3.2.15

Cermák: "Cuando decimos Praga decimos Kafka"

Considerado uno de los más importantes especialistas en el escritor checo, desenmascara los falsos lugares comunes de las biografías que se han escrito sobre el autor de La metamorfosis, al que la ocupación soviética veía como un "arma ideológica de los imperialistas occidentales"

 
Franz Kafka, autor checo de La metamorfosis./adncultura.com
Praga."No sólo en el mundo, sino también en la República Checa Kafka fue por mucho tiempo un autor casi olvidado. Esa falta de conocimiento sobre su biografía dio lugar a un cúmulo de fabulaciones", confirma con la seguridad de años de investigación Josef Cermák al saludar a adncultura. Considerado uno de los especialistas en Franz Kafka más importantes, y quien supo develar muchos enigmas en la constante investigación e interpretación de su obra, Cermák es especialista en literatura comparada, cofundador de la Sociedad Franz Kafka en Praga y autor de varios estudios sobre el célebre creador de La metamorfosis. Su fundamental Kafka, ficciones y mistificaciones permite descubrir varios falsos lugares comunes en otras biografías escritas sobre el novelista checo. Este libro, que tiene una edición en español con prólogo de María Kodama, se centra en dos aparente impostores: Michal Mares y Gustav Janouch quienes, en efecto, conocieron a Kafka, pero no tanto como sus biografías pretendieron demostrar después. Encontrar a Josef Cermák en Praga es una doble satisfacción para cualquier visitante porque permite comprender la plena identificación del autor checo más famoso con esa ciudad casi hasta la mitificación: "Cuando decimos Praga decimos Kafka", dice con seguridad el "kafkólogo", antes de perderse por las calles de la ciudad vieja que tan bien conoce.
-¿Cómo se vinculó con la obra de Kafka?
-La primera vez que me encontré con su nombre fue todavía en la escuela secundaria, cuando en la biblioteca del colegio descubrí los artículos del ensayista y traductor praguense, y checo-alemán, Pavel Eisner. Desde finales del siglo XX Eisner trataba de generar interés por el escritor en la cultura checa y publicarlo, aunque lamentablemente en vano. El segundo impulso me lo dio el libro checo de Peter Demetz, Kafka y Praga. Era el primer compilado kafkiano en Europa y, además de los trabajos de cuatro germanistas, contenía 32 fotografías, las primeras en su género, que luego dieron vueltas por todo el mundo. Me lo compré por dos monedas en un anticuario checo; hoy es una rareza de colección. El tercer y decisivo impulso fue una feliz casualidad: en aquel entonces estaba trabajando como joven asistente en la editorial más grande de Praga con el traductor E. A. Saudek, cuya esposa Vera era sobrina de Kafka, hija de su hermana menor Ottla. Pasaba mucho tiempo en la casa de ellos, donde se respiraba Kafka por todos lados.
-¿Cómo era esa cotidianidad?
-Para dar un ejemplo, nos sentábamos en la mesa donde él trabajaba. En ese lugar presencié visitas de expertos e interesados en Kafka de toda Europa Occidental; varios de ellos pasaron a ser conocidos míos y, con el tiempo, trabajamos juntos. Esta etapa tuvo su auge cuando la sucesora de Kafka me confió la preparación de la edición de Cartas a Ottla y a la familia, para hacerla con un conocido investigador sobre Kafka, Klaus Wagenbach, de origen alemán. En esa ocasión, le dicté todas las cartas a la tía de mi futura esposa. La confianza de la familia de Vera fue tal que pude tener en mi departamento de juventud, y por varios meses, más de cien cartas que se estaban vendiendo en Berlín por sumas gigantescas. Mi participación en la publicación del libro fue desbaratada por el fin de la Primavera de Praga y la ocupación soviética, momento en el cual Kafka pasó a ser un autor político no deseado, enemigo del Estado y "arma ideológica de los imperialistas occidentales".
-¿Por qué cree que Kafka tuvo tanto impacto en el exterior y, sin embargo, tardó tantos años en ser reconocido por la propia cultura checa?
-Para interpretar su obra, el supuesto indispensable era llevar a cabo una investigación seria sobre la base de una biografía segura basada en hechos. Praga siempre fue y sigue siendo el lugar que ofrecía y sigue ofreciendo las mejores condiciones para esto. A partir del boom kafkiano mundial, los investigadores extranjeros de Kafka se dieron cuenta de esto antes que nosotros, los checos. Ellos fueron quienes luego explotaron con vocación las fuentes praguenses. Y yo también quise formar parte de esto con mi modesta participación.
-Se sabe que Kafka escribía en alemán. ¿Contribuyó eso a su desconocimiento por parte de los lectores checos?
