En su casa de La Habana, el escritor cubano recientemente galardonado con la Orden de las Artes y las Letras de Francia habló de sus rutinas de escritor, del "gran fracaso de la utopía" que representó el siglo XX y de la condición del disidente
"Creo que es muy importante que exista esa diversidad de pensamiento", dice Padura./Revista Ñ |
La obra de Leonardo Padura es tan diversa como compacta. La novela,
así como el cuento, el ensayo, los guiones para cine y teatro, como
también el trabajo periodístico, son parte de su legado.
Recientemente, el escritor de 57 años ha obtenido varias distinciones:
ya comenzado 2013, el gobierno francés le otorgó la Orden de las Artes y
las Letras que recibirá en febrero; y en 2012 ganó el Premio Nacional
de Literatura de Cuba, el más importante de su país. Respecto al
régimen cubano, su sentido más bien es el de un creador que habla y
dice lo que ve y vive. Su pluma es entretenida y profunda, se
comprueba en El hombre que amaba a los perros (Tusquets), la novela histórico-policial sobre el asesino de León Trotsky publicada en 2009.
Mario Conde, el detective protagonista de sus novelas policiales, es uno de sus personajes más memorables; con él acercó la realidad cubana a lectores de todo el mundo, ya que su obra fue traducida a más de 10 idiomas, y también realzó los valores del género en el siglo XXI. En esta entrevista, en su casa de Mantilla, el barrio humilde donde vive y los vecinos lo quieren por su carisma y sencillez, habló con Ñ Digital sobre su vida como escritor profesional, la manera particular en que vive como ciudadano en Cuba, y la utopía en Latinoamérica.
-¿Por qué hacer hoy literatura policial?
-Mira, hay que contextualizar siempre las cosas para que tengan su plena explicación, hacer literatura en mi caso significa hacer literatura en Cuba y sobre Cuba. Es un elemento que tal vez complique un poquito más las cosas, pero de alguna manera también las ayuda, en el sentido que en Cuba la literatura tiene una función, que en muchos otros lugares ha ido desapareciendo. Porque por supuesto, no cuenta con una función, social, comunicativa, informativa, de memoria, de lo que no aparece en los medios oficiales, no existe una prensa, una televisión, un medio, que pertenecen al Estado; por tanto una visión desde el Estado, desde el gobierno, de la realidad y de la vida actual.
A partir de los años 90 la literatura narrativa, fundamentalmente, comienza a suplir una función de información, de análisis, de toda una serie de factores de la realidad que no aparecía en esa prensa; eso le da un carácter ancilar a la literatura mucho mayor, y yo como escritor cuando me siento a escribir, nunca dejo de hacerme una pregunta: ¿para qué sirve lo que estoy escribiendo?, ¿a dónde quiero llegar con lo que estoy escribiendo? Y no hago una pregunta de carácter estético sino más bien social y, esa respuesta social que está en la literatura es la que yo trato de que tenga además un valor estético, que tenga una calidad en cuanto al lenguaje, a la estructura, una complejidad en la construcción de los personajes, en la manera de entender y de expresar una realidad determinada. Por lo tanto, para mí, la literatura es una manera de reflexionar sobre una realidad.
Dentro de esa narrativa está la novela negra. Al principio de los años 90, yo decidí escribir una novela policíaca, quería que fuera muy cubana, que no se pareciera a las novelas policíacas cubanas y que no pudiera ser de ningún otro lado. Con esa relación se construyó la novela, eso determinó su carácter. Porque la novela policíaca que se había escrito en Cuba hasta ese momento –incluso en los casos de mayor calidad–, tenía una visión muy sesgada de la realidad, una visión desde una perspectiva digamos que oficial de la realidad.
-Ha trabajado de profesor, se desenvuelve en el mundo cultural, escribe guiones, ensayos sobre escritores cubanos, ¿qué más hace Leonardo Padura?
