25.11.11

Carcajadas contra la crisis literaria

Los escritores Martín Caparrós y Cristian Alarcón y el editor Ezequiel Martínez buscan soluciones ante la multiplicación de tecnologías y formatos en la narrativa
Caparrós provoca sobre el cambio climático: peor es el hambre.foto.A.García. fuente:elpais.com

Resulta que la receta para curar la crisis es fácil. Eso sí, no hablamos ni de ladrillos ni de paro, así que ni Rajoy ni Merkel encontrarán aquí su fórmula aurea. El sujeto de la charla, en una de las salas de la madrileña Casa América, es la literatura. A todo creador agobiado y perdido entre tantos formatos nuevos y tantos desafíos sentaría bien una charla con los tres argentinos risueños que se sientan en torno a la mesa. Para los escritores Martín Caparrós y Cristian Alarcón y el editor Ezequiel Martínez, hijo de Tomas Eloy Martínez, el mejor antídoto a la confusión parece ser la alegría.

Aplicaciones para móviles, crónicas a medias entre ficción y realidad, novelas interactivas, tuits, microcultura. El futuro literario tiene tantas incógnitas como para pasarse meses ante la pizarra en busca de la respuesta. O quizás no. "La llegada de nuevas tecnologías nos ha hecho ver que las formas tradicionales no eran las únicas posibles y que había otras a lo mejor incluso deseables", lo pone simple Caparrós. Según el escritor, más de 600 años después es el momento del cambio: "Desde la invención de la imprenta hemos entendido el relato como algo fijo y lineal. Las grandes ideologías, liberalismo y comunismo, promovían una concepción de la vida parecida, basada en el avance, en el progreso. Pero ahora hay más soluciones, hay obras llenas de idas y vueltas".

Ahora hay también una crisis económica que rebaja cada día más las cifras de ventas y de consumo. Algunos dicen, sin embargo, que justo entre la espada y la pared se halla el lugar ideal para la creación artística. Que no se lo cuenten a Alarcón: "¡La crisis la detesto!". "Uno es creativo o no, no es que Van Gogh sacara su talento de una existencia ruinosa", le da cuerda Martínez. Todos de acuerdo, todos divertidos. De cerrar el asunto se encarga Caparrós: "Ese es un argumento de venta para los turistas alemanes".

Crisis o no, más allá del reto de la supervivencia económica al escritor contemporáneo se le plantean unos cuantos más. "Hará unos 10 años en Latinoamérica se apostó por una narrativa vinculada con el periodismo. Ahora los desafíos son cómo seguir contando grandes historias sin repetirse e incorporando medios nuevos, como el streaming, el directo", sostiene Alarcón. Él intentará resolverlos en la revista Anfibia, que está a punto de editar.

Beber del Santo Grial de la innovación podría, sin embargo, no bastar. No hay que perder de vista dos fundamentos que llevan siglos manteniendo de pie toda creación artística. "Más allá de los formatos, el contenido va a prevalecer. Lo que importa es el talento", resume Martínez. O, dicho sea de otra forma: "Por muy moderna que sea, una porquería no va a arrasar". Otra carcajada, otra vez todos de acuerdo.

La otra columna central es, según Alarcón, la investigación: "Un escritor es realmente libre cuando sabe demasiado del asunto". En busca de esa libertad él ha estado años documentándose y pasando tiempo con los narcotraficantes de Buenos Aires, en los que luego ha centrado obras como Si me querés, quereme transa.

Talento e investigación le sobraban al equipo de la serie estadounidense The Wire, punto de llegada del primer encuentro de esta tarde en la madrileña Casa América. De Moby Dick a The Wire es el titular del debate que inaugurará el ciclo La literatura en las cosas, que se celebra entre hoy y mañana. Pero, ¿cómo se llega de la novela de Melville al crimen de Baltimore? "Matando a mucha gente", suelta entre carcajadas Alarcón. Aunque enseguida asegura: "Antes, para asistir a mis clases pedía a los alumnos que leyeran Operación masacre de Rodolfo Wash. Ahora también tienen que ver The Wire: conjuga lo político y lo íntimo en una trama que no te puedes perder". Que el creador agobiado tome nota. Dicho así, suena fácil.

¿Qué nos quedará de la microcultura?

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