Con El oficinista, el autor acaba de ganar el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral
"Ahora, se ríe Guillermo Saccomanno: "Fue una road movie en ambulancia", dice. Y se ríe. Y se ve muy grande la sonrisa porque es grande y también porque el escritor está muy flaco. "Bajé catorce kilos", dice, mientras prepara un té como un personaje de su último libro, ya se verá en su departamento del centro de Buenos Aires.
A principios de febrero, a Guillermo Saccomanno le pasaron dos cosas casi simultáneamente. Primero tuvo una meningoencefalitis que casi se lo lleva vertiginosamente al otro mundo. La road movie transcurrió entre Villa Gesell, donde vive, y Mar del Plata, donde le salvaron la vida. En eso andaba cuando se supo que su novela El oficinista había ganado el Premio Biblioteca Breve, de Seix Barral.
Lo anunciaron en Madrid; él tras otra escena de la road movie ya estaba internado en Buenos Aires.
En fin, eso fue un lejano febrero y ahora es marzo, El oficinista está en las librerías desde hace unos días y Saccomanno que no ve la hora de volverse a Gesell sirve el té en un departamento con vista a un mar de techos y terracitas desde donde "antes de que pusieran esas torres" se veía el río.
El oficinista está ubicado en un tiempo incierto pero que uno intuye un futuro cercanísimo y tiene un clima que recuerda al de la película Brazil: todo es casi lo mismo que aquí y ahora pero un poco más decadente, un poco más opresivo, un poco más miserable, un poco más violento, un poco más irrespirable y, a la vez, completamente natural para los personajes .
Por ahí transita este oficinista sin nombre no hay un solo nombre en toda la novela casado con una mujer monstruosa y que, en sus pesadillas, es violado por su jefe. El hombre se esfuerza en enamorarse de la secretaria de la oficina tras un affaire causal y ahí aparece, dentro de él, un otro más audaz, más ético, más malvado y más potente. En el diálogo entre los dos, el oficinista siente culpa, mastica la traición, macera humillaciones, boceta una felicidad. "No no escribí un libro optimista", dirá el escritor varias veces en la próxima media hora. Y no.
En la oficina también hay otro tipo, un antagonista, que lee y escribe y es fanático de la literatura rusa. Esto es un guiño. Casi sin que le pregunte nada, Saccomano dice: "Soy un lector apasionado de la literatura rusa desde pibe. Venía leyendo, precisamente, todo lo que es la literatura de oficina, hay toda una literatura de oficina que define casi fines del siglo XlX hasta principios del XX. Entonces me pareció que la literatura de oficina era esuna literatura de género.
¿Qué pasaba si agarraba un personaje, lo agitaba, lo cargaba, lo agitaba y veía hasta dónde podía llegar?"
Un personaje ruso, como le dice el otro.
Un personaje ruso, que tuviera conflictos rusos: conflictos de culpa, de traición, de infelicidad, de desdicha, de querer cambiar su destino y no poder. Y me apasionaba también la búsqueda del amor, que está permanentemente en la literatura rusa. Porque en la literatura rusa hay una búsqueda de amor, de piedad y de comprensión permanente, en la sociedad más injusta que te puedas imaginar.
¿Qué puntos de contacto veía con la Argentina?
Nuestro país tiene mucho de literatura rusa; cuando pienso en Roberto Arlt, pienso sino esta cuestión de la culpa, del castigo, de la humillación, de la ofensa. Es decir, "El jorobadito" es un cuento ruso. Y por otro lado, uno puede pensar en nuestro país como una extensión territorial vastísima cuya identidad es inapresable porque... ¿qué tiene que ver el hombre de la Puna con el patagónico que no tiene ni acento?, no sabe...
ni sabe de dónde viene. Y la Patagonia, la Siberia argentina, hasta con cárceles y anarquistas.
¿Y qué tiene que ver el fin del siglo XlX con el comienzo del siglo XXl?
No sé si los fines de milenio tienen que ver, porque la injusticiadel XVlll, la del XlX, la del XX y la del XXl es exactamente la misma.
Efectivamente, la novela ocurre en un "no future". Pero yo camino por acá, por el Bajo. A veces salgo al amanecer. Y cuando salís a caminar al amanecer, agarrás la recova que va para el bajo y ves todos los sin techo, ves familias, no sólo tipos sueltos sino familias, ves los tipos durmiendo en los cajeros automáticos, que conviven en un universo con las putas, los travestis, con el amanecer y los primeros elegantes que van a trabajar a Puerto Madero... Porque los pibes que van a trabajar a Puerto Madero se sienten reyes del universo, empilchados, y son pobres como diría Lenínproletarios de cuello blanco.
