30.4.10

Ford: "No creo en el minimalismo"

Uno de los escritores estadounidenses más reconocidos de la actualidad habla aquí de la publicación de los cuentos sin editar de su amigo Raymond Carver

VISION. "El novelista genera visiones propias sobre las cosas.".fOTO;fUENTE:Revista Ñ

"La amistad, escribió Raymond Carver en un ensayo publicado en la revista Granta en 1988, es como el matrimonio: un sueño compartido, algo en el que los participantes tienen que creer y ponerle fe, la confianza en que durará para siempre. Y sin embargo las cosas llegan a un final inevitable y ese final es la muerte.

Carver conoció a Richard Ford una noche de 1977, en Dallas, durante un festival literario en la Southern Methodist University. Ford emanaba confianza mientras Carver había dejado el alcohol pocos meses antes y "estaba sobrio pero tembloroso". A la mañana siguiente se encontraron en el desayuno y, entre galletas, jamón y maíz, hablaron hasta sentirse amigos de toda la vida. Les quedarían once años de amistad. Richard Ford tiene los ojos de un lobo (transparentes), y a pesar de esa mirada al parecer fría resulta un hombre cordial, sereno. Quería ser abogado del ejército y no empezó a escribir hasta los 23 años. Después de dos libros (Un trozo de mi corazón y La última oportunidad) decidió que eso había sido todo para él como novelista y comenzó a trabajar como periodista deportivo. "Era divertido y fácil, conocía gente famosa y me pagaban bien". Sólo duró dos años: la revista para la que trabajaba cerró. "Y como no tenía nada que hacer volví a escribir".

Y como no tenía nada que hacer escribió una trilogía tremenda compuesta por El periodista deportivo (1986), El día de la Independencia (1995) y Acción de Gracias (2006) donde los hechos narrados no intentan explicarse sino atravesar al lector a partir del desarrollo de ese personaje inolvidable que es Frank Bascombe, una persona que puede verse y comprenderse (aunque de ninguna manera pueda comprender el mundo).

Y como no tenía qué hacer, se convirtió en un autor esencial de la literatura estadounidense contemporánea. Como si fuera simple. Ford es una de esas personas poco psicoanalizadas que no les interesa analizar demasiado lo que escriben. Y quizás haya sido el exceso de psicoanálisis el que invadió de desamparo la existencia humana y haga que no entendamos bien la vida "cuando en rigor la vida es pura y simple", como dice el protagonista del cuento "Great Falls" (Rock Springs, 1987) cuando comienza a preguntarse sobre la extraña relación entre sus padres. En este diálogo, que mantuvo con Ñ en el hall del Hotel Hilton durante la última edición de la Feria del Libro de Guadalajara, Richard Ford le pedía a las chicas de la editorial Anagrama que lo sacaran a recorrer la ciudad "como si fuera un perrito". Simple.

-Toda una obra tratando de dilucidar algo en torno al misterio de la relación entre hombres y mujeres. ¿Descubrió algo?

-Si logro decir algo inteligente, va a ser la primera vez (risas). Una amiga, escritora canadiense que vive en París, dijo que si lográramos saber qué es lo que sucede entre el hombre y la mujer, podríamos prescindir de la literatura. He pasado la mayor parte de mi vida escribiendo acerca de lo que sucede entre los hombres y las mujeres. Me crió casi exclusivamente mi madre y estoy casado con la misma mujer desde que tenía diecinueve años, así que la relación con las mujeres ha sido uno de los asuntos principales de mi existencia. Con el tiempo, he descubierto que las cosas que normalmente otras personas pueden decirte sobre la vida son muy insatisfactorias. Por eso, creo que la única manera posible de aprender algo al respecto es hacer el propio recorrido dentro de los límites de la inteligencia personal y de la propia vida. Las novelas tratan sobre cuestiones particulares y lo que de ellas se puede aprender sobre los hombres y las mujeres no son verdades universales sino que, justamente, lo que se puede aprender de ellas es cuán diversas y heterogéneas son esas relaciones y cuánta atención hay que prestarle a la persona con la que estás para llegar a comprenderla. Esa persona tiene que interesarte, incluso si se trata de tu madre. Cuando era chico me interesaba mucho establecer en mi mente las conexiones que existían entre mis padres y todo aquello que, entre ellos, estaba más allá de mí. Llegar a comprender que había cosas en sus vidas más allá de mí mismo fue una verdadera revelación.

-Su visión sobre el tema suele ser bastante desoladora.

-Hay algunos libros donde es así, pero no es la perspectiva que rige la totalidad de mi obra. Las relaciones entre hombres y mujeres también son de ese modo. No siempre son felices ni te hacen reír. Algunas veces sí, pero uno asume muchos riesgos cuando decide revelarse ante otra persona y cuando esa otra persona se revela ante uno también asume muchos riesgos y no hay garantías de que eso termine bien. Pero eso no quiere decir que intente abarcar todo el espectro de posibilidades, tan sólo que escribo sobre lo que consigo vislumbrar.

-¿Qué le produjo la necesidad de escribir?

-Leer. Soy de Mississippi, un lugar del que también eran dos de los escritores más significativos de Estados Unidos: William Faulkner y Eudora Alice Welty. En ese lugar era posible pensar que ser un escritor estaba bien. De todas formas, a mi madre le gustaba mucho Hemingway. Yo nunca me volví loco por Hemingway.

-¿Le interesa el minimalismo como estética?

-No creo en el minimalismo. Creo que no existe como término aplicable a la literatura. Sí se aplica a la pintura o a la escultura pero no a nada que yo haya escrito.

-¿Por qué?

-La mayor parte de la gente que escribe intenta maximizar y no al revés. Se intenta escribir historias que tengan las exactas y justas palabras en ellas. Nadie está intentando escribir lo menos que puede sino lo más que puede. Así que como teoría, para mí, no significa nada. Es sólo algo que alguien soñó y acerca de lo cual el resto nos hacemos muchas preguntas, pero no existe. El minimalismo es uno de esos eslóganes terribles que llegan a estar colgados de la literatura, y de los cuales la literatura debería escapar porque no significan nada.

-¿Qué opina sobre la publicación de "Principiantes", los cuentos sin la intervención del editor Gordon Lish de su amigo Raymond Carver?

-No tengo ninguna opinión al respecto. El era mi mejor amigo, y yo leía las historias que escribía mientras estaba vivo. Y creo que lo que sucede después no tiene ninguna importancia, no lo tomo con seriedad. El sabía lo que quería hacer cuando estaba vivo y, como cualquiera, estaba bajo presión desde muchos lugares. Tenía su propia vida que soportar, tomó sus propias decisiones y sus historias eran buenas. Murió trágicamente joven: fin de la historia. El resto es todo una porquería.

-¿Qué le diría a los escritores jóvenes?