-Mira, desde que terminé la universidad y comencé una vida laboral profesional, fundamentalmente he sido dos cosas: un periodista cultural y un escritor, y he alternado entre una y otra. Desde mi actividad como escritor, he sido guionista o ensayista y narrador y, desde mi actividad como periodista me he acercado a otras diversas facetas, no solo al periodismo cultural. Primero trabajé tres años en la revista El Caimán Barbudo; después, en un periódico vespertino durante seis o siete años, hasta el 89-90, Juventud Rebelde. Después pasé a La Gaceta de Cuba como jefe de redacción y estuve cinco años, hasta que comencé a dedicarme profesionalmente a la literatura, en 1995, pero a partir de ahí establecí una relación con la agencia de prensa IPS y colaboro con ellos para una pequeña revista que se llama Cultura y Sociedad, y todos los meses escribo uno o dos artículos sobre temas que me interesan, los escribo para la revista o para el servicio mundialista que tienen ellos y eso me mantiene en una relación muy dinámica con la realidad, porque me obliga constantemente a estar tratando de acercarme a interpretar la realidad cubana desde el punto de vista social y cultural.
-Hacer periodismo cultural en Cuba lo lleva a caminar las calles, hablar con otros escritores. Además del contexto general, ¿cuáles son las marcas que lo influencian?
-En la época en la que ejercía el periodismo de manera profesional tenía esa relación con la realidad más dinámica, mucho más activa, porque dependía de esa relación las semillas de las cuales iban a crecer determinadas preocupaciones, con las cuales yo iba a trabajar en esos años. Fue una época en la que, por ejemplo, estuve muy relacionado con el mundo de los músicos populares y eso me llevó a que fuera encontrando por distintas coyunturas a muchos músicos del movimiento de la salsa, y de ahí salió un libro de entrevistas que se llama Los Rostros de la Salsa.
Siempre he tenido una relación con los escritores, pero también hemos mantenido una relación con la realidad, muy dinámica. En una época escribí de asuntos de historia de Cuba, de la historia no oficial, de la historia pérdida de Cuba. Y todo eso va creando como unos sedimentos, como una configuración… la literatura, la música, la historia, la sociedad cubana.
A partir del año 95, esa vinculación ha sido un poco más distante, realmente. Porque me he dedicado fundamentalmente a escribir. Vivo en un barrio de La Habana en donde me es fácil tener una comunicación con lo que la gente piensa, siente, respira, anhela. Es muy fácil, porque enseguida que salgo a la calle lo puedo percibir pero, a la vez, ha significado un cierto alejamiento de los medios culturales, porque sobre todo, lo que me interesa a mí es escribir. Siempre digo que en Cuba hay más personas que dicen que escriben que personas que escriben y yo quiero ser de los que escriben aunque no lo digan. Trabajo todos los días, en esta casa en la que me he creado toda una serie de condiciones para poder trabajar y trato de aprovechar mucho el tiempo, lo que significa que voluntariamente me he ido alejando de otras actividades en las cuales uno a veces se pierde un poco, porque hay que concentrarse, sobre todo en un momento determinado de la carrera, para trabajar.
En estos últimos cinco años, esa vocación profesional, esa necesidad profesional, ha sido mucho más fuerte porque he trabajado en una novela de carácter histórico, durante cinco años, que salió en septiembre del 2009. Me obligó a leer toda una literatura ensayística y narrativa, histórica y filosófica que no tiene que ver con la vida cotidiana cubana, más que por una vía esencial, en cuanto a lo que toca por la parte política, porque esta es una novela que tiene como personajes centrales a León Trotski y a su asesino Ramón Mercader y, por lo tanto, tiene que ver con todos esos órganos del estalinismo, de la utopía comunista y que trato de verla un poco a través de la historia del exilio, del asesinato de Trotski, y a través de la preparación de Ramón Mercader como su posible asesino. Todo esto está vinculado con una historia cubana y la trae a la mirada cubana y a este famoso personaje. No es otra para mí, no es posible ver los personajes desde otra mirada que la cubana, pues partimos desde la perspectiva cubana.
