27.5.15

Ciencia-ficción antisistema

 El señor cachas y rapado de la foto es el autor de una larga saga de novelas fantásticas en las que eso de cruzar el espejo es un complejo acto político. La recién traducida  Un Lun Dun  es una puerta de entrada relativamente amable y sencilla

China Miéville, en un retrato promocional./elmundo.es

Muchas veces buscamos estampas icónicas, no necesariamente referentes intelectuales, y eso podría explicar por qué China Miéville se ha convertido en uno de los escritores del género fantástico más admirados de la última década. He aquí un hombre que, aunque se define como un 'geek' de manual -educado en su primera juventud en el cómic, la novela de ciencia ficción y el cuento de terror-, presenta una imagen que no se corresponde con la del señor hombre de mediana edad de barba poblada, agudo sobrepeso, lamparones en la camisa y una fina superficie de caspa sobre los hombros. Antes al contrario, es un adulto musculoso (42 años, nacido en 1972), alto, apuesto, que parece sacado de una distopía cyberpunk: orejas profusamente perforadas, cráneo rasurado, brillante e imponente, y tatuajes de calaveras y tentáculos ocupando uno de sus brazos.
China Miéville es, por tanto, icónico. Podría haber sido jugador de rugby o el líder de una banda de metal industrial, aunque fue finalmente la literatura la que captó su atención -explica que uno de los primeros libros que le atrajo a la fantasía fue 'Las puertas de Anubis', de Tim Powers, que leyó a los 11 años-. A los 26 debutó con una novela repleta de acción y música drum'n'bass, 'El Rey Rata' (1998), que avanzaba uno de los ejes centrales de su obra: la 'reimaginación' de Londres como una ciudad caótica, hipertecnificada y hervidero de nuevas mitologías urbanas, una línea que ha ido exprimiendo durante más de tres lustros conectando diferentes fuentes literarias como las de Dickens, Lovecraft, Iain Sinclair, Philip K. Dick e incluso el Kafka de 'El castillo' (aunque tampoco habría que desmerecer a Tolkien). A los 29 años también dio un paso al frente en su línea activista y se presentó a las elecciones para el Parlamento británico en representación de una formación testimonial de la izquierda, el Sociallist Alliance Party; no fue elegido, pero fortaleció otro de los ejes de su obra: la ciencia-ficción como una forma de comentario de la realidad política y la desigualdad social.

Marxismo y ciencia-ficción

Cuando se doctoró en Relaciones Internacionales por la London School of Economics, lo hizo con una tesis sobre el marxismo. Aunque ese trabajo lo reconvirtió posteriormente en un ensayo, 'Between equal rights' (2006), las ideas de Miéville sobre la desigualdad social y la lucha de clases han cuajado de manera más cristalina y fuerte en su ficción. Su primera gran novela importante, 'La estación de la calle Perdido' (2000; editada por La Factoría de Ideas en España en 2006, actualmente descatalogada), transportaba al lector, a lo largo de más de 800 páginas rebosantes de imaginación, a Nueva Corbuzon, una metrópoli bulliciosa y brutalmente estratificada: un Parlamento compuesto por las elites, y sostenido por la fuerza militar -sin duda, podríamos hablar de 'casta'-, rige los destinos de una población marginal, ingente y prácticamente paria, de drogodependientes, prostitutas, artesanos y delincuentes. Sin ser del todo un libro 'steampunk', 'La estación de la calle Perdido' tenía algo de parábola victoriana, de versión 'sci-fi' de 'Oliver Twist' en la manera de describir la suciedad y la miseria en las calles. A lo que Miéville añadía un ingrediente más: la xenofobia.
Nueva Corbuzon, igual que Londres, es una ciudad mezclada: si en la realidad hay asiáticos, jamaicanos y blancos, en su ficción había seres humanos 'normales' y razas alienígenas ligeramente insectoides (los khepri), batracios (los vodyanoi) y arácnidas (los tejedores), entre muchas otras. Por ley, las diferentes especies no pueden convivir entre sí, y mucho menos aparearse -atacando, por la tangente, el estigma de las parejas interraciales y, claro está, las del mismo sexo-. Pero donde el comentario social -y socialista- de Miéville alcanzó su nivel más alto fue en la que muchos de los fans consideran, junto con 'Embassytown' (Fantascy, 2013), su mejor novela: 'La ciudad y la ciudad' (La Factoría de Ideas, 2012). Detrás de una trama policial -una mujer aparece asesinada en un descampado, una mujer que bajo ninguna circunstancia debería estar allí, lo que pone en jaque a la policía-, se esconde una alucinante metáfora de la desigualdad económica entre diferentes estratos de población con ecos de los últimos años de la Guerra Fría. La ciudad es Beszel, pero también es Ul Qoma: en 'la ciudad' conviven a la vez, superpuestas una sobre la otra, dos ciudades muy distintas. Beszel es pobre y violenta; Ul Qoma es rica y ordenada. Los habitantes de una no puede interactuar con los de la otra: no se trata únicamente de 'cruzar', sino de 'ver', puesto que las dos ciudades son la misma, ocupan el mismo lugar, pero los habitantes de ambas zonas están obligados a 'desverse'. Por una parte, remite a Berlín antes de la caída del Muro, pero también a ese Londres en el que cualquier persona que duerme en la calle es ignorada por quien pasa a su lado.
La literatura de China Miéville es poderosa en ideas. Si Lewis Carroll -otro de sus referentes ineludibles- hizo que Alicia atravesara el espejo o recorriera la madriguera del conejo para adentrarse en un país de maravillas, Miéville lo que hace es situar un espejo distorsionador enfrente de la realidad urbana: en él se reflejan las estructuras de poder y dominación, las maniobras de evasión de la realidad, las adicciones, y las costumbres. 'Embassytown', que es aparentemente su novela de ciencia-ficción más dura -trata sobre un planeta, en los márgenes de una galaxia completamente colonizada y dominada, en el que existe una insólita forma de vida: una raza que se comunica con una compleja manera de hablar, prácticamente intraducible, difícilmente interpretable, y que entra en rebelión después de que se produzca un fallo en la comunicación que ninguna de las dos partes es capaz de descifrar-, es también un ejemplo de esa intención alegórica de su escritura: nos dice cómo algunos miembros de la sociedad se convierten en marginados por la incapacidad de comprenderse, y cómo al diferente 'de pensamiento' se le intenta callar, no con la razón, sino con la violencia.

Cuando la fantasía se vuelve rarísima

Cuando se escribe sobre él, es habitual deslizar el concepto de 'New Weird', una corriente relativamente nueva en la literatura de género fantástico que es algo así como la versión postmoderna de la 'sci-fi' tradicional: en el 'New Weird' -la nueva extrañeza, por traducirla de alguna forma- entran en la misma receta ingredientes que normalmente estaban separados: naves espaciales y monstruos cósmicos, por ejemplo, como si fuera posible mezclar la política-ficción de la saga 'Fundación' de Isaac Asimov con los primigenios de Lovecraft, pero también reinos fantásticos, 'space opera' y un toque ocultista -que proviene de influencias como Alan Moore, por ejemplo- que en la obra de Miéville ha cuajado en una novela muy significativa, una de las más recientes de su producción, 'Kraken' (2010), la historia de un grupo de sectarios-terroristas que roban de un museo de historia natural el cadáver de un calamar gigante, un 'kraken' legendario al que supuestamente le atribuyen poderes divinos, el ser la materia inanimada de un dios que puede revivir si se da con el conjuro adecuado. Este 'kraken', en el que es fácil observar un paralelismo con el dormitante Cthulhu de H. P. Lovecraft, habría sido en otra época una pieza básica de un relato de terror, pero con Miéville lo es también de una ficción conspiranoica, mágica, criminal, en la que Londres dispone hasta una división de la policía para investigar cultos.
Aunque algunas obras de China Miéville se han descatalogado en castellano -si aparece en el mercado de segunda mano una copia de 'La estación de la calle' 'Perdido' (2000), 'La cicatriz' (2002) y 'El Consejo de Hierro' (2004), los tres títulos que forman la saga 'Bas-Lag', lo normal es que cualquiera de esas ediciones de La Factoría de Ideas no baje de los 40 euros-, prácticamente toda se ha traducido en nuestro mercado. Están pendientes la novela breve 'El azogue' (sólo disponible a través de Interzona, una editorial de Buenos Aires) y la más reciente, 'Railsea' (2012), su segunda incursión en la novela de fantasía juvenil, ubicada en un mundo en el que las conexiones entre las diferentes partes de tierra tienen que hacerse por medio de largas líneas de ferrocarril que cruzan el océano, y que en cierto modo recuerda a la idea del tren cósmico de aquella mítica serie de dibujos animados japoneses, 'Galaxy Express 999'.