-Les diría que dejen de escribir si pueden. (Risas.) Pero si no pueden, entonces les diría que antes de ser escritores tomen otros trabajos primero, que tengan otras experiencias. Y si esas experiencias son satisfactorias, entonces les diría que se queden ahí y que no sean escritores porque eso les va a ahorrar muchas infelicidades. El novelista genera visiones propias sobre las cosas, sobre la humanidad, las mujeres... pero no es algo que preceda a la escritura sino que se genera en ella. Es cuando se escribe que las cosas aparecen y la gente empieza a decir que uno tiene una visión. Pero uno no sabía que la tenía hasta que escribe. Por eso vale la pena escribir, porque es bueno saber que uno tiene una visión propia del mundo.

-Cuando se ve en el espejo, ¿qué puede ver?

-Un hombre normal, perfectamente común.

-Norman Mailer decía que todo escritor tiene un gran ego.

-Norman Mailer era un hombre más bien petiso. (Risas). Yo le tenía mucho aprecio.

-¿Cuáles son para usted los rasgos de la buena literatura?

-Veamos. Tengo una fórmula personal para definir a la buena literatura: la literatura y la escritura son los medios supremos para renovar nuestra vida emocional y sensorial y aprender a tener una nueva conciencia. Si la literatura logra hacer eso, entonces es buena literatura.

Jackson, Mississippi, 1944.
Escritor.

"La mayoría de la gente empieza a escribir en la adolescencia, pero no fue mi caso", reconoce Richard Ford que hasta los 23 (cuando empezó a escribir seriamente) tenía otras preocupaciones. Anagrama publicó en español toda su obra: los cuentos de Rock Springs, De mujeres con hombres y Pecados sin cuento, la trilogía de Frank Bascombe y acaba de reeditar su libro de memorias publicado en 1988, Mi madre.

29.4.10

Los cuentos de Carver ven la luz sin las correcciones de su editor

Principiantes es el original de De qué hablamos cuando hablamos del amor. La mítica colección de relatos estará en las librerías el próximo 6 de mayo
Raymond Carver, en 1987, en una visita a París, dos años antes de su muerte. fOTO: SOPHIE BASSOULS / SIGMA CORBI:fUENTE:elperiodico.com

"Un artículo del crítico norteamericano D. T. Max, aparecido en el New York Times en 1998, 10 años después de la prematura muerte del cuentista norteamericano Raymond Carver, confirmaba algo que no había trascendido hasta el momento más allá de los rumores en los círculos literarios estadounidenses: que el estilo austero, liofilizado y evanescente del autor, lo que se ha venido a llamar minimalismo (de hecho, una puesta al día de las fórmulas que en su día acuñara Hemingway) era, en realidad, producto de las abundantes correcciones de su editor, Gordon Lish. Ahora la edición original de ¿De qué hablamos cuando hablamos del amor?, el libro que colocó a Carver en el Olimpo, se publica (el 6 de mayo) con el título de Principiantes (Anagrama / Empúries), sin cortes –Lish eliminó un 50% del total y en algunos cuentos hasta una tercera parte– y sin aditivos.

LA PRUEBA

Lish, gran impulsor de la nueva narrativa minimalista en Alfred A. Knopf, vendió su archivo privado a la Universidad de Indiana y allí Max encontró la prueba del delito: los originales del libro profusamente tachados, párrafos e incluso páginas enteras con extensos añadidos que transformaban a veces el sentido de los relatos. Las atribuciones de Lish fueron más allá del mero editing. ¿Cómo permitió Carver que sucediera eso? Fue algo parecido a un pacto faustico. El editor y el autor se conocieron en 1969, cuando Carver además de escribir dedicaba gran parte de sus esfuerzos a destruirse a base de alcohol. A Lish, editor agresivo y excelente publicista, le sobraba la seguridad de la que Carver carecía. Limó la sentimentalidad del escritor, impuso silencios significativos, cambió títulos y nombres –un poco arbitrariamente– e hizo correcciones brillantes, primero en ¿Quieres hacer el favor de callarte por favor? y luego en ¿De qué hablamos...
La correspondencia entre Carver y Lish muestra cómo al principio el cuentista se sentía agradecido por el trabajo de Lish, aceptando sus cambios sin apenas comentarios pero a medida que se cimentaban su prestigio y su vida personal –dejó de beber y conoció a la que sería su segunda esposa, la poeta Tess Gallagher–, las misivas empezaron a reflejar que la dependencia le molestaba. En una carta de 1980, poco antes de la publicación de ¿De qué hablamos... Carver admite a Lish que sus «versiones son mejores», pero teme que demasiadas personas hayan leído los cuentos originales como para permitir la publicación del libro. Lish hizo caso omiso a sus objeciones, el volumen salió según su gusto y la crítica, admirada, destacó sobre todo el despojado estilo de su autor, ¿de Carver? Ese fue el principio del fin de la relación entre el escritor y el editor.

ENSEÑANZAS

La bonanza personal de Carver, que cercenaría abruptamente un cáncer de pulmón con apenas 50 años, le hizo aprender de los malos tiempos y, aunque no le gustase reconocerlo, también de las enseñanzas de Lish en cuanto a esencialidad en la escritura. En 1983 aparecía Catedral, su obra cumbre unánimemente alabada y mientras, en la intimidad, el autor se ufanaba de que ya no necesitaba a su exeditor. Cuando el artículo de Max desveló la cuantía de la intervención de Lish, Gallagher, la viuda, se negó a hacer declaraciones. Años más tarde, reveló, oportunamente, que Carver le había hecho prometer que en el futuro publicaría Principiantes. La obra apareció en Inglaterra el año pasado en tapa dura, pero en Estados Unidos ha quedado un tanto oculta dentro del volumen Carver: Collected Stories, porque la editorial Knopf se ha negado a editarlas de forma independiente.
Ahora ambas versiones están servidas. Solo falta saber cuál de los dos Carver nos gusta más.

Gordon Lish, el villano de la historia

El relato corto se hace grande

Recopilaciones, nuevos galardones y la consagración de editoriales especializadas certifican la buena salud del cuento El género halla su público también en la Red

fOTO;fUENTE:elpais.com

"Los libros de cuentos han dejado de ser una engorrosa cláusula en el contrato de un escritor. Tampoco son ya el trampolín hacia la novela para los narradores debutantes o el descanso entre novelas para los consagrados". Lo dice Juan Casamayor, que hace 10 años fundó Páginas de Espuma, una editorial que se enfrentó a uno de los grandes clichés de la edición española: "El cuento no vende".

"Pasé los primeros años escuchando esa frase por duplicado, sí: no vende, no vende...", recuerda Casamayor, que una década después tiene un catálogo de 170 títulos en papel -con autores como José María Merino, Medardo Fraile o Ana María Shua-, 40 en formato eléctrónico y casas en Argentina y México. Su best seller, dice, es Ajuar funerario, de Fernando Iwasaki, con 54.000 ejemplares vendidos. En 2002, además, se atrevió con Pequeñas resistencias, un imprescindible panorama del cuento en lengua española en cuatro tomos coordinados por Andrés Neuman, que en octubre publicará una nueva entrega consagrada a España.

