9.12.16

Lugares comunes: 6 errores que pueden echar por tierra tu novela

La construcción de una buena historia no es fácil, resulta hasta frustrante muchas veces
Dalton Trumbo personificado por Bryan Cranston en Trumbo usando seudónimos para sobrevivir como guionista./tregolam.com

Nos entusiasmamos con unas ideas, desechamos otras inmediatamente, nos quedamos en blanco… Damos un paseo hasta la despensa, luego otro más y otro… Así mientras ponemos nuestras neuronas a trabajar y las visualizamos cansadas, haciendo spinning en el gimnasio con la lengua fuera y sin fuerzas después de haberse zampado un menú gigante en el burger. Incluso nos sucede que, cuando acabamos de escribir, tenemos la sensación de que algo no termina de funcionar, de que no estamos contando nada nuevo o nos hemos dejado ese algo especial por el camino. Respira, despeja la mente. Aquí te dejamos algunos consejos que seguramente te ayudarán a mejorar tu novela. Así podrás salir de los lugares comunes en los que a veces se cae, esos errores que pueden echar por tierra tu novela y que restan originalidad.

1. No más repeticiones, usa sinónimos

Nuestro lenguaje es tremendamente rico, pero tendemos a desaprovecharlo empleando constantemente un vocabulario limitado por nosotros mismos. De igual forma, otro error que solemos cometer a menudo es el de escribir tal y como hablamos. Nos olvidamos de que existen infinidad de formas para contar lo que queremos. Para evitarlo, no repitas palabras tan genéricas como “cosa” y tampoco emplees el mismo verbo o adjetivo una y otra vez. Busca sinónimos, antónimos, piensa en una manera diferente de describir a un personaje o una situación usando metáforas, comparaciones o alusiones a películas.

Sal de tu diccionario habitual, de tu zona de confort. Explora tu riqueza expresiva, busca analogías, aprende nuevas palabras y lee a otros autores. Saber escribir es, en parte, una especie de gracia natural, pero también hay que conocer el medio en el que nos estamos moviendo, en este caso, la literatura. Leyendo las obras de otros escritores, conocerás palabras que no sabías ni que existían y, aún más, aprenderás el contexto adecuado en el que poder usarlas.

2. Excesiva adjetivación

Igual que nos quedamos cortos en vocabulario, a menudo, creemos que nuestra novela será más rica cuantas más palabras tenga. Nada tiene que ver. Coger un diccionario y ponerse a escribir una palabra tras otra sin otro criterio que aumentar el contador de Word no tiene sentido. Por ejemplo, para contar que un personaje se caracteriza por su guapura, no es necesario decir “su belleza era excesivamente hermosa”.

Como comentábamos antes, se pueden poner detalles sin usar adjetivos. Cuando quieras expresar el aspecto o el carácter de un personaje, puedes usar dos o tres adjetivos y, a partir de ahí, pasar a otro tipo de descripciones. Evita enumeraciones como: “era feo, poco agraciado, encorvado, de rostro enjuto…”. Lo recomendable es que este tipo de adjetivación rimbombante se reserve para los lugares. Eso sí, siempre con equilibro y mesura, y si procede. Asimismo, no abuses de los adverbios acabados en -mente. Transmiten falta de interés, sensación de querer acabar cuanto antes.

3. Otro de los errores que pueden echar por tierra tu novela: el gerundio

Estamos tan acostumbrados a emplear el gerundio que no lo concebimos como un error; por ello, debemos prestarle especial atención. Es incorrecto decir “llegando, comprobó que se había dejado encendida la luz”. Lo mejor es que sustituyas el gerundio por el infinitivo: “al llegar, comprobó que se había dejado encendida la luz”.

4, Deja que el personaje se exprese

Otra manía que tenemos es la de cargar al narrador con toda la información habida y por haber. A través de él, nos empeñamos en contar, describir y aclarar todo. ¿Dónde quedan los personajes, por tanto? Los personajes son la acción, la historia misma y, si le quitas su voz, es como si desaparecieran. Deja que sea el personaje quien nos cuente de primera mano sus pensamientos, sus inquietudes, lo que pretende hacer, lo que le está sucediendo. Si acudes constantemente al narrador para llevar a cabo dicha tarea, se pierde emoción y cercanía con el lector. No recurras al narrador siempre que quieras expresar los sentimientos del personaje.

Por ejemplo, piensa en un debate en una clase. Tú mismo transmites tu opinión a los demás y muestras a través de tus gestos y de tu tono lo que estás sintiendo (nervios, seguridad, rabia, etc.), así como tu conformidad o desacuerdo con el resto de opiniones. Si no necesitas ningún intérprete, ¿por qué darles uno a tus personajes? El cuento de J. D. Salinger Un día perfecto para el pez plátano es el mejor ejemplo de cómo, con apenas injerencia del narrador, se puede construir la acción. Aquí un fragmento:

—Diga—dijo, manteniendo extendidos los dedos de la mano izquierda lejos de la bata de seda blanca, que era lo único que llevaba puesto, junto con las chinelas: los anillos estaban en el cuarto de baño.
—Su llamada a Nueva York, señora Glass—dijo la operadora.
—Gracias—contestó la chica, e hizo sitio en la mesita de noche para el cenicero.
A través del auricular llegó una voz de mujer:
—¿Muriel? ¿Eres tú?
La chica alejó un poco el auricular del oído.
—Sí, mamá. ¿Cómo estás?—dijo.
—He estado preocupadísima por ti. ¿Por qué no has llamado? ¿Estás bien?
—Traté de telefonear anoche y anteanoche. Los teléfonos aquí han…
—¿Estás bien, Muriel?
La chica separó un poco más el auricular de su oreja.
—Estoy perfectamente. Hace mucho calor. Este es el día más caluroso que ha habido en Florida desde…
—¿Por qué no has llamado antes? He estado tan preocupada…
—Mamá, querida, no me grites. Te oigo perfectamente —dijo la chica—. Anoche te llamé dos veces. Una vez justo después…
—Le dije a tu padre que seguramente llamarías anoche. Pero no, él tenía que… ¿Estás bien, Muriel? Dime la verdad.
—Estoy perfectamente. Por favor, no me preguntes siempre lo mismo.
—¿Cuándo llegasteis?
—No sé… el miércoles, de madrugada.
—¿Quién condujo?
—Él—dijo la chica—. Y no te asustes. Condujo bien. Yo misma estaba asombrada.
—¿Condujo él? Muriel, me diste tu palabra de que…
—Mamá—interrumpió la chica—, acabo de decírtelo. Condujo perfectamente. No pasamos de ochenta en todo el trayecto, esa es la verdad.
—¿No trató de hacer el tonto otra vez con los árboles?
—Vuelvo a repetirte que condujo muy bien, mamá. Vamos, por favor. Le pedí que se mantuviera cerca de la línea blanca del centro, y todo lo demás, y entendió perfectamente, y lo hizo. Hasta se esforzaba por no mirar los árboles… Se notaba. Por cierto, ¿papá ha hecho arreglar el coche?

5. Arquetipos vs. estereotipos

A veces, por su componente repetitivo, confundimos los arquetipos con los estereotipos. Sin embargo, la presencia de uno u otro en la novela tiene efectos bien diferentes. Un arquetipo es un modelo, un ejemplar ideal con unas características iterativas y un patrón fácilmente reconocible. Por ejemplo, el “poli” bueno que se mueve según el ideal de justicia o el héroe que antepone el bien común por encima de su ego.