Alicia en el multiverso de las maravillas

El último libro publicado en España de China Miéville es 'Un Lun Dun' (original de 2007), que acaba de llegar a las mesas de novedades gracias a Oz Editorial, y que ganó el prestigioso Premio Locus en 2008. El lenguaje es muy distinto al de 'La ciudad y la ciudad' o 'Embassytown': al ser su primera novela juvenil, Miéville evitó por primera vez el estilo barroco, de largas frases y conceptos complejos que caracterizaba su ficción -él es un autor que escribe bien, difícil, su prosa resistiría cualquier exigencia de estilo cuidado-, pero hay algo en lo que vuelve a salir victorioso, que es la fecundidad de su imaginación. Una vez más, se trata de una refracción distorsionada de Londres -'Un Lun Dun' se traduce en la novela como 'Alondres', un Londres paralelo a Londres, en el que van a parar todos los desperdicios de la ciudad rica-, un nuevo reflejo de la ciudad ante sus propias miserias y contradicciones. Son dos niñas, Zanna y Deeba, las que accidentalmente cruzan ese espejo, como Alicia, y aparecen en una versión mugrosa, oscura y habitada por extraños personajes del Londres que conocen, y comprenderán que tienen que cumplir una profecía: ser quienes libren a Alondres de su mayor amenaza, del más grande desperdicio que el Londres industrializado ha volcado en sus calles y su aire, 'el Esmog'.
La legendaria contaminación del Londres industrial victoriano, mezcla de hollín y niebla, irrespirable y causante de tuberculosis e infecciones, no ha desaparecido del todo: está en Alondres, en el vertedero de Londres, su oficina de objetos perdidos. Los habitantes de Alondres se defienden del Esmog con paraguas rotos, habitantes que son tan pintorescos, satíricos o intrigantes -Facistola, el libro parlante, o los hedoinómanos, los subalternos del Esmog, drogados por su polución- como lo fueron en su día el Gato de Cheshire, el Sombrerero o la Reina de Corazones. Es muy posible que quien haya entrado en el universo de Miéville a través de otros caminos -la trilogía 'Bas-Lag', o 'La ciudad y la ciudad'- encuentre 'Un Lun Dun' insuficiente en el estilo de la prosa, aunque altamente satisfactoria en la fertilidad de su imaginación: otro universo paralelo impresionante que añadir a su colección.
La literatura fantástica es en la forma una manera de evadirse, pero en el fondo es un comentario perspicaz y profundo sobre la realidad que nos rodea, y en ese aspecto China Miéville -el hombre tatuado, musculoso, marxista y 'freak'- es uno de los escritores que más obligan a pensar, a mantener los pies en el suelo mientras la imaginación vuela. Muchas veces, los libros de fantasía tratan sobre cruzar el espejo. China Miéville utiliza otra estrategia: nos lo pone delante, para que nos veamos reflejados en todo lo bueno y lo malo: feos, miserables, mezquinos, aunque también con la habilidad de revertir el proceso y arreglar nuestro entorno con la maravillosa capacidad para comunicarnos y, si hay suerte, también para entendernos.

26.5.15

Baram: "La literatura trata al capitalismo como un bebé"

En cambio, su última novela,  La sombra del mundo, va al tuétano del desgaste y la insatisfacción con el mundo en el que vivimos

Nir Baram, autor de  La sombra del mundo./elmundo.es
  La sombra del mundo de Nir Baram.

"Lo de la imaginación es lo que menos me cuesta, lo más natural. De crío, en el instituto, odiaba a los chicos que estaban en la literatura, me parecían unos colgados. Pero, en realidad, los odiaba porque yo también estaba haciendo literatura en la cabeza sin darme cuenta, inventando historias. Yo era un mentiroso compulsivo y menos mal que me encontré con la literatura y pude encauzarle y sacarle provecho". La sombra del mundo (Alfaguara), del israelí Nir Baram (1978), termina con fuegos artificiales, una escena colosal de apocalipsis en el centro de Londres que no la podrán encontrar en su videoclub. Pero ese no es el gran aliciente.
El aliciente es que  La sombra del mundo  puede ser la novela más impresionante sobre esta edad del descontento que se haya escrito, habría que repasar los candidatos. Y ahí ya no estamos hablando de fuegos artificiales sino de psicología, de política, de violencia...
Muy en resumen, el libro de Baram cuenta tres historias: primera, la vida de un israelí que se hizo de oro en los 80 y 90 porque 'le tocó' ser el hombre que introdujo el capitalismo global en su país. Luego cayó en desgracia y le fue mal, pero que conste que no es del todo mal tipo. Segundo: la aventura una pandilla de desharrapados londinenses que se convierten en piquete antisistema y ponen en marcha la convocatoria de un día de "huelga mundial", que en principio suena muy naíf pero luego sigue a delante. Y tercero: la crisis de una compañía estadounidense de asesoría política, de esas que marcan la agenda y el estilo de los candidatos con los que trabajan (en Bolivia y en la República Popular del Congo en este momento de la trama). Lo suyo se supone que es ese espacio que va entre la socialdemocracia y el liberalismo clásico, el progresismo un poco pijo, pero en el fondo defienden intereses de lo más ruines. Las tres tramas, claro, acabarán por ligarse.
¿Y no es curioso que una historia así la escriba un israelí? Porque Israel es ese país al que los europeos dirigimos nuestros reproches y nuestros aspavientos cuando queremos sentirnos buenas personas. Alguien pensará que, si este libro lo hubiera escrito un árabe hubiese sido un texto menos matizado, más plano. "Sólo puedo hablar del libro que he escrito yo, de la literatura que hago", explica Baram. "Aquí hay tres historias, tres perspectivas escritas con la misma pasión. Y el lector decidirá en quién puede confiar".
Y continúa: "El problema de la literatura israelí es que tiende a querer complacer la mirada extranjera, la idea que existe de Israel fuera: un lugar exótico donde están los israelís y los palestinos persiguiéndose. Y al lado, Tel Aviv, que es un sitio guay. Luego está la nostalgia por la bella época de Israel, que se da dentro y fuera del país. En los años 30 y 40, la historia de Israel era heroica: la independencia y la construcción de un país. Y, como no tenemos muy claro nuestro futuro, es muy cómodo mirar para atrás, escribir sobre el Holocausto, cuando los judíos fuimos víctimas, o sobre los primeros años de Israel, cuando fuimos héroes. Lo que pasa es que un escritor debe desconfiar de la nostalgia. La época de la independencia de Israel también estuvo llena de violencia y de guerras".
En 'La sombra del mundo' se habla también de la época en la que Israel era "casi un país comunista". "Israel y la Unión Soviética se parecían en algunas cosas: en el deseo de construir un hombre nuevo: el nuevo israelí, fuerte e independiente, igualitario... Y la literatura fue una herramienta para ese propósito, porque la ideología está vacía si no tiene historias. La diferencia con la Unión Soviética es que el sionismo no era internacionalista, era lo contrario al internacionalismo: era un proyecto sólo para los judíos. Todo ese ideal de igualitarismo se viene un poco abajo si consideramos que en el pueblo de al lado estaban los palestinos...".
"En los 80, ese modelo cambió. Veníamos de un periodo de gran inflación y giramos radicalmente hacia un capitalismo diferente. La verdad es que la literatura no se ha llevado muy bien con el capitalismo. Lo trata como a un bebé, lo demoniza, le echa la culpa de todo sin intentar entenderlo".

Las arquitectura del sistema

Está bien ese hilo. ¿Dónde (política e intelectualmente) estaba Baram en 2006 o 2007, antes de que empezara la crisis y esta sensación de 'mundo inflamable' en la que hoy vivimos? "Creo que estaba en el mismo sitio en el que estoy hoy, escribía artículos parecidos... Lo queme diferenciaba de mis amigos es que intentaba estudiar la arquitectura del capitalismo y eso me permitió comprender cuáles eran sus fracasos. Por ejemplo, la movilidad social, que es su gran promesa: poder dejar de ser pobre a través del esfuerzo y prosperar. Bien, pues esta promesa no se cumple desde hace tiempo y hay países en los que esa movilidad social está en regresión".
Es el caso de los chicos de Londres en su novela, los de la Huelga Mundial. No tienen ninguna esperanza así que se van a la guerra. Y lo primero que hacen es atacar galerías de arte y museos, para demostrar que ellos no son progresistas, ni bohemios, ni gente sensible y de buena fe, que les da igual la belleza. "Póngase en el punto de vista de los que están completamente excluidos, los que están fuera de la democracia. ¿Qué ven en el arte? Un supuesto lado crítico que sirve para que los que están dentro del sistema se sientan bien consigo mismos. Su obsesión es no convertirse en otro movimiento de protesta de clases medias y la pregunta esencial que se hacen es ¿por qué no ha de ser violenta la lucha contra el capitalismo? Bueno, pues esa es una pregunta interesante para el futuro".
Pero, Nir, eso de odiar la cultura es una cosa de clases medias. Sólo los que crecen con la tonta ilusión de que ser cultos los volverá mejores personas pueden tener la idea de quemar una galería... Y, de hecho, Julian, uno de los jefes del equipo, es un chico burgués y desclasado. Baram se ríe y dice que sí. "Son gente muy joven. A veces son geniales y a veces son idiotas. Viven un relato de aventuras e ideales. Y los héroes se equivocan, si no se equivocasen, no habría historia que contar. Es verdad que lo que muive a Julian es el deseo de no ser un chico de clase media. Pero está bien si eso nos sirve para cuestionar el papel de la cultura en este sistema".
Y si pensamos que Julian y sus chicos no están tan lejos de esos ingleses que se convierten al Islam y se van a Siria a meter tiros con el Estado Islámico... "¿Por la violencia?". Más bien, por su necesidad de creer en algo monolíticamente. "No estoy de acuerdo. Cada situación tiene sus reglas. No hay que comparar un fenómeno profundamente religioso con otro secular. Los chicos no son tan creyentes. Al final de la novela se ríen de lo que había de mesiánico en su misión. Pero puede que yo sienta demasiado apego por estos personajes... No soy un utópico. Uno de mis escritores favoritos es Balzac, que entendió la mente humana mejor que nadie y no le quedó una opinión muy positiva. Sé que hay cosas en las que es difícil creer, pero se pueden querer".