-Es necesario tomar conciencia de que el nacionalismo que iba ganando poder complicaba la convivencia entre las etnias praguenses (checos y alemanes cuya gran mayoría eran judíos germanoparlantes, entre ellos, Kafka). Ambas culturas locales vivían por separado, en el mejor de los casos se ignoraban correctamente. Había una gran cantidad de intermediarios, la mayoría judíos, ya que, entre otras razones, solían dominar ambos idiomas. En la generación de Brod, Kafka y Werfel hubo un intento de mejorar esta situación, aunque se frustró con la Primera Guerra Mundial y el surgimiento del Estado checoslovaco. Por mucho tiempo, la literatura de los alemanes praguenses, salvo algunas excepciones, no tuvo gran repercusión en el extranjero. Tampoco Kafka era demasiado conocido, sólo lo era en círculos distinguidos de las ciudades de Viena, Múnich, Leipzig, Dresden, Berlín. Durante el transcurso de su vida, fueron publicados un total de seis compilados delgados de cuentos y lo esencial de su obra se publicó póstumamente a partir de mediados de los años 20.
-¿Y quiénes fueron los primeros interesados en su obra?
-En el año 1913, cuando Kafka aún vivía, el escritor y dramaturgo Frantisek Langer y Rudolfillový, compañero de secundario de Kafka, lo presentaron por primera vez, y de forma escueta, en el ámbito checo. La primera persona relevante en hacer conocido a Kafka fue su enamorada, Milena Jesenská, quien en 1920 publicó la traducción de El fogonero, también conocida como América, la primera traducción de Kafka a un idioma extranjero. Además, brindó un homenaje en su partida leyendo su necrológica. La muerte de Kafka en aquel entonces fue recordada con siete necrológicas cortitas en la prensa checa de izquierda. La mayoría de ellas tenía datos falsos y una vulgar connotación marxista. Se lo mencionaba, por ejemplo, como un doctor que por entrar en contacto con el proletariado se transformó en un crítico despiadado de la burguesía. Luego, a fines de los años 20, el editor católico Josef Florián, un descubridor de muchos otros autores extranjeros, publicó aproximadamente veinte de sus cuentos en un pueblito perdido de Moravia. Eisner, a quien ya mencioné, descubrió a Kafka también a finales de los años 20, luego de que se publicaran sus novelas y cuentos póstumos. Sin embargo, la mayor traba era que en aquel entonces no lo registraba ningún germanista académico reconocido, como Otokar Fischer o Vojtech Jirát. Mientras, a mediados de los años 30 se publicaban -luego del exilio obligado del editor de Kafka, Schocken, de Berlín- los dos últimos ejemplares de la edición de los compilados de Kafka.
-En ese contexto también estaba Max Brod, su mejor amigo.
-Antes del nazismo, y hasta su emigración, en Praga vivía su mejor amigo y quien llevó a cabo su obra póstuma: Max Brod. En su departamento, Brod guardaba la obra literaria de Kafka, y además invitaba públicamente a los checos a leer Kafka. Ya en aquel entonces anticipaba su fama mundial. Y así fue: los checos descubrieron a Kafka desde Francia, primero desde el surrealismo por los patrones de André Breton, quien en esos años también daba clases en Praga. Cabe mencionar que el crítico checo más importante de esa época, F. X. Valda, recomendaba a Kafka, a quien seguramente conocía de las calles praguenses como el autor "que ahora es muy valorado en Francia". En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, por el boom mundial de Kafka, los checos conquistaron por poco tiempo al mundo anglosajón y a Francia. Con excepción de los demenciales años 60 de la Primavera de Praga, a Kafka le esperaron largos años de censura. Debido a razones ideológicas, por quince años estuvo prohibido publicarlo.
-¿Y cómo cree que finalmente consiguió notoriedad mundial?
-Es difícil resumir en intensidad y alcance las causas del enorme interés por Kafka a nivel mundial. Hubo varios momentos inminentes: el exilio en la posguerra del editor de Kafka, Schocken, a Estados Unidos, y una nueva publicación de su obra ampliada. Asimismo, la emigración europea a Estados Unidos, principalmente de origen judío, entre los cuales había muchos germanistas y conocedores de Kafka. Los emigrantes judíos, sobre todo, hallaron en la obra de Kafka la expresión de sus sentimientos vitales y sus destinos dramáticos, el horror de la persecusión antisemita y el holocausto, las inseguridades existenciales, la pérdida del hogar y otras experiencias traumáticas.
-¿Cuando comenzó a sospechar que buena parte de las aproximaciones biográficas no eran verdaderas?
