Los libros de Jeffrey Eugenides suelen ser potentes nudos intelectuales y emocionales que se disparan muy de tanto en tanto: Las vírgenes suicidas primero, luego Middlesex y ahora, finalmente, La trama nupcial
Jeffrey Eugenides, autor estadounidense reflexiona de su oficio de escritor./pagina12.com.ar |
El propio autor explica el origen de esta monumental ficción sobre el
matrimonio a partir de un interés por insertar las viejas y queribles
novelas románticas inglesas en un mundo liberado y radicalmente
distinto. ¿O no tan distinto? En diversas entrevistas, Eugenides
recuerda sus años universitarios como el disparador de La trama nupcial
y Rodrigo Fresán hace una lectura de esta esperada novela.
La
trama nupcial creció a partir de otra novela, de la que ya tenía escrita
cien páginas, y que abandoné. Me di cuenta tarde, pero con certeza, de
que no funcionaba. Cuando las dudas no se van, es definitivo: no
funciona. Aquella novela era sobre una gran fiesta, todos los personajes
volvían a casa para esta fiesta; una de las hijas de esta familia era
Madeleine, que después fue la protagonista de La trama nupcial. La
novela iba razonablemente bien, pero estaba vacía. Un día escribí: “Los
problemas amorosos de Madeleine empezaron cuando la teoría francesa que
estaba leyendo deconstruyó la misma noción del amor”. Y de repente
empecé a pensar en la semiótica y en Brown en los 80, y empecé a
escribir más y más sobre Madeleine. Y la prosa tomó tanta energía y
frescura que resonaba contemporánea para mí, mucho más que la otra
novela. Así que me liberé del otro libro. Y me di cuenta de que ese
libro siempre había estado mal, que tenía cosas sin resolver. Y supe que
el novio de Madeleine iba a ser depresivo. Y que iba a haber otro
personaje, Mitchell, enamorado de ella. Y saqué a esos tres personajes
del primer libro y los seguí, sin saber de qué se trataría este nuevo
libro. No sabía que se trataría de una trama nupcial, ni que ése sería
el título, ni que alguien se fuese a casar. No sabía ninguna de las
cosas que pasan en el libro cuando lo empecé. Estaba viviendo en Chicago
cuando tomé la decisión, en un departamento alquilado, y estaba solo.
Ni tenía muebles. Había tormentas de nieve, el lago estaba congelado.
Había trabajado dos o tres años en la primera novela y no quería
desperdiciarlos, no quería tirar todo ese trabajo. Pero llegó un momento
en que fue obvio y estaba preparado para seguir adelante.
Decidí que la novela transcurriera en mi universidad, Brown; al
principio, iba a ser un college ficticio, pero cuando empecé a escribir
era demasiado problemático y, después de todo, conozco muy bien Brown.
Me pareció ridículo ficcionalizarlo y llamarlo college B. Además, hay
muchas novelas sobre Harvard y otras instituciones, entonces por qué no
Brown.
Hay ciertas expectativas culturales cuando se habla de Brown, y una
es la obsesión con la semiótica; en mi época, el programa se llama
Estudios en Semiótica, no era un departamento, recién estaba comenzando y
parcialmente por eso la locura semiótica estaba en su pico, con la
gente tomando partido radicalmente sobre si era una disciplina apropiada
o no. La novela es ambivalente al respecto. Mi intención no era
burlarme porque encuentro muy valiosos a muchos teóricos que he leído y
continúo peleando con y en contra de algunos de sus pronunciamientos.
Todavía significa algo para mí. Por otro lado también recuerdo la forma
en que los estudiantes y profesores tomaban la teoría como un credo en
aquella época. Como una religión. Siempre me pareció cómico y excesivo,
inclusive entonces. Y todavía me resulta más gracioso ahora que la
obsesión por la teoría francesa se ha disuelto un poco.
El personaje principal es Leonard, y es maníaco-depresivo. Leí
bastante sobre el tema, especialmente para comprender qué tipo de
comportamientos tiene una persona en estado de manía. Conocía la
depresión y el estado depresivo, pero no el de manía. No me imaginaba
que podía provocar que una persona se vistiera de modo extravagante, o
que pudiera obligarlo a empezar una pelea, o a no dormir, o a beber. Así
que me imaginé ese estado como una fiesta sin fin en mi cabeza, o como
las fiestas del college, llenas de fiebre y anfetaminas y drogas. Cuando
el libro finalmente se publicó, hubo un rumor de que Leonard estaba
basado en David Foster Wallace, particularmente porque usa un pañuelo
tipo bandana en la cabeza y botas de trabajo. Empezó en la revista New
York Magazine y se estableció como un hecho. Estoy esperando que se
desvanezca. Ahora la gente dice que hay muchas diferencias entre Leonard
y DFW; la más básica es que David no sufría manía depresiva. Creo que
le dan demasiada importancia a la bandana. Yo estaba pensando en Axl
Rose, en Guns’ n’ Roses y el heavy metal, pero ya no puedo hacer nada.
