31.7.13

Gabriela A. Arciniegas:"Quería una historia bestial, más oscura y mucho más descarnada"

En esta, su primera novela, la autora cuenta la apasionante historia de una Bogotá oscura y caníbal

Gabriela A. Arciniegas, autora de Rojo sombra. Nicolas Cadena/revistacredencial.com
¿De dónde le nació la idea de escribir sobre caníbales?
A los doce años se me ocurrió por primera vez la idea de escribir sobre un vampiro. Me gustaba mucho leer sobre estos seres y ver películas sobre ellos. Pero después comenzó a obsesionarme la posibilidad de otra cosa. Algo más bestial, más oscuro y mucho más descarnado. El gore desde hace tiempo me ha llamado la atención, por un lado, y por el otro, lo noir, el género terror, así que terminé metida en este mundo cavernario de seres que parecen humanos pero que no lo son, y que comen carne humana con un fin que va más allá del puro y primitivo hambre. Ya después me puse a investigar sobre el canibalismo, sus diferentes formas a lo largo de la historia, los asesinos caníbales, etc., y así fui construyendo todo ese mundo del que mi personaje hace parte.
¿Qué otras influencias ―literarias, cinematográficas, de juegos y demás― hay en Rojo Sombra?
La ciencia ficción me ha fascinado siempre. La literatura y el cine: Star Wars, La Mosca, Star Trek, Ray Bradbury, Stanislav Lem, Stevenson y Wells. Matrix me llevó a Gibson con su Neuromancer, aunque ya había visto Mad Max, Terminator y todo ese cine apocalíptico. No hay que olvidar Alien y Especies, que marcaron a muchos de nosotros. Del terror, la famosa serie La dimensión desconocida me marcó bastante, al igual que las películas y los libros de Stephen King. Crecí también leyendo las historietas de superhéroes pero al entrar a la universidad y leer a Lautréamont ahí se fue perfilando mi idea del héroe. Yo tengo la teoría de que Latinoamérica no es como en Europa, que ya no creen en héroes sino en antihéroes. Aquí seguimos creyendo en héroes. Pero para mí, si pensara en un héroe, tendría que ser como Esteban Castillo, el protagonista de mi novela. Somos sociedades convulsas, dislocadas, caníbales. Así que el héroe debe emerger del inframundo.
En su novela, ¿qué tanto hay de investigación histórica y demás?
Todo parte de una tesis de pregrado sobre relatos míticos del Amazonas y cuatro años y medio de estar perdida en el sur de Chile. La antropología, el estudio sobre los lobos, la teosofía, budismo, biografías de asesinos en serie y artes marciales dieron como resultado el poder dilucidar los tres mundos que conviven en esa Bogotá imaginada. Han pasado dieciocho años desde que Esteban me habló por primera vez, y todo este recorrido no ha sido para “crear” a Esteban Castillo, el asesino, sino para entender esa visión que él me presentó. Porque yo no creo que los personajes se creen en la cabeza del escritor; tienen una vida propia, autónoma y precedente a él. Y pienso que la misión de uno es investigar todo lo que tenga en manos, no para “inventar” el mundo en que viven los personajes, sino para poderlo aprehender en toda su complejidad y transmitírselo a los lectores.
¿Cómo definiría la Bogotá en la que sucede la trama de su libro?
Hay una Bogotá real, con menciones a sitios reales, a cigarrillos Pielroja y a Chocorramo, a la carrera séptima, habitantes de calle y habitantes de alcantarillas. Pero hay también una Bogotá imaginada, con ciudades subterráneas habitadas por caníbales, con nieblas que se ciernen para cobijar la cacería que estos seres hacen a los humanos, con cantos que los humanos no oyen, con sueños que viajan desde la selva para inocularse en nuestras mentes y producir brotes de lucidez, y con seres invisibles y oscuros que se nos meten por todos nuestros orificios sin que nosotros nos demos cuenta, para alimentarse de todas nuestros deseos más oscuros. La unión de las dos Bogotás produce un aparente caos, pero ese caos, en niveles que no comprendemos, es un reordenamiento.
¿Qué tanto hay de usted en Esteban Castillo?
Bueno, debo aclarar para la tranquilidad del lector, que no soy una asesina caníbal. Pero de esa sensación de sentirse extranjero, extraño entre la gente, sí comparto mucho. Esa oscuridad de ese personaje es mucho mayor que la mía, pero para poder descender a esas profundidades insondables tuve que construir una escalera con mis propios demonios. La novela, la escritura de ella, fue un camino de observación de mí misma, de tratar de tocar mis propios límites, de ver hasta dónde podía abrirse mi mente. Mi idea al elegirlo a él como mi personaje, con el riesgo sicológico que eso conlleva (porque se arriesga la salud mental), fue explorar el problema del mal, cuestionarlo y expandirlo hasta el punto de ver qué tanto desaparecía. La respuesta la dará el lector. Para mí fue un trabajo agotador pero muy interesante en que descubrí muchas cosas sobre mí misma.
Desde el comienzo ¿le interesaba reflexionar sobre la condición humana?
Es la condición humana lo que se está poniendo sobre la mesa (del anfiteatro). Pero no es la parte filosófica, ontológica, ni nada de eso. Me llamó mucho la atención algo de Lautréamont, él animaliza al ser humano. Quise hacer lo mismo. Ir a lo biológico, a lo ancestral primitivo. Ahí quise encontrar la raíz del ser humano, y a partir de ese deseo encontré la esencia de mis personajes.
¿Cómo fue el proceso de escritura del libro?
Fueron dieciocho años en total con muchas interrupciones. Fue una relación de amor y odio con Esteban, a veces lo compadecí, otras lo repudié, otras llegué a entenderlo tanto que me asusté. Muchas veces dudé de publicar. El tema, lo gráfico de las escenas, la crudeza y el hecho de que quien lo escribe es una mujer, me hicieron permanecer también indecisa. Postergué el final mucho tiempo. Pero la respuesta que he recibido me ha sorprendido. Ha sido muy positiva.
¿Por qué lo dividió en libros?
Una de las investigaciones que emprendí para dibujar ese mundo fueron los tratados de alquimia. Y quería que la novela tuviera ese aire de lo antiguo, prohibido, críptico. Hay muchas referencias con la alquimia, la que salta a primera vista está en los títulos de algunos capítulos y de esos cuatro “libros”. La alquimia fue de lo que más me aportó en cuanto a los rituales, las creencias y el “libro silente” que es como el libro sagrado de mis personajes, cuyo nombre, sea dicho de paso, sale del liber mutus (libro mudo), tratado de alquimia construido con puros grabados y atribuido a Raimundo Lulio.
Si le pidieran que definiera Rojo sombra en pocas palabras, ¿cómo lo definiría?
Es difícil sintetizar 600 páginas en una sola frase. Pero yo diría que es una saga de cuatro libros, descarnada, oscura, dolorosa, intensa, y tendría dos palabras para definirla: gore místico. Sus personajes son crueles pero hay ahí un camino iniciático. La violencia no es un tema, es una etapa del camino. ¿Hacia dónde conduce ese camino? Es lo que tiene que concluir el lector.

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