Los estereotipos, por su parte, se basan en una concepción simplista y exagerada de un grupo de personas con características similares. Los más comunes quizá sean los policías comiendo donuts, la bibliotecaria rancia con moño y gafas, el empollón “cuatro ojos” de la camisa de cuadros, la secretaria rubia, pija y delgada de la falda ajustada o el profesor que, solo por ser joven y guay, se permite la licencia de llevar pelo largo y barba.

A diferencia de los estereotipos, los personajes arquetipo no son necesariamente negativos. De hecho, incluso son necesarios: al estar insertados en el inconsciente colectivo, se produce una rápida identificación. De esta manera, los arquetipos despiertan sentimientos en los lectores y les motivan a seguir leyendo. Los estereotipos, en cambio, sí son perjudiciales, pues denotan carencia de imaginación y originalidad. En algunos casos, sobre todo en autores jóvenes, se percibe la influencia directa de Hollywood, que son los que en realidad suelen crear esos estereotipos con sus películas. Pero esto no solo alcanza a los personajes, sino que también encontramos en la literatura multitud de escenarios y tramas recurrentes que resultan pesadas al lector, como la típica cabaña en el bosque o la escena del crimen común.

Cuando vayas a incluir un arquetipo en tu historia, te recomendamos que le des unas pinceladas de originalidad, que incluyas rasgos innovadores. Para los estereotipos, procura que tengan un papel secundario; los lectores no quieren encontrar un protagonista insulso basado en una generalidad. Al contrario, buscan autenticidad.

6. Huye de los clichés

Seguro que estás harto de ver tráilers de películas que incluyen frases del tipo “espectacular”, “una obra maestra”, “excelente”, “te deja sin aliento”. Con las novelas y los relatos, sucede lo mismo. No abuses de metáforas y comparaciones. Son tediosas, cansan y dan la sensación de estar leyendo el mismo libro una y otra vez. Intenta evitar las expresiones trilladas y no caigas en las descripciones habituales. Lee y relee tu novela si es necesario. Realiza cambios si detectas cualquier frase o recurso manido y carente de gracia. Aquí te dejamos algunos ejemplos:
“cabellos dorados como la miel”,
“silencio sepulcral”,
“las gotas de lluvia parecían diamantes resplandeciendo a la luz del sol”,
“belleza sublime”,
“atasco monumental”,
“la música inundaba la sala”,
“sonrisa maquiavélica”,
“mirada cómplice”,
“deambuló por las calles”,
“baño de masas”
“luna de marfil”

Para concretar: otórgale a tu libro un sello de identidad, una marca propia que te diferencie como autor. No dudes en echarle imaginación, tanta como sea necesaria. Pide consejo a los profesionales, crea tu estilo y no te olvides de ser autocrítico. Tu novela es un diamante que está por pulir, no pretendas escribirla a la perfección en una noche. Siempre hay que revisar lo que se redacta y aprender a solventar los fallos; así podrás crecer como escritor. Comprobar que cometes errores no debe influirte de manera negativa. No debes tener miedo a progresar, sino a poner límites a tu creatividad.

4.11.16

John le Carré quiere contarles un secreto


Acaba de publicar sus memorias, pero se ha negado a hablar de su pasado entre las sombras del espionaje. Hasta ahora. En este texto, uno de los escritores más leídos del planeta reflexiona sobre sus días en el servicio secreto, las controvertidas relaciones entre verdad y literatura e incluso los estragos del ‘Brexit’. “Mis ficciones son la única realidad que conozco”