El escritor Eloy Tizón, que el próximo día 12 dictará en la Biblioteca Nacional la conferencia El renacer de la cuentística, considera clave la aparición de editoriales especializadas para la consolidación definitiva de un género que nunca contó en España con el predicamento que siempre tuvo en Latinoamérica y, sobre todo, en Estados Unidos. Allí una red de revistas pagaba tradicionalmente a los escritores por publicar sus relatos. Basta leer las memorias de Ernest Hemingway, un maestro de la distancia corta, para certificar que en algunos países se podía vivir del cuento.

Junto a Páginas de Espuma, Tizón cita a la palentina Menoscuarto, fundada en 2004 y con 75 títulos en un catálogo en el que conviven los relatos completos de Miguel Delibes, Carmen Laforet o Esther Tusquets con libros nuevos de Gonzalo Calcedo y Manuel Moyano. En Menoscuarto acaba de aparecer Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual, una antología firmada por Gemma Pellicer y Fernando Valls. Profesor de la Universidad de Barcelona, Valls es el gran crítico del género en España. De hecho, Siglo XXI se suma a otras dos selecciones suyas que hicieron época: Son cuentos (Espasa, 1993) y Los cuentos que cuentan (Anagrama, 1993). Si la primera subrayó la labor breve de Juan José Millás, Soledad Puértolas, Javier Marías o Antonio Muñoz Molina, la segunda hizo lo propio con Javier Cercas, Mercedes Abad, Juan Bonilla o Fernando Aramburu.

Para Valls, su nueva antología certifica un hecho insólito hasta ahora: "La continuidad desde los años setenta de un género que en el panorama español ha sido guadianesco". Ello pese a la calidad de figuras como Ignacio Aldecoa, Juan Eduardo Zúñiga o Medardo Fraile. Para Eloy Tizón, por su parte, la gran muestra de la vitalidad del género es, en lo literario, el hecho de que estos dos últimos sigan activos a la vez que los 35 nuevos autores antologados por Valls: de Carlos Castán, de 47 años, a Matías Candeira, de 26, pasando por Hipólito G. Navarro, Pilar Adón, Ricardo Menéndez Salmón o Elvira Navarro.

"Están a la altura de los autores latinoamericanos de cuentos de su generación. Eso es algo que podemos decir pocas veces", afirma Fernando Valls de unos autores cuya "melodía de época", dentro de una gran variedad de temas, sería su pertenencia a "la tradición del realismo" y una "asimilación no mimética de las vanguardias". Más que boom del cuento, apunta Casamayor, lo que hay es "un crecimiento sostenido". Un crecimiento al que han contribuido tanto las ediciones de cuentos completos de grandes clásicos por parte de Alfaguara, Lumen, Anagrama o Alba como los minilibros con uno o dos textos lanzados por Alfabia, Gadir o Alpha Decay.

En los alrededores de la literatura, Valls destaca además tres elementos que han impulsado la vitalidad y dignificación del cuento: 1) Muchos autores han pasado por talleres literarios y ahora ejercen como profesores. 2) Hay al menos tres premios de altura dedicados a los libros de cuentos: el NH, el Ribera del Duero y el Setenil. La primera edición de este último recayó en Los girasoles ciegos (Anagrama), de Alberto Méndez. Y 3) Internet.

Javier Sáez de Ibarra, antologado por Valls y ganador del Ribera del Duero con Mirar al agua (Páginas de Espuma) descata la importancia de la Red como refugio crítico y creativo de un género tradicionalmente "desatendido" por los medios tradicionales. Bitácoras como El síndrome Chéjov, La luz tenue, Vivir del cuento o la del propio Fernando Valls -La nave de los locos- son para el escritor referencias tanto en la información como en la creación: "Uno puede colgar un relato y recibir al instante el eco de los lectores. Tal vez la pega es la ansiedad por renovar los contenidos".

Sáez de Ibarra, que ha publicado tres libros de cuentos, pertenece al club de los fieles al género. Lo mismo que Berta Marsé, autora de En jaque y Fantasías animadas (en Anagrama) y también presente en Siglo XXI. ¿Para cuándo una novela? Ésa es la pregunta a la que los dos se enfrentan recurrentemente. "¡Bastante complicado es escribir un relato!", responde Marsé. "El cuento no es el hermano menor ni el primo ni el cuñado de la novela".

22.4.10

Internet, una novela por escribir

DEBATE

El peso de la tecnología marca el lenguaje de la literatura del futuro

Internet, la novela por escribir.fOTO; fUENTE:elpais.com

"Nacieron en torno a 1970, cuando esta revolución tecnológica era ciencia ficción. Ahora estos ocho escritores (que podrían ser 80, u 800) conviven a diario con un instrumento poderosísimo, Internet, que entra en sus libros (y en sus vidas) de manera imparable. Quisimos hablar con ellos acerca del impacto que esta revolución está teniendo en su escritura. ¿Cómo ven que todo eso está afectando al trabajo propio y de sus colegas? Finalmente, ¿cuál es el futuro de esa batalla entre el papel y la pantalla?

Isaac Rosa: "Es cierto que para nuestra generación las tecnologías de la información tienen más peso que para las anteriores. Pero en realidad nos relacionamos con ellas de forma muy similar a nuestros hermanos mayores, con asombro, sin naturalidad". Y es un "malentendido" dice Rosa, eso de que sean "la primera generación de Internet". "Todos tenemos memoria personal de un cercano ancien regime en que no había Internet ni móviles, a diferencia de la generación de mis hijas, que no conoce otra cosa".

Afirma Ricardo Menéndez Salmón, como para resumir todas las respuestas: "Soy un convencido de la Red como generadora de opinión, discurso, información, conocimiento, expectativas e incluso falacias, las seis facetas. Dicho esto, reconozco también ser un fetichista del libro en su formato clásico. El libro, como objeto, se me antoja insustituible". Dice Elvira Navarro: "Los libros ya no se dan a conocer sólo a través de los suplementos literarios y de las revistas especializadas, sino también por medio de blogs y de páginas webs que, en según que casos, son a veces más importantes que las plataformas tradicionales". Pero, dice Elvira, "hay que tener en cuenta que estos factores dependen de que detrás haya alguien con criterio". Vicente Luis Mora dice: "Internet está enriqueciendo los formatos de comunicación, y es normal que se vaya incorporando gradualmente a la literatura". A él le proporciona soportes (mail, blogs) "que permiten la expresión escrita de los personajes y su respuesta en tiempo real, frente a la lentitud de la correspondencia postal".

La influencia es clara, dice Bruno Galindo. "Los medios de comunicación están en casi todo lo que he escrito; encuentro imposible hablar de temas actuales y obviar estos factores... Los medios de comunicación son ahora más importantes que la Literatura, del mismo raro modo en que hoy Las Vegas es más influyente que París". Dice Elvira: "No voy a meter con calzador ningún procedimiento que la obra no demande". Lo que ve en la red, lo que percibe, no juega un gran papel, "sino en lo pequeño, en el 'aire' que transmito en mi obra". "Lo que a mi me apasiona, en realidad, y lo que intento plasmar en mis textos, es la capacidad de la imaginación lingüística, entendida como el empleo de un lenguaje lo suficientemente resonante como para poder competir con lo icónico y con lo sonoro".