Por lo tanto, en su significado, he tenido que trabajar muchísimo en ese universo: la guerra civil española, la revolución rusa, los procesos de Moscú, en fin, y eso me ha alejado aún más de determinado conocimiento, en concreto, de la literatura cubana. Por ejemplo, he leído muy poco en los últimos años, lamentablemente y, siempre voy leyendo algo y tratando de ponerme al día; lo que pasa es que uno tiene la ventaja de que cuando te paras un poco desde lo alto de la montaña, van quedando las rocas más sólidas y entonces ya es más fácil escoger qué libro leer y no quedarte desinformado, pero leyendo solamente lo esencial.
-Ha ido un poco atrás en la historia de Cuba, en "La novela de mi vida" viajó unas décadas al pasado igual con la novela sobre Trotsky, pero también se encuentra el siglo XX. ¿Cómo dialogan pasado y presente?
-La novela de mi vida es una novela que tiene un momento muy importante, se desarrolla a principios del siglo XIX, alrededor de la vida de José María Heredia, poeta romántico cubano; y en ésta que he escrito ahora, la historia cubana se desarrolla entre los años 70 y el presente. Pero hay toda una reflexión que, de alguna manera, a través del exilio de Trotski y de la preparación de Ramón Mercader, tiene que ver con toda la historia del siglo XX, desde la revolución Rusa hasta la desaparición de la Unión Soviética; creo que en ese periodo ocurren los acontecimientos más importantes del siglo. En ese período se define lo que fue el siglo: se puede decir que fue el gran fracaso de la utopía, porque si bien quedan experiencias que el hombre puede utilizar en el futuro, en la práctica lo que ocurrió fue que la utopía se pervirtió, la utopía se perdió, desapareció y eso es un poco el espíritu que trata de narrar esta novela. Por eso tengo que ir atrás necesariamente, tengo que ver todo ese proceso cómo ocurrió.
Ahora, hablo del siglo XX, sin que sea una historia del siglo XX, por supuesto, esto es una novela, y lo mantengo como novela, por lo tanto, voy a determinados aspectos que me resultan simbólicos, representativos del siglo XX, de esa historia, de ese fracaso que fue el siglo XX.
-Después del fracaso de la utopía, ¿qué cree que sigue para Latinoamérica?
-La realidad latinoamericana está viviendo un momento especialmente definitivo, en su crecimiento, en su formación y en su definición final. Y creo que ese momento definitivo, sobre todo nos obligaría, realmente a todos, a los líderes, a las personas, a los intelectuales, a cada uno de los miembros de la sociedad a hacer algo, que creo es lo más importante, porque es algo que nunca hemos tenido, que es hacer, un verdadero y real ejercicio de la democracia.
Como creo que nadie tiene la razón, como creo que ningún partido, que ningún hombre, que ningún líder tiene la razón, como tampoco creo que ninguna persona de uno u otro bando político, la tenga. Sino que creo, que la razón, es una suma de miradas sobre una realidad, de sentimientos de la realidad, de posibilidades por concretar en una sociedad determinada. Por lo tanto, creo que todos deben tener ese espacio, por lo tanto, creo que América Latina, en estos momentos, si hace una práctica real y profunda del ejercicio democrático, en todos los sentidos, no solamente en el sentido político, en todos los sentidos, creo que salvaría este momento con una perspectiva de un futuro mucho más factible, mucho más posible, para las necesidades de un continente como este, que ha tenido, entre otras desgracias, justamente la de la falta de democracia durante sus 200 años de vida independiente.
Por lo tanto, creo que ese aspecto es un poco posible, ese futuro mejor, pero tenemos que buscarlo entre todos y con todos. Yo creo que está clarísimo en el pensamiento de Martí cómo debe ser esa República, porque Martí decía "todo para el bien de todos". No se puede pedir a otro que piense de una manera distinta, creo que esta época está llena de fundamentalismos que hay que superar, así como las disidencias, en el sentido de que nadie es disidente porque piensa diferente, sino que tiene su pensamiento. Por lo tanto, creo que esa es una gran posibilidad que se le da hoy a América Latina y debe aprovecharla.