25.5.15

Mauricio Bonnett y las trampas de la memoria

Escritor colombiano habla de los temas centrales de su nueva novela,  Cinco versiones de Adriano

Mauricio Bonnett también divide su tiempo como guionista y director de cine./eltiempo.com
Cinco versiones de Adriano de Mauricio Bonnett.

Un escritor ve pasar por la ventana, en su residencia en Londres, a una persona muy parecida a un amigo que desapareció hace 20 años en Bogotá. Tal vez por no quitarse la ilusión de que sea su amigo, no se decide a salir, y en ese momento otro pensamiento lo asalta: ¿Qué tal si su amigo sí quiso desaparecer?
Así comienza la historia de Sebastián, el protagonista de la novela Cinco versiones de Adriano, que también ilustra una anécdota personal del escritor Mauricio Bonnett. Lo curioso es que Sebastián y Bonnett tienen muchas cosas en común: ambos estudiaron Arquitectura en Bogotá, luego vivieron en Nueva York persiguiendo un sueño cinematográfico y finalmente terminaron radicándose en Inglaterra.
Sin embargo, las historias de estos dos hombres se dividen cuando Sebastián decide ahondar en el misterio de su amigo desaparecido, lo que lo lleva a un recorrido por el pasado, con sus amigos de juventud, mientras que Bonnett (1961) opta por escribir esa historia.
Bonnett, autor de El triunfo de la muerte y La mujer en el umbral, le contó a este diario que su nueva novela –que acaba de llega a las librerías del país– en el fondo es una reflexión sobre la memoria, la verdad y su mutua relación.
“Nosotros usamos la memoria como si fuera inocente, y resulta que no. La memoria tergiversa, la memoria olvida, la memoria hace cosas que conviene hacer, pero también es arbitraria, no te da a escoger”, anota el autor, al explicar que, a fin de cuentas, la rememoración no funciona como una película, pues los recuerdos se cruzan y se atropellan sin dar tregua.
En el libro, se refleja cómo cada persona recuerda los mismos sucesos de formas diferentes, tratando de reconstruir lo que pasó aunque sus prejuicios y recuerdos trastornados no se lo permitan. Bonnett asegura que es por eso por lo que la estructura narrativa fragmentada le pareció la adecuada para contar la historia, a partir de cinco versiones diferentes del mismo hecho. Para este ejercicio, el autor cuenta que usó elementos de sus amigos de universidad para enriquecer a sus personajes, cuyas personalidades también se nutren de escritores que admira, como Julian Barnes, Philip Roth y Jorge Luis Borges, que, al igual que el autor, están “obsesionados con la memoria”.
“The Sense of an Ending (de Barnes) es sobre la memoria y sobre cómo alguien se ha mentido durante toda su vida sobre un episodio, y I Married a Communist (de Roth) es sobre cómo se recrea a un personaje, cómo la gente inventa un personaje”, cuenta Bonnett, y agrega: “Borges decía en un poema de él algo muy lindo: que al hacer el amor con una mujer, sabe que se le iba a olvidar su rostro, pero no la ventana o la lámpara”.
A lo largo de la trama, se evidencia también un sentimiento de nostalgia, que surge de esos personajes que se ven derrotados por la vida, añorando sus días de juventud. Al respecto, el autor piensa que nadie cumple la meta exacta que se trazó, lo que desemboca en ese regreso a épocas pasadas.
“Creo que a medida que uno madura también se desilusiona, porque empezamos con una idea de qué va a ser nuestra vida y el futuro es completamente distinto. En realidad, nadie está satisfecho, de alguna manera, con su vida”, explica Bonnett, que también es consejero creativo del Laboratório Novas Histórias, en São Paulo (Brasil).
Sobre el cierre de la historia, el escritor comenta que el lector se encontrará con pistas para sacar sus propias conclusiones. “El misterio siempre es más interesante que la solución. Si uno lee, por ejemplo, un libro de Ágatha Christie, el misterio es muy interesante, pero una vez que se ve la solución, es ramplona en relación con lo demás”, dice.
Por eso, Bonnett se propuso dejar un manto de dudas, pues considera que lo maravilloso del libro es su ambigüedad y su dificultad para encontrar la solución. De sus tres novelas, asegura no tener favoritas: “A cada una le tengo cariño por razones diferentes. A La mujer en el umbral, porque fue la primera y Vargas Llosa la alabó mucho; a El triunfo de la muerte la gocé escribiendo por la historia base, y esta tercera, por el cambio de voces y estructura”.
Para el escritor, Cinco versiones de Adriano refleja “lo bonito y lo terrible de la memoria”, a través de personajes con los que uno fácilmente se puede identificar. “Yo tengo más bien una visión pesimista de la humanidad, como tal vez se ve en el libro”, concluye.
‘La desilusión es parte de la vida’
Mauricio Bonnett, que se hizo amigo de Mario Vargas Llosa mientras grababan el documental de la vida del Nobel peruano alrededor del mundo, sabe que también él tiene unas ambiciones que cree que no cumplió. “A pesar de que es premio Nobel de literatura, seguramente se siente con límites, y eso es muy curioso porque un gran autor no tendría por qué”, asegura Bonnett. El autor piensa que lo mismo le pudo haber pasado incluso al Nobel colombiano, Gabriel García Márquez: “Todos se juzgan con otros parámetros, digamos García Márquez con Faulkner (William). Aunque muchos podrían decir que García Márquez se volvió mejor que Faulkner, pero no García Márquez”, afirma Bonnett, y agrega que eso siempre pasa en la vida práctica: “¿qué iba a hacer yo con mi vida?, ¿dónde iba a vivir?, ¿cuáles eran mis deseos y qué pasó con ellos? Desilusionarse es parte de la vida.”
Imagen y melancolía
El autor aprovecha su clara influencia del séptimo arte y como documentalista para reflexionar sobre esa curiosa relación entre la imagen y la memoria, y el papel que juega la fotografía. “Cuando uno quiere acordarse de algo, saca las fotos y mira, y ahí hay algo eterno, ahí quedó congelado y al mismo tiempo es muy melancólico”, comenta.

21.5.15

Encuentros: Édouard Lois

Con sólo 22 años vendió más de doscientos mil ejemplares de su primera novela, Para acabar con Eddy Bellegueule, que relata su propia historia, la de un niño homosexual que sufre la violencia de su familia y sus amigos en un pueblo pequeño de Francia. El libro, galardonado con el Premio Pierre Guénin contra la homofobia, fue ensalzado por la crítica y traducido a una veintena de idiomas
Édouard Louis. Autor francés de Para acabar con Eddy Bellegueule. tuvo un encuentro con los lectores./elmundo.es

Édouard Louisrespondió en directo:


1. Cuando escribía su libro, su historia, ¿pensó en lo que supondría exponer al público no sólo su vida sino la de su familia?, ¿cómo se sentirían? ¿Tuvo reparos en algún momento? Un saludo.
Sí que tenía miedo porque aquello de lo que hablaba eran cosas íntimas, tanto de mi como de mi entorno. Pero para ir más allá de esto, decía que el reto de la literatura era desplazar la frontera entre lo público y lo privado, y hacer literatura de las realidades a la sombra de lo privado. Un ejemplo, cuando los movimientos feministas emergieron, la gente que estaba en contra de ellos, decían que eran cosas privadas que no tenían nada que ver con la política, sino con lo íntimo. Aunque tenía miedo, sabía que la fuerza de la verdad era más importante.
2. ¿Cuál es la relación con tus padres ahora mismo? Se quejaban de que la imagen que dabas de ellos no era real
Hace tiempo que no tengo ninguna relación con mis padres. Mi padre no dijo que la imagen no fuese real, no se quejó del libro en absoluto, sólo mi madre. De hecho mi padre compró 25 ejemplares del libro para regalárselo a sus amigos.
3. ¿Qué opinas de que en tu país, supuestamente avanzado y progresista, haya manifestado una oposición tan fuerte al matrimonio homosexual?
Hay que invertir la pregunta. Hay que preguntarse si Francia es el país de las libertades, como se dice.
Cuando vi los movimientos contra el matrimonio gay me chocó que aparecían de golpe de manera visible todas las realidades cotidianas invisibles, todas las realidades que describo en mi libro.
4. ¿Cuánto hay de ficción en tu novela?
Cero. Ni una sola frase.
Avatar LOLETE017
5. En Junio organizamos un club de lectura en Barcelona, sobre su libro en clave LGTB ¿Cuáles son los mayores retos que se enfrenta un gay joven hoy en día? ¿Crees necesaria la literatura en clave homosexual para que los eddie bellegueule del futuro se reconozcan?
En este momento, la pregunta de la homosexualidad es una cuestión central, siempre ha sido central pero hoy en día aparece de manera más fuerte. Se ve en Francia, con la oposición al matrimonio gay. Se ve en Rusia, cuando se asesina a homosexuales, cada día. Se ve con el Estado Islámico, que defiende la eliminación de los gays como una de sus prioridades. Aparece como un reto más fuerte, creo que la literatura, el arte y la política deben ofrecer otros marcos de pensamiento contra este presente en el que vivimos. Creo que la vida de un gay, hoy en día, nunca sería la misma sin Proust o sin Almodóvar porque el arte propone visiones del mundo que ofrecen una alternativa y que pueden transformar la sociedad, para hacerla avanzar.
6. Me ha gustado mucho tu novela. Magnífica. Cuesta creer que el ambiente que relatas sea del siglo XXI. ¿Has ficcionado eso? Me refiero a la pobreza y esas carencias.
Parece increíble, precisamente porque el mundo del que hablo es un mundo que nunca se representa en la literatura, el arte o la política. Cuando la gente se sorprende, a mí me sorprende su sorpresa. En España he recibido centenares de mensajes que me decían "viví lo mismo que tú". No es una cuestión de Francia, ni que se refiera a una sola época. Se refiere a qué realidades son invisibles y hay que hacer visibles.
7. ¿Cuál es su opinión al respecto de la teoría queer? ¿La ve como una utopía imposible, como un proyecto social inviable? Y en caso afirmativo, ¿qué futuro cree usted que le depara a la comunidad LGTB?
La teoría queer ha sido muy importante para mi, los libros de Judith Butler fueron importantes para mi porque, el reto de esta teoría era abrir unas posibilidades de vida. En cambio, tengo miedo de que hoy en día, la teoría queer que en un momento fue emancipadora, sea un llamamiento a no tener identidad, cuando para mí, el hecho de tener una identidad gay en una historia gay (en Proust, por ejemplo), es algo que me ha permitido huir de mi pasado. Creo que la teoría queer es muy importante pero hay que desconfiar de los usos de esta teoría hoy en día.
8. En su libro aparece un pasaje especialmente emotivo en el cual su padre, dolorido en la cama, le dice cuánto lo quiere a pesar de todo, pero al final Eddy confiesa que sus palabras no le afectan del modo en que su padre desearía, que ve ese amor como algo incestuoso. ¿Podría profundizar un poco en esta idea?
Mi padre había puesto tanta distancia conmigo, había impedido que esa distancia se redujera, que las pocas veces en las que intentaba acercarse a mí, era tan poco habitual que lo sentía como una intrusión, porque no estaba acostumbrado a ello. Y además no me parecía cierto porque mi padre me decía que se avergonzaba de lo que era.
9. Enhorabuena Eduard por tu primer libro, me atrapó de tal manera que no pude aguantarme y lo leí de un tirón en un día. Se habla mucho de que tu libro es un alegato contra la homofobia pero a mi me parece que este tema es más circustancial y que lo que describes, y es lo que a mí me resulta mas interesante, es una revelión contra la familia; la lucha por no tener que aceptar un tipo de educación y relación familiar que es tóxica. Esa revelión nada convencional, esa ruptura con lo establecido, esa renuncia a fdeterminado tipo de familia, es lo que creo hace de tu libro un referene. ¿Que opinas?
Para mi, en 'Acabar con Eddy...' la homosexualidad me ha servido de prisma para preguntar todo un conjunto de evidencias, mecanismos, y valores. Y la violencia que puede representar, a veces, la estructura familiar. No tengo mucho que decir sobre la homosexualidad en sí, para mi es sólo el punto de partida de una pregunta sobre el poder y sobre la familia. Y gracias por sus palabras.
10. ¿Está escribiendo una nueva novela? Cree que también tiene una carrera literaria más allá de lo autobiográfico. Me ha impresionado su novela. Un abrazo.
Sí, estoy escribiendo la siguiente novela, también será autobiográfica. No creo que la autobiografía vaya menos lejos que la ficción, al contrario. Abrazos y besos.
11. Hola. ¿Considera que si su novela no hubiese sido "vendida" como "relato autobiográfico" hubiese tenido una aceptación tan notable? Es decir, ¿se sobrevalora todo aquello que se nos dice que está basado en la realidad? (Enhorabuena. Me gustó su novela)
Creo que la verdad tiene un valor literario y que el hecho de decir que lo escrito es cierto transforma la relación con la lectura y puede tener mayor efecto a nivel de la reflexión sobre el presente y la transformación del presente.
12. Aquí alucinamos un poco con las protestas de Francia por el matrimonio Gay. Son los franceses menos tolerantes de lo que nos quieren hacer creer? España con su leyenda negra no tuvo tantos problemas con esta cuestión
Zeev Sternhell mostró algo muy interesante. Ha pensado la historia de Francia como una lucha entre dos Francias, la intelectual, de la ilustración, de Gide, etc. a otra Francia que es aún más violenta y excluyente que otros países de Europa, que es la de la guerra de Argelia, de Pétain, del "movimiento para todos". Y creo que esta es una idea bella y verdadera.
13. Está casado? Le gustaría hacerlo? Acepta citas a ciegas con sus lectores?
No, no estoy casado. Y sí me gustaría casarme, pero, en todo caso, los lectores interesados pueden enviar sus fotos a El Mundo y me las harán llegar.
14. ¿Qué lee un joven escritor francés? ¿Algún español? Un saludo.
Leo muy poca literatura francesa contemporánea. En Francia, Didier Eribon, un filósofo. En literatura, leo más extranjera, como Tony Morisson, Imre Kertesz. En español, sobre todo la poesía de García Lorca.
15. Buenos días y enhorabuena por su libro. Me sorprendió que el padre del protagonista de su novela tuviese mi edad, ya que yo también sufrí de acoso en mis años escolares. ¿Qué opina de Jean Baptiste Del Amo?
No conozco bien ese libro. Mis disculpas y gracias.
16. Su libro me ha conmocionado. Con el tiempo que ya ha transcurrido desde que escribió el libro a modo de terapia, no matizaría la visión de sus padres?
No. Es una visión verdadera, cierta. Desde la publicación mi padre ha cambiado bastante, en el buen sentido. El libro le ha hecho reflexionar y eso me conmueve. Si tuviera que escribir lo que es ahora, sí que sería diferente. Pero si escribiera de nuevo sobre la historia de Eddy...sería igual.
17. ¿Cree que va a haber un nuevo movimiento literario internacional sobre las experiencias personales, como hace usted y Karl Ove Knausgard? ¿Comparte algo con Knausgard o su estilo es completamente independiente?
Le admiro mucho. Cuando escribí la novela no le conocía, sus memorias no se habían publicado en Francia. Pero si la verdad se convierte en un instrumento literario de peso, es una gran noticia.
18. ¿Cree que el apoyo público contra la homofobia gracias a su novela es sincero, o en las calles sigue habiendo una mayoría de homófobos a pesar de todo? Ojalá ni usted ni nadie sufra más por discriminaciones de este tipo.
Sí. Desafortunadamente, la realidad no cambia tan rápido.
19. ¿De qué tratará su próxima novela? ¡La esperamos con ganas!
¡Gracias! Habla de la inmigración en Francia y del amor.
20. Buenos días Edouard. ¿Piensa volver alguna vez a su ciudad natal?
No, no tengo ganas.
21. ¿Los escritores, nacen o se hacen? Cree que, de no haber vivido esta historia, tan dramática, ¿habría sentido la necesidad de escribir?
Los escritores se determinan socialmente como otro. Hay un discurso sobre los escritores y sus libertades, como si fueran más libres que los demás, cosa que es muy arrogante, pretencioso. Seguramente en otro contexto no me habría empujado a escribir. Lo importante no es lo que los demás hacen de nosotros sino lo que hacemos de aquello que los demás hacen de nosotros.
22. Hola, regalé su libro hace unos meses a mi novio Sylvain (también francés) pero parece que le da cierta pereza leerlo. ¿Cómo le animaría a que leyera? ¿Qué razones le daría? Gracias.
Sylvain no está obligado a leer mi libro. Si quiere, puede ver las películas de Almodóvar en su lugar.
23. ¿Cómo describiría usted su estilo al escribir? ¿Cómo le gustaría que evolucionara ese estilo de escritura?
La definiría como una materia literaria hecha con lo que está excluido de la literatura la mayoría del tiempo. A la vez, análisis sociológicos que la literatura excluya, un lenguaje popular también, al que doy importante. Me gustaría ir más allá de lo que empecé con mi primera novela, hacerlo de una manera más fuerte y más hermosa.
24. ¿Qué tal le va su vida de adulto de clase media-alta culto? ¿A menudo se siente inseguro por haber crecido en una familia pobre?
Siempre me siento un poco incómodo en la burguesía cultural, de forma general. No soy un gran amante de las presentaciones literarias, y para protegerme de eso me he construido un contra espacio, una contra sociedad, con mis amigos. También es de esta incomodidad de donde saco la energía para crear.
25. Acabo de terminar su libro y he de decir que me he quedado impactada. A ratos tenía que dejar de leer por lo duro que me parecía. Creo que es de una gran valentía escribir su historia de ese modo tan descarnado, directo, casi ausente de sentimientos. ¿Ha sido una catarsis? Mi más sincera enhorabuena por el libro.
Cuando escribí la novela, ya había abandonado mi pueblo. Par ami el interés no era la catarsis sino que tenía un interés político, quería cuestionarme las realidades de aquellos que habían sentido lo mismo que yo. Y gracias.
26. ¿Cómo pudo sobrevivir a un entorno tan hóstil como el que relata en su novela? ¿En la literatura encontró el modo de seguir adelante y comprender todo lo que le había pasado y aceptarse a sí mismo como es?
No se cómo he hecho para sobrevivir. Me sorprendo a mí mismo. La literatura y la teoría me han dado armas para comprender esta infancia, para entender lo que había ocurrido.
27. Hola Edouard. Estoy en un club de lectura y esta semana hemos leído tu libro. El sábado tendremos la puesta en común. Felicidades por el libro, a mi particularmente me ha gustado mucho. Mi pregunta: ¿Han leído tus padres el libro? ¿Tus hermanos? ¿Qué te han dicho?
No sé si lo han leído pero si han oído hablar de el y saben de qué trata. Mi padre reaccionó muy bien, está orgulloso. Mi hermano mayor me ha amenazado y vino a mi casa en París con un bate de béisbol para matarme. Tuve que irme a un hotel durante un tiempo.