A Irene Zoe Alameda las nuevas tecnologías le han hecho otra escritora que la que hubiera sido. "Quien eche un vistazo a mis textos lo verá. La imaginación y sus contenidos, y los medios de que se vale para expresarse, están interrelacionados". Y es un hecho, dice, que "el universo referencial del escritor de hoy ha incorporado como tercer universo el virtual, que se une a los antiguos (el rural y el urbano)".

Para Unai Elorriaga, que estudió y empezó a trabajar sin Internet, su descubrimiento fue "una bendición". Esos nuevos medios le aportan "muchísimo" como escritor y le dan "la oportunidad de acceder a mucha información en muy poco tiempo". Y además le permite una comunicación insólita antes: "Yo tengo mi agente literario en Alemania, me comunico con mi editora estadounidense en un segundo y continuamente me llegan correos de Argentina o de Polonia comentándome mi obra, sé lo que piensan mis lectores alemanes o un profesor de la Universidad de Boston".

Dice su colega Kirmen Uribe. "La estructura en red, la utilización de la primera persona, que los subcapítulos tengan la longitud de una pantalla de ordenador, que sean autónomos...". Todo eso tiene una gran influencia en su obra. "Incluso reproduzco", dice, "las nuevas tecnologías de manera explícita: correos electrónicos, entradas de Wikipedia, búsquedas de Google..."

No hay que lanzar las campanas al vuelo: todavía está el alma escribiendo, se necesita. Isaac Rosa: "No soy ni tecnófilo ni tecnófobo, pero no participo del optimismo tecnológico de muchos. En realidad no creo que Internet sea tan decisivo para la Literatura, porque no es tan decisivo para nuestras vidas aunque nos parezca que ya no podríamos vivir sin la red". Va más allá: "El copy paste como técnica constructiva, la googlelización del conocimiento, la brevedad expositiva, el espíritu multimedia que acaba en picoteo superficial..., son formas válidas para el ocio, el consumo o el trabajo, pero más bien empobrecedoras de la Literatura".

Y ya se notan esos efectos en muchas novelas, advierte Rosa. Kirmen tampoco se alumbra sólo con la luz de Internet. "Creo que los cambios en la narrativa no sólo vendrán por la influencia de las nuevas tecnologías. Lo definitivo es lo que percibe el escritor en la sociedad". La vida misma. Lo dice Irene Zoe: "Ahora 'los viejos temas' parecen no estar muy de moda, pero estoy segura de que, pasada esta oleada de novedad y creación de vocabulario y estilos, se redescubrirán formas clásicas, las cuales serán reformuladas".

Pero los efectos son imparables; lo dice Bruno Galindo: "La impronta de Internet trae consigo que las historias se abrevien y se vaya más al grano". Y eso porque "existe una identificación inexacta pero real entre el soporte digital y nuestra creciente falta de tiempo". Unai está ya convencido de que el torbellino es imparable: "Imagino que la gente maneja tanta información que los escritores no podemos seguir escribiendo como se escribía en el siglo XIX o en gran parte del siglo XX". La vida pasa ahora por la técnica, es bueno, viene a decir Vicente Luis Mora. "Skype mantuvo mi matrimonio intacto los largos meses en que mi mujer y yo vivíamos en continentes distintos". Y ahora Internet cambiará la Literatura "de una forma muy profunda, del mismo modo que la rueda o la imprenta transformaron la sociedad cuando eran técnicas recientes".

¿Y el libro, cómo ven la batalla entre el papel y la pantalla? Mora dice: "No veo ninguna lucha, creo que hay muchas posibilidades de convivencia pacífica y de aprovechar uno las ventajas del otro, y viceversa". Elorriaga: "El futuro del libro lo imagino como el futuro y como el presente en manos de una minoría. El libro de papel se debería mantener, pero con tiradas mucho más limitadas y casi como artículo de coleccionista". Irene Zoe ensaya un epitafio: "El papel es arqueología, como de hecho lo es un periódico impreso al final del día: tan obsoleto está el papel ya". En realidad, dice, el papel durará lo que duremos quienes hemos crecido leyendo libros impresos: le queda un siglo de vida". No está mal un siglo. Galindo reconcilia a un soporte con el otro: "Larga y afortunada convivencia del papel y el libro electrónico, supongo. Los libros clásicos serán objetos 'de buen gusto', como ahora los discos de vinilo. Los libros electrónicos posibilitan experiencias fabulosas. Ya lo hacen. Libros que se puedan conectar a la web a través de wifi y derivar sus historias a hipervínculos de ficción. Libros que incorporarán a sus lectores de un modo que ahora sólo empezamos a entender". Elvira Navarro no quiere ser Rappel, así que afirma: "Yo por el momento prefiero el papel para los libros, aunque el libro electrónico me parece una buena herramienta para quienes tengan que trajinar con manuscritos, como los editores".

La derrota de la página en blanco (1)

Novelistas, poetas y editores ofrecen sus consejos a todos aquellos que pretendan adentrarse en el mundo de la ficción. Leer y releer a los grandes autores clásicos y contemporáneos es la primera receta. Después, cada cual ha de buscar y elegir su propia manera de escribir

fOTO;fUENTE:Elpais.com

"Veintiún escritores, entre ellos dos premios Cervantes -Antonio Gamoneda (2006) y Juan Gelman (2007)-, reflexionan sobre la tarea del escritor y ofrecen algunas recomendaciones a los autores noveles en vísperas de la celebración del Día de Libro y de la entrega a José Emilio Pacheco del Cervantes 2009 el próximo viernes 23 de abril.

Elena Poniatowska

Si toda la vida me la he pasado buscando respuestas, es poco probable tener reglas para escribir. Si yo soy la que pregunto desde que sale el sol hasta que se mete, ¿cómo voy a saber qué se hace para enfrentar a la página en blanco? Con la página en blanco comienza la inmensa aventura frente a la mesa de trabajo, bueno, antes era una mesa, ahora es una pantalla también espantosamente blanca y llena de trucos, trampas, escondites porque una sola tecla te borra el alma. Hay días buenos y días malos. En los malos, todo va a dar al cesto de la basura, en los que uno cree buenos, sale media paginita y uno se esponja como gallina roja. Es más fácil poner un huevo que escribir. Escribir me cuesta un huevo y la mitad de otro. Bueno, como si yo tuviera huevos. La única manía que puede evitarse es insistir y empeñarse en vez de salir a la calle y abrazar a los demás aunque sea con la mirada.

Enrique Vila-Matas

Consejos a un principiante para enfrentarse a la página en blanco: tratar de driblar a la plúmbea tradición acumulada y buscar percepciones, ideas nuevas. Ahora bien, para driblar es necesario haber leído previamente mucho. Puede parecer paradójico, pero sólo habiendo leído mucho se puede intentar la aventura de ir en busca de la frescura, del gesto que devuelva al arte la potencia que tuvo en sus orígenes. Por eso me sorprenden los escritores jóvenes que dicen escribir sin previamente haber leído demasiado. A los que dicen pasar de Dickens y Proust quiero advertirles que, como la escritura es una carrera de fondo, a la larga pueden quedarse sin una bombilla en su cerebro literario y convertirse en dibujante de cómics, pero no en escritores. En resumen: se recomienda leer y ser contemporáneos. Esto último parece obvio, pero téngase en cuenta que en la literatura española algo tan simple como ser contemporáneo ha sido generalmente una rareza.