Jhon le Carré, escritor británico, autor de novelas basadas en el espionaje./elpais.com
PARA MI LIBRO de memorias, Volar en círculos (Planeta), me prometí no conceder ninguna entrevista a nadie, en ninguna parte, y, para mi gran asombro, parece que he mantenido la promesa. Mi motivo ostensible era enteramente respetable. Estaba –estoy– inmerso en la producción de una nueva y ambiciosa novela y no quería que me arrastraran otra vez a hablar de un libro del que estoy haciendo todo lo posible por emerger.
La respetable razón para guardar silencio era que no me gusta hacer de mi vida un espectáculo. Toda versión que ofrezco de mi biografía está delimitada por vallas invisibles, y tal vez temía que las entrevistas me hicieran adentrarme en territorio enemigo. No me refiero a aventuras amorosas, ni a esqueletos en el armario de la familia, sino a cuestiones mucho más íntimas y perdurables, como la fuente de la propia creatividad, un tema demasiado valioso y lleno de misterio como para aguarlo con mis especulaciones fáciles. En una novela, soy libre de explorar mi identidad asumiendo diferentes papeles. En la vida, el proceso resulta más embarazoso.
¿Qué relación hay entre mis ficciones y el mundo exterior sobre el que pretenden tratar?Esta pregunta, que me han planteado en repetidas ocasiones, exige un despliegue de falsa sabiduría por mi parte. Mis ficciones son la única realidad que conozco. En comparación, el mundo exterior sigue siendo para mí lo que un gigantesco libro de misterio para un niño, previsible únicamente en el sentido de que siempre supera mis peores fantasías. Basta pensar en el delirante Donald Trump, o en los disparatados usurpadores políticos de mi país, como el insufrible Boris Johnson, nuestro recién nombrado ministro de Asuntos Exteriores, que tras insultar a la mayoría de la gente decente del planeta y engañar al electorado haciéndolo aprobar una proposición en la que ni siquiera él mismo creía, nos sacó a todos de casa como el flautista de Hamelín y nos abandonó en una calle desierta para que nos buscáramos nosotros solos un lugar donde vivir.
Sí, mi padre fue un timador y un delincuente, y también una gran influencia en mi vida literaria.Si algo le debo a mi padre –y por supuesto que le debo algunas cosas–, es la universal desazón que atormenta a mis personajes cuando se tambalean como soldados gaseados entre la lealtad a una causa superior, sea cual sea, y la repugnancia que les produce lo que deben hacer para servirla. Nunca me enfrenté con mi padre. Era demasiado grande para perder. Le mentía y, de ese modo, inventaba un universo imaginario paralelo al suyo que me ofrecía lugares donde esconderme de él. Y sí, desde luego, cuando accedí al engañoso mundo del espionaje, me sentí enseguida como en casa. No conocí nada nuevo que no hubiera aprendido ya sobre las rodillas de mi padre, como, por ejemplo, que si cuentas la mentira precisa en el tono mesiánico adecuado, con el añadido de una gran recompensa al final del arcoíris, te sorprenderá la cantidad de ángeles que acaban cayendo. Por lo demás, como la realidad ficticia del mundo secreto nunca resistió la comparación con la de mi propio mundo, no tenía mucho sentido quedarse en él.También fue un granuja que comerciaba con certezas engañosas y que en sus muchas prisiones –algunas físicas y otras autoimpuestas– no renunció jamás a la convicción de ser el elegido de Dios. Conozco a varios artistas que no se diferencian mucho en ese aspecto, e incluso a uno o dos escritores. Pero si bien en los momentos bajos aún doy por buena ocasionalmente la afirmación de mi padre de que todos mis talentos son suyos –o, dicho de otra manera, de que soy una versión inmadura suya, capaz de jugar con vidas ficticias, pero no con la variedad adulta, humana y destructible–, también es cierto que conseguí liberarme bastante pronto de esa cárcel particular.
“UNA NOTA MANUSCRITA O UN MICROFILM DESLIZADO EN UN BUZÓN CLANDESTINO SON MUCHO MÁS SEGUROS QUE EL ORDENADOR MEJOR ENCRIPTADO”¿Puede el espía meramente humano de otros tiempos ganarse la vida en unos servicios de inteligencia saturados de tecnología, que captan la información de la ionosfera con la misma implacable celeridad con que los pesqueros industriales capturan hasta el último pez en sus redes de arrastre?Os voy a contar un secreto maravilloso que probablemente ya conoceréis, pero que a los espías de hoy les está costando mucho aprender. Lo viejo es bueno. En los tiempos que corren, una máquina de escribir manual, una nota manuscrita, una copia en papel carbón o un microfilm deslizado en un buzón clandestino son mucho más seguros que el ordenador mejor protegido y encriptado del mundo. Cuando yo era niño, la clave de un solo uso era inviolable. Los espías de todo el mundo lo creían y se equivocaban. Pero a medida que cada nuevo avance revolucionario en la ciberesfera supera al anterior, la contrarrevolución analógica avanza a un ritmo similar.
Los datos recogidos por los servicios de inteligencia no son información. No son conocimiento. Pero incluso cuando llegan a serlo, ese saber ha de estar en el lugar, el día y el edificio adecuados, y tener asignado el grado correcto de prioridad. ¿Cuántas veces nos han dicho, en retrospectiva, que todos los datos necesarios estaban ahí y que bastaba leerlos y actuar en consecuencia, pero que nunca fueron procesados, ni llegaron nunca a las personas adecuadas y, por lo tanto, no obraron ningún efecto? ¿Será posible que tengamos demasiados datos, que cuanta más información engullen nuestros fabulosos espías electrónicos, menos capaces son de digerirla?
Imaginad por un momento, en este mundo de sobresaturación de datos, el mágico atractivo del legendario informante humano, con la oreja pegada a la puerta de los poderosos. Considerad el ahorro en ordenadores y en expertos, y la supresión de los fallos humanos, los descuidos y hasta las torpezas que se multiplican en el seno de una organización sobredimensionada que recoge datos para los servicios de inteligencia. Imaginad ahora reemplazar todo eso por una sola voz humana, lúcida y fidedigna, que se haga oír a través del guirigay electrónico. Y que en lugar de todas las horas interminables vanamente invertidas en tratar de descifrar los códigos del presidente Putin, tenéis de vuestra parte a su guapa secretaria privada, a cambio de un mísero millón de dólares la hora: una ganga en comparación con el coste de poner a funcionar un equipo de ordenadores del tamaño del Titanic.
¿Un sueño imposible? Por supuesto que sí.
Si repasamos la historia de los informantes humanos que hicieron posible algún éxito para cualquiera de los bandos a lo largo de los últimos 100 años, veremos que incluso la contribución de los mejores fue desdeñable, ya fuera porque no los creyeron, o porque era imposible hacer algo con su información, o porque la verdad que contaban era demasiado cruda para resultar tolerable, como sucedió con los informes de la CIA sobre el presidente Johnson en las últimas fases de la guerra de Vietnam.
Nuestros espías occidentales no supieron de antemano que iba a levantarse el muro, ni tampoco que iba a caer. La CIA creyó que Gorbachov iba de farol y sobrevaloró burdamente la amenaza estratégica que suponía la Unión Soviética. Durante las recientes crisis de Oriente Próximo, se compraron indiscriminadamente, a toda prisa y a precios inflados, unos espías que resultaron ser inútiles, en el mejor de los casos, y peligrosos por las mentiras creíbles que contaban, en el peor. Y a pesar de ese descorazonador análisis, ¿siguen nuestros servicios de inteligencia explorando incansablemente los callejones oscuros del mundo en busca de los grandes espías del mañana?
Por supuesto que sí. Y aunque no lo hagan en el mundo real, podéis apostar hasta el último de vuestros céntimos que lo seguirán haciendo en el mío.
Traducción de Claudia Conde, que firma también la versión de las memorias de John le Carré: Volar en círculos (Planeta).

Lo diez mandamientos del escritor

¿Cuántos de estos mandamientos estás siguiendo? ¿Cuál te cuesta más cumplir? 

Escribir sin inspiración; y sólo bajo la imaginación./dianapmorales.com



1º: Amarás la lectura sobre todas las cosas.
La lectura es el alimento de la escritura: jamás serás buen escritor si no lees regularmente y con pasión.

 2º: Escribirás para tu propio placer
Escribirás sobre lo que te interesa o te apasiona, sin pensar en modas o en el qué dirán: de esta forma tus escritos tendrán corazón.

 3º: Buscarás consejo, crítica y apoyo.
Intentarás mejorar como escritor; entre otras cosas, el camino será así más fácil y más corto, y llegarás mucho más lejos.

 4º: Honrarás tus horarios de escritura
y los respetarás pese a todo. La vida intentará distraerte para que no los cumplas: sé consecuente con tu sueño de escribir.


5º: Escribirás y revisarás, pero siempre en momentos distintos.
Permitirás que tu creatividad florezca sin que tu crítico interior te juzgue.

 6º: No serás descuidado a la hora de redactar.
En el momento de la revisión, buscarás la palabra exacta y la mejor forma de expresar lo que quieres decir.

7º: No caerás en el tópico ni en los lugares comunes.
Buscarás tus propios temas y tu estilo personal. Potenciarás aquello que te hace único/a.

8º: No te esconderás de tu público.
Mostrarás al mundo lo que escribes, superando tu vergüenza o inseguridad. Salir ahí fuera te dará perspectiva.

9º: Terminarás tus escritos.
Llegar al final de un proyecto nos enseña muchísimo sobre todo el proceso y nos da la satisfacción suficiente para iniciar la siguiente obra.

 10º: No envidiarás el éxito ajeno.
Cada cual tiene su propio camino en la escritura: que los demás te sirvan de inspiración y de motivación.


14.10.16

El juego más serio

Oulipo: ejercicios de literatura potencial
Reunión de Oulipo en el jardín de François le Lionnais (el fundador del grupo junto con Raymond Queneau) el 23 DE septiembre de 1975. (© Archives Pontigny-Cerisy)./pagina12.com.ar

Quizás sea la última vanguardia viva y coleando que traspasó el nuevo siglo, aunque ellos mismos negarían tal status y sólo conservarían el sentido de un trabajo colectivo. Juego serio, literatura potencial, una apuesta permanente a que el lenguaje se salga de sus funciones rutinarias y meramente comunicativas caracterizan a este grupo de activismo literario. Ahora se publica en Argentina, por primera vez en castellano, Oulipo: ejercicios de literatura potencial (Caja Negra), volumen que antologa manifiestos, textos de sus principales miembros (Raymond Queneau, Georges Perec, François Le Lionnais, Italo Calvino, Henry Mathews) y actas de funcionamiento de este grupo de escritores que, más que una escuela, integran un divertido club del libro desde 1960 con espíritu lúdico y rigor científico.

