12.5.15

Cómo preparar la taza de café perfecta según Honoré de Balzac

Honoré de Balzac era un gran entusiasta del café. Quizás quedarse con entusiasta para definir su relación con esta bebida es quedarse corto


Un café te pone en situación con la actividad cerebral./libropatas.com
Balzac era un superlativo bebedor de café. Según las estimaciones, Balzac bebía al día el equivalente a 50 tazas de café, ya que creía que esta bebida era un poderoso estimulante de la creatividad. Si tenemos en cuenta, además, que tenía unos extremos horarios de trabajo (cuando se ponía a escribir podía hacerlo durante horas y más horas y era capaz de escribir durante 15 horas seguidas) entendemos además que la cafeína se acabase convirtiendo en algo necesario para mantener el ritmo.
La relación de Balzac con el café era por tanto muy estrecha, tanto que la parte que le dedica a la bebida en su Traité des excitants modernes es bastante amplia y recoge, además, sus experiencias de primera mano con el café. El tratado es un ensayo en el que el escritor analiza cuáles son las drogas modernas y cómo están mellando en la civilización. Por supuesto, el café es una de ellas.
Pero además de explicar los efectos que tiene el café en los incautos, Balzac también da unas cuantas normas sobre cómo preparar la taza de café perfecta. Y ahora que el café gourmet se ha convertido en una tendencia de moda, quizás las recomendaciones del escritor francés encuentren un nuevo – y entusiasta – público para sus lecciones de sabiduría.
Para empezar, Balzac tiene mucha fe en las propiedades del café. De hecho, cita a un gastrónomo del momento señalando que el café “pone en movimiento la sangre, dispara los espíritus del movimiento; excitación que precipita la digestión, da caza al sueño y permite entretenerse durante un poco más de tiempo el ejercicio de las facultades cerebrales”. Aunque tampoco debemos emocionarnos: Balzac cuenta que, en su experiencia, el café no tiene poder “constante ni absoluto”. El tiempo que duran los efectos del café es limitado.
Aún así, y si se quiere probar lo que el café puede hacer por uno mismo, se tienen que tener en cuenta varias cosas.
La primera, y el primer paso para preparar la taza de café perfecta, es que no hay que usar café molido en un molinillo. Para Balzac, la mejor manera de preparar los granos del café para convertirlos en bebida es “aplastarlos a la turca”. Balzac explica que tal y como se preparaba el café en la parte occidental de Europa solo se conseguía el efecto del aroma. Para conseguir el efecto completo, lo mejor era la forma oriental.
Lo segundo y muy importante es no dejar hervir el café (y si leéis las recomendaciones que suelen dar en los artículos sobre cómo hacer café o incluso en los paquetes de café veréis que Balzac aquí se adelantaba a su tiempo). En el tratado dice, y lo dice en mayúsculas, para que nos quede claro, que “dejar el agua hirviendo, sobre todo mucho tiempo, en contacto con el café es una herejía”.
De hecho, y aquí Balzac es un hípster avant la lettre, el escritor señala que la manera de tomarse un café y que este mantenga las mejores de sus virtudes es el tomárselo en una infusión en frío.
El tercer punto es que no debemos olvidar que las relaciones entre la cantidad de agua que usemos y la cantidad de café que empleemos cambiarán el sabor y las propiedades de la bebida.
Y, finalmente, y solo para valientes, Balzac confiesa que ha descubierto un nuevo método de tomar café. Se trata de comerse el café molido y en frío directamente y en ayunas. Según el escritor, es como echar gasolina al cerebro. Las ideas van más rápido, todo es más eficientes y se es más creativo. Pero, ojo, nos dice, no todo el mundo está preparado para ello. Uno de sus amigos probó la idea y se sintió morir intoxicado.
Foto pixabay.com vía Pexeels

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