-Nos sentimos muy inseguros porque quizás esta es una época en la que todo está cambiando, no en el sentido estructural sino que antes teníamos referentes fuertes y ahora los jóvenes se sienten más inestables que en cualquier otra época.
-No, sin duda. Y no creo que la falta de referentes sea un problema tan grave, tal vez incluso sea una facultad: no tener que pensar que la sociedad del futuro va a ser de determinada manera. Va a ser cómo va a ser y, sobretodo, como te digo más limpio, como te decía democráticamente limpia, para que esa sociedad, a la que se arribe de la manera como sea que se arribe, sea una sociedad mejor.
-Se piensa que Leonardo Padura en un país como Cuba puede llegar a tener problemas. Sin embargo, vives en un barrio humilde, con la gente del común, haces tus conferencias y te invitan a muchos eventos, también es un poco la muestra de esa necesidad de no llamar al otro –como ha dicho– un disidente.
-Yo hago mi literatura, mi trabajo, mi periodismo, desde mi perspectiva y desde mi punto de vista, que no es el oficial, incluso a veces bastante distante del punto de vista oficial, y afortunadamente mis libros se han publicado en Cuba, muchos de ellos han ganado premios, han tenido reconocimientos.
Mi periodismo cuesta más trabajo publicarlo en Cuba, porque no hay espacios propicios para hacerlo, pero sigo haciéndolo y realmente no he tenido mayores problemas. Uno siempre tiene cierta sensación de que a veces ha ido demasiado lejos y que esto puede ser peligroso, que se ha adentrado demasiado en un camino un poco oscuro, que puede la vida darnos sorpresas… Pero, bueno, afortunadamente hasta ahora no he tenido problemas y la sociedad cubana ya de alguna una forma con eso demuestra la posibilidad de que haya una diversidad. Y creo que es muy importante que exista esa diversidad de pensamiento, porque no todos tienen que pensar igual sobre las mismas cosas, porque cada vez el mundo es más diverso, es menos homogéneo.
Como tú lo dices, hace falta unos determinados referentes, pero tal vez eso le haya dado una cierta coherencia al universo, hasta hace 20 años el mundo se veía muy fácil, entre un polo y el otro y existían tres mundos: primer mundo, segundo mundo, tercer mundo. Todo estaba muy definido, y hoy el tercer mundo está dentro el primero, el primer mundo está dentro del tercero, el segundo desapareció. Y esa falta de referentes hace que haya una diversidad mucho mayor y creo que en cualquier sociedad, incluida la cubana, debe respetar esa diversidad.
Mario Conde, el detective protagonista de sus novelas policiales, es uno de sus personajes más memorables; con él acercó la realidad cubana a lectores de todo el mundo, ya que su obra fue traducida a más de 10 idiomas, y también realzó los valores del género en el siglo XXI. En esta entrevista, en su casa de Mantilla, el barrio humilde donde vive y los vecinos lo quieren por su carisma y sencillez, habló con Ñ Digital sobre su vida como escritor profesional, la manera particular en que vive como ciudadano en Cuba, y la utopía en Latinoamérica.
-¿Por qué hacer hoy literatura policial?
-Mira, hay que contextualizar siempre las cosas para que tengan su plena explicación, hacer literatura en mi caso significa hacer literatura en Cuba y sobre Cuba. Es un elemento que tal vez complique un poquito más las cosas, pero de alguna manera también las ayuda, en el sentido que en Cuba la literatura tiene una función, que en muchos otros lugares ha ido desapareciendo. Porque por supuesto, no cuenta con una función, social, comunicativa, informativa, de memoria, de lo que no aparece en los medios oficiales, no existe una prensa, una televisión, un medio, que pertenecen al Estado; por tanto una visión desde el Estado, desde el gobierno, de la realidad y de la vida actual.