Obligar al sistema del lenguaje a salirse de su funcionamiento rutinario. Ese objetivo tan sencillo y tan difícil de llevar a cabo ha sido el de diferentes movimientos literarios existentes a lo largo del siglo XX y de los cuales muy pocos o quizás uno solo hayan perdurado hasta ahora: Oulipo. Acrónimo de Ouvroir de littérature potentielle, en castellano Taller de literatura potencial, se trata de un grupo de experimentación literaria creada en Paris en 1960 y que funciona regularmente desde entonces. Hay que conceder a este grupo de nombre extraño la capacidad de mantener sus cualidades intactas pese a su longevidad. Más de 55 años después su tiro de largada se encuentra en pleno apogeo de sus formas, logrando un reconocimiento y expansión inusitado para un proyecto tan singular. Así llega a la Argentina Oulipo, ejercicios de literatura potencial (Caja negra) el primer libro que antologa manifiestos, textos de los principales miembros del grupo –Raymond Queneau, Georges Perec, François Le Lionnais, Italo Calvino, Henry Mathews entre otros– más biografías de sus miembros, actas de funcionamiento y una potente caja de herramientas con consignas de estos escritores que no ven nada de malo en escribir para divertirse: “Más que una escuela, somos un jardín de infantes literario donde, a espaldas de nuestros padres, tratamos de que los cilindros entren en los agujeros cuadrados”, como alguna vez bromeó uno de sus miembros, François Caradec.
El grupo fue fundado en París por el mítico escritor Raymond Queneau y el singular matemático François Le Lionnais, unos meses después de un Coloquio en Cerisy dedicado a la obra del primero, en torno al cual se había reunido un grupo de creadores no convencionales. En un primer momento se llamó Seminario de Literatura Experimental (Sélitex), para luego llamarse de una vez y para siempre Oulipo. Desde ese momento se trató de la unión de escritores y matemáticos que buscaban crear obras utilizando técnicas de escritura limitada. La unión de estos rubros no es casual sino constitutiva, es por medio de conceptos matemáticos y restricciones literarias que los oulipianos exploran los recursos infinitos del lenguaje.
En el origen se trató de un grupo cerrado, una suerte de club secreto enraizado formalmente con el Colegio de Patafísica, al que por un período perteneció, llegando a exponer sus trabajos dentro de sus publicaciones. Sin embargo pese a su aura de excentricidad y su funcionamiento colegiado, su búsqueda es claramente la de provocar una apertura y que sus investigaciones puedan ser utilizadas por cualquiera. Así lo afirmaba el mismísimo Queneau en el acta fundacional: “Llamamos literatura potencial a la búsqueda de formas y de estructuras nuevas que podrán ser utilizadas por los escritores como mejor les parezca”.

UN GOLPE DE LETRAS

Marcel Benabou, Secretario provisionalmente definitivo del grupo y autor de las palabras preliminares del libro de Caja Negra ha dicho: “¿Y qué es un autor oulipiano? Es una rata que construye ella misma el laberinto del cual se propone salir. ¿Un laberinto de qué? De palabras, sonidos, frases, párrafos, capítulos, bibliotecas, prosa, poesía, y todo eso”. Sí, Oulipo es el último vagón de las vanguardias históricas, proviene orgánicamente de la Escuela de Patafísica, su fundador Raymond Queneau, fue miembro del surrealismo –del que luego se alejó por desavenencias con André Bretón– pero hay notorias e importantes diferencias con todos ellos. Pese a su funcionamiento colectivo no se erigen como vanguardia, no pretenden imponer unos dogmas ni tampoco borrar el pasado de manera sistemática. Además, si bien su objetivo es un método de búsqueda de nuevas estructuras formales para la literatura –en la senda que recorrió el surrealismo y el dadaísmo– los oulipianos son estrictos: tal como definió Claude Berge, otro de sus miembros: “El Oulipo es el anti-azar”.
Veamos un poco a qué se refieren. Así como el surrealismo acudía al inconsciente o el dadaísmo al azar en la búsqueda de procesos de creación sin restricciones de la mente, el paradigma oulipiano traza la ruta en sentido contrario, aplicándose restricciones de modo deliberado y razonado. El instrumento privilegiado de los oulipianos para la creación es la Restricción, la contrainte. Esta puede ser semántica, fonética, combinatoria, algorítmica y más. Se importan de las matemáticas métodos de exploración sistemática de las potencialidades de la lengua para producir textos nuevos. Pero no hay que confundir método con normativa. El Oulipo no establece unas reglas a cumplir, no es un corset, sino la posibilidad de usar una serie de procedimientos de creación con fines exploratorios. Como dijo Georges Perec, el miembro más famoso del grupo: “En el fondo, me someto a reglas para ser totalmente libre. La invención siempre nace, en mi caso, a partir de una invención formal”.
La edición que acaba de salir en Argentina ha seleccionado textos de tres antologías históricas publicadas por la editorial Gallimard: La literatura potencial (1973) y Atlas de la literatura potencial (1981) y Antología del Oulipo (2009), junto con artículos de la web oficial del grupo y algunos trabajos particulares de autores oulipianos. Hay cuatro módulos: “Hacia una definición de la literatura potencial” con textos fundacionales, manifiestos y documentos que introducen a este particular universo de letras; “Alrededor de Raymond Queneau” con textos referidos a la figura emblemática del fundador del grupo; “Sobre restricciones y experiencias” con textos que disponen las bases de las restricciones más productivas y “Ejercicios, experimentos” con ejemplos literarios resultado de esas restricciones. Por último los apéndices son una Caja de ideas con un exhaustivo listado de las restricciones con su definición para probarlas por mano propia; y las biografías de todos los miembros del grupo hasta hoy.