Despedida

Muchas gracias por las preguntas y por la generosidad de vuestros mensajes. Cuando los leo me digo que vale la pena escribir.

20.5.15

González: "Colombia produce hoy una narrativa sin precedentes"

El escritor colombiano, nominado al Independent Foreign Fiction Prize, habló sobre su obra y su última novela

El escritor Tomás González dice que sus novelas parten de una idea fija que no se le va. Esta imagen fue tomada en su finca en Cachipay, población cercana a Bogotá./Marcela Riomalo./eltiempo.com

La música, el agua, la palabra precisa. Tomás González es eso en Primero estaba el mar, el libro por el que está nominado al Premio Independent Foreign Fiction (importante reconocimiento británico), y también en Niebla al mediodía, su última novela.
“Y él lo sentía también así, ilusionado que estaba, pero el nevado se volvió humo, ella misma se volvió nada, se volvió agua, se volvió lodo, se volvió niebla. Hay que quedarse quieto para verlo. Te mueves un poco y las cosas se aferran a su ilusión de sólido”, escribió en su finca en Cachipay (Cundinamarca) desde donde también le respondió por escrito a EL TIEMPO:
¿Cómo recibe la nominación al premio?
Me alegró. Están nominando a un joven escritor de 33 años, los que yo tenía cuando terminé el libro, y es como si se estuvieran produciendo cambios en mi pasado. Recién terminado el libro pensé, sin demasiada modestia, que iba a ser traducido a muchos idiomas. Y eso está ocurriendo, pero decenios después de lo que yo esperaba.
¿Qué significa ese libro en su vida?
Lo escribí llevado de la necesidad de entender la muerte de mi hermano Juan. Con ese libro me di cuenta de que iba a dedicarme el resto de la vida a escribir.
En los últimos años ha publicado a un ritmo mucho más acelerado. ¿Cree que la velocidad en la creación artística puede afectar la calidad de las obras?
Creo que hay que trabajarle al escrito hasta que quede lo mejor posible, no importa el tiempo que se tome. Lo que ocurre en mi caso es que ya no tengo que trabajar para ganarme la vida y puedo dedicarme de tiempo completo a la escritura. Si hubiera tenido que trabajar para ganarme la vida, La luz difícil me habría tomado cuatro años, no dos, lo mismo cada uno de los tres libros que siguieron.
¿Qué significó para usted hacer Niebla al mediodía?
La escribí por necesidad, como todos mis libros. Me divertí escribiéndola, es cierto, pero no lo hice por diversión sino porque tenía que escribirla.
¿Por qué después de Temporal y El lejano amor de los extraños quiso hacer una novela negra?
Soy muy aficionado a Chandler, Cain y Hammett. Cada cierto tiempo vuelvo a leerlos. No soy teórico y, aparte de decir que gozo mucho con su humor y su eficacia en el uso del lenguaje y en la creación de personajes, no se me ocurre más para decir sobre ellos o sobre la novela negra. Dudo que mi novela pertenezca estrictamente a ese género, pues no tengo detective mujeriego, aficionado a comer y beber, y solo aparecen dos policías, que no vienen persiguiendo asesinos sino persiguiendo y recibiendo sobornos. Pero tengo muerta, u occisa, eso sí, y hay asesino. A eso del humor y la economía del lenguaje venía trabajándole desde Primero estaba el mar y aún antes, llevado seguramente por mi afición por los escritores de novela negra y otros escritores, como Rulfo o Hemingway, a quienes también les gusta la palabra precisa.
La musicalidad es determinante en su obra. Le confieso que lo leo en voz alta para encontrar el ritmo y adivinar qué música oía...
También yo leo los textos en voz alta. En voz baja, mejor dicho, y me han dicho que de lejos se oye como si estuviera rezando o recitando mantras. En todo caso es un placer oír que las palabras están quedando bien puestas –bien “colocadas” diría un personaje de habla fina que tengo en la novela–. Las palabras son entes muy bellos de por sí, aunque describan “lo aciago, lo crispante, lo fatal, lo lóbrego”, que dice César Vallejo. En esto de la música, para mí ha sido importante distinguir entre lo bello y lo bonito, pues siempre hay la tentación de azucarar el asunto. Yo aspiro a una musicalidad con algo de azúcar –Celia Cruz me vino a la mente–, pero nunca demasiada.
Con ‘La luz difícil’ volvió a escuchar vallenatos, ¿cuál fue la música de ‘Niebla’?
Boleros, baladas, tangos y también vallenatos románticos, es decir, lo mismo que había oído mientras escribía los cuentos de El lejano amor de los extraños. Oía también música clásica, jazz, pero durante ese tiempo la música romántica y la de despecho estuvieron en primera línea.
Se siente como una novela sobre el amor y la muerte. ¿Cuál tema pesó más?
Es una novela de amor y desamor. Viene a ser continuación de la serie de cuentos de El lejano amor de los extraños, solo que es más larga y es novela. También tiene por tema la muerte, como dices, que en ella pesa tanto como el amor. Un desgarrón brutal como el que sufrió Raúl puede matar y la novela narra ese acercarse de él al abismo.
¿Es imposible desligar el amor de la muerte?
Parecería que no. Por eso se los menciona juntos con tanta frecuencia. Debe ser que cuando aparece el amor entre dos personas hay siempre la posibilidad de que al final se produzcan heridas como la de Raúl y asome la cariflaca, de capucha negra y armada de guadaña. También en el lenguaje romántico popular, el amor y la muerte aparecen muy cerca el uno de la otra: “Me muero por ti”. “Me matan tus ojos”. “Mátame con tus besos, traicionera”.
¿Qué tipo de amor le interesaba narrar aquí?
Difícil ponerle nombre a ese tipo de amor. Es un amor malsano, sin sustentabilidad, como dicen los sociólogos y los economistas, sin futuro. La persona sabe que el otro en realidad no lo quiere o dejó de quererlo, es consciente de los defectos monumentales de la otra persona, a ratos detesta a la otra persona, la aborrece, quisiera asesinarla, y cree que no puede vivir sin ella. “Ni contigo ni sin ti”. Él mismo no entiende cómo puede estar en esas. Y cuando al final se produce el abandono, ya tú ves. Tal vez sea pertinente repetir aquí la respuesta del boxeador Pambelé cuando le preguntaron por su estado civil. “Encoñado”, dijo.
En la novela los hechos se reconstruyen a través de múltiples voces y, sin embargo, nunca se sabe la verdad. ¿Es la realidad siempre tan difícil de captar en la novela?
La verdad es siempre esquiva. Aquí donde vivo hay unas mariposas de alas transparentes ribeteadas de azul, mariposas espejo las llaman, que aletean muy rápido, vuelan con movimientos cortos y bruscos, y no se posan casi nunca, de modo que resulta muy difícil mirarlas. La verdad se les parece. En mi novela se necesitaron cuatro personas, una de ellas desde el más allá, para medio tocar la verdad de lo ocurrido, y también para tocar lo insondable de lo ocurrido. La verdad exige estabilidad, y la estabilidad de nuestro mundo es siempre precaria. Por eso vive mucho más cerca de la verdad un músico que un filósofo o un físico.
Vuelve a estar presente la fuerza del entorno...
Nosotros somos la naturaleza. Es imposible crear un personaje sin mostrar la forma como su entorno se manifiesta en él. Y si habláramos de cambio de entorno, tendríamos que narrar la forma como ese personaje se relaciona con ese nuevo entorno y lo interioriza para que forme parte de él. Si no lo logra, empieza a sufrir terriblemente y entonces, o escapa o se muere. A Raúl, el abandono le trastornó el entorno y, al cambiárselo, lo dejó a la deriva.
¿Y el agua? ¿Le sirve para marcar los ritmos o es un personaje en sí mismo?
El agua es símbolo de la fluidez del mundo. Fluidez y musicalidad. “El ruido del agua dice lo que pienso”, decía el taoísta Chuang Tze. Pero es más que eso. El noventa y no sé cuánto por ciento de nuestro organismo es agua. Estamos hechos de agua, somos agua. En Niebla al mediodía es un elemento esencial de la narración. Aparece desde el título y su sonido es permanente a lo largo del relato. Julia nos habla desde el agua.
El personaje de Julia (poetisa) es egocéntrico. ¿Era un retrato del mundo literario en Colombia?
Mi intención no fue retratar ese mundo. Los novelistas y cuentistas colombianos que conozco son personas bastante centradas en ellas mismas, igual que yo, pues eso parece ser propio de los escritores de todas las latitudes, pero trabajan con sentido crítico de su propia obra, son exigentes con su propio trabajo y con el de los demás, y es por eso que en este momento se está produciendo en Colombia una obra narrativa sin precedentes. Tampoco era mi intención retratar el mundo de los poetas, pues no lo conozco muy bien.
También hay una burla a la mala poesía. ¿Cómo ve el lugar de la poesía hoy?
En algún momento la poesía perdió a sus lectores y creo que la culpa la tuvieron los mismos poetas, que permitieron que se rompiera el vínculo. Cayeron en el facilismo tal vez, no sé. Empezó a faltar la música. El caso es que uno ya no lee a los poetas, y la necesidad de poesía la satisface en la prosa de los buenos narradores. García Márquez, Rulfo, Cortázar son para mí grandes poetas. También Joyce, Carson McCullers, Marguerite Duras. Los poetas se pusieron prosaicos y los narradores, poéticos, y ahora la mayor exigencia que se le hace a un narrador es que tenga poesía. Si no tiene eso, dicen, nunca va a ser un narrador de primer orden. Yo estoy de acuerdo.
¿Qué importancia tiene la poesía en su prosa?
Decir lo que es la poesía nunca ha sido fácil. Cuando se la define por su forma vertical no hay problema. Pero ahora hablamos de la poesía en la prosa y cada persona podría definirla de distinta manera. Para mí está en la belleza de las imágenes (así plasmen el horror) y en la musicalidad del discurso o del flujo de la expresión. No hablo solo de consonancias, aliteraciones y demás ‘fierros’ de la poesía tradicional –que también son válidos, por supuesto– sino de que haya armonía en los sonidos, y esa armonía puede ser seca y cortante, amusical, o también musical en el sentido tradicional del término. Mejor dicho, todo vale. Lo importante es que el escritor sea consciente de los sonidos que produce y que el tono de la novela quede resonando al final, cuando el lector haya leído la última palabra. Es más fácil decirlo que hacerlo, lo sé demasiado bien, pero esa ha sido mi ambición.
En Manglares escribió este poema: “La fama, que ya no logré, ya no la quiero./ Mejor quedarme quieto aquí, pensé,/ en el centro del jardín,/ (...) Alucinado con moderación, como los gatos,/ y a cada instante, y siempre/ alejado por completo de mí y de mi nombre”...
La fama es una sustancia de perfume fuerte, ligeramente repugnante, muy adictiva. Así la definiría hoy. Otra cosa es el reconocimiento.