La novela parece una puesta al límite de cosas que ya están pasando.
Viene de ahí, viene de la literatura rusa y de salir y mirar un poco por acá. Una combinación de la literatura rusa con el Bajo.
¿Por qué el Bajo?
Porque este barrio conjuga todas las contradicciones. Todo barrio que tiene una terminal, tiene todo; acá tenés el rancherío de la Villa 31, los pibes chorros, las putas, los altos ejecutivos, los sin techo, todo, y en una zona de tránsito permanente.
En la novela se hace hincapié en la exclusión.
La lucha de clases en nuestro mundo, en nuestra realidad, pasa por incluidos y excluidos. No obstante hay un sector, que es el de la clase media, que es el de las oficinas, que es el sector de la tecnocracia, digamos, que se creen que son gran cosa porque trabajan en una oficina.
El amor acá es una desgracia, es el inicio de la caída. ¿O un sentido de la vida?
A mí me parece que acá hay una búsqueda del amor, que se lo encuentre o no se lo encuentre es otra cosa, pero el tipo está buscándolo. Lo que pasa es que todo está teñido por las reglas del sistema capitalista, por las relaciones de poder, por el dinero.
¿Por qué los personajes no tienen nombre?
Quería que funcionara como un mecanismo que uno puede cargar. Yo creo que esas situaciones por las cuales él atraviesa son típicas de oficina. Por ejemplo cuando es prácticamente violado por el jefe. Cuántas veces decís: "el jefe se lo violó".
Pero él lo goza.
Justamente. ¿Cuántos lo gozan? Lo que está en juego ahí es la dialéctica del amo y el esclavo, porque todas las relaciones son de amo y de esclavo. La relación de él con la mujer es de amo y esclavo; la relación de él con los hijos es de amo y esclavo; la relación con la amante, también.
Llama la atención el papel de los chicos. Aparecen como carne del espectáculo en peleas donde se juegan la vida , como productos sexuales, como matones peligrosos...
Los chicos son víctimas. Hay un miedo a los chicos, que son vistos a veces como una jauría, pero son víctimas. A ver: yo he estado trabajando el año pasado en el Ministerio de Educación, en Plan de Lectura, yendo a colegios.
Y es siniestro el estado en que llegan los pibes a muchos colegios.
Borrachos, drogados, no pueden leer de corrido, a los profesores les cuesta mucho mantener su atención... No creo que mi novela sea optimista... bueno, la realidad no es optimista.
No.
Yo vengo de estar en hospitales, vengo de estar en un hospital en Mar del Plata y pasaban los fiambres... Y veía que quienes me atendían, los médicos jóvenes, laburaban a voluntad, por voluntad, por pasión. No había instrumental, faltaba de todo. Y vos decís bueno, estamos en esta realidad.
Usted estaba ahí en lugar de disfrutar el glamour del premio, en Madrid. Pero la misma persona podía haber estado en una situación completamente distinta.
Sí, en las dos realidades. Yo creo que mi libro no es optimista. Por otro lado, no puedo dejar de pensar en esa idea de Kafka, que no me acuerdo quién la cuenta, y dice que cuando Kafka les leía La metamorfosis a sus amigos, se reían y se reían y se reían de las peripecias que debía pasar Gregorio Samsa. Yo acá, cuando escribía pensaba con el mismo humor: "A ver, ¿y ahora qué más le puede pasar a éste", ¿no?
Sueltas...
El taller como un lugar de aprendizajeA esta altura, Saccomanno tiene fama de productor de premios. No sólo por los que él gana, sino por los que ganan los alumnos en general, las alumnas de su taller. Entre ellas, Claudia Piñeiro (Premio Clarín 2005), Angela Pradelli (Premio Clarín 2004) y María Inés Krimer (Emecé 2009).
¿Qué les enseña para lograr estos resultados?
Saccomanno agita los brazos, se pone un poquitín incómodo: "¡A laburar", dice, con el grabador apagado. El grabador se enciende para ampliar la respuesta: "Yo no les enseño nada, yo diría que es más lo que he aprendido dando taller y más el rigor que me ha dado a mí con respecto a la literatura. Te pone en un lugar de aprendizaje. Yo sé que suena como...
Demagógico.
Demagógico. Pero es así y lo puede sostener. Mirá, uno aprende. Yo he tenido acá a cada mujer... se le estaba muriendo el padre, le habían robado al marido en el negocio, tenía problemas con los chicos, trabajaba de docente en doble turno... y ¡pumba! Metía una novela.
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