A partir de los años 90 la literatura narrativa, fundamentalmente, comienza a suplir una función de información, de análisis, de toda una serie de factores de la realidad que no aparecía en esa prensa; eso le da un carácter ancilar a la literatura mucho mayor, y yo como escritor cuando me siento a escribir, nunca dejo de hacerme una pregunta: ¿para qué sirve lo que estoy escribiendo?, ¿a dónde quiero llegar con lo que estoy escribiendo? Y no hago una pregunta de carácter estético sino más bien social y, esa respuesta social que está en la literatura es la que yo trato de que tenga además un valor estético, que tenga una calidad en cuanto al lenguaje, a la estructura, una complejidad en la construcción de los personajes, en la manera de entender y de expresar una realidad determinada. Por lo tanto, para mí, la literatura es una manera de reflexionar sobre una realidad.
Dentro de esa narrativa está la novela negra. Al principio de los años 90, yo decidí escribir una novela policíaca, quería que fuera muy cubana, que no se pareciera a las novelas policíacas cubanas y que no pudiera ser de ningún otro lado. Con esa relación se construyó la novela, eso determinó su carácter. Porque la novela policíaca que se había escrito en Cuba hasta ese momento –incluso en los casos de mayor calidad–, tenía una visión muy sesgada de la realidad, una visión desde una perspectiva digamos que oficial de la realidad.
-Ha trabajado de profesor, se desenvuelve en el mundo cultural, escribe guiones, ensayos sobre escritores cubanos, ¿qué más hace Leonardo Padura?
-Mira, desde que terminé la universidad y comencé una vida laboral profesional, fundamentalmente he sido dos cosas: un periodista cultural y un escritor, y he alternado entre una y otra. Desde mi actividad como escritor, he sido guionista o ensayista y narrador y, desde mi actividad como periodista me he acercado a otras diversas facetas, no solo al periodismo cultural. Primero trabajé tres años en la revista El Caimán Barbudo; después, en un periódico vespertino durante seis o siete años, hasta el 89-90, Juventud Rebelde. Después pasé a La Gaceta de Cuba como jefe de redacción y estuve cinco años, hasta que comencé a dedicarme profesionalmente a la literatura, en 1995, pero a partir de ahí establecí una relación con la agencia de prensa IPS y colaboro con ellos para una pequeña revista que se llama Cultura y Sociedad, y todos los meses escribo uno o dos artículos sobre temas que me interesan, los escribo para la revista o para el servicio mundialista que tienen ellos y eso me mantiene en una relación muy dinámica con la realidad, porque me obliga constantemente a estar tratando de acercarme a interpretar la realidad cubana desde el punto de vista social y cultural.
-Hacer periodismo cultural en Cuba lo lleva a caminar las calles, hablar con otros escritores. Además del contexto general, ¿cuáles son las marcas que lo influencian?
-En la época en la que ejercía el periodismo de manera profesional tenía esa relación con la realidad más dinámica, mucho más activa, porque dependía de esa relación las semillas de las cuales iban a crecer determinadas preocupaciones, con las cuales yo iba a trabajar en esos años. Fue una época en la que, por ejemplo, estuve muy relacionado con el mundo de los músicos populares y eso me llevó a que fuera encontrando por distintas coyunturas a muchos músicos del movimiento de la salsa, y de ahí salió un libro de entrevistas que se llama Los Rostros de la Salsa.
Siempre he tenido una relación con los escritores, pero también hemos mantenido una relación con la realidad, muy dinámica. En una época escribí de asuntos de historia de Cuba, de la historia no oficial, de la historia pérdida de Cuba. Y todo eso va creando como unos sedimentos, como una configuración… la literatura, la música, la historia, la sociedad cubana.
A partir del año 95, esa vinculación ha sido un poco más distante, realmente. Porque me he dedicado fundamentalmente a escribir. Vivo en un barrio de La Habana en donde me es fácil tener una comunicación con lo que la gente piensa, siente, respira, anhela. Es muy fácil, porque enseguida que salgo a la calle lo puedo percibir pero, a la vez, ha significado un cierto alejamiento de los medios culturales, porque sobre todo, lo que me interesa a mí es escribir. Siempre digo que en Cuba hay más personas que dicen que escriben que personas que escriben y yo quiero ser de los que escriben aunque no lo digan. Trabajo todos los días, en esta casa en la que me he creado toda una serie de condiciones para poder trabajar y trato de aprovechar mucho el tiempo, lo que significa que voluntariamente me he ido alejando de otras actividades en las cuales uno a veces se pierde un poco, porque hay que concentrarse, sobre todo en un momento determinado de la carrera, para trabajar.