TODOS LOS JUEGOS

Para llevar a cabo su indagación, los oulipianos han adoptado dos tipos de misiones: Inventar estructuras que permitan producir textos originales y examinar antiguas obras literarias para encontrar allí restricciones utilizadas, en una pesquisa de precursores o como ellos los llaman “plagiarios por anticipación”. Así han incorporado a autores como Raymond Roussel o Robert Desnos como oulipianos avant la lettre. El mismo Queneau sería un precursor y fundador al mismo tiempo, teniendo en cuenta su libro Ejercicios de estilo de 1947, en que se presentan hasta 99 formas distintas de contar un episodio trivial ocurrido en un transporte público.
Pero, la creación de restricciones nuevas, es lo que ocupó el centro de las preocupaciones de la troupe. A eso se dedican desde su fundación hasta hoy tanto individualmente como en sus reuniones mensuales. Si bien desde siempre en la literatura se han utilizado los juegos literarios o las consignas, este grupo ha profundizado o radicalizado esa inclinación. Como dice Marcel Benabou: “Para muchos la crítica a Oulipo se sitúa precisamente allí, en el límite que separa la regla de la restricción. A punto de aceptar la regla, rechazan la restricción, dado que no se trata de una regla necesaria, la consideran un mero recurso literario, es decir una exageración”. Y quizás sea eso, el hecho de que los oulipanos sean unos exagerados que se toman ridículamente en serio sus juegos, lo que los hace tan atractivos.
Algunos ejemplos de restricciones más o menos célebres: El ejercicio S+7 (tomar un texto y cambiar todos sus sustantivos por el séptimo consecutivo en el diccionario), la Bola de nieve (un poema en el que cada verso tiene una sola palabra y cada palabra tiene la cantidad de letras equivalente al número de verso que ocupa), el Lipograma (quitar una letra en un texto del tipo que sea y escribir sin ella). Estos simpáticos procedimientos pueden ser llevados al extremo de construir una novela entera a partir de su aplicación como es el caso célebre La disparition de Perec, escrita prescindiendo de la letra “e” en su caso, o la “a” en laesforzada traducción al castellano bajo el título de El secuestro. O la de Italo Calvino –otro de sus bigs names–, El castillo de los destinos cruzados, donde utilizó la técnica combinatoria: un grupo de viajeros se encuentran en un castillo y cada uno narra una historia utilizando las cartas del tarot. Otra de sus obras más lúdicas es Si una noche de invierno un viajero, en la que cada capítulo es el comienzo de una novela que siempre queda interrumpida. También es conocido el Cronograma de Harry Mathews editado en Argentina en formato libro bajo el nombre Veinte líneas por día, en las que el autor hace precisamente eso, sin importar la relevancia o pertinencia de esas líneas. También está el hermosísimo libro de Queneau Cien mil millones de poemas, consistente en diez sonetos, en los que en todos se mantiene la misma rima, así que cada verso puede ser substituido por el verso correspondiente de otro soneto. Por ejemplo: el verso 1 del soneto 1 puede ser substituido por el verso 1 de cualquiera de los sonetos 2 al 10. El número total de sonetos que existen potencialmente es cien mil millones: se calcula que para leerlos se tardarían, sin parar a comer ni a dormir, varios millones de años.
Oulipo viene trabajando hace décadas con humor y discreción. Espíritu lúdico, pero rigor científico. Trabajo colectivo e inventiva individual. Siempre características que si bien no son estrictamente opuestas, pocas veces se encuentran juntas en un artista o un grupo. Si oulipiano es la rata que construye ella misma un laberinto del cual se propone salir, hace tiempo que estos autores han salido y entrado y vuelto a construir desafíos cada vez mayores, escapes más disparatados. Una vez afuera de su jaula, están dispuestas a propagar su mal. Este libro con la historia de todas sus provocaciones es el mejor modo de fabricar nuevos oulipianos, un contagio gozoso, una jaula que puede convertirse en ciudad liberada.

Una de las pocas entrevistas que concedió Carlos Castaneda

Carlos Castaneda, una de las figuras más enigmáticas del Siglo XX, es cuestionado sobre su trabajo como escritor y como aprendiz de brujo, en una rara entrevista de 1997

