14.2.11

¿Puede el periodismo contener ficción?

DEBATE
Controversia sobre la veracidad de las historias de un reconocido reportero

Ryszard Kapuściński, ¿periodista de ficción? foto:archivo.fuente:eltiempo.com

Dos nuevas biografías en español sobre el periodista polaco Ryszard Kapuściński renovaron el interés por la vida de uno de los reporteros más importantes del siglo XX.

"¡Desgraciado de mí!", comentó con rabia Ryszard Kapuściński. "Llevo dos meses en Lagos postrado en la cama como el bíblico Lázaro, luchando contra la enfermedad. Ya no me quedan fuerzas para soportar el dolor y he solicitado a Varsovia que me dé permiso para regresar". No sería ésta la última vez que el reportero polaco sufriría los embates del continente africano, ni la primera que pensaría en dejarlo. Pero nunca pudo desprenderse del todo, pues como escribe su biógrafo Artur Domosławski, se había "enamorado de África. Lo suyo no es un trabajo, sino una pasión. Esa sí es una enfermedad incurable".

Aunque Kapuściński viajó como reportero por India, China, Irán, la Unión Soviética y América Latina, su nombre está ligado más que nada a las aventuras a las que se enfrentó en África desde su primer viaje a esas tierras, en 1957. Esa región fue el leitmotiv de su vida. Presenció la salida de los portugueses de Angola, escribió sobre la decadencia del emperador etíope Haile Selassie, asistió a los mítines ghaneses de Kwame Nkrumah, estuvo en Congo durante la crisis por el asesinato de Patrice Lumumba y cubrió revoluciones y golpes de estado en diferentes rincones del continente.

Pero no sólo retrató las paradojas del poder. Él mismo escribió en The Shadow of the Sun que prefería evitar "rutas oficiales, palacios, importantes personajes y políticas de alto nivel". Para Kapuściński, África -y el periodismo también- se trataba sobre todo de las personas comunes y corrientes. Por ello, la única forma de describir el mundo que lo rodeaba era viviendo como ellas: se quedó a dormir en barrios pobres en Nigeria, caminó con grupos nómadas en el Sahara, fue invitado por campesinos de la sabana tropical y aceptó ser curado de sus enfermedades en una clínica para negros y no en una para blancos, aunque las condiciones de salubridad fueran tan pobres que las jeringas debían ser hervidas con los huevos.

Estas experiencias, que él luego relató en sus libros, ayudaron a crear una leyenda alrededor del periodista polaco. Su popularidad e influencia fueron tan amplias que su nombre sonó como candidato al Premio Nobel de Literatura. En la prensa polaca incluso se mencionó el término "Kapumanía" para referirse a la pasión que generaba su imagen de "intrépido reportero de guerra" y "romántico que recorre el mundo en pos de las revoluciones". La creación de esa leyenda y el hombre detrás de ella son precisamente los temas centrales de dos biografías publicadas en Polonia en los últimos años y que acaban de ser traducidas al español: Kapuściński Non-Fiction, del ya mencionado Domosławski, y Kapuściński: una biografía literaria, por Beata Nowacka y Zygmunt Ziatek.

Con evidente similitud y pese a que Rysiek o Kapu evitaba hablar de sí mismo, los dos libros escudriñan hasta los más ínfimos detalles de su vida para encontrar las raíces de sus rasgos esenciales: su interés por el Tercer Mundo, su empatía con los pobres, su actitud crítica hacia el mundo capitalista, su afición a la poesía. Para ello indagan desde los comienzos de Kapuściński en los años 30 en Pińsk, actual Bielorrusia, hasta los días previos a su muerte en Varsovia, en enero de 2007, y buscan las situaciones que marcaron su vida: el hambre que sintió en la guerra, el anhelo de tener zapatos o la amenaza de ser deportado junto a su familia; sus primeros experimentos con el periodismo; su primer viaje profesional, a la India, y sus problemas como reportero novato; sus influencias literarias, su amor por África y su admiración por el Che Guevara. Cada detalle es investigado con lupa por las dos historias, que juntas suman más de mil páginas.

El interés por la biografía del reportero responde, además, a que él no sólo fue el autor de sus libros, sino también el personaje principal. Basta echar una mirada a su compendio de reportajes para encontrar en su prosa cálida, cercana al lector, los trazos de su propia vida. Leer las historias de Kapuściński es, a su vez, leer sobre Kapuściński. Por eso Nowacka y Ziatek resaltan los intentos del reportero de "reconstruir su biografía al ritmo de los cambios de la historia", mientras Domosławski resalta a lo largo de su libro la importancia de mirar tanto el "Kapuściński real" como el "Kapuściński literario".

Y aunque esta mirada a los lazos entre la vida y la obra de Kapuściński es una de las mayores coincidencias de los dos libros, también es la raíz de su principal divergencia y, de paso, de la polémica que ha despertado interés alrededor del mundo. La razón es que Domosławski, en su intento por descubrir quién fue ese maestro que admiró tanto pero en realidad conoció tan poco, encontró dos facetas que han levantado ampolla. Incluso Alicja Kapuścińska, viuda de Ryszard, trató de impedir la publicación por vía legal porque dañaba la imagen de su marido. En Polonia llamó sobre todo la atención su análisis sobre cómo Kapuściński, un creyente del comunismo y colaborador esporádico de los servicios de inteligencia, utilizó su posición privilegiada dentro de ese partido para avanzar en su carrera como escritor.

