en pocas palabras expresar sentimientos auténticos, mezclados con una realidad ficcionada. Me gusta mucho el género, y también me encuentro muy cómodo en él. Me permito hablar de mis hijos, de mi familia, y también de Baltasar Garzón. Es un espacio muy genuino, y a esta altura, es parte de mi forma de vida.

Háblanos de tu relación con lavanguardia.es

Estoy convencido de que La Vanguardia.es forma parte de una cadena de factores que me han traído hasta donde estoy hoy. Como te contaba antes, Internet ha sido hasta ahora el único medio de difusión de mi obra. En consecuencia, suelo enviar e-mails a diferentes redacciones de contenidos digitales intentando buscar un punto de encuentro para hacer cosas juntos. Contacté con Lavanguardia.es por mail, sin ninguna recomendación ni más aval que el que puede verse en la red, y desde el principio fueron muy receptivos. Se interesaron por mi trabajo, publicaron una reseña de mi blog – que por cierto hizo que las visitas subieran bastante -, y desde entonces hemos mantenido el contacto.

¿Cómo valoras la sección Tengo un blog?

Creo que es una excelente iniciativa. Con casi 300 millones de blogs en el aire, es muy difícil distinguir lo que vale la pena de lo que no. Tengo un blog, para quienes producen contenidos de calidad, es una oportunidad real y al alcance de la mano de conseguir difusión. Sus redactores verifican los contenidos, y creo que escogen con buen criterio los blogs que incluyen en la sección. Suelo visitarlos, y todos tienen un mínimo de calidad garantizada, cada uno en su especialidad, claro está.

¿Es Internet el futuro de la autoedición?

Hace quince años nadie sabía cómo sería, y nadie sabe cómo será dentro de otros quince. De lo que estoy convencido es que el concepto de internet sí que es el futuro. La industria editorial debe cambiar por completo, de acuerdo a las exigencias del mundo actual. Si vas a publicar a Gabriel García Márquez, sabes que venderás un millón de ejemplares sin darte cuenta, pero si vas a apostar por un autor desconocido, es absurdo, desde el punto de vista financiero, y más aún desde el ecológico, imprimir dos mil libros que probablemente acaben juntando polvo en un depósito. La impresión bajo demanda es la respuesta a eso, porque hoy se puede producir un libro a un coste medio de quince euros, imprimiéndolo cuando el lector lo pide. En este escenario, las editoriales realmente podrían volver a aportar valor, escogiendo autores con criterios novedosos, y haciendo una apuesta publicitaria que signifique una inversión mucho menor que la de hacer una tirada de libros. Lo importante en este caso sería lograr que los sellos editoriales garanticen la calidad de los contenidos, y que los lectores puedan saber que si les ha gustado una novela, probablemente las demás obras de la misma colección también les vayan a gustar.

¿Qué le recomendarías a un autor que empieza de cero, sin contactos con las editoriales?

Desde el punto de vista práctico, no se me ocurre que a día de hoy un escritor pueda no tener un blog. Es fundamental, y es imprescindible publicar en él artículos escritos y trabajados con seriedad. Cada autor tiene por delante un camino diferente, y casi siempre muy difícil, por lo que creo sinceramente que la única recomendación válida para todos es la perseverancia. Lo que hagas nunca le gustará a todo el mundo, y quizás lo más difícil es encontrar tu público, las personas que van a disfrutar leyéndote. Mientras tanto, no hay más recetas que trabajar duro, ser disciplinado, creer en uno mismo, saber aceptar las críticas y valorar a las personas que te apoyan.