19.5.15

Liberando la imaginación narrativa

Anticipamos  El buen relato, diálogos de J. M. Coetzee, el Nobel surafricano sobre ficción y psicoanálisis

John Maxwell Coetzee, autor surafricano, Premio Nobel 2003./revista Ñ.

J. M. Coetzee: ¿Cuáles son las cualidades de un buen relato (un relato verosímil, convincente incluso)? Cuando cuento a otras personas el relato de mi vida –más importante aún, cuando me lo cuento a mí mismo–, ¿qué debería hacer? ¿Debería tratar de producir un artefacto bien armado, sobrevolando rápidamente las épocas en que no ocurrió nada, destacando el dramatismo de los momentos ricos en acontecimientos, dándole al relato una forma, generando expectativas y suspenso? ¿O debería, por el contrario, mantenerme neutral, objetivo, tratando de apegarme a un tipo de verdad acorde con los criterios de un tribunal: la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? ¿Qué relación tengo con la historia de mi vida? ¿Soy su autor consciente o debo concebirme como una mera voz que enuncia con la menor interferencia posible una sucesión de palabras que brotan de mi interior? Sobre todo, dada la riqueza del material que atesora mi memoria, el material de una vida entera, ¿qué debería omitir, teniendo en cuenta la advertencia de Freud de que lo que omita sin siquiera pensarlo (es decir, sin pensarlo conscientemente) tal vez sea la clave de la verdad más profunda acerca de mí mismo? Desde el punto de vista lógico, ¿es posible que yo sepa qué es lo que omito sin siquiera pensar en ello?
Arabella Kurtz: Creo que la tarea del psicoanálisis es tratar de decir la verdad más profunda o, menos pretenciosa y más precisamente, tratar de analizar las resistencias que se oponen a decirla, de modo que la historia del individuo emerja del modo más pleno, coherente y comprometido posible en cada momento: porque el proceso es permanente, la historia cambia sin cesar. El relato verdadero que uno puede contar en la infancia puede ser distinto del relato que podría contar en la adolescencia o en la edad adulta sobre las mismas experiencias, y así sucesivamente. Freud propuso el método de la asociación libre para obtener acceso a la experiencia inconsciente en el consultorio pero, en mi experiencia, el método no funciona como la gente espera. Se invita al paciente a hablar tan libremente como pueda, sin prestar atención a las normas sociales ni detenerse en cumplidos pero, por lo general, lo que el paciente descubre es hasta qué punto la expresión libre está limitada, incluso en la intimidad de su mente. Ese método permite ver cómo funcionan las defensas del individuo y también permite analizar la resistencia, tarea fundamental en la mayoría de los tratamientos. Una manera de pensar el psicoanálisis es concebirlo como un procedimiento para liberar la imaginación narrativa o autobiográfica. Si lo pensamos así, es posible que un escritor como usted pueda aportar algo sobre la forma que toma la narración en el consultorio.
JMC: Bien. Voy a formular entonces una pregunta que me ronda desde hace algún tiempo. ¿Qué la mueve a usted, como terapeuta, a desear que el paciente afronte la verdad acerca de sí mismo, en lugar de colaborar con una historia o ser cómplice de ella –una ficción, digamos, pero una ficción que empodera–, un relato que lo haría sentir bien, suficientemente bien para salir al mundo con mayor capacidad de amar y de trabajar? Plantearé la pregunta de una manera más radical: ¿acaso todas las autobiografías, todos los relatos de vida, no son ficciones, al menos en el sentido de que son construcciones (“ficción” proviene del latín fingere , que significa moldear o dar forma a algo)? Lo que sostengo no es que la autobiografía sea libre, en el sentido de podamos inventar la historia de nuestra vida como nos plazca. Más bien sostengo que al armar nuestra autobiografía ejercemos la misma libertad que tenemos en los sueños, en los que imponemos a los elementos una realidad recordada, una forma narrativa que nos es propia, aun cuando suframos la influencia de fuerzas oscuras para nosotros mismos. Como sabemos ambos, hay ciertos tipos de terapias de autoayuda que tienen como meta conseguir que el sujeto se sienta bien consigo mismo, y que suelen quitarle importancia al criterio de verdad si la verdad es demasiado difícil de manejar. Solemos menospreciar esas terapias. Decimos que la cura que producen es sólo aparente, que tarde o temprano el sujeto se estrellará de nuevo contra la realidad. Pero ¿sucedería lo mismo si, por obra de algún tipo de consenso social, acordáramos no agitar las olas sino apoyarnos mutuamente en nuestras fantasías, como sucede en algunos grupos terapéuticos? En tal caso, no habría una realidad contra la cual el paciente acabaría por estrellarse. En nuestra cultura liberal postreligiosa, acostumbramos pensar que la imaginación narrativa es una fuerza interna provechosa. Pero hay otra forma de verla, que se fundamenta en la experiencia de cómo funcionan las narraciones sobre uno mismo en la vida de mucha gente: como una facultad que utilizamos para elaborar para nosotros mismos y para nuestro círculo la historia que nos calza mejor, un relato que justifica nuestra conducta pretérita y actual, una historia en la que, por lo general, nosotros estamos en lo cierto y los demás están equivocados. Cuando esa narración choca ostensiblemente con la realidad, con cómo son las cosas realmente, los que observamos llegamos a la conclusión de que el sujeto se engaña, de que la verdad-para-sí producida por la imaginación del sujeto está en conflicto con la verdad real. Entonces, ¿no tiene el terapeuta la obligación de hacer comprender al paciente que no es libre de inventar su historia de vida, que inventar historias sobre nosotros mismos puede tener consecuencias graves en el mundo real?