Esther Tusquets

A los muchos escritores principiantes que como editora he tenido ocasión de tratar les he dicho siempre lo mismo: la única forma de aprender a escribir es leer. Tengo poca fe en los talleres de escritura, o en los cursillos donde te preparan para la profesión de escritor. Su eficacia depende de las personas que los dirigen, si éstas son de gran altura es obvio que podemos sacar provecho de sus consejos, pero, aun en este caso, si además de la docencia son ellos mismos escritores, considero preferible leer su obra que asistir a sus clases. El escritor principiante debe leer tanto como pueda y -es otro punto del que estoy segura- debe leer sobre todo a los clásicos. Les aconsejaría también que no partieran del propósito de ser originales, distintos, de hacer a toda costa algo nuevo. Tal vez lo logren, y será magnífico, pero no debiera ser el objetivo primordial. Y nadie que se tome en serio la profesión estudiará los índices de ventas, cuáles han sido los best sellers, qué incentivos estimulan al comprador, qué es "lo que se lleva". Esas míseras funciones puede dejárselas al editor. Y por último les diría que no se tomen demasiado en serio esa supuesta angustia ante la página en blanco: a lo largo de la creación de una obra, hay múltiples momentos de angustia y surgen en los puntos más inesperados. La última página puede generar tantos problemas e inseguridades como la primera.

Bernardo Atxaga

Entre otras cosas, el escritor debe ser consciente del Código Penal que activa nada más ponerse a escribir. Van dos líneas, y ya tiene enfrente una lista de prohibiciones y de castigos. Ha empezado a narrar en primera persona, ergo ya no le es posible utilizar la primera o la tercera. Ha puesto un taco en el segundo párrafo, ergo no podrá evitarlos en las páginas siguientes, y a ver qué pone cuando llegue a la doscientos, después de dos docenas de diversos joderes y una y media de me cago en... Y si en lugar de un taco ha puesto un latinajo como ergo, pues peor aún, porque obliga a más, por ejemplo a escribir ex aequo en la tercera página y a posteriori en la octava, y cierra para siempre la vía hacia un texto serio como el que, dicho sea de paso, yo quería escribir antes de que me saliera precisamente el ergo, y la musa, Código Penal en mano, me prohibiera ese fruto.

Juan Gelman

¿Consejos? Para los jóvenes poetas, ninguno. Los únicos maestros son los grandes en lengua castellana y ayudan a encontrar la propia voz. Se busca, entonces, lo mismo que ellos buscaron y hay que ir a la página en blanco virgen de todo mecanismo adquirido en una escritura anterior: cada nueva obsesión tiene su música. Escribir poesía es abrirse camino en uno mismo. Decía la gran poeta rusa Marina Tsvetáieva: el poeta no vive para escribir, escribe para vivir.

Santiago Gamboa

Conviene, al inicio, imaginar una novela descomunal, pues la escritura es un proceso de pérdida: se sueña con una catedral y al final se logra una iglesia de provincia. Luego escribir de forma obsesiva, aunque no siempre "escribir" significa golpear el teclado. A veces basta con pensar intensamente en lo que se está escribiendo. Pero a veces, pues no hay que olvidar que las novelas tienen muchas páginas y alguien debe hacerlas. Y un consejo suplementario: cada día, para concentrar fuerzas, se pueden decir en voz alta estos versos: Prometo querer narrarlo todo y contra toda esperanza. / Prometo ser sincero en la verdad y en la mentira, y prometo contradecirme. / Prometo no ser tan "versátil" como algunos editores quisieran. / Prometo no ser nunca un escritor sin escritura. / Prometo reescribir, tachar, borrar y maldecir hasta quedar sin aliento. / Prometo todo esto, Señor, en nombre de tantos autores caídos en el campo de batalla de la página en blanco. / Prometo también algo muy sencillo. / Repetir cada mañana esta plegaria: / "Señor, no soy ávido / sólo te pido 500 palabras".

Matilde Asensi

Antes de empezar a escribir hay que disfrutar del proceso de creación. En general, todo el mundo considera que teclear en el ordenador es, de hecho, el trabajo del/la escritor/a, que la inspiración guía mágicamente sus dedos y que la narración va saliendo mientras se escribe. Pero cuando ese momento llega, ya se han dejado atrás muchos meses (incluso años) de proceso creativo: tus personajes tienen nombres y vidas, tu argumento está completo, conoces las diferentes historias que se trenzarán a lo largo de la obra y ya has documentado la época histórica en todos sus aspectos. En realidad, la fase de creación es la más amplia e interesante; escribir, lo que se dice escribir, sólo es el final del proceso.

Fernando Aramburu

Sinceramente, joven, el único consejo útil que puedo darte es que seas un genio. La genialidad ayuda a evitar complicaciones. Es como ir de viaje en un automóvil de fórmula 1. Llegas antes, aunque ay de ti como te salgas de la carretera. Si vas andando no te quedará más remedio que encomendar tus ilusiones al trabajo constante, al estudio minucioso de la lengua, a tu conocimiento particular de los asuntos humanos. Tengas mayor o menor talento para la expresión escrita, procura ser auténtico porque, de lo contrario, ¿qué vas a ofrecer sino humo a los demás? Y desconfía de los pelmas aconsejadores que pretendemos alumbrar el universo con una chispa.

Fogwill

El de la página en blanco es un lugar común tributario de la mitología del artista, su padecer, sus sacrificios. Mallarmé, en su Brise Marine lo llevó al extremo, con una ironía que pocos advierten: en el poema la página en blanco es restaurada hasta recuperar su materialidad de "vacío papel que defiende su blancura" y se suma a "los viejos jardines hechos para mostrarse", "la claridad desierta de la lámpara" y a "la joven esposa que amanta su bebé" como formando el todo repudiable de la vida burguesa. Su consejo a los que temen a la página en blanco es enfrentar a la tormenta, naufragar y perderse hasta poder "atender-entender" el canto de los marineros. Tenemos la cabeza llena de cantos de marineros, campesinos, soldados y maestros de la lengua: escuchémoslos y dejémonos de mariconerías domésticas como los triviales ritos del escritor que cree temer a la hoja en blanco cuando lo acosa una deplorable blancura mental.

Yuri Herrera

No existe eso que llaman bloqueo de escritor. Si no escribes: o no tienes nada que decir, o no es el momento de decirlo, o eres demasiado perezoso para ponerte a trabajar. En cualquier caso no hay por qué angustiarse, el mundo seguirá girando a pesar de tu silencio. Hacer literatura no es un deber. A nadie le urge un escritor. Si uno entiende eso puede tomarse el tiempo necesario para escribir, sin contentarse con la autoconfesión o la escritura automática, formas de la calistenia. Porque el verbo más importante del oficio es rumiar; la literatura se gesta rumiando. Hay que dejar que a uno se le pudran las historias en la cabeza, que fermenten hasta despedir ese olor que indica que ya están listas para ser puestas en palabras.