¿Este es Carlos Castaneda? Un enigma antropológico./pijamasurf.com

Quien se ha acercado a los libros de Carlos Castaneda estará de acuerdo que pocos libros son más atrapantes o quizás, para ser más precisos, tan embrujantes, como la saga que relata la incursión de un elusivo antropólogo sudamericano (¿un peruano críado en Brasil?) a tierras yaquis para iniciar una larga relación con el brujo Don Juan Matus, depositario de una ancestral tradición esóterica de chamanes-guerreros toltecas.
El mainstream de la sociología y de la antropología consideran que la obra de Castaneda es ficción, una invención de su imaginación hambrienta de poder y notoriedad, versada, sin duda, en profundos conocimientos esotéricos: una síntesis posmoderna de las tradiciones espirituales de diversas culturas, una adaptación incluyendo conceptos de la física cuántica que formarían parte del cuerpo deshermetizado del new age (la similitud entre el nagual y el tonal con el mundo de la voluntad y el mundo de la representación de Schopenhauer y con la totalidad implicada y la totalidad explicada del físico David Bohm, son notables, pero esto podría ser sólo la resonancia compartida de profundos atisbos metafísicos).
Más allá de todos los argumentos que se puedan hacer sobre la veracidad de la obra de Castaneda, ante el poder puro de sus textos hasta en el más escéptico germina la duda de la existencia de este inexorable brujo del México secreto (Don Juan, valga la distancia, es un poco el Sócrates de Castaneda) y de las realidades alternas a las que lo lleva el entrenamiento de su percepción (convertirse en un cuervo que percibe el mundo en negativo, emplear lagartijas telepáticas a manera de óraculo, o tener un rendez-vouz con el espíritu del peyote en su forma canina, por decir sólo algunas de tono zoomórfico). De lo que no hay duda es que a través del arte de su escritura -brujería o literatura- Castaneda, el arquetípico trickster que oculta diamantes en espejismos, conjura un sistema de percepción y de filosofía práctica que toca las fibras más profundas de la naturaleza humana, que se enfrenta al misterio de un universo infinito, tan despiadado como maravilloso.
Recordando a Castaneda, cuya obra es en sí misma un acto de brujería, una emanación del águila y del nagual (¿acaso ebria ante el esplendor del poder que canaliza?), reproducimos esta rara entrevista publicada en el diario Uno Mismo, en Chile y Argentina, en 1997, realizada por Daniel Trujillo, vía Castaneda.com:
Pregunta: Señor Castaneda, durante años usted permaneció en el más absoluto anonimato. ¿Qué le ha impulsado a dejar esa condición para dedicarse hoy a difundir públicamente las enseñanzas que, junto a sus compañeras actuales, recibió del nagual Juan Matus?
Respuesta: Lo que nos obliga a difundir las ideas de don Juan Matus es la necesidad impostergable de aclarar lo que él nos enseñó. Yo y sus otras tres estudiantes hemos llegado a la unánime conclusión de que el mundo que nos presentó don Juan Matus está al alcance de los medios perceptivos de todos los seres humanos. Argüimos entre nosotros cuál sería el camino adecuado. ¿Permanecer en el anonimato como don Juan nos propuso? Esto no encontraba entre nosotros un eco placentero. El otro camino disponible era el de difundir las ideas de don Juan: un camino inmensamente más peligroso y agotador, pero el único que creemos tiene la dignidad con la que don Juan embebió sus enseñanzas.
P: Considerando que usted ha dicho que los actos de un guerrero son impredecibles, y de hecho así lo hemos comprobado durante tres décadas, ¿podemos esperar que esta etapa pública suya se prolongue en el tiempo? ¿Hasta cuándo?
R: No hay manera de establecer un criterio temporal para nosotros. Vivimos de acuerdo a las premisas propuestas por don Juan y jamás nos apartamos de ellas. Don Juan Matus nos dio el terrible ejemplo de un hombre que vivía como él lo describía. El ejemplo de un hombre monolítico que no tiene dos caras. Y digo que es un ejemplo terrible porque es lo más difícil de emular; ser monolítico y al mismo tiempo tener la flexibilidad para encarar lo que fuera; ésa era la manera de vivir de don Juan.
Dentro de estas premisas lo único que se puede ser es un conducto impecable. Uno no es el jugador de esta partida de ajedrez cósmico, uno es simplemente una ficha de ajedrez. Quien decide todo es una fuerza impersonal consciente que los brujos llaman el Intento o el Espíritu.
P: Según he podido comprobar, la Antropología ortodoxa resta credibilidad a su obra, lo mismo que los pretendidos defensores del patrimonio cultural precolombino de América. Subsiste la creencia de que su obra es puramente el fruto de su talento literario, por cierto, excepcional; mientras que otros sectores lo acusan de un doble comportamiento, porque, supuestamente, su estilo de vida y sus actividades son contrarios a lo que la mayoría espera de un chamán. ¿Cómo puede zanjar estas suspicacias?
R: El sistema cognitivo del hombre occidental nos fuerza a movernos a través de ideas preconcebidas. Basamos nuestros juicios en algo que es siempre "a priori", por ejemplo la idea de "lo ortodoxo". ¿Qué es la antropología ortodoxa? ¿La que se enseña en el aula? ¿Y, cuál es la conducta de los chamanes? ¿Ponerse plumas en la cabeza y bailar a los espíritus?
Han acusado a Carlos Castaneda durante treinta años de crear un personaje literario, simplemente porque lo que yo les decía no coincidía con el "a priori" antropológico, con las ideas establecidas en el aula o en el campo de acción antropológico. Sin embargo, lo que me presentó don Juan sólo podía caber en un campo de acción total, y bajo tales circunstancias sucede muy poco o casi nada de lo preconcebido.
Nunca he podido llegar a conclusiones acerca del chamanismo, porque para hacer esto se necesita ser un miembro activo del mundo de los chamanes. Es muy fácil para un científico social, digamos por ejemplo un sociólogo, llegar a conclusiones sociológicas acerca de cualquier tema relacionado con el mundo occidental, porque el sociólogo es un miembro activo del mundo occidental. Pero, ¿cómo puede un antropólogo que pasa a lo más dos años estudiando otras culturas, llegar a conclusiones fidedignas acerca de ellas? Para adquirir membrecía en un mundo cultural se necesita una vida entera. Yo he estado trabajando más de treinta años en el mundo cognitivo de los chamanes del México antiguo y sinceramente creo que no he llegado aún a adquirir la membrecía que me permita llegar a conclusiones, o siquiera proponerlas.
He discutido acerca de esto con personas de diferentes disciplinas y siempre parecen entender y estar de acuerdo con las premisas que estoy exponiendo. Pero luego se dan vuelta, y se olvidan de todo lo que acordaron y continúan manteniendo los principios académicos "ortodoxos" sin importarles la posibilidad de un error absurdo en sus conclusiones. Nuestro sistema cognitivo parece ser impenetrable.
P: ¿Qué finalidad tiene el hecho de que usted se niegue a ser fotografiado, a que se grabe su voz o se conozcan sus datos biográficos? ¿Podría algo de esto afectar, y de qué manera, los logros alcanzados en su trabajo espiritual? ¿No cree que sería útil para algunos sinceros buscadores de la verdad conocer quién es usted realmente, como una forma de comprobar que realmente es posible seguir el camino que pregona?
R: En cuanto a fotografías y datos personales, yo y los otros tres discípulos de don Juan Matus seguimos los dictados de éste. La idea principal detrás de abstenerse de dar datos personales es muy simple para un chamán como don Juan. Es imprescindible dejar a un lado lo que él llamaba la "historia personal". Alejarse del "yo" resulta algo bastante engorroso y difícil. Lo que buscan los chamanes como don Juan es un estado de fluidez donde el "yo" personal no cuenta. El creía que este hecho afecta indiscutiblemente a quien entra dentro de ese campo de acción, y afecta de una manera positiva aunque subliminal, ya que estamos muy acostumbrados a fotografías, grabaciones, datos biográficos, todos ellos engendrados por la idea de la importancia personal. Él decía que es mejor no saber nada de un chamán; de ese modo, en vez de una persona uno se encuentra con una idea sostenible, lo opuesto a lo que pasa en el mundo cotidiano, donde sólo encontramos personas con problemas psicológicos y sin ideas, y todos ellos repletos hasta el tope del "yo, yo, yo".
P: ¿Cómo deben entender sus seguidores la existencia de todo un mecanismo comercial y publicitario -al margen de su obra literaria- en torno al conocimiento que usted y sus compañeras difunden? ¿Qué relación tiene usted realmente con Cleargreen Incorporated y las otras empresas (Laugan Producciones, Toltec Artists)? Me refiero a vínculos comerciales.