En estos últimos cinco años, esa vocación profesional, esa necesidad profesional, ha sido mucho más fuerte porque he trabajado en una novela de carácter histórico, durante cinco años, que salió en septiembre del 2009. Me obligó a leer toda una literatura ensayística y narrativa, histórica y filosófica que no tiene que ver con la vida cotidiana cubana, más que por una vía esencial, en cuanto a lo que toca por la parte política, porque esta es una novela que tiene como personajes centrales a León Trotski y a su asesino Ramón Mercader y, por lo tanto, tiene que ver con todos esos órganos del estalinismo, de la utopía comunista y que trato de verla un poco a través de la historia del exilio, del asesinato de Trotski, y a través de la preparación de Ramón Mercader como su posible asesino. Todo esto está vinculado con una historia cubana y la trae a la mirada cubana y a este famoso personaje. No es otra para mí, no es posible ver los personajes desde otra mirada que la cubana, pues partimos desde la perspectiva cubana.
Por lo tanto, en su significado, he tenido que trabajar muchísimo en ese universo: la guerra civil española, la revolución rusa, los procesos de Moscú, en fin, y eso me ha alejado aún más de determinado conocimiento, en concreto, de la literatura cubana. Por ejemplo, he leído muy poco en los últimos años, lamentablemente y, siempre voy leyendo algo y tratando de ponerme al día; lo que pasa es que uno tiene la ventaja de que cuando te paras un poco desde lo alto de la montaña, van quedando las rocas más sólidas y entonces ya es más fácil escoger qué libro leer y no quedarte desinformado, pero leyendo solamente lo esencial.
-Ha ido un poco atrás en la historia de Cuba, en "La novela de mi vida" viajó unas décadas al pasado igual con la novela sobre Trotsky, pero también se encuentra el siglo XX. ¿Cómo dialogan pasado y presente?
-La novela de mi vida es una novela que tiene un momento muy importante, se desarrolla a principios del siglo XIX, alrededor de la vida de José María Heredia, poeta romántico cubano; y en ésta que he escrito ahora, la historia cubana se desarrolla entre los años 70 y el presente. Pero hay toda una reflexión que, de alguna manera, a través del exilio de Trotski y de la preparación de Ramón Mercader, tiene que ver con toda la historia del siglo XX, desde la revolución Rusa hasta la desaparición de la Unión Soviética; creo que en ese periodo ocurren los acontecimientos más importantes del siglo. En ese período se define lo que fue el siglo: se puede decir que fue el gran fracaso de la utopía, porque si bien quedan experiencias que el hombre puede utilizar en el futuro, en la práctica lo que ocurrió fue que la utopía se pervirtió, la utopía se perdió, desapareció y eso es un poco el espíritu que trata de narrar esta novela. Por eso tengo que ir atrás necesariamente, tengo que ver todo ese proceso cómo ocurrió.
Ahora, hablo del siglo XX, sin que sea una historia del siglo XX, por supuesto, esto es una novela, y lo mantengo como novela, por lo tanto, voy a determinados aspectos que me resultan simbólicos, representativos del siglo XX, de esa historia, de ese fracaso que fue el siglo XX.
-Después del fracaso de la utopía, ¿qué cree que sigue para Latinoamérica?
-La realidad latinoamericana está viviendo un momento especialmente definitivo, en su crecimiento, en su formación y en su definición final. Y creo que ese momento definitivo, sobre todo nos obligaría, realmente a todos, a los líderes, a las personas, a los intelectuales, a cada uno de los miembros de la sociedad a hacer algo, que creo es lo más importante, porque es algo que nunca hemos tenido, que es hacer, un verdadero y real ejercicio de la democracia.
