19.4.13

Bolívar: "Con Tres Caínes he perdido plata"

filbo 2013

El controvertido libretista habla de su método de escritura y su nuevo libro, una novela histórica

Gustavo Bolívar, se defiende de su bodrio violento Tres caínes./Simón Posada Tamayo./eltiempo.com
Gustavo BolívarDe niño, Gustavo Bolívar quería ser Bruce Lee. Sus patadas eran las más altas entre sus compañeros de colegio. En el teatro Mogador veía dos películas de karate por el precio de una. En una ocasión, en la oscuridad del cine, un pervertido intentó tocarlo y él, que quería ser como Bruce Lee y tenía toda la furia del dragón dentro de sí, no le dio una patada voladora. Al contrario, Gustavo Bolívar, el libretista que gobierna el ‘prime time’ en Colombia con historias de mafia y paramilitares, salió corriendo, como un cobarde.
Después de esta anécdota, es inevitable hacerle una pregunta a quemarropa.
–Si usted quería ser Bruce Lee, ¿no le parece que algunos niños en Colombia van a querer ser como Carlos Castaño por culpa de Los tres Caínes? –le pregunto en la sala de su casa, una construcción de cuatro pisos, terraza y techos de más de cuatro metros de alto. Es una casa blanca, gigante, que parece sacada de Girardot, su ciudad natal, y clavada en una montaña al norte de Bogotá.
–No, porque ahí está mi argumento. Esas telenovelas deben ser vistas en compañía de los papás –responde y cuenta otra anécdota. El día que salió al aire ‘Sin tetas no hay paraíso’, la telenovela que lo catapultó a la fama internacional, Bolívar llamó a la mujer en la que se basó para construir a Catalina, la niña que busca por todos los medios conseguir el dinero para someterse a una operación estética. Al terminar el programa, la mujer llamó a Gustavo y le contó que había visto la serie junto a su mamá, y que la señora, un poco tarde y sin saber que se trataba de la historia de su propia hija, le dijo: “sí ve mija, tenga mucho cuidado, mire que hay hombres muy malos en la calle”.
Y después de la anécdota, esgrime con ironía una serie de argumentos que tiene bajo la manga para defenderse: dice, por ejemplo, que nunca ha visto que los católicos en Colombia crucifiquen a alguien en Semana Santa por culpa de las películas bíblicas. Tampoco sabe dónde aprendieron los colombianos, en la década del cincuenta, a hacer el corte de franela y sacarles la lengua por la garganta a las víctimas. Mucho menos, dice, conoce cómo aprendieron los narcos mexicanos a matar si nunca la televisión de su país ha pasado telenovelas de narcotráfico. Tampoco sabe dónde aprendieron a matar los sicarios de Pablo Escobar, porque las telenovelas de esa época eran ‘María’, ‘Topacio’ y ‘Papá Corazón’. “La violencia existe en Colombia no por la televisión, sino por una ecuación: hay guerrilla porque hubo corrupción, en el Frente Nacional, y hubo paramilitares porque hubo guerrilla, y esa ecuación no me la aceptan ni la guerrilla, ni los paras ni los corruptos”, dice.
Una mañana, Bolívar llevó a sus hijos en su viejo automóvil Zastava hasta la calle del Cartucho para que vieran los efectos de las drogas. Esa es su filosofía de vida: “uno puede decirles a los niños la verdad o la fantasía. Uno puede decirles que estén tranquilos, que este es el país de las maravillas. En ese caso, pueden matar al niño porque le robaron el celular y no supo qué hacer, o la niña dejó entrar a la casa a dos tipos que conoció por Facebook y le robaron el computador. El otro caso es decirles a los hijos que éste es un país lindo, muy hermoso, pero que es difícil, con gente mala que hace tales o cuales cosas”, afirma.
Por eso, Bolívar no escribe nada que no le gustaría que vieran sus propios hijos. Este es, en cierta forma, su termómetro moral. Esa fue la razón por la que escribió ‘Sin tetas no hay paraíso’. A los trece años, Leidy Susana, su hija, empezó a pedirle una operación de senos. Tenía amigas de quince a las que sus papás ya se las habían obsequiado, y Bolívar encontró en esa historia la mejor manera para sacar esa idea de la cabeza de su hija.
Y como piensa que lo mejor para sus hijos es lo mejor para el resto, Bolívar es un analista consumado del rating. Todas las mañanas recibe el informe de rating de Ibope (Instituto Brasilero de Opinión Pública y Estadística), los encargados de medir las audiencias en la mayoría de países de América Latina. Bolívar analiza los picos de audiencia y tiene en cuenta las caídas de la curva en los comerciales. Puede analizar minuto a minuto qué situaciones de la telenovela incrementaron el rating, un momento de tensión, una revelación, una balacera o una escena sexual –que, según él, bajan el rating, “porque las mujeres son muy celosas y hacen que el marido cambie de canal”–. También analiza cómo el programa de otro canal afecta su resultado. En este caso, ‘La promesa’, la telenovela sobre la trata de blancas que pasan por el Canal Caracol, no le hace ni cosquillas. De hecho, las curvas ni siquiera se cruzan y es evidente que cuando ‘Los tres Caínes’ van a comerciales, ‘La promesa’ tiene sus picos de audiencia.
“Yo prácticamente puedo predecir cuánto puntaje voy a sacar con cada capítulo”, afirma. El lunes 15 de abril, 39% de los televisores colombianos estuvieron sintonizados en el estudio. “Es decir, casi cinco millones de personas vieron ese capítulo”, concluye, y esta cifra le da tranquilidad y le hace pensar que va por buen camino, si se tiene en cuenta que la crítica se ha suscitado, principalmente, en redes sociales. En Colombia hay cerca de seis millones de usuarios en Twitter y quince millones en Facebook. Si cada día su programa es visto por casi cinco millones, para él eso representa más respaldo que odio. “Si RCN cede y retira del aire el programa, esos cinco millones que nos ven, que no están en las redes sociales y que no hacen tanta bulla, nos la van a cobrar. No podemos ceder por unos pocos”, afirma.