En otras partes del mundo, y especialmente en Hispanoamérica, lo que causó polémica fue que durante esa ascendente carrera, el gran periodista pudo haber "coloreado", "fabulado" o "retocado" elementos de la realidad para realzar su leyenda, lo que ha sido interpretado como un eufemismo para decir que recurrió a la invención. Esto a pesar de que el mismo Kapuściński, en El Mundo de Hoy, afirmó tajantemente: "No soy un inventor. No hablo de mundos imaginarios ni tampoco del mío propio. Describo el mundo real, el que está ahí, tal como lo he visto".

Ziatek y Nowacka, cuyo objetivo central es abordar la biografía creadora del periodista y sus procesos de formación, no fueron los primeros en poner el grito en el cielo sobre este último punto, pero sí lo hicieron con convicción. En la edición española de su libro añadieron un apéndice de 21 páginas en el que critican uno tras otro los argumentos de Domosławski, a quien califican de sensacionalista y desleal, al tiempo que lo acusan de vulgarizar al protagonista de su libro, sacar de contexto algunas informaciones, manipular las citas y violar de manera manifiesta la integridad de los textos de Kapuściński. Domosławski se ha negado a comentar al respecto.

Más allá de quién tenga la razón en la polémica que ha traspasado fronteras, este debate es un poderoso ejemplo de cómo, a cuatro años de su muerte, el interés por desenmarañar la vida y obra de Kapuściński -finamente entrelazadas en cada uno de sus libros- continúa con fortaleza. ¿Quién, a final de cuentas, fue Ryszard Kapuściński? ¿Acaso fue el mejor reportero del siglo XX? ¿O por el contrario fue un escritor que hacía "literatura política", como lo calificó uno de sus jefes? ¿Fue un "enviado de Dios", en palabras de John Le Carré? ¿O, más bien, en la voz de Manuel Vicent, "un buen tipo, un tipo legal"? A falta de "palabras certeras y en plenitud de sus fuerzas", como reza un verso de Kapuściński, éstas son preguntas que quedarán vagando en el aire.

Periodismo o literatura
REVISTA CREDENCIAL aprovechó la publicación de las dos nuevas biografías sobre Kapuściński para recoger las opiniones de algunos periodistas y escritores latinoamericanos sobre las fronteras entre el periodismo y literatura.

"En América Latina hay, como sabemos, una tradición diferente de la del periodismo anglosajón, de escritores-periodistas que usaban constantemente los recursos de la ficción para retratar hechos reales, y Kapuściński entronca muy bien con esa tradición. Su proyecto de crear una nueva literatura coincide también con los esfuerzos actuales por crear una nueva crónica en el continente. Su obra y su propuesta siguen siendo, por lo tanto, muy interesantes y valiosos". (Graciela Mochkofsky, argentina, periodista independiente).

"Si uno es periodista no acomoda los hechos según le convenga, no le inventa piezas al mecano porque las que tiene no encajan y no escribe las cosas tal como le hubiera gustado que sucedan. No he leído la biografía de Kapuściński, de modo que no es de eso de lo que estoy hablando aquí. Estoy hablando de algo más simple: de aquello en lo que creo" (Leila Guerriero, periodista independiente en Cosas que creo).

"Ignoro hasta qué punto Kapuściński fue siempre fiel a los hechos o inventó o maquilló la realidad, pero en términos generales creo que la verdad absoluta, objetiva, desnuda, es imposible de conseguir para nadie, excepto, quizás, para el Espíritu Santo. Veo más probable que se acerque más a la verdad un periodista que hace trabajos de inmersión y que escribe en primera persona, como es el caso de los cronistas actuales, hijos de Kapuściński, que un reportero 'objetivo' y convencional que produce noticias en tercera persona omnisciente. Aquél se sumerge por meses en un universo, éste tiene que producir tres 'verdades' diarias." (Darío Jaramillo Agudelo, poeta y novelista, acaba de terminar una antología de crónica latinoamericana, de próxima aparición).

"Considero totalmente válido aplicar técnicas del relato de ficción (suspenso, diálogos, retención de datos) a materiales fácticos; de esta mezcla de recursos han salido espléndidos reportajes y crónicas. Pero soy enemigo declarado de la alteración de hechos, por mínima que sea, para sustituir los duros datos reales por versiones ficticias. Para mí, una pieza periodística que contenga cualquier porcentaje de información deliberadamente falsa puede ser un gran cuento o un gran relato, pero de manera automática deja de pertenecer al género periodístico. El periodismo es como un vaso de agua: una sola gota de tinta -si llamamos tinta a los datos producto de la imaginación o suposición del autor- lo contamina sin remedio y lo convierte en ficción." (Daniel Samper Pizano)

"Sigo al pie de la letra un viejo consejo de Hemingway: "escribe sobre lo que conoces". Eso quiere decir, sobre lo que me habita, sobre lo que me pertenece" (Alberto Salcedo Ramos, cronista y autor de no-ficción en La roca de Flaubert)

Por Thomas Sparrow. Wrocław, Polonia

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