R: A estas alturas de mi trabajo necesitaba de alguien que pudiera representarme en la difusión de las ideas de don Juan Matus. Cleargreen es una corporación que tiene una gran afinidad con nuestro trabajo, lo mismo que Laugan Productions y Toltec Artists. La idea de difundir las enseñanzas de don Juan a un mundo moderno como el nuestro implica el uso de medios comerciales y artísticos que no están al alcance de mis medios individuales. Como corporaciones afines a las ideas de don Juan, Cleargreen Incorporated, Laugan Productions y Toltec Artists son capaces de proporcionarme los medios para difundir lo que quiero difundir.
El afán de las corporaciones impersonales es siempre el de dominar y transformar todo lo que se les presenta y adoptarlo a su propia ideología. De no ser por el sincero interés de Cleargreen, Laugan Productions y Toltec Artists, todo lo que don Juan dijo habría ya sido transformado en otra cosa.
P: Existe un sinnúmero de personajes que de una u otra manera se han "colgado" de usted para adquirir notoriedad pública. ¿Qué opinión le merece el accionar de Víctor Sánchez, quien ha interpretado y reordenado sus enseñanzas para elaborar una teoría personal? ¿O las afirmaciones de Ken Eagle Feather, quien asegura que ha sido escogido como discípulo por el mismísimo don Juan, vuelto a esta dimensión sólo para ello?
R: Efectivamente hay una serie de personas que se titulan a sí mismos estudiantes míos o del mismo don Juan, a quienes yo nunca he conocido y que puedo asegurar que don Juan nunca conoció. Don Juan Matus estaba interesado exclusivamente en la perpetuación de su linaje de chamanes. Él tuvo cuatro discípulos que perduran hasta el día de hoy. Tuvo otros que partieron con él. Don Juan no estaba interesado en enseñar su conocimiento, lo hizo con sus discípulos a fin de que continuaran su linaje. Sus discípulos, como no pueden continuar el linaje de don Juan, se han visto obligados a esparcir sus ideas.
El concepto del maestro que enseña su conocimiento es parte de nuestro sistema cognitivo, pero no es parte del sistema cognitivo de los chamanes del México antiguo. Para ellos enseñar era un absurdo. Transmitir su conocimiento a quienes iban a perpetuar la vida del linaje era otro asunto.
El hecho de que haya una serie de individuos empeñados en usar mi nombre o el de don Juan es simplemente una maniobra fácil para beneficiarse sin mucho trabajo.
P: Consideremos el significado de la palabra "espiritualidad" como un estado de conciencia en que los seres humanos son plenamente capaces de controlar las potencialidades de la especie, logro que se obtiene trascendiendo la simple condición de animal, por medio de un arduo acondicionamiento psíquico, moral e intelectual. ¿Está de acuerdo con esta afirmación? ¿Cómo se integra el mundo de don Juan en este contexto?
R: Para don Juan Matus, como un chamán pragmático y lleno de cordura, "la espiritualidad" era una idealidad vacía, una aseveración sin fundamento que nos parece muy bella porque está incrustada en conceptos literarios y expresiones poéticas, pero que nunca pasa de ahí.
Los chamanes como don Juan son esencialmente prácticos. Para ellos sólo existe un universo predatorio, donde la inteligencia o la conciencia de ser son el producto de desafíos de vida o muerte. Él se consideraba un navegante del Infinito y decía que para navegar en lo desconocido, como lo hace un chamán, uno necesita pragmatismo ilimitado, cordura sin medida y "agallas de acero".
En vista de todo esto don Juan creía que "la espiritualidad" es simplemente una descripción de algo imposible de lograr bajo los patrones del mundo cotidiano, y no es un modo vivo de actuar.
P: Usted ha señalado que su actividad literaria se debe a las instrucciones de don Juan, lo mismo que la de Taisha Abelar y Florinda Donner-Grau. ¿Con qué objetivo?
R: El objetivo de escribir los libros fue dado por don Juan. Él aseveraba que si uno no es escritor, aún puede escribir, pero el escribir se transforma de una acción literaria en una acción chamanística. Quien decide el tema y el desarrollo de un libro no es la mente del escritor, sino una fuerza que los chamanes consideran como la base del universo y a la que llaman el Intento. Es el Intento quien decide la producción de un chamán, ya sea literaria o cualquier otra.
De acuerdo con don Juan, un practicante de chamanismo tiene el deber, la obligación de saturarse con toda la información disponible. El trabajo de un chamán es el de informarse de una manera plena de todo lo posible relacionado con el tópico de su interés. El acto chamanístico consiste en abandonar todo interés de dirigir el curso que tal información tome. "Quien arregla las ideas que nacen de tal fuente de información no es el chamán -decía don Juan-, sino el Intento. El chamán es simplemente un conducto impecable". El escribir era para don Juan un desafío chamanístico, no una tarea literaria.
P: Si me permite la siguiente afirmación, su obra plantea conceptos estrechamente relacionados con las doctrinas filosóficas orientales, pero resulta contradictoria con lo que se conoce comúnmente de la cultura indígena mexicana. ¿Dónde se encuentran las similitudes y diferencias entre una y otra?
R: No tengo la menor idea. No soy erudito ni en lo uno ni en lo otro. Mi trabajo consiste en una información fenomenológica del mundo cognitivo al que me introdujo don Juan Matus. Desde el punto de vista de la fenomenología como método filosófico, no es posible llegar a aseveraciones relacionadas con el fenómeno bajo escrutinio. El mundo de don Juan Matus es tan vasto, misterioso y contradictorio que no se presta a un ejercicio de exposición lineal; como mucho, se puede describir, y esto haciendo un esfuerzo supremo.
P: Asumiendo que las enseñanzas de don Juan han pasado a formar parte de la literatura ocultista, ¿qué opinión le merecen otras enseñanzas, por ejemplo, las filosofías masónica, Rosacruz, el Hermetismo, y disciplinas tales como la Cábala, el Tarot y la Astrología, comparándolas con el nagualismo? ¿Ha tenido alguna vez o mantiene contacto con alguna de estas vertientes o con sus seguidores?
R: De nuevo no tengo ni la menor idea de cuáles son las premisas, los puntos de vista, ni los temas de tales disciplinas. Don Juan nos presentó el problema de navegar en lo desconocido y esto nos toma todo el esfuerzo disponible.
P: ¿Algunos de los conceptos de su obra, como el punto de encaje, las emanaciones de energía que componen el universo, el mundo de los seres inorgánicos, el Intento, el Acecho y el Ensueño, tienen una contrapartida en el conocimiento occidental? Por ejemplo, hay quienes ven en el hombre como huevo luminoso una expresión del aura…
R: No, nada de lo que don Juan nos enseñó parece tener una contrapartida en el conocimiento occidental, que yo sepa.
Una vez, cuando don Juan aún estaba presente, pasé un año entero a la búsqueda de gurus, maestros, sabios que me dieran un indicio de lo que estaban haciendo. Quería saber si había algo en el mundo de entonces que fuera similar a lo que don Juan decía y hacía.
Mis recursos eran muy limitados y sólo me llevaron a conocer a los maestros establecidos que tenían millares de seguidores, y desgraciadamente no pude encontrar nada parecido.
P: Concentrándonos ahora específicamente en su obra, sus lectores nos encontramos a Carlos Castaneda diferentes. Primero, a un académico occidental algo inepto y permanentemente desconcertado ante el poder de ancianos indios cono don Juan y don Genaro (principalmente en Las Enseñanzas de don Juan, Una Realidad Aparte, Viaje a Ixtlán, Relatos de Poder y El Segundo Anillo de Poder); luego, con un aprendiz de chamán avezado (en El Don del Águila, El Fuego Interior, El Conocimiento Silencioso y, especialmente, en El Arte de Ensoñar). Si está de acuerdo con esta apreciación, ¿cuándo y cómo desapareció uno para dejar paso al otro?
R: No me considero ni chamán, ni maestro, ni estudiante avanzado de chamanismo, ni tampoco me considero un antropólogo o científico social del mundo occidental. Mis presentaciones han sido todas descripciones de un fenómeno imposible de discernir bajo las condiciones del conocimiento lineal del mundo occidental. Jamás pude dar a lo que me enseñaba don Juan una explicación de causa y efecto o tuve la posibilidad de predecir lo que él iba a decir o lo que iba a pasar. Bajo estas condiciones, el paso de un estado a otro es subjetivo y no algo elaborado o producto de premeditación o sabiduría.
P: En su obra es posible encontrar episodios francamente increíbles para la mentalidad occidental. ¿Cómo podría alguien no iniciado comprobar que son verdaderas esas "realidades aparte" que usted describe?
R: Se puede comprobar de una manera muy simple. Prestando el cuerpo entero en vez del intelecto. Al mundo de don Juan no se puede entrar intelectualmente como un diletante en pos de un conocimiento rápido y pasajero, ni tampoco se puede comprobar nada. Lo único que se puede hacer es llegar a un estado de conciencia acrecentada que nos permita percibir al mundo que nos rodea de una manera más amplia. En otras palabras, la meta del chamanismo de don Juan es romper los parámetros de la percepción histórica y cotidiana, y entrar a percibir lo desconocido. De ahí que él se llamara a sí mismo un navegante del Infinito. Él sostenía que mas allá de los parámetros de la percepción diaria, está el Infinito. Llegar a eso era la meta de su vida, y puesto que él era un chamán extraordinario, nos inculcó a nosotros cuatro ese deseo. Nos forzó a trascender el intelecto y a encarnar el concepto de la ruptura de los parámetros de la percepción histórica.