-Michal Mares y Gustav Janouch participaron en el mismo juego de modo diferente, y tanto sus objetivos como el resultado de sus aportes en los temas kafkianos fueron muy diversos. Ambos tuvieron en la vida de Kafka un rol comprobable, aunque también episódico. Mares era un conocido de Kafka de la calle; Kafka en su material lo nombra unas pocas veces y sin ser elogioso. Janouch se encontró con Kafka en más ocasiones. A veces lo visitaba, iba sólo y exclusivamente a la compañía de seguros, donde Kafka era empleado, al igual que el padre de Janouch. Éste fue quien se acercó a Kafka para pedirle su opinión sobre los versos del joven Janouch. No obstante, Mares y Janouch empezaron a tener interés en Kafka recién después de veinte años, cuando explotó el boom kafkiano en el mundo. Ambos tenían el mismo objetivo: garantizar que conocían a Kafka personalmente y que sabían de él, y demostrárselo con un toque de color a quienes lo ansiaban; en el caso de Janouch, exclusivamente al público extranjero. Janouch publicaba sus textos kafkianos en alemán, y en el extranjero. Indudablemente temía que en la República Checa lo culparan por fabular. Ambos confiesan simultáneamente que casi no leyeron la obra de Kafka. Para Mare?, Kafka estaba más allá de "lo checo". Janouch, que tomó prestada la historia de Mares y la mejoró, afirma que a él Kafka no le interesaba como escritor, sino como un sabio gurú. Mares era en esencia un fabulador, desarrollaba sus experiencias mediocres y a cambio de su respectivo óbolo tenía principalmente como clientela a la prensa de alemanes curiosos. En la República Checa publicó un solo texto corto, en muchas versiones, cada una de ellas con mayor intensidad de incoherencias.
-¿Y en el caso de Janouch, otro de sus famosos biógrafos?
-Janouch, quien en cuestiones literarias era indudablemente más talentoso, optó por elaborar sus experiencias con Kafka de forma más compleja, con una reproducción textual de sus conversaciones con él, que hasta fueron publicadas independientemente en un libro. Con sus Conversaciones con Kafka buscaba un objetivo más amplio: imprimirle un sello de autenticidad a las conversaciones para hacerlas formar parte de la obra de Kafka, lo que logró en un sector de la comunidad especializada en Kafka. Para tal fin tuvo que inventar una historia sobre el origen de un libro de supuestas anotaciones de su diario, que aparentemente más tarde se perdió de manera misteriosa. Las conversaciones, que se presentaban con la exactitud de un grabador, que en aquel entonces no existía, son una realización literaria admirable. Sin embargo, la capacidad de guardar en la memoria tal magnitud de información con precisión textual por más de veinte años es irreal. Janouch tiene buen conocimiento del uso del idioma y el estilo de Kafka, así que no hay por qué sorprenderse de que durante unos quince años su mistificación haya embaucado a gran parte de los investigadores kafkianos. Cometió, sin embargo, un error fatal: a finales de los años 60 agrandó la primera versión de su libro de 1951 (que contenía pasajes muy valiosos, ya que no sentía la necesidad de dejar fluir su fantasía). En concreto, la triplicó en cuanto a su dimensión pero con esta versión perdió la confianza de la mayoría de los especialistas en Kafka.
-¿Eso incluye la siempre discutida participación en la política de Franz Kafka?
-En su honor, en los años 60 ambos crearon en Alemania la leyenda de que Franz Kafka había participado de las actividades de los anarquistas praguenses. Mares, que concurría a actividades anarquistas, fue quien impulsó la leyenda; Janouch la tomó y la mejoró. En Alemania fue usada como un argumento relevante en la discusión kafkeana. A finales de los años 50 y en los 60, en la polémica sobre la interpretación académica de Kafka, fundamentalmente filosófica, surgió una imagen antagónica de un Kafka de izquierda y "rojo". Esta idea se fundamentaba, por ejemplo, en el interés de Kafka por el socialismo en sus años de estudio y en sus actividades sociales para la Compañía Obrera de Seguros contra Accidentes. Esta imagen daba pie a la supuesta participación de Kafka en las actividades anarquistas praguenses (la minoría alemana en Praga no contaba con ningún movimiento anarquista). En los años 60, revisé toda la agenda de anarquistas en el archivo policial de Praga, así como sus respectivas reuniones y actividades, pero el nombre de Kafka no aparecía en ningún lado. Por otra parte, Frantisek Langer, un participante activo del movimiento, que conocía personalmente a Kafka, afirmó en los años 60 en la televisión que nunca lo había visto entre los anarquistas. También es significativo el hecho de que Kafka en repetidas ocasiones pidió, y obtuvo, un certificado de buena conducta. La administración de la policía de la época austrohúngara era muy detallista; hasta la menor infracción quedaba asentada en el expediente de cada ciudadano. Lo corroboré, por ejemplo, con el registro del padre de Kafka. La investigación que yo mismo realicé en el archivo confirmó luego mi opinión sobre esa mistificación tan extendida en el tiempo.
(Con la colaboración de Mariana Gil Herrera).

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