AK: Sin embargo, una narración de vida que esté exclusivamente al servicio propio, tal como la que usted describe, sería tan endeble, tan frágil que se desmoronaría por sí sola. Uno podría describir la actividad del psicoanálisis como una combinación de escucha atenta y comentarios selectivos sobre los aspectos de un relato de vida que no parecen convincentes, o que parecen sugerir la posibilidad de una historia subyacente más convincente. A eso me refería cuando dije que la meta del psicoanálisis es liberar la imaginación narrativa. Quiero preguntarle a usted, en su calidad de escritor, si esta idea de descubrir una narración más verdadera mediante la elaboración de narraciones-máscara ¿le suscita algún eco? Y digo “más verdadera” en el sentido de una verdad poética o emocional: cuando algo es fiel a sí mismo, internamente coherente y también está en correspondencia con las cosas externas, aunque no necesariamente de una manera transparente o directa. Lo que los escritores saben –y los psicoterapeutas pueden aprender de ellos, me parece– es que la mejor manera de aproximarse a algo verdadero y nuevo, o consciente desde hace poco, es a menudo creativa, por lo menos no es algo que se concilie con lo establecido y aceptado de manera irreflexiva como verdad en nuestra realidad compartida, comunitaria. Tengo la convicción de que los mejores psicoanalistas, como los mejores oyentes, los más comprensivos, atienden más a la coherencia interna de una narración –los deseos y frustraciones no expresados, que surgen paulatinamente como incoherencias o rupturas de la forma o el contenido– e imponen menos de sí mismos, menos ideas externas acerca de la realidad de una situación o menos nociones preconcebidas sobre cómo se debería vivir la vida.

18.5.15

Collazos: "Simplemente soy un escritor"

Una de las últimas entrevistas que concedió el escritor Óscar Collazos, fallecido el domingo

Óscar Collazos, escritor colombiano, murió afectado por esclerosis lateral amiotrófica,  ELA, que, entre otros síntomas, le producían “dificultades de deglución” y en el habla./elespectador.com
El aforismo “la debilidad de los hombres será tu fortaleza”, que en “Batallas en el Monte de Venus”, le enseña la madre a su hija adolescente, ¿devela la complejidad y el “ethos” de la lógica femenina contemporánea?
Es una formulación ética. Al provenir de una madre que “educa” a su hija, se convierte casi en el paradigma “pedagógico” de una época: dinero y éxito fáciles. No diría que es una “lógica femenina contemporánea”, sino la red en la que cae fácilmente la mujer de nuestro tiempo.
 
Los personajes que desfilan por “Adiós Europa, adiós”, cargan pasados infructuosos, vidas fallidas y un desarraigo que los confina a la desesperanza y la desazón.
En ese libro de cuentos hay dos topografías culturales: la provinciana de mis orígenes, incluso el escenario de la Bogotá actual (en el último cuento) y el desarraigo de aquellos personajes que viven en Europa. No hay desarraigo sin la evocación obsesiva de las raíces, que es lo que hace el pintor Ernesto, muriéndose en París.
 
Novelas como “La modelo asesinada” y “Batallas en el Monte de Venus”, con aguda perspicacia retratan la sordidez y el advenimiento del culto a lo frívolo. 
Una vez le refería a mi amigo Gilles Lipovetsky el tema de esas dos novelas. “Ah, sí, es la ‘era del vacío’”, me dijo. Y lo es: entre la sordidez de las conductas y las superficies que recorren existe ese nuevo culto a la frivolidad, el imperio de un narcisismo que ignora uno de los principios básicos de la modernidad: la solidaridad humana. Para escribir sobre esos temas fue necesario recrear ese universo de formalidades que, en muchos sentidos, sustituyen la solidaridad por el cinismo.
 
El caso Heberto Padilla, que significó la ruptura del “Boom” latinoamericano con la revolución cubana, ¿qué tanto influyó en el movimiento cultural latinoamericano?
El “caso Padilla” fue un ejemplo de la perversión de las políticas culturales de la revolución, pero también de los escritores que, como Heberto, querían hacerse célebres por medio de una disidencia perfectamente planificada. No es cierto que los escritores del “boom” hayan roto con la Revolución Cubana. Lo hicieron algunos: Carlos Fuentes, Vargas Llosa, etc., pero se quedaron con la revolución García Márquez y Julio Cortázar. 
 
Sus manifiestas posturas y compromisos políticos, ¿son un intento por recuperarle el valor a la intelectualidad en tiempos de autismo y desencanto?
Podría decir que mis “manifiestas posturas y compromisos políticos” pasan por diversas coyunturas y épocas (...). Colombia es un país lleno de paradojas: vivimos en medio de una guerra que parece no tener fin, nos acostumbramos a aceptar una sociedad criminalizada en muchos sectores, pero, al mismo tiempo, vivimos como si fuéramos ciudadanos de un primer mundo sin conflictos: apoteosis del consumo y del lujo, con sus secuelas de banalidad, pero también apoteosis de una sociedad que abre zanjas mayores entre ricos y pobres.
 
Aunque su distancia y enemistad con R. H. Moreno Durán fue pública, ¿qué consideración tiene sobre su obra?
Es una obra importante. Un excelente ensayista, un novelista recursivo y de gran ironía, un hombre de letras que fabricó el azogue de sus espejos a la percepción que tenía de sí mismo.
 
Opinar en un país de intolerancias y en un periódico como “El Tiempo”, ¿qué riesgos y dificultades le han significado?
Opinar y hacerlo desde El Tiempo, un periódico en muchos sentidos institucional no ha significado más esfuerzo que el de saber dónde está el riesgo, no para eludirlo sino para enfrentarlo con inteligencia. Alguna vez me amenazaron, eso estaba en el menú del columnista. Seguí opinando como si nada hubiera pasado (...). Ni héroe ni villano. Simplemente un escritor con conciencia de época.
 
Mario Vargas Llosa: ¿escritor políticamente incorrecto o un novelista ejemplar?
Vargas Llosa es un gran escritor de novelas y un hombre liberal de derechas a quien sus novelas volverán insignificantes las posiciones políticas que adoptó en vida.
 
¿Cuál es el estado de salud de la actual literatura colombiana?
Goza de buena salud, más la poesía que la novela, no porque la nueva novela no ofrezca ejemplos admirables y prometedores, sino porque la industria editorial tiende a inventar cada año a un nuevo genio.
 
¿Carecemos de una verdadera crítica literaria que trascienda la escueta reseña?
Le amplío la respuesta anterior: lo terrible no es que la industria editorial cumpla el papel de promocionar productos perecederos, sino que los escritores se crean los superlativos de las secciones de mercadeo del libro. La crítica, no es que no exista; permanece confinada en la Academia, pero, al no salir de ese nicho, quienes hacen su agosto son los escritores de reseñas amañadas por los editores. Las editoriales universitarias deberían (en parte lo hacen) llenar los vacíos del mercado mediante reediciones críticas de obras que la industria editorial sepulta o ignora. No importan las tirajes pequeños. Esas ediciones buscarían lectores y no consumidores. Hay atisbos serios en este sentido: editoriales de la Universidad de Antioquia, de Eafit, de la Nacional, de la del Valle, del Externado, en fin, fuera de los circuitos comerciales, están llamadas a responder al vacío de la crítica.