Algo que sí es autobiográfico es la sensación de falta de propósito
de los personajes cuando se gradúan. Yo lo sufrí menos porque sabía que
quería ser novelista, pero no tenía un buen trabajo ni manera de
publicar. Esos años fueron los más difíciles de mi vida y, cuando lo
pienso, es una lástima, porque era joven y estaba lleno de salud y poder
y fuerza; pero, psicológicamente, fue un tiempo de mucha inestabilidad.
Para los estudiantes de los colleges de elite, la graduación es un
despertar brusco; uno disfrutó de su educación durante 22 años. Pero, si
uno estudió humanidades, no espera ganar dinero. Eso no me preocupaba
mucho, no iba a abandonar todo para trabajar de inversionista. Cuando me
gradué, la economía estaba en recesión, pero yo tenía tan pocas
herramientas para conseguir un trabajo, de todas formas, que no creo que
hubiese importado si la economía estaba en pleno crecimiento. Me
esperaba trabajos malos, pero el tiempo pasaba y no le encontraba una
vuelta a mi vida.
Después de un libro como Middlesex, que abarca 70 años y dos
continentes, quería escribir algo más focalizado, más contenido. Quería
que transcurriera en pocos días: era una reacción a Middlesex. Y aunque
el libro terminó en 400 páginas, La trama nupcial es una novela mucho
más condensada y diferente en su voz y en método narrativo. Este libro
no rompe ninguna regla. Es tradicional. Cambia el punto de vista de
personaje a personaje. Si uno lee a Tolstoi o un libro como Anna
Karenina, también va de personaje en personaje y cada sección es en
tercera persona, así que se puede ver todo el mundo de la narración de
una forma más caleidoscópica. Es la narrativa más tradicional y nunca
había hecho un libro así antes. Lo disfruté mucho.
La frase “la trama nupcial” se refiere a la trama central de la
novela en sí misma, especialmente la novela europea (más aún la
inglesa.) Si pensamos en novelas como Sensatez y sentimientos de Jane
Austen, o Madame Bovary, o Anna Karenina o Retrato de una dama, todas
son novelas sobre una mujer joven que todavía no se ha casado, que va a
casarse al final o en la mitad del libro, y uno va a ver qué le pasa.
Ese es el concepto literario: la trama nupcial. De eso se trata si uno
es profesor de literatura y escribe sobre estas novelas. Pero esas
novelas ya no pueden escribirse porque las condiciones sociales de las
mujeres se han alterado radicalmente desde la época victoriana. La
libertad que poseen es completamente diferente de la que tenían las
mujeres entonces. Así que pensé: ¿cómo escribir un libro utilizando esta
trama central y muy cautivante de la novela inglesa histórica? ¿Ha
cambiado la prisión de las mujeres, esa libertad es total o no? Esa era
la idea intelectual: escribir una trama nupcial moderna, una que le
resultara verdadera a la gente, y especialmente a las mujeres, de hoy.
Pero, ¿por qué me atrae este tema, emocionalmente? Bueno, el matrimonio
no funciona como antes en términos de determinar nuestro destino, pero
está en nuestra cabeza y determina muchas de nuestras acciones. Queda
muy claro con el matrimonio gay: sigue siendo una idea potente, opera en
nuestra mente como una especie de ideal, la búsqueda de esa persona que
es “la” persona. Yo mismo empecé a pensar así muy temprano, viendo
películas románticas, leyendo novelas románticas. Se me metió ese ideal
en la cabeza. Quizá sea verdadero, quizá no, pero ciertamente causa
problemas. Y así funciona en mi libro.
Las ideas para mis libros llegan de dos maneras. Puede ser una idea
intelectual, que parece ser la razón para escribir el libro. Por
ejemplo, Middlesex tenía que ver con el deseo de tener un narrador que
supiera más que cualquier otro narrador –alguien que hubiera sido varón y
mujer y que por eso supiera más acerca de la experiencia humana–.
Tiresias, en la mitología griega, podía contestar preguntas sobre la
sexualidad relacionadas con los hombres y las mujeres porque había
vivido como ambos sexos. Esa idea me seducía. Así que ése era el motivo
consciente. El otro motivo es inconsciente. Hay algo profundamente
psicológico y emocional que me arrastra hacia determinado material. Es
difícil de explicar. Es el tipo de cuestión que uno trata de dilucidar
durante años en el diván del analista.
Paso la mayor parte del día escribiendo. Si puedo, escribo todos los
días. No empiezo excesivamente temprano. Richard Ford se levanta a las 6
y escribe hasta el mediodía. Yo me levanto más tarde, empiezo hacia las
10 y trabajo hasta la tarde. Es como un trabajo de 9 a 5, pero de siete
días a la semana. Y se acomoda a mi vida. Tengo una hija y una familia.
Si viviera solo, probablemente escribiría mucho más tarde.
Las declaraciones de este texto fueron tomadas de entrevistas con Jeffrey Eugenides en la revista Interview y el portal Slate.com
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