Elvira Lindo

Por desgracia, no se puede enseñar a escribir literatura a quien no tiene talento. El talento no se enseña. Sin embargo, a quien sí lo tiene, un buen maestro le puede servir de gran ayuda. Los mejores maestros se encuentran, sin ninguna duda, en la estantería. No se puede adquirir un estilo propio si no se lee y no se imita a los grandes escritores. La admiración y la emulación a los clásicos son el principio obligado de una carrera literaria. Después, están las escuelas de escritura. Son interesantes porque ponen al alumno en contacto con personas que comparten las mismas inquietudes. Lo deseable es que el alumno encuentre a un buen maestro. El buen maestro ha de enseñar a amar la literatura sin papanatería, pero sin malograr la inocencia del alumno. Lo ideal es encontrar un buen maestro que no esté lacrado por el resentimiento. Hay maestros que quieren imponer sus manías y sus prejuicios literarios a sus alumnos. Que les inoculan el desprecio, que es el pecado más estéril de los literatos. De ellos hay que huir como de la peste. Nada mejor que el maestro que enseña a admirar, en primer término, y a analizar las dificultades de la creación. De un taller literario es posible que sólo uno o dos alumnos tengan futuro, pero por esos dos diamantes en bruto merecen la pena todas las escuelas de letras.

Arturo Pérez-Reverte

Escribir no es tanto cuestión de talento como de constancia. El trabajo, la dedicación y las lecturas son el camino más directo para tener éxito en la creación literaria. Con el tiempo, los escritores vamos cambiando y no es la misma novela la que escribes con 20 que la que escribes con 40, o con 60, porque tu corazón cambia con el tiempo, pero creo que todo escritor coherente debe pisar siempre el mismo territorio e ir desarrollándolo con los años. El lector siempre debe reconocer tu territorio. Desconfío del autor que cambia de territorio o que no lo deja claro en sus libros.

Antonio Gamoneda

Parto de una actitud permanente en el sentido de que la manifestación o la presencia del pensamiento poético es una parte de mi vida. Ese pensamiento poético, por decirlo de alguna manera, permanece inmovilizado, pero está conmigo todo el tiempo. Y, en algún momento, una parte de mi cerebro que los científicos nos están localizando, pone en marcha ese pensamiento poético del que hablo, el cual, a mi entender, difiere de cualquiera otra modalidad de pensamiento. Es un lenguaje interior que se activa rítmicamente, en su aparición hay un desencadenante musical, y ese pensamiento rítmico es identificable como pensamiento poético. Lo que no se debe hacer, sin que esto sea una ley de aplicación general, es crear un proyecto, programar, crear unas metas o significaciones previas con fines de escritura poética. No es precisamente el automatismo puro de los surrealistas, pero sí es una actividad que no debe ser intervenida por otras formas de pensamiento. Finalmente, de manera quizá no perceptible para el poeta hasta el final sí aparece un sentido, un conocimiento que se parte del no saber que decía Juan de Yepes al saber, al conocimiento, pero por mecanismos que no son la indagación, el estudio o la indagación previa.

La derrota de la página en blanco (2)

fOTO;fUENTE:elpais.com

Ángeles Mastretta

¿Escribimos para recordar o para ir adivinando lo desconocido? Alguna vez recomendó Julio Cortázar: "Cuenta la historia como si sólo fuera de interés para el pequeño círculo de tus personajes, pensando en que podrías ser uno de ellos". Yo no encuentro una mejor recomendación para quienes quieran meterse en este lío que es escribir quimeras. Inventar mundos, es querer adivinarlos. ¿Quiénes son éstos? ¿Quiénes fueron? ¿Qué pensaban? ¿Qué los conmovía? ¿En dónde viven? ¿A quién añoran? ¿A qué se atreven? Yo para eso escribo novelas. Para soñar con otros, para inventar personas a las que me gustaría conocer, con las que me haga bien convivir durante horas, durante días alargándose por años. Lo que me sucede no necesito reinventarlo, y cuando intento hacer algo así siempre termino aceptando que la historia que digo ha sido mía. Escribir es un juego de precario equilibrio entre el valor y la soberbia. También entre sus opuestos: el miedo y la humildad. Yo de cómo escribir, de los trucos y los equívocos, no sé hablar bien. Lo único que sé con la claridad del agua, es que escritor es quien escribe todos los días, todos los ratos libres y siempre que algo mira, aunque no tenga lápiz, ni teclas con las que dejar constancia de sus palabras.

Rafael Gumucio

¿Se puede enseñar a escribir? Claro, con un buen silabario y una profesora paciente no hay niño que no sepa después de unos meses escribir su nombre y el de sus padres. ¿Aprender a ser escritor? Ser escritor es ser por escrito, ser más intensamente, más completamente por escrito que por cualquier otro medio. Todos tienen la facultad de lograrlo. Las materias que se necesitan aprobar son justamente las que no se enseñan en la universidad, pero las que se imparten en cualquier otra parte: la valentía, la honestidad, el descaro, la oportunidad, la lucidez, la gracia. Por otro hacer de escritor es más simple, basta usar anteojos, leer mucho, encerrarse en alguna universidad americana por un semestre, ser jurado de cuanto concurso hay, vestirse de chaqueta de mezclillas y preocuparse por grandes temas tipo "el mal", el vacío y la cuarta guerra mundial.

Ramiro Pinilla

El acto de sentarse a escribir nunca ha gozado de mi preferencia entre los demás del día. Siempre hubo otras necesidades más apremiantes. Sin embargo, he logrado escribir. Lo que advierte sobre la coartada de la falta de tiempo. Siempre hay tiempo para respirar. Porque, digamos, se trata de coraje. Abundan los llamados, los que redactan bien en la escuela y un día, a los dieciséis años, leen a su abuela una incipiente cuartilla y la buena señora alza los brazos y exclama: "¡Tenemos un escritor en la familia!" Con cosas así se empieza en esto. ¿Merece la pena? Un buen sueño siempre merece la pena. Pero habrá que mantenerlo limpio. No conviene, desde un principio, pretender vivir de la literatura: es peligroso para el sueño. Nunca viví de ella, siempre tuve un par de empleos. ¿A qué viene este consejo? ¿Os suena la palabra libertad? Y luego, disciplina. A un escritor compulsivo le sobra la disciplina. Creo en el trabajo lento, en soledad y al amparo de una inspiración más o menos obediente. Nunca reneguéis de los insomnios, a los que suele acudir la imaginación. Un texto, una narración, nunca es lo suficientemente buena. Siempre pudo estar mejor. Te pueden alabar mucho una historia, pero tú sabes que lo hacen porque ignoran lo que tenías en la cabeza y no halló la forma perfecta. De mis novelas y cuentos sólo pequeñas partes alcanzaron la feliz conjunción fondo/forma que creía ver, no alcancé el sueño. ¿Era posible? Sí en un texto corto, un cuento. Pero acaso esta perfección no sea más que un delirio del propio sueño, porque si cada historia o tema requiere un estilo o lenguaje distinto dentro de cada narración, y más si es larga, también conviven episodios diferentes que acaso están marcando estilos diferentes. Aunque, cuidado, porque el escritor no es un robot, él es el culpable de lo bueno y de lo malo. En este sueño no hay sonámbulos.