16.5.15

La historia de Truman y Harper

El ego fue la clave de la unión de los escritores Capote y Lee, pero también el culpable de sus resentimientos y traiciones


 Nelle Harper Lee y Truman Capote. / María María Acha-Kutscher./elpais.com

Pocos lugares tan pequeños han producido tanto talento literario. Dos de las mayores figuras de las letras universales vivieron en Monroeville (Alabama), un pueblo de unos miles de habitantes fuera de cualquier vía de comunicación y lejos de cualquier gran ciudad. Ambos escritores, Truman Capote y Harper Lee, eran vecinos.
La casa donde vivió Capote ya no existe: queda un muro que delimita el terreno. Donde se levantaba el hogar de Lee hay ahora la heladería Mel’sDairyDream.
En este espacio abreviado, unos metros cuadrados de la calle principal de Monroeville, ambos compartieron los juegos infantiles y los primeros escarceos literarios. Allí se forjaron dos carreras formidables: la de Capote, errática, genial, atormentada; la de Lee, escueta y plácida como la vida de provincias en el deepsouth,el sur profundo. 
Capote, autor de Desayuno enTiffany’s (1958) y A sangre fría(1965), entre otras novelas y reportajes, pasaba temporadas en casa de unos parientes en Monroeville. Lee vivía con sus padres y sus hermanas. La autora se inspiró en su padre, A.C. Lee, para crear el personaje de Atticus Finch, el abogado que, en el sur segregado de los años treinta, defiende a un negro falsamente acusado de violar a una blanca en la novela Matar a un ruiseñor (1960).
Truman Capote murió en 1984 a los 59 años. Nelle Harper Lee —su nombre completo— tiene 88 años y aguarda la publicación de Goset awatchman(Ve, aposta a un centinela),una novela escrita antes de Matar a un ruiseñor, hasta hoy su única obra, y ahora recuperada. Ella firma sus libros como Harper pero le llaman Nelle.
En Monroeville nació una amistad fraternal, pero también viciada por el resentimiento y la incomprensión. 
—¿Truman o Nelle?
En Monroeville, ser de uno y otro es como ser de Sartre o Camus, de los Beatles o los Rolling Stones, del Barça o del Madrid. Aquí todos tienen su equipo.
—¿Qué es lo primero que le he dicho a usted que debía saber sobre Capote? —dice, tras unos minutos de conversación, Flo Sanderson, una mujer del pueblo que lee una novela del escritor en un banco junto a un mural que retrata a los protagonistas de Matar a un ruiseñor.
—¿Qué?
Big ego.
Gran ego. Esta es quizá la clave de la amistad. Y de su deterioro.
“Me llamo Charles Baker Harris. Sé leer”. Así se presenta, al toparse por primera vez con sus vecinos, uno de los tres personajes infantiles de Matar a un ruiseñor. Harper Lee se inspiró en Truman Capote para el personaje de Dill, el apodo de Charles Baker Harris, un niño a punto de cumplir los siete años y diminuto para su edad. “Soy pequeño pero soy mayor”, añade Dill.
Mural en Monroeville que retrata los personajes de 'Matar a un ruiseñor'./Guillermo Cervera.

Matar a un ruiseñor es ficción, pero seguramente ofrece el retrato más preciso del niño Capote y de su relación con la niña Lee. “Me sentía desgraciada sin él”, dice la narradora, Scout, inspirada en Harper Lee. “A principios del verano”, escribe en otro momento, “me pidió que me casara con él, pero en seguida se olvidó”.
Dill es un niño imaginativo, “un Merlín de bolsillo, cuya cabeza bullía con planes excéntricos, con anhelos extraños, con caprichos pintorescos”.
“El vínculo que les unió”, escribió Gerald Clarke, biógrafo de Truman Capote, “era más fuerte que la amistad: era una angustia común”. “No tenían otros amigos verdaderos. Nelle era demasiado ruda para la mayoría de las chicas, y Truman demasiado suave para la mayoría de los chicos”.
En la vida real, Truman y Nelle jugaban a ser novelistas. A.C. Lee les prestó una máquina de escribir, y se turnaban para utilizarla y contar una historia. La colaboración, real o imaginaria, nunca terminó. Ambos emigraron a Nueva York. Truman, embarcado a una precoz carrera literaria, niño prodigio de la literatura de la posguerra mundial. Nelle, trabajando para una compañía aérea y preparando en secreto su obra maestra.
En el otoño 1959, después de dos años de correcciones, reediciones y reescrituras, Harper Lee entregó el manuscrito de Matar a un ruiseñora la editorial J.B. Lippincott. Unos días después, Truman Capote leyó en TheNew York Times la noticia del asesinato de una familia de granjeros en Holcomb, un pueblo de Kansas. Llamó a su amiga de infancia y la invitó a acompañarle al lugar de los hechos para preparar un reportaje para la revista TheNewYorker. 
Truman creía que con un relato minucioso de un suceso real, elaborado con técnicas periodísticas pero narrado con las herramientas de la ficción, escribiría la gran novela que le faltaba para pasar a la historia de la literatura. 
En la Kansas de 1959, “una parte del país tan ajena a él como las estepas de Rusia”, según escribe Clarke en su biografía, Capote, Truman parecía un alienígena. Algunos, en Holcomb, incluso sospechaban que él —dandi, extravangante, urbanita— era el asesino. 
“Truman no encajaba, y nadie hablaba con él”, dijo años después Harold Nye, uno de los detectives del caso. “Pero Nelle salió y estableció la relación con la gente. Se esforzó y logró los contactos con los locales, y pudo introducir a Truman”, añadió Nye, citado por Charles Shields, biógrafo de Harper Lee.
Sin Nelle, Truman no habría roto la desconfianza de los habitantes de la zona. Sin ella, probablemente no habría accedido a la fuente decisiva para su relato, el agente Alvin Dewey. Nelle trabajó mano a mano con Truman en las entrevistas y en la investigación periodística, como unos Woodward y Bernstein antes de tiempo o unos Holmes y Watson. No es exagerado afirmar que sin Nelle Harper Lee, A sangre fría —la novela de no ficción, un género nuevo, que consagró a Capote— no habría existido.
Nelle Harper Lee y Truman Capote.

Nunca, desde los juegos infantiles en Monroeville, la colaboración había sido tan íntima. Nunca volvería a serlo. 
En Mockingbird (Ruiseñor, la biografía no autorizada de Harper Lee), Shields describe la sorpresa de Nelle cuando en enero de 1966 abrió un ejemplar de la recién publicada A sangre fría. El único reconocimiento a todo su trabajo figuraba en la dedicatoria. Y era compartido: “Para Jack Dunphy [el compañero de Capote] y Harper Lee, con mi amor y gratitud”. Nada más.
“Que Truman no la hubiese apreciado era más que un despiste o un abandono. Era una traición”, escribe Shields. Capote invitó a su vieja amiga a la fiesta legendaria que celebró en el Plaza de Nueva York el 28 de noviembre de 1966. Lee no asistió.
El problema no fue sólo que Capote no reconociese adecuadamente la contribución de Lee a A sangre fría. Los agravios se acumulaban. Matar a un ruiseñor se convirtió en un superventas. Hollywood rodó una versión cinematográfica con Gregory Peck en el papel de Atticus Finch. Lee ganó el Pulitzer, lo que según algunos biógrafos alimentó los celos de Capote, que nunca lo consiguió. Tampoco se esforzó demasiado por acallar los rumores según los cuales él había escrito la novela de Harper Lee.
 “Él no tuvo nada que ver [con Matar a un ruiseñor]”, le dijo Alice Lee, la hermana mayor de Nelle, a la periodista Marja Mills, autora de Themockingbirdnextdoor (El ruiseñor en la puerta vecina). “Jamás se ha dicho una mentira tan grande”, añadió. 
A las hermanas Lee les molestaba que Capote hubiera contado a Clarke que la madre de ellas había intentado ahogar a Nelle cuando era pequeña. “Truman decía cualquier cosa cuando se emborrachaba”, dijo Alice.
En el citado libro, le retratan como un mentiroso compulsivo. Una de las ironías de la historia es que A sangre fría,la novela de no ficción, en realidad tenía más de novela que de no ficción. Y Matar a un ruiseñor, una novela ficticia, contiene verdades —sobre la infancia, sobre el trauma del racismo, sobre la identidad de Estados Unidos— que más de medio siglo después perviven.
“Truman era un psicópata, cariño”, le dijo una vez Nelle a una periodista. “Creía que las normas que se aplicaban a todo el mundo no se aplicaban a él”.