Como creo que nadie tiene la razón, como creo que ningún partido, que ningún hombre, que ningún líder tiene la razón, como tampoco creo que ninguna persona de uno u otro bando político, la tenga. Sino que creo, que la razón, es una suma de miradas sobre una realidad, de sentimientos de la realidad, de posibilidades por concretar en una sociedad determinada. Por lo tanto, creo que todos deben tener ese espacio, por lo tanto, creo que América Latina, en estos momentos, si hace una práctica real y profunda del ejercicio democrático, en todos los sentidos, no solamente en el sentido político, en todos los sentidos, creo que salvaría este momento con una perspectiva de un futuro mucho más factible, mucho más posible, para las necesidades de un continente como este, que ha tenido, entre otras desgracias, justamente la de la falta de democracia durante sus 200 años de vida independiente.
Por lo tanto, creo que ese aspecto es un poco posible, ese futuro mejor, pero tenemos que buscarlo entre todos y con todos. Yo creo que está clarísimo en el pensamiento de Martí cómo debe ser esa República, porque Martí decía "todo para el bien de todos". No se puede pedir a otro que piense de una manera distinta, creo que esta época está llena de fundamentalismos que hay que superar, así como las disidencias, en el sentido de que nadie es disidente porque piensa diferente, sino que tiene su pensamiento. Por lo tanto, creo que esa es una gran posibilidad que se le da hoy a América Latina y debe aprovecharla.
-Nos sentimos muy inseguros porque quizás esta es una época en la que todo está cambiando, no en el sentido estructural sino que antes teníamos referentes fuertes y ahora los jóvenes se sienten más inestables que en cualquier otra época.
-No, sin duda. Y no creo que la falta de referentes sea un problema tan grave, tal vez incluso sea una facultad: no tener que pensar que la sociedad del futuro va a ser de determinada manera. Va a ser cómo va a ser y, sobretodo, como te digo más limpio, como te decía democráticamente limpia, para que esa sociedad, a la que se arribe de la manera como sea que se arribe, sea una sociedad mejor.
-Se piensa que Leonardo Padura en un país como Cuba puede llegar a tener problemas. Sin embargo, vives en un barrio humilde, con la gente del común, haces tus conferencias y te invitan a muchos eventos, también es un poco la muestra de esa necesidad de no llamar al otro –como ha dicho– un disidente.
-Yo hago mi literatura, mi trabajo, mi periodismo, desde mi perspectiva y desde mi punto de vista, que no es el oficial, incluso a veces bastante distante del punto de vista oficial, y afortunadamente mis libros se han publicado en Cuba, muchos de ellos han ganado premios, han tenido reconocimientos.
Mi periodismo cuesta más trabajo publicarlo en Cuba, porque no hay espacios propicios para hacerlo, pero sigo haciéndolo y realmente no he tenido mayores problemas. Uno siempre tiene cierta sensación de que a veces ha ido demasiado lejos y que esto puede ser peligroso, que se ha adentrado demasiado en un camino un poco oscuro, que puede la vida darnos sorpresas… Pero, bueno, afortunadamente hasta ahora no he tenido problemas y la sociedad cubana ya de alguna una forma con eso demuestra la posibilidad de que haya una diversidad. Y creo que es muy importante que exista esa diversidad de pensamiento, porque no todos tienen que pensar igual sobre las mismas cosas, porque cada vez el mundo es más diverso, es menos homogéneo.
Como tú lo dices, hace falta unos determinados referentes, pero tal vez eso le haya dado una cierta coherencia al universo, hasta hace 20 años el mundo se veía muy fácil, entre un polo y el otro y existían tres mundos: primer mundo, segundo mundo, tercer mundo. Todo estaba muy definido, y hoy el tercer mundo está dentro el primero, el primer mundo está dentro del tercero, el segundo desapareció. Y esa falta de referentes hace que haya una diversidad mucho mayor y creo que en cualquier sociedad, incluida la cubana, debe respetar esa diversidad.
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