Andrés Neuman

Aristócratas y pedagogos. ¿Se puede enseñar a escribir?, ¿hay unas reglas mínimas? Herméticos y aristócratas necesitan pensar que no. A pragmáticos y pedagogos les conviene pensar que sí. ¿Se puede ser un aristócrata pedagógico? Ay. No se debe... 1. No se debe escribir en estado de ebriedad o enajenación por estupefacientes. 2. No se debe escribir novelas universitarias. 3. No se debe creer que hay cosas que se deben hacer. Sí se debe... 1. Se debe escribir sobre el estado de ebriedad o enajenación por estupefacientes. 2. Se debe escribir novelas universitarias, si no hay más remedio. 3. Se debe creer lo que digan los personajes.

Wendy Guerra

En mi país algunas piezas oficiales creen que las casas editoriales de todo el mundo nos publican porque añadimos ficción a buena parte de nuestro drama. Pero son ellos, la mano negra e invisible que enreda las cuerdas de nuestra propia realidad, quienes despojan lo maravilloso de lo real. Escribimos sin conocer lo que pasa debajo del iceberg. El ritual de lo que vivimos es un gesto preciado, un diamante que cruje para marcar cristales en blanco. Así se inicia nuestro oficio, nos proponemos historias cotidianas, salvadas de nuestra infancia, adolescencia y juventud espolvoreada de episodios, pero la historia misma nos despierta a una trama mayor. Escritores de ficción sustituyen por veces al periodista que no puede decir lo que contamos. En todos los tiempos un escritor se enfrentó con pánico al blanco de su pizarra, pero mi instante sobre el hielo es el arte de cincelar con herramientas las palabras sobre el frío.

Lorenzo Silva

Padecí, como muchos, el martirio de sentarme ante un folio virgen con afán de mancharlo de algo impreciso y sublime. Incluso creo que llegué a sufrir ante alguna de aquellas pantallas negras de WordPerfect. Pero hace muchos años que no he vuelto a pasar por el ominoso trance. Mi truco: nunca salgo a pelear sin haber cargado a conciencia mi arma, y nunca la empuño (salvo fuerza mayor) sin cerciorarme de que estoy despejado para hacer buena puntería. No escribas sin algo concreto que contar. Con eso, y la mente bien despierta, el folio o la pantalla en blanco son el más placentero campo de maniobra.

Marcos Giralt

Tener presente que la escritura es una disciplina que exige concentración y rigor; no creer en la inspiración sino en el trabajo; saber que éste empieza antes de ponernos a escribir, en la mirada, y que por eso hay que entrenar la pluma tanto como los ojos con los que vemos el mundo; olvidar en lo posible nuestra propia vida, pero convertir la escritura en una prolongación de ella escribiendo solamente sobre asuntos que nos importan; no conformarnos con la primera versión de un texto, releerlo y corregirlo cuanto consideremos necesario; no hacer caso de consejos que contradigan nuestro propio instinto, y elegir cuidadosamente a nuestros modelos, que sean de verdad grandes. Con esto, que no es poco, y un buen diccionario, cualquiera puede enfrentarse a la escritura. Cómo alcanzar el estado idóneo depende de los hábitos y manías de cada cual. En mi caso necesito música y un número suficiente de horas por delante.

Alberto Manguel

Hay áreas en las que ningún consejo vale: nadie jamás ha podido servirse del consejo de otro para saber cómo hacer que un pan con mantequilla no caiga del lado de la mantequilla hacia abajo, cómo recrear un sueño en todos sus detalles, cómo razonar con el Papa, cómo enamorarse. Virginia Woolf (o quizás fue Somerset Maugham) dijo que para escribir un buen libro hay tres reglas, pero que, desafortunadamente, nadie sabe cuáles son. Forzado a dar consejo a quien quiere escribir, sugiero seis cosas: 1. Leer. 2. Leer. 3. Leer. 4. Leer. 5. Leer. 6. Leer.

20.4.10

Dramaturgia por la inclusión social

La Fundación Cultura Frontal presenta el 1° Concurso Internacional de Dramaturgia, denominado "Teatro Incluido". El lanzamiento de esta importante iniciativa tendrá lugar el próximo domingo 18 de abril, a las 17hs, en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Paraná 1159), y estará abierto a artistas, representantes de organizaciones que trabajen con poblaciones vulneradas y, en general, a todas aquellas personas que les pueda resultar de interés. La entrada será libre y gratuita.

Claribel Terré Morell, presidente de la Fundación explica que "esta acción plantea un desafío a los dramaturgos contemporáneos: dirigir su mirada poética en función de un problema social, a los efectos de reflexionar y producir opinión desde la creación artística".

A cargo de la coordinación de este proyecto se encuentra Ana Laura Suárez Cassino, responsable del área de Cultura de la Fundación. Con respecto al leitmotiv del concurso, Ana Laura refiere: "La convocatoria está destinada a obras de teatro, cuyo eje temático o conceptual esté centrado en el término 'inclusión', como concepto que reniega de la idea de lo individual".

El 1° Certamen Internacional de Dramaturgia cuenta con el apoyo de Unicef, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenfobia y el Racismo (INADI), el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA), la Embajada de España en Argentina y Alternativa Teatral.

Los dramaturgos interesados en participar de este concurso podrán enviar sus obras a partir del 18 de abril y hasta el 31 de julio, inclusive. Para más detalles, los invitamos a consultar las bases.

Llega el Concurso Literario El Brasil de los Sueños - Homenaje a Rubem Fonseca



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LLEGA EL QUINTO CONCURSO LITERARIO

EL BRASIL DE LOS SUEÑOS


Homenaje a Rubem Fonseca


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PRIMER PREMIO

$4.000.000 en efectivo, dos pasajes de Avianca para el ganador y su acompañante

en el trayecto Bogotá - São Paulo - Bogotá

y estadía de una semana en el Hotel Intercontinental de São Paulo.


SEGUNDO PREMIO
$2.000.000 en efectivo, un pasaje de Avianca en el trayecto Bogotá - São Paulo - Bogotá.


Bases del Concurso en www.ibraco.org.co


Recepción de cuentos hasta el 18 de junio a las 6:00 p.m.


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16.4.10

Un oficio desastroso

Juan Gabriel Vásquez, escritor colombiano, autor de Historia secreta de Costaguana.fOTO:aRCHIVO.fUENTE:elespectador.com

SE HABLA TODO EL TIEMPO DE LA recepción de la literatura latinoamericana en España, pero se habla poco, me parece, del movimiento inverso: ¿cómo son leídos los escritores españoles en Latinoamérica, cómo son recibidos?

