23.11.10

Matute: "Todo escritor con sentido de la vida está comprometido con lo social"

Temas recurrentes como la Guerra Civil española y la posguerra, la incomunicación o la injusticia social dan cuenta de sus preocupaciones


La Académica escritora Ana María Matute.foto:anamariamatute.com.fuente:adn.es

La escritora barcelonesa Ana María Matute, que acaba de recoger en "La puerta de la luna" todos sus cuentos, considera que todo escritor con sentido de la vida es, por definición, "un escritor comprometido".

En una entrevista concedida a Efe en su casa, un sobreático del barrio del Guinardó, hoy repleto de libros amontonados "por unas obras que han dejado patas arriba el piso", Matute responde cuando se le pregunta por su sentido social: "Soy escritora" y añade que "todo escritor con un cierto sentido de la vida y de lo que es escribir, está comprometido con algo", pero, advierte, "tampoco soy furibunda".

En su literatura, temas recurrentes como la Guerra Civil española y la posguerra, la incomunicación o la injusticia social dan cuenta de sus preocupaciones: "Me interesa la vida y, por supuesto, lo social, y las injusticias son importantes".

Sin embargo, no puede dejar escapar una cierta desesperanza que sólo proporcionan los 85 años que acumula en sus espaldas "y en los huesos": "Ojalá que fuera verdad que la literatura puede influir en el progreso del mundo, pero no estoy segura".

Mirando atrás, Ana María Matute quiere ser recordada como "una mujer que ha trabajado mucho en lo que más le gusta, la literatura, y que está contenta de lo que ha hecho" y no puede por menos que sentirse "una privilegiada, porque hay mucha gente que trabaja en lo que no le gusta".

También se siente privilegiada por haber podido escribir lo que ha querido. A partir de "Primera memoria", recuerda, ya escribía lo que le daba la gana, y conseguía esconder lo que quería decir para sortear a "unos censores muy burros", censores anónimos que eran militares, curas, gente corriente y "más de un escritor fracasado".

Su interés por la literatura surgió en la infancia con la lectura de los libros que había en su casa familiar: "Empecé a escribir a los cinco años, y además guardo las ilustraciones que yo misma hacía para los relatos".

"Una de las cosas que más me gustan es dibujar con lápices de colores, que continuamente me están regalando y que traen a mi memoria el olor de la madera y de aquella infancia, pero hoy ni las manos -en este punto enseña sus huesudas manos-, ni la vista me permiten continuar dibujando", como tampoco seguir practicando su desconocida vocación a la carpintería.

Ver en Destino su primer relato publicado, "El chico de al lado", que había escrito a los 15 años, le hizo una ilusión enorme "al ver por primera vez mi nombre en letra de molde". Fue tal la emoción que salió disparada al quiosco de la esquina a comprar varios ejemplares de la revista, en cuya contra aparecía su cuento.

Aquel cuento aparecía con dibujos de Elvira Elías, recuerda sorprendentemente. "Cuando llegas a cierta edad, y más que cierta, incierta, se te olvidan cosas recientes, y, sin embargo, puedes recordar cosas como el nombre de aquella ilustradora", repone.

El bosque, reconoce, es otro de los temas que más se repiten en su obra, porque siempre le ha encantado la naturaleza -"me siento parte de la naturaleza", dice-.

"Cuando éramos pequeños íbamos a los bosques de hayas y robles de la Rioja en la casa materna y allí tenía tres árboles junto a los que me sentaba: 'el abuelo', 'el amigo' y 'el otro'. No los volví a ver, porque quedaron enterrados bajo el agua de un pantano, que sería como ver parte de tu infancia ahogada".

Matute recuerda también con nostalgia los artículos periodísticos que escribió para Destino y otros periódicos, que ahora se incluyen en "La puerta de la luna" (Ediciones Destino), aunque con su habitual modestia ella los califique de "croniquitas".

Aquellos artículos eran alimenticios, pues Matute atravesaba una época difícil después de separarse de su familia, aunque, confiesa, le gustaba escribirlos, "de otro modo, no lo habría hecho".

De hecho, le encanta leer poesía desde siempre y no ha sido capaz de escribir poesía nunca, "por miedo o por respeto".

El transcurso de los años ha hecho más sabia su literatura, ha ampliado y enriquecido su mundo, "como en todas las cosas", si bien, admite, "en algunos aspectos te perviertes". Y añade: "Llorar y reír mucho te permite conocer muchas cosas".

Al hilo de la risa, la autora de "Los soldados lloran de noche" percibe que el humor es muy importante en sus obras, aunque "un sentido del humor un poco particular, muy amargo".

A pesar de que había anunciado que "Paraíso inhabitado" (2008) iba a ser su última novela, "la Matute", como ella misma se nombra, ya está a punto de empezar una nueva novela, que está "madurando".

Una novela en la que, adelanta, "habrá una parte ambientada en época actual y otra con llamadas a la época medieval" y entre ambas se producirán, "una especie de contrastes y similitudes".

Sin embargo, considera sus novelas "bastante intemporales", como "Luciérnaga", que fue prohibida por la censura y que ahora se ha reeditado. En el prólogo, Esther Tusquets dice que aunque transcurre durante la Guerra Civil española, podría ocurrir en cualquier país en guerra".

Fiel a su máquina de escribir eléctrica, se ve demasiado mayor como para aprender a utilizar el ordenador: "No me hace falta, porque no corrijo mientras escribo", si bien, reconoce que cuando necesita algún dato de Internet se lo pide a algún amigo.

La novela negra ocupa sus lecturas actuales, un género que le había gustado ya desde Simenon, y exhibe un conocimiento de algunos de los grandes autores actuales, desde el sueco Stieg Larsson, que tiene pendiente de leer, hasta los norteamericanos Connelly y Elizabeth George o su conciudadana Alicia Giménez Bartlet.

Considerada una de las grandes representantes del relato español contemporáneo, Matute cree que "el cuento nunca tuvo prestigio en España, pero parece que ahora se está recuperando, porque antes parecía que se medía la literatura a peso, todo lo contrario que en el mundo anglosajón, donde es un género muy importante".

La misma desconsideración ha sufrido la literatura infantil, muchas veces por "una falsa interpretación de lo políticamente correcto".

Para Matute, "en los cuentos infantiles clásicos, que hunden sus raíces en la Edad Media, está todo: la marginación de la mujer en La Bella Durmienta o el hambre del campesino en Hansel y Gretel y en Pulgarcito.

Con una carrera plagada de premios, tanto honoríficos como comerciales, Matute, la eterna aspirante al premio Cervantes, que se falla la próxima semana, no puede ocultar su escepticismo ante este galardón que se le resiste: "He estado muchos años en el candelero y no me lo han dado, pero yo no escribo para que me den premios, si no que me dan premios porque escribo".

Sin embargo, confiesa: "Me alegraría mucho, si me lo dieran" y "no sé si sería un broche o una cremallera" a su carrera, aunque esa socarronería tan Matute le lleva a decir a continuación: "Tampoco eres mejor escritor porque te den un premio o no, lo importante es tener lectores"

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