La crítica se ha centrado en un punto clave: la representación de las víctimas en la serie. Bolívar supo desde siempre que se enfrentaba a escribir un tema muy complicado, en el que las opiniones estaban muy divididas: “en el caso de la telenovela de Pablo Escobar, Caracol lo hizo muy bien, pero contaron con la suerte de que hay más consenso en la maldad de Escobar que en la de los Castaño”, afirma. Entonces, Bolívar tuvo un gran dilema sobre el primer episodio: empezar por el asesinato de Jaime Garzón o de una de las víctimas y hacer un salto al pasado para contar la historia desde el principio, o empezar en orden cronológico, para mayor claridad. “Yo pensé en mi mamá: ¿cómo escribo esto para que mi mamá y la gran mayoría lo entienda, de la forma más sencilla? Por eso decidí hacerlo claro, es decir, de forma cronológica. Esta era una serie para las víctimas, pero lastimosamente se me vinieron encima las personas a las que quería visibilizar”, confiesa.
Pero esa decisión que tomó le acarreó un gran problema: la historia empieza con los Castaño como víctimas del secuestro de su papá. Es decir, unos de los mayores victimarios de la historia de Colombia fueron mostrados como víctimas, algo que es cierto desde el punto de vista histórico y documental, pero que no cayó muy bien en ciertos sectores de la opinión. La izquierda lo acusó de hacerle apología al paramilitarismo. Con el paso de los días, la derecha lo criticó por mostrarlos como unos carniceros desalmados e, incluso, recibió amenazas. “Me han llamado varias veces y me han enviado correos electrónicos. Rastreamos las llamadas y los correos y fueron hechos desde cafés internet y cabinas telefónicas. Me dicen que me calle, que no sea sapo”, cuenta.
Y además de amenazas, Bolívar confiesa que por cuenta de ‘Tres Caínes’ ha perdido dinero. En Colombia, el precio de un libreto oscila entre $500.000 y diez millones de pesos. Para una telenovela como ‘Sin tetas no hay paraíso’, Bolívar se tomaba máximo dos días por capítulo, mientras que en ‘Tres Caínes’ se ha tardado, incluso, un mes por libreto. “Me he comprometido judicialmente y esta telenovela exige un nivel de cuidado y detalle que ha hecho el trabajo más largo y exigente”, afirma, y confiesa que ha rechazado ofertas de México, donde le ofrecieron más dinero por libreto y unos niveles de exigencia menores. En cambio, para ‘Tres Caínes’ se sometió a meses de investigación, viajes, largas horas de entrevistas y lectura de libros y documentos. Pudo ganar el equivalente a quince libretos, por el precio de uno.
Su olfato para tener atrapado al lector lo ha trasladado a sus novelas literarias. ‘Al amanecer entenderás la vida’ (Grijalbo) es su último libro y el más diferente a toda su obra. Se trata de una novela histórica en la que cuenta una historia de amor entre un médico contagiado de lepra y una mujer que deben separarse por cuenta del aislamiento que se les dio a las víctimas de esta enfermedad en los siglos XIX y XX en Colombia. En su lectura se puede percibir una escritura técnica, donde Bolívar teje conflictos entre sí, unos debajo de otros, que se van solucionando a medida que avanzan las páginas. Cuando se soluciona uno de esos conflictos, el lector recuerda que hay otro conflicto latente, subterráneo en la historia. “Eso lo aprendí de la televisión, en la necesidad de hacer que antes de comerciales la gente quede en un punto alto de tensión para que vuelvan a la historia después de la pausa”, afirma.
Bolívar considera que en esta novela se probará de verdad como escritor. “Vender tetas y sicarios es muy fácil, pero esto sí es mucho más difícil”, afirma. Para nadie es un secreto que se ha enriquecido por contar historias sobre mafiosos. Él mismo paga su esquema de seguridad, viaja de forma constante, tiene una envidiable colección de películas ganadoras de los Óscar y tiene un hotel en Girardot que está en proceso de categorización como cinco estrellas y en el que ha invertido todos sus ahorros. “La gente cree que yo soy muy buen negociante, pero todo lo contrario. El editor de ‘Sin tetas no hay paraíso’ en España me robó, no me ha pagado un peso por regalías, y allá salió la serie, fue un éxito, hicieron hasta la cuarta temporada, hasta salió en DVD y no me entró un sólo peso y ni siquiera aparece mi crédito por ningún lado”, dice mientras examina en detalle las cajas de los DVD de la serie en su adaptación española.
Ciertas personas lo critican porque encuentran inconsecuente que un hombre se enriquezca por contar historias de mafia y descomposición social y, además, sea activista contra la corrupción, a través de su fundación, Manos limpias. Incluso, Héctor Abad Faciolince lo llamó una vez “hampón literario”.
–¿En algún momento ha sentido culpa por su dinero? ¿No se le ha pasado por la cabeza que se trata de plata sucia? –le pregunto.
–En ningún momento. Yo sería culpable si tuviera un canal y obligara a la gente a ver. Pero hay noventa canales y la gente decide qué ver. Vean lo que quieran. Yo duermo más tranquilo que cualquier persona.
–Si usted aparece muerto mañana, ¿quién fue? –le pregunto.
–La intolerancia.
*El domingo 21 y 27 de abril, a las 5:30 p.m., Gustavo Bolívar estará en el pabellón 5 de la Feria del libro de Bogotá, firmando ejemplares de su última novela, Al amanecer entenderás la vida

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