Y es una lástima: porque en España, donde todo el mundo se queja de la literatura actual, hay sin embargo un montón de novelistas trabajando con las mismas preocupaciones que agobian a sus colegas latinoamericanos. El otro día, hablando de cuáles son esas preocupaciones, un amigo mencionó el eterno problema de cómo contar la historia. Alguien citó una frase de Los juegos feroces, de Francisco Casavella (ahí tienen, un autor de primera que en Colombia nadie conoce), y me fui a mi casa y busqué la cita. "Dos chavales aplastados por la historia que buscan sin saberlo el misterio de la eternidad en un basurero de ficciones". Ahí está, me dije: esos niños son la literatura española, de un lado, y la latinoamericana, del otro. Y perdón por la cursilería.

El tratamiento de nuestro pasado colectivo ha cambiado. Tras los grandes frescos de ambición totalizadora —uno piensa, por ejemplo, en Conversación en La Catedral—, hemos cerrado el diafragma de manera radical: es raro ya ver el mundo a través de esos narradores omniscientes, y menos a través de perspectivas múltiples. Lo mismo les ha pasado a los escritores españoles, que en un momento de finales de los ochenta empezaron a decir Yo con una consistencia y una variedad de intenciones y recursos notables. Pues es ese Yo el que ahora suele echarse encima la tarea de contar la historia, la española y también la latinoamericana. El efecto es inmediato, por supuesto: las novelas de ahora se aproximan a la historia de manera oblicua, nunca directa, y, lo que es más significativo, nunca de manera militante.

Nuestra historia es, para decirlo de alguna manera, una suerte de enemigo íntimo. "Créame", le dice un personaje importante a Javier Cercas en Soldados de Salamina, "esas historias ya no le interesan a nadie, ni siquiera a los que las vivimos". Yo me doy cuenta de que en las novelas de mis contemporáneos siempre hay una suerte de resistencia, y la labor del narrador es vencerla: torcerle el brazo a la historia para que cuente sus secretos. La Historia se convierte entonces en un misterio —sí, un misterio, tal vez como los que buscaban los chavales aquellos— que exige una investigación. (Lo mismo sucede fuera de la ficción, dicho sea de paso. Enterrar a los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón, no es la crónica de la muerte de José Robles Pazos durante la Guerra Civil española, sino la crónica de la curiosidad (primero) y la obsesión (después) de Ignacio Martínez de Pisón).

En fin, lo que quiero decir es que la relación entre la historia y los narradores del presente es una de desconfianza, no de certeza, y de inquisición, no de narración de lo sabido. Y lo más inquietante es que este tal Javier Cercas que narra la novela de Javier Cercas está muy consciente de todo ello. En cuestión de pocas páginas dice que "uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede", y también que "un escritor no escribe nunca acerca de lo que conoce, sino de lo que ignora", y también que "uno nunca encuentra lo que busca, sino lo que la realidad le entrega".

Supongo que queda claro: este oficio es un desastre.

Encuentro Internacional de Escuelas de Escritura Creativa en Barcelona

fOTO:aRCHIVO.fUENTE:Lavanguardia.es
El Taller Literario, en su origen es anglo. Y se adaptó en nuestras culturas. Hoy por hoy, el escritor novel cree que si no estuvo en un taller no va a ser reconocido. El taller muchas veces mata la creatividad individual de un escritor en ciernes, al confrontarlo con sus primeros trabajos con una leonera arrogante y canibal que cree poseer la verdad de lo que constituye el entresijo de la creación literaria.Como dice el viejo dicho: ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.

"Con poco más de diez años de vida, ha conseguido demostrar que el oficio de escritor también se enseña y se aprende. Ahora, con motivo de la Diada de Sant Jordi, la Ciudad Condal se convierte en sede del Encuentro Internacional de Escuelas de Escritura Creativa, asociadas a la Red Europea de Programas de Escritura Creativa (European Network of Creative Writing Programmes - ENCWP).

Del 22 al 24 de abril, Barcelona será un escaparate de los mayores expertos en el campo. Durante tres días, equipos directivos, profesorado y alumnos representantes de Austria (Schule für Dichtung - Viena); Argentina (Casa de Letras - Buenos Aires); España (Escuela de Escritores - Madrid) - (Escuela de Escritores Alonso Quijano - Alcázar de San Juan / La Mancha) - (Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès - Barcelona); Finlandia (Orivesi College of Arts - Orivesi); Francia (Aleph Écriture - París); Italia (Scuola Holden - Turín); República Checa (Literární akademie Josefa Škvoreckého - Praga), entre otros, se encontrarán para compartir y debatir diversos aspectos relacionados con su labor educativa.

La ENCWP fue creada en 2005 y, desde mayo de 2009, L'Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès es el centro coordinador de la Red. Según el equipo directivo, "este encuentro representará, sobre todo, la consolidación de la Red como asociación internacional. Los miembros actuales firmarán unos nuevos estatutos que deberán servir de trampolín para la ampliación prevista a medio plazo".

A lo largo del encuentro, se presentarán diversas ponencias sobre metodología de trabajo: "La enseñanza de la poesía" (Risto Ahti, Orivesi College of Arts, Finlandia); "La deconstrucción del método espontáneo" (Alain André, Aleph Écriture, Francia); "La videopoesía" (Michela Falkner, Schule für Dichtung, Austria) y "Métodos de enseñanza de la escritura y la oralidad" (Carlos Lutteral, Casa de Letras, Argentina).

En el mismo contexto, los alumnos podrán participar gratuitamente en las clases de narrativa oral, coordinados por Blanca Herrera de Casa de Letras, de Argentina, o se debatirá sobre el arte del manifiesto, a manos de Michela Falkner, de la Schule für Dichtung, de Viena.

Pero no todo es mirar hacia el exterior. Como muestra del éxito de l'Escola, sólo un dato: para este Sant Jordi, más de 50 alumnos, de todas las edades, presentan libro propio.

6.4.10

"Y bueno, esto es una confesión"


"Evidentemente admiro mucho a Gabo.Es nuestro intelectual más reconocido, nuestro creador, nuestro artista mas reconocido, para mucha gente en el mundo representa a Colombia. Entonces es un honor volverlo a ver; lo he visto solo dos veces en México.

Para reiterarle mi admiración.

Mi mejor amigo de adolescencia después de leer Cien años de soledad cambió para siempre: nunca volvió a hacer el mismo. Simplemente ese mundo maravilloso lo modificó. Francisco se llamaba él.

Y bueno. Esto es una confesión. A los diecisiete años quise ser escritor, en parte por influencia de los libros de Gabo. Ahora lo que yo sentía. Y tal vez Gabo pueda dar un testimonio muy preciso de eso. Es que si uno se mete de escritor termina viviendo toda su vida única y exclusivamente para escribir.

Y años después pienso que de algún modo casi cualquier oficio tomado en serio, implica lo mismo: el oficio termina absorbiéndolo a uno. Ese el costo de hacer bien las cosas."

Antanas Mockus Sivickas

Candidato Presidencial Partido Verde