P: Usted sostiene que la característica básica de los seres humanos es su condición de "perceptores de energía". Señala el movimiento del punto de encaje como un imperativo para percibir energía directamente. ¿Para qué puede servir eso a un hombre del siglo XXI? ¿Cómo ayuda la consecución de esta meta a la superación espiritual, según el concepto antes definido?
R: Los chamanes como don Juan sostienen que todos los seres humanos poseemos la capacidad de percibir energía directamente a medida que fluye en el universo. Consideran que el punto de encaje, como ellos lo llaman, es un punto que existe en el campo de energía total del hombre. En otras palabras, cuando un chamán percibe a un hombre como energía que fluye en el universo, "ve" a una bola luminosa. En esa bola luminosa el chamán puede "ver" un punto de gran brillo que está situado a la altura de los omóplatos y a la distancia de más o menos un metro detrás de ellos. Los chamanes sostienen que allí es donde se realiza la percepción, que la energía que fluye en el universo se transforma allí en datos sensoriales y que esos datos sensoriales son luego interpretados para dar como resultado el mundo de la vida cotidiana. Los chamanes mantienen que se nos enseña a interpretar, por lo tanto, se nos enseña a percibir.
El valor pragmático de percibir la energía directamente a medida que fluye en el universo para el hombre del siglo XXI o del siglo I es el mismo. Le permite ampliar los límites de su percepción y utilizar dentro de sus medios ambientales tal ampliación. Don Juan decía que sería extraordinario "ver" directamente la maravilla del orden y del caos del universo.
P: Recientemente usted ha presentado una disciplina de ejercicios físicos que denomina Tensegridad. ¿Puede explicarnos de qué se trata exactamente? ¿Qué finalidad persigue? ¿Qué beneficios espirituales puede encontrar en ella quien la practique de forma individual?
R: Según lo que nos enseñó don Juan Matus, los chamanes que vivieron en México en tiempos antiquísimos descubrieron una serie de movimientos, ejecutados con el cuerpo, que los llevaron a un estado de desarrollo físico y mental de tal magnitud que decidieron llamar a tales movimientos pases mágicos.
Don Juan nos dijo que por medio de sus pases mágicos, dichos chamanes adquirieron un nivel de conciencia acrecentada que les permitió ejecutar proezas de percepción indescriptibles.
Los pases mágicos fueron enseñados a través de generaciones solamente a los practicantes de chamanismo, en medio de un tremendo secreto y de complejos rituales. Así es como se los enseñaron a don Juan Matus, y así es como él los transmitió a sus cuatro discípulos.
Nuestro esfuerzo ha consistido en extender la enseñanza de tales pases mágicos a quien quiera aprenderlos. Los hemos llamado Tensegridad y los hemos convertido, de movimientos enteramente personales y propios de cada uno de los cuatro discípulos de don Juan, en movimientos genéricos aplicables a cualquier persona.
La practica de la Tensegridad en forma individual o colectiva promueve la salud, el vigor, la juventud y el bienestar general. Don Juan decía que la práctica de los pases mágicos ayuda a acumular la energía necesaria para acrecentar la conciencia y ampliar los parámetros de la percepción.
P: Aparte de sus tres compañeras, los asistentes a sus seminarios han conocido a otro grupo de personas, como los Chacmoles, las Rastreadoras de Energía, los Elementos, el Explorador Azul… ¿Quienes son ellos? ¿Se trata de una nueva partida de videntes dirigida por usted? Si es así, ¿cómo podría alguien integrarse en este grupo de aprendices?
R: Cada una de esas personas acerca de las que usted pregunta son seres definidos que don Juan Matus como director de su linaje nos encargó esperar. Él predijo la llegada de cada uno de ellos como parte integral de una visión. Puesto que su linaje no podía continuar debido a configuraciones energéticas propias de sus cuatro estudiantes, su misión se transformó de perpetuar el linaje a cerrarlo, si fuera posible con broche de oro.
Nosotros no estamos en posición de cambiar esta directiva. No podemos buscar ni aceptar aprendices o miembros vigentes de la nueva visión de don Juan. Lo único que podemos hacer es acceder a los dictámenes del Intento.
El hecho de que se estén enseñando los pases mágicos, guardados con celo por tantas generaciones, es una muestra de que sí se puede llegar a ser parte de esta nueva visión de una manera indirecta a través de la práctica de la Tensegridad y de la observación de las premisas del camino del guerrero.
P: En Lectores del Infinito usted ha utilizado el término "navegación" para definir lo que los brujos hacen. ¿Están prontos a izar velas y levar anclas para iniciar el viaje definitivo? ¿Acabará con ustedes el linaje de guerreros toltecas depositario de este conocimiento?
R: Sí, efectivamente, el linaje de don Juan acaba con nosotros.
P: ¿Incluye el camino del guerrero el trabajo espiritual de la pareja, como se encuentra en otras propuestas?
R: El camino del guerrero incluye todo y a todos. Puede haber una familia entera de guerreros impecables. La dificultad está en el terrible hecho de que las relaciones individuales están basadas en inversiones emocionales, las cuales se desmoronan en el momento en el que el practicante realmente practica lo que aprende. Por lo regular, en el mundo diario, las inversiones emocionales nunca son examinadas y vivimos una vida entera esperando que nos correspondan. Don Juan decía que mi manera de vivir y de sentir se describía de una manera muy simple: "yo sólo doy lo que me dan", y que yo era un inversor empedernido.
P: Si alguien quisiera emprender el trabajo espiritual ajustándose al conocimiento difundido en sus libros, ¿a qué posibilidades de avance puede aspirar? ¿Qué recomendaciones formularía a quienes desean poner en práctica por propia cuenta las enseñanzas de don Juan?
R: No hay manera alguna de poner un límite a lo que uno puede lograr de un modo individual si el intento es un intento impecable. Las enseñanzas de don Juan no son espirituales, lo repito de nuevo, puesto que esta cuestión ha salido a la superficie una y otra vez. La idea de la espiritualidad no encaja con la disciplina férrea del guerrero. Lo que más cuenta para un chamán como don Juan es la idea del pragmatismo. Cuando conocí a don Juan yo me creía un hombre práctico, un científico social lleno de objetividad y pragmatismo. Él acabó con mis ínfulas y me hizo ver que como verdadero hombre occidental, yo no tenía nada de pragmático y nada de espiritual. Llegué a entender que yo simplemente repetía el vocablo "espiritualidad" para oponerlo a lo mercenario del mundo de todos los días. Quería alejarme de la manera más certera del mercantilismo de la vida diaria y a ese afán yo le llamaba espiritualidad. Cuando don Juan me exige llegar a una conclusión, a una definición de lo que yo consideraba espiritual, me di cuenta de que él estaba en lo cierto. Yo no sabía lo que decía.
Suena un poco petulante decir lo que estoy diciendo, pero no hay otra manera de decirlo. Lo que quiere un chamán como don Juan es el engrandecimiento de la conciencia de ser, esto es, poder percibir con todas las posibilidades humanas de percepción, lo que implica una labor descomunal y un propósito sin medida, cosas que no pueden ser suplidas por la espiritualidad en el mundo occidental.
P: ¿Hay algo que le gustaría explicarnos a los sudamericanos, especialmente a los chilenos? ¿Quisiera exponer otros planteamientos, además de los formulados?
R: No tengo nada más que añadir. Todos los seres humanos estamos en el mismo nivel. Al comienzo de mi aprendizaje con don Juan Matus él trató de hacerme ver lo común de la situación del hombre. Yo, como sudamericano, estaba muy involucrado intelectualmente con la idea de la reforma social. Un día le planteé la pregunta que yo creía era fatal. Le dije: ¿cómo es posible, don Juan, que usted permanezca impasible ante la situación espantosa de sus congéneres, los indios yaquis de Sonora?
Yo sabía que un porcentaje de la población yaqui sufría de tuberculosis y que no tenía remedio por su condición económica.
Sí - me dijo don Juan- es una cosa muy triste, pero figúrate que también es muy triste tu situación, y si tú crees estar en condiciones mejores que los indios yaquis, te equivocas. Es la condición del hombre en general el permanecer en un estado espeluznante de caos. Nadie está mejor que otro. Todos somos seres que vamos a morir, y a menos que tomemos en cuenta cabal esta situación, no hay remedio para nosotros.
Este es otro punto del pragmatismo de los chamanes: el darse cuenta de que somos seres que vamos a morir. Los chamanes afirman que así todo adquiere